mi vida
Publicado en Dec 14, 2011
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Hace mucho tiempo descubrí que las palabras no pueden curar un corazón roto. Que el tiempo no cura las heridas, no puede retroceder si caminas de espaldas por el camino en que venias. Donde cayó un rayo no cae de nuevo. Cuando te dicen que no hagas algo es porque no debes. No puedes dañar a alguien si no te nace del rencor. Si no se tiene alma no se tiene vida. Si no vives no eres nada.

Aquello no impidió que me enamorara un día. Era joven y no comprendía que era de verdad el amor, creía que era solo una atracción física dada por el rostro del otro, fue algo simple y pequeño, pero evitó que viera algo que se paro frente a mis ojos, aquello nunca lo olvide.
Me enamoré un día de alguien que se parecía a mí, la apariencia ya no significaba gran cosa para mí, me importaba más que su rosto, me importaba su interior y su gracia a la situación, me atrajo por completo, sin embargo aun con todos los gestos que podría hacer y proposiciones, no eran de verdad gestos de amor, sino de amistad, amistad a la cual no tenía interés. Y el tiempo termino por alejarnos por la situación que era, el viaje había terminado y no había nada que nos uniera.
Desde pequeña la amistad me parecía algo simple y difícil de obtener, no duraba, no terminaba, no te comprendía, no era lo que la televisión te decía. Para mí, la amistad era una fantasía, imposible de alcanzar. Desde el principio sabía que era diferente, no era gran resaltante sobre la escuela o mis amigos, pero de alguna manera, yo no me veía el mundo como lo veía el resto de las personas, no veía las expresiones externas como muestra del verdadero sentimiento de sus pensamientos, cuando veía a alguien expresar algo aunque fuera ira, tristeza o felicidad, por dentro sentían otra forma de sentir, la cual resultaba ser todo lo contrario a lo que querían decir, los demás no lo notaban, no podía decir nada y solo lo ignoraba dejándome solo observar. Siempre me di a ser alguien callado, de poco valor e ignorante de la situación, cuando en realidad sabia más que el mismo integrado a ella.
Con el tiempo me olvidé de la gente y me fui aislando cada vez más en mí, hasta encerrarme por completo, sin poder expresar nada, me defendía como podía, aunque no quería, me vi envuelta en conflictos y derrotas. Por lo que cada vez me fui fortaleciendo.
En la escuela mis notas eran altas, pero entre mi sociedad pequeña, era una completa extraña, desinteresada de la vida y de la gente que la rodeaba, a nadie le importaba y nadie lo notó, ni quiso meterse en aquello. Mis maestros ya estaban bastante ocupados con los conflictos que había en el salón, por lo que nunca di problema alguno, ni dije tenerlo. Así como pasaban los años creí que si demostraba ser superior en algo o buena en alguna cosa me aceptarían, pero causó la envidia entre los que me rechazaron por todos. Dejaron de importarme los pensamientos de los demás y las opiniones sobre mí. Lo que fuera o no cierto ya no me importaba.
Mi madre pasaba enferma en su cuarto, mi hermano ocupado, mi padre trabajando y yo aislada de la realidad. Recuerdo dos años de mi vida sentada frente a una computadora. Parte de mi infancia y mi amistad con gente del exterior. Gente que no conocía y que se hizo amiga mía de inmediato. Tuve dos amigos, fueron los mejores que tuve durante ese tiempo de aislo con el que solo le sonreí a una pantalla sin vida. Aquello duró hasta que supe que siempre hubo mentiras, roses, traiciones y defraudos. Aprendí que nadie es lo que aparenta. Nunca volví a tener amigos a distancia. Nadie volvió a compartir mis pensamientos.  
Mientras los años pasaron, mas perdí el contacto con los que me rodeaban, mi vida de a poco se convirtió en un desastre.
Tuve algunos amigos mientras crecía, algunos de barrio, otros de escuela, fueron 5 años felices de mi vida, todo parecía marchar bien hasta que supe que debía viajar lejos. Mi padre tuvo una propuesta de trabajo en otra ciudad, lo que significo abandonar por completo el lugar en donde crecí. Mi familia se mudó al empezar el nuevo año. Al acabar el año anterior, me despedí de mis amigos. No los volví a ver.
La nueva ciudad era fría, el cielo era claro, pero no se veía el sol, llovía mucho y el verano que sería largo se convirtió en dos semanas. La Tierra y el cielo parecían ir en mi contra. el primer día mis zapatos se llenaron de barro y mi ropa terminó mojada por completo, debíamos tomar un bus de acercamiento puesto por la escuela media hora antes de las 8:00, el paradero en las mañanas era frio y desolado. Hubiera dado todo por un rayo de sol.
La escuela era pequeña, los salones no se constituían por más de veinte a treinta niños. Solo había un curso por nivel, la enseñanza era buena y los niños también. Era gente muy apacible, algunos de campo, otros relacionados mas con la tecnología, si no eras inteligente, eras un inepto. Existían excepciones. En todos los cursos hay gente indiferente de los demás. Yo era esa persona diferente entre ellos, parecía apacible, tranquila, callada, alguien que no le haría daño a nadie. No sé si se me llegó a juzgar mal alguna vez. De ese tiempo pude notar que todos vieron de mi solo dos partes, una alegre y otra aislada. Aquello no me asombraba.
Mis maestros en alguna ocasión se preocuparon. hubo gente que se preocupó por mí. No lo noté; pero a pesar de todo, fue una época que me cambió.
Parecía cerrarme el espacio vacío en todas partes, sin un lugar donde ir, ni con quien estar, era todo una caja cerrada para mí. Mi madre se sumergía en su depresión, mi hermano cada vez le iba mejor en sus estudios, mi padre trabajaba todo los días, no había nadie para mi.

