RETROSPECTIVA
Bien se dice, bien se sabe que si hay algo que no tiene retorno es el tiempo real, que inmortal marcha incansable hacia el infinito, dejando a su paso vejez, melancolía, memorias, recuerdos, historias...
Pero también es cierto que la imaginación es algo que escapa de los opresores muros del tiempo y no solo lo vence en el sentido de volver atrás, sino que lo derrota en su carrera hacia el futuro.
Un domingo especial, vivido. En esos en que uno se hace un encuentro consigo mismo, profundo, sincero, feliz. Es  mi costumbre desde la adolescencia llevar un diario personal. En esa oportunidad para inaugurar un nuevo cuaderno, que reflejaría un acápite de mi vida, he regresado a la Edad Media, época en la que me gustaría haber vivido, en la que será feliz teniendo un señorío de una comarca, aunque sería señor y juglar, puesto que en cualquier tiempo vivido remoto en preteridad o futuro no podría dejar de serlo.
Solo que en esta ocasión el viaje lo he realizado en compañía de un amigo grato en charlas que transgreden el tiempo a capricho. Que así nos vamos de esta era de la informática a la Grecia o la roma antiguas y tal es la compenetración que tenemos que ¡de pronto parece que el ámbito de la charla es la Academia en Grecia o el foro de Roma! A ahí mismo en dinámica  y viva transgresión, incursionamos  en la guerra por la independencia de nuestro país, o las luchas por la organización nacional, y saltamos sin convenciones académicas ni programas a los hechos de la Segunda Guerra Mundial. Mientras que la única  referencia temporal, nos la da el mate, que tomamos a grandes cantidades.
De pronto abandonamos los hechos y analizamos perfiles de personalidades tan dispares como Hitler, Mussolini, Churchill, Montgomery, Patton, Romel, etc...
Pero como queda dicho en esta ocasión, me fui a la Edad Media, en compañía de Juan Carlos, quien tuvo la alegre osadía de regalarme un pluma. Si, una pluma de ave, para escribir como en aquella lejana época y con ella en la era de la informática, estampé mi nombre y firma en el blanco pergamino que abre las puertas de un nuevo capítulo de mi vida: mi diario personal.
Sin dudas, jamás dimensionó quien me regaló la pluma, cuanto ha impactado e mi ser. Diariamente la contemplo sobre el pedestal dorado que le asigné como soporte y reflexiono: pensar que tiene la misma fuerza que cualquier arma moderna, pero sobre todo tiene una facultad absoluta de vencer al tiempo en dimensiones antiguas y futuras. Ya se extinguieron las espadas de bronces, ya se extinguieron los cañones y las fortalezas; y aún perduran y perdurarán, las palabras escritas por una débil pluma.
"Deme un mate", suelo decir a mi amigo. Lo lindo es que con el mate me da algo mucho más sabroso: una charla amena con la profundidad que nunca tendrán los políticos y los funcionarios. Por eso tal vez nosotros seamos siempre lo que somos, pero únicos y genuinos.
¿Quién lo diría? Todo esto dicho a causa de una pluma.