LA NIÑA PASABA HORAS TENDIDA EN LA HIERBA, MIRANDO LOS PÉTALOS ROSADOS DE ESE ARBOLITO DE CORTEZA MORADA. LE LLAMABA MUCHO LA ATENCIÓN LOS CIENTOS DE ABEJITAS QUE ZUMBABAN A SU ALREDEDOR. LAS VEÍA PASAR CON SUS PATITAS LLENAS DE POLEN Y SUS PANCITAS LLENAS DE NÉCTAR. ANTE LA BRISA MÁS LEVE, LOS PÉTALOS, DESPRENDIDOS DE LAS COROLAS, FLOTABAN EN EL ESPACIO Y CAÍAN LENTAMENTE, COMO COPOS DE NIEVE, SOBRE SU PELO CASTAÑO.
    ELLA SABÍA QUE DESPUÉS DE ESE PROCESO DE PRIMAVERA, AL LLEGAR EL VERANO, ESTARÍAN FORMADOS EN LUGAR DE PÉTALOS, PEQUEÑAS CIRUELITAS, QUE CON EL CALOR DEL SOL MADURARÍAN SÓLO PARA ELLA. ASÍ LE HABÍA DICHO SU VECINO: “COMO NO TIENES LUGAR EN TU JARDÍN, TE VOY A REGALAR ESTE ÁRBOL, PARA QUE LO CUIDES”. UN ÁRBOL PUEDE SER  MUY BUEN AMIGO...
    ERA SU ÁRBOL DE CIRUELAS, AUNQUE ESTUVIERA EN EL JARDÍN VECINO...