A menudo solía preguntarme la razón de que estuviera allí, por qué existía, para que o quien vivía, mi destino era incierto cuando siempre creí que sería fijo en algún lugar. Nada parecía tener sentido, me sumergí en una parte de mi que no conocía. Una que me hubiera gustado no conocer.
Los problemas comenzaron cuando mis padres empezaron a pelearse cada vez mas. Aparentemente todo había comenzado por una infidelidad, secretos y el no consultarse cosas de vital importancia. Sus gritos se escuchaban por toda la casa, cerraba mi puerta para no tener que oírlos. Era inevitable escuchar cómo se dañaban con cada palabra. Sin darse cuenta me desgarraban con su falta de consideración. Gracias a aquello aprendí a esconderme y huir de los problemas por mi cuenta. Mamá lloraba y Papá ignoraba todo, eran mi mortificación. Solía esconderme en el closed de mi cuarto y llorar asustadamente en silencio, hablaba en versos recordando los días felices.
Comencé a soñar despierta, cada vez me fui haciendo mas despistada, callada y propensa a los accidentes. Últimamente tropezaba con todo, mis piernas estaban llenas de moretones y mis manos por alguna razón me dolían cada vez que escribía. Comencé a creer que era un estorbo, mis padres parecían pelear por culpa mía. Algo desencajaba y comencé a ser mas promiscua, ignoraba lo que decían, me comportaba de manera rebelde, les faltaba el respeto hasta buscar ganarme una cachetada, parecía lo mejor en ese momento. Un dolor para detener otro. Hubieron ocasiones en que busque el suicidio como forma de salir del problema, ahorcándome, tomando pastillas, arrojarme del puente o simplemente tomar un cuchillo de la casina y cortarme el cuello a veces hasta pensé en como matarlos a ellos y luego suicidarme, creí que así serian felices donde quisieran, en otro mundo, estado o realidad, pero lo único que conseguí fue en darme cuenta de mi propio delirio, siempre me falto el valor y el coraje para hacerlo,

