LA VIUDITA

Como María la Larga, mi colega,
soy uno de los mitos pueblerinos
que tiene sus raigambres en Nariño
y otros sitios del sureste colombiano.
 
Me imaginan como vieja setentona
envuelta en mi mantilla verde
y un vestido negro que me cubre
de la cabeza a los pies.
 
Con paso rápido y menudo
cruzo por callejas y jardines,
en busca de sótanos profundos
y sacristías recién abandonadas,
presagiando muertes y desgracias
para crédulos y tontos pobladores.
 
Acostumbro transportar borrachos
hasta el cementerio,
dejándolos allí muertos de miedo,
aunque suelo contentarme a veces
con asustarlos de regreso a casa,
cuando los hallo tarde de la noche
en lugares de ningún provecho.
 
Me encanta emperifollarme
y alborotar mis naguas,
pero al verme frente a frente
se dan cuenta, estremecidos,
que soy una espantosa calavera
cuyas cuencas y boca desdentada
lanzan llamas quemantes y mortíferas,
en forma demoníaca y permanente.