EL VENDEDOR DE LIBROS DE MATADEIRO
Publicado en Feb 15, 2011
El vendedor de Matadeiro vistió de libros la piedra. Ahora una cobra protege a Fanón y a los condenados de la tierra. No voy por el surf ni el dorado del sol, me puede el misterio clavado en su gruta, las sombras, los hombres de Platón que huelen el mar y redoblan esfuerzos, que avistan sirenas morenas al cabo de un día de redes vacías y noches promesas que acuden prontas con la marea. Un viejo orixa lo protege desde su Bahía de todos los Santos y aquí platicamos de cara al olvido, a moco tendido cuando me confiesa que ha llorado mucho, que un amor a cuestas se hace duro, que la luna sobre el mar es una burla de la soledad. La tarde nos sirve un morro fresco y alguien interroga sobre Amado y los Capitanes de la Arena. Maldecimos a duo los engaños, dibujamos viajes al otro lado del mundo, arrozales vietnamitas, fumatas en Katmandú. Los turistas nos miran como a bichos raros, hasta Borges algo ajado nos invita a recorrer el fervor de Buenos Aires. Lo dejo en su biblioteca de piedra rezongando por el salitre y las iguanas montadas sobre el Libro Verde de Khadafi. Mi noche será larga, entre bostezos y una putísima palabra que retarda el fin, la ceremonia del abrazo, la emoción de otro verano en Matadeiro hurgando en libros, amores y obstáculos.
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