Dejé esas ideas cuando me metí en la droga. Fue la peor decisión que tomé, de eso es algo de lo que estoy segura. Se formó una ansiedad en mi vida que no pude detener ni con la comida. Perdí el apetito después de un tiempo. solo quería olvidarme de todo, de la escuela, de la gente, de los gritos. Las noches me parecían eternas, mis padres parecían cada vez mas separados, yo permanecía en un estado de shock cada vez que gritaban. Mi closed se había hecho mi refugio, uno que no duraría mucho, así que empecé a hacerme de amistades en la calle, podrían ser de mi edad, pero no teníamos ninguna semejanza mas que una vida llena de caminos grises.
Mis padres no notaron de inmediato el cambio en mí, creyeron que estaba bien que estuviera haciendo nuevos amigos, ya había pasado mucho tiempo y mis padres no sabían si tenía o no amistades. Éramos un grupo pequeño de cuatro, José, Antonio y Miguel. Los había conocido en mi camino en búsqueda de la droga. José vivía con su madre y sus dos hermanos menores. Me contó que su padre un día salió borracho de su casa y al siguiente lo había encontrado una trabajadora del servicentro de la gasolinera. Se había ahorcado en un poste de luz. José me dijo que fue mejor así, que era un bastardo que golpeaba a su madre, un simple borracho que de lo único que serbia era para quejarse cuando el dinero no alcanzaba para comer, se suponía que era él el que traía dinero a la casa. Después de eso su madre se dedicó a planchar para los puestos de ropa. José empezó a fumar pasta poco después de que empezó a trabajar en servicios de cortar pasto.
La historia de Antonio me parece triste. A él lo conocí en el parque. Eran casi las 20:00 y no quería volver a casa, me sentía abatida, agotada de ver las paredes, del día largo y de las cosas que debía pensar. Pasé a una panadería y compré pan y una leche en un vaso de cartón, quería sentarme en el parque y ver como pasaban las horas junto a la brisa; pero al llegar solo vi la soledad mas cerca que nadie. Había en una banca un niño, delgado, con frio, parecía que iba pasar la noche allí, lo rodeaban los diarios. Me senté a su lado, le di la bolsa y el vaso. No lo vi a los ojos, pero pude sentir que parecía una persona confundida, me dio las gracias y le pregunté su nombre. Fue allí cuando me conto su historia. Tenía una familia grande, dos hermanos menores, cuatro hermanas mayores entre dieciséis y veinte años. Sus padres eran drogadictos. Ninguna de sus hermanas terminó los estudios, todas trabajaban, había una que estaba embarazada, otra no volvía desde hace dos días y las otras dos se prostituían. Él huyó de casa. No me dijo la razón, pero no quería volver. Supuse que con una familia así yo tampoco querría volver. Pasé la noche a su lado. No volví hasta la mañana siguiente, mis padres me gritaron y mi madre me golpeo. No me importó. A esas alturas ya no me importaba nada. No tenían idea de quién era, que hacia día a día. Yo tampoco sabía quiénes eran. Solo me fui a mi cuarto, me encerré en el closed, sostuve con mis manos mi cabeza y me quedé sentada llorando, no sabía si era de rabia e impotencia o el efecto de la droga que no cesaba.
Todo cambió un poco cuando conocí a Miguel. Estaba a punto de lanzarme del puente. No había gente en las calles, eran como las 3:00 de la mañana. Me había parado en la parte más lejana del barandal, creo que estaba drogada cuando decidí sentarme en una de las vigas. Había recordado tanta miseria en mi vida que tenía pensado acabar con todos los recuerdos. Empecé a decir versos como los que decía en mi cuarto, estaba aferrada a la viga y mi idea de lanzarme. Hacia frio, parecía que llovería y comencé a llorar. Tenía miedo, estaba confundida y buscaba respuestas para lo que no habían preguntas, tenia miedo. De repente alguien fue corriendo hacia donde estaba yo. No recuerdo lo que dijo, pero me hizo bajar de la viga. Lo abracé y cuando me había dado cuenta ya estaba recostada en mi cama, por un momento creí que todo había sido un sueño, hasta que escuché a mis padres decir en la cosina, que sería mejor enviarme a una clínica de recuperación, después de lo de anoche eso sería lo mejor. Me cubrí con las frazadas, cerré mis ojos y cubrí mis oídos con mis manos, dejé caer lagrimas mientras podía oír todo lo que decían  de mi, cómo me comparaban, cuando se volvió así, el porqué de que hiciera  sus vidas tan difíciles. Yo solo los culpaba de todo, por sus gritos, sus arrogancias, sus mentiras, lloré en silencio hasta quedarme dormida.
Pasaron algunas semanas hasta que mi madre me dejó salir. Se seguía preocupando y salía con la condición de que llevará el perro. Así que todas las tardes salía con él por unas tres o cuatro horas. Caminábamos por el parque, cerca del rio, pasábamos por los arboles y las calles del centro. Pero cuando pasamos por frente del puente me invadió la ansiedad y el recuerdo de esa noche. Hasta ese instante todo había sido muy ambiguo e imposible de asimilar, solo tenía presente lo que mis padres decían. No tenía mente para nadie, ni de sobra, ni para mí.
 
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Palabras Clave: mi vida

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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