SATURNO
 
Soy el sexto señor de los planetas
con relación a mi distancia al Sol
y no pienso dejar que mis parientes
impongan sus leyes en la casa,
pues soy tan poderoso como ellos
y más gallardo en mi apariencia física.
 
Mis hermosos anillos me convierten
en el objeto más vistoso del espacio.
Soy el menos denso del Sistema,
con un período de rotación muy corto,
y no me arredran las bravuconadas
de Tonantico el mayor.
 
Me porto de manera independiente
en mi residencia cósmica,
y mi faz, un poco amarillenta,
no significa una dolencia hepática
como quizás lo sospechen
astrónomos malintencionados.
 
Irradio más calor del que recibo
por parte de mi padre,
un ser lejano y desprendido
que no alcanza a enardecer mi rostro
como lo hace con Mercurio y Venus.
 
Hay corrientes de viento en mi silueta
que me tornan parecido a Júpiter,
y manchas marrón, blancas y rojas
que adornan mi cintura y mi cabeza.
 
En realidad, mis anillos no son más
que el total de mis hijos pequeñuelos,
pues de todos los miembros de la casa
he sido el más prolífico en el tiempo.
 
Titán, mi gran orgullo, es el mayor,
más grande que Mercurio y con atmósfera;
también tengo a Japeto, Dione y Tetis,
Mimas, Hiperión y Encélado,
sin descontar la manchadiza Rea
y a otros que recuerdo sin nombrarlos
porque quiero salir ya del poema.