En medio de aquella larga clase de danza, Lola callo sobre sus rodillas, exhausta y sudando frío.
 
Llamaron de inmediato al medico de la academia, estaba anémica, demasiado delgada para su 1,70. Estaba demasiado delicada. Respiraba agitadamente, haciendo que sus clavículas se marcaran aun más en la piel pálida.
 
Ella acomodo su cabello negro sobre el suelo de madera del salón de baile, las demás muchachas ni siquiera la miraban, les daba vergüenza verse reflejadas en aquellos ojos torturados, que no sabían si alguna vez podría volver a bailar y a sentirse vigorosa sobre un escenario iluminado.
 
El medico le tomo el pulso.
 
-¿Has estado comiendo últimamente?- Lola negó pesadamente con la cabeza.
 
-La profesora me ha pedido bajar de peso.- El medico frunció el ceño y la miro seriamente a los ojos.
 
-Tienes que ser un poco narcisista y cuidar tu salud.-
 
Ella sonrío, y los demás la observaron, sorprendida.
 
-Narciso me deja morir de hambre…
 
Y un silencio sepulcral cubrió el ambiente.