Doa Ins y "La Paca" - captulo 2 (Novela).
Publicado en Oct 20, 2010
- ¡Paca!. ¡¡Paca!!. ¡¡¡Paca!!!.
El pobre Don Antonio estaba sufriendo el "delirium tremens" de los alcohólicos y eran tan altos sus gritos que se escuchaban en toda la finca. - No subas por nada de mundo, Inés. - No se preocupe, madre. ¿Hay alguna razón por la cual no pueda subir a enfrentarme con él?. - Puede ser muy violento. - Su violencia a mí no me produce daño. Sólo es grasa nada más. De lo mucho que come y bebe. Subo por otra razón, madre, y no por la que tú estás pensando. - No sé cómo aguantas tanto, Inés. - Yo sí sé por qué. Y es necesario que él también lo sepa. Por eso voy a tener el valor suficiente de subir. Inés no se lo pensó más veces. Fue a la cocina y preparó un café caliente lleno de sal. Por otro lado era necesario que aquel energúmeno ricachón dejara de dar tales gritos para evitar que el vecindario los escuchara. Subió tranquilamente las escaleras hasta el primer piso, se acercó a la habitación de los huéspedes, que era en la que había dormido Don Antonio aquella y muchas otras noches más, y abrió lentamente la puerta. Don Antonio se la quedó mirando aturdido y perplejo. - Inés... por favor... perdona... no es lo que tú pìensas... - No me interesa nada de lo que esté pensando ahora salvo dos cosas; pero primero tómate éste café para que vomites todo lo que llevas dentro. - Gracias Inés... yo te juro... - Espera, espera. No me jures nada. ¿Existe acaso un peor juramento que aquel que se repite siempre?. Un juramento es algo más importante de lo que tú crees. Un juramento significa una decidida proposición de cambio. Pero no cambies nada. Tómate ya el café. Don Antonio se recostó contra la almohada alzando media parte de su voluminoso cuerpo y se bebió, en completo silencio, el café. Inmediatamente hizo sus efectos. - ¿Qué le has echado a este café?. - ¿Crees que me voy a tomar la molestia de envenenarte?. No. Tú sólo te estás bastando para ello. Don Antonio vomitó todo lo que tenía dentro dejando las sábanas completamenmte manchadas. - Escucha. Yo no pienso lavar esas sábanas y a mi madre no se lo voy a consentir que lo haga. - Díme para que has subido. Para eso está la doncella de la casa. Yo te prometo que nunca jamás te dejaré sola. - Pero da la casualidad de que a mí ya no me preocupa eso. ¿Sabes una cosa?. Sólo hay dos personas que me interesan lo suficiente como para seguir en esta casa. Una de ellas es mi madre. El otro es nuestro hijo Miguelito. - ¿Qué le sucede a nuestro hijo, Inés?. - Si tú eres su padre y eres tan poderoso y tan millonario, lo tenías muy fácil para haberle podido educar cristianamente. - Sabes de sobra que no creo en ninguna religión. - Pero por lo menos podrías haber creido en la ética como padre y en la moral como esposo. ¿Sabes qué sucede con Miguelito?. Que tiene los días contados. Todo lo que tú y yo habíamos soñado para hacer de él un hombre insigne para la historia de Mijas y de España en general, se nos ha venido abajo. Quizás yo tenga algo de culpa pero, desde luego, la responsabilidad era tuya como padre y varón que eres. Si hubiese sido una niña yo la podría haber educado sola... pero un hijo necesita la presencia de un padre... - Pero yo... es que... tengo tanto trabajo... - ¿De verdad es trabajo lo que haces casi todas las noches?. - De verdad. - Bueno. No me interesan para nada tus trabajos. Lo que quiero que comprendas es que el único lazo que me une a ti es sólo Miguelito. Y si Miguelito muere... - No, Inés, no volverá a ocurrir. - Pero ¿qué es lo que no volverá a ocurrir?. - Llegar borracho a casa. Miguelito, la preocupación más elevada que traía penas al corazón de Inés, ya se encontraba, otra vez de nuevo, faltando a las clases del Colegio de Educación Secundaria situado en la Avenida de Mijas, sin número, junto con su inseparabale amigo, tres años mayor que él, que sólo tenia quince, apodado "El Barbas". - ¡Mira Miguelito!. ¡He conseguido lo último que hay en el mercado!. - ¡Vamos, vamos!. ¡Rápido!. Que sé que mi madre lo está sospechando todo. - ¡Si te has ido de la lengua te la corto en estos mismos instantes, pringado!. - ¡No!. ¿Cómo puedes dudar de mí?. ¡Yo soy una tumba!. - De verdad que pareces una tumba, es cierto. - Ya lo sé. Ya sé que mi vida vale menos que una mierda. Pero... ¿qué es eso tan excitante que me estás ofreciendo hoy?. - Primero el dinero, chaval. Sin dinero no hay materