CUADRAGESIMOCTAVO YO
 
Cuando el forzudo héroe cercenó de un tajo
las siete cabezas del monstruo que habitaba
en los pantanos de Lerna,
hinqué mi tenaza en su nervudo pie,
como efectiva defensa de un servidor a su dueña.
 
Fui aplastado por el vencedor,
pero Hera, lista a castigar los amores del Supremo,
me condujo hasta los cielos como Cáncer,
símbolo de la Gran Madre.
 
Retraído como todos los cangrejos,
hinco las pinzas con mis decisiones,
tan hondo que no escapa el capturado.
 
Doy mi corazón a los leales,
y quienes me traicionan no tienen salvación.
 
Por estas cualidades honran mi presencia
aquellos que rechazan conquistar mis odios.