BRUJAS CRIOLLAS
Publicado en Jun 18, 2009
BRUJAS CRIOLLAS
Aseguran los que saben de nuestra supervivencia, que Las hay, las hay... Somos célebres por los pactos que hacemos con Satanás y los hechos desconcertantes que solemos producir, casi siempre por las noches de los martes y los viernes, cuando hay buena oscuridad. Volamos sobre platillos y entre cáscaras de huevo, en montoneras de paja, en caballos de madera, en escobas y otras cosas que nos quepan en las piernas. Igual que en la vieja Europa, celebramos aquelarres por todas partes de América, en parajes solitarios, en bosques y pastizales y hasta en campos cultivados, para adorar al Demonio y hacer nuestros maleficios, sobre todo en Viernes Santo, Navidad y Corpus Christi, y el 31 de octubre que es nuestra fiesta oficial. Somos viejas repugnantes, contrario a las europeas que son jóvenes y hermosas, según dicen las leyendas que guardan poca verdad. Pero el amor nos persigue como si fuéramos bellas, en noches de oscuridad. Seducimos a los hombres porque somos lujuriosas; nos trepamos sobre ellos para abrazarlos bien fuerte, privarlos del movimiento y el poder de la palabra, mientras los vamos besando y arañando suavemente, como lo hacen sus amantes cuando los tienen en cama. Nuestros ojos son rojizos porque dormimos muy poco, y nuestros pobres vestidos siempre se ven destrozados por espinos y otros leños hallados en los caminos que transitamos de noche por campos enmarañados. Nuestro cabello es opaco sucio, tieso y desgreñado. Tenemos narices curvas como el pico de las águilas, y andamos casi agachadas por el peso de los años. Para mejor ver cambiamos nuestras pupilas humanas por las de gato y lechuza, al menos cada semana. Al volar usamos siempre grandes alas de petate o de esterilla de palma. Y como aves nocturnales graznamos en los tejados cuando no nos excedemos con siniestras carcajadas. Rodamos en pajonales como bolas de candela que desatan el terror en pájaros y en gallinas, en felinos y en ganados, en culebras y otros bichos, y hasta en los seres humanos. Recurrimos a venenos, filtros de amor y rituales que involucran sacrificios de niños ya secuestrados en haciendas y rancherías donde mueren animales. Usamos la yerbamora, el laurel y el avellano, la mandrágora o cicuta porque somos muy adictas a las drogas que nos dan poderes alucinógenos, cuando invocamos devotas a nuestros dioses paganos. Para espantarnos, la gente ha ideado muchas formas: Escobas tras de la puerta. Chanclas puestas al revés metidas bajo la cama. Voltear sólo una pierna del pantalón de los hombres. Invitarnos a las casas para ofrecernos su sal. Ponernos junto a la entrada zapatos que estén usados. También agujas con puntas dirigidas hacia atrás. O bien, granos de mostaza mezclados con la cebada entre cáscaras de arroz. Para enfrentarse a nosotras hay muchos que llevan flores de ruda entre sus bolsillos, o las ponen con cuidado debajo de sus almohadas, comen carne de lechuza, mafafa fresca y asada con pétalos de amapola cuando ya está procesada. También suelen protegerse frotándose cualquier cosa que huela entre los sobacos, dudando de las mujeres que aparecen como brujas, sean extrañas o vecinas, ya que debe desconfiarse (explican los rezanderos) de las promesas humanas, en tanto no lleven pruebas de honestidad y franqueza, asunto que es muy difícil aunque haya oportunidad.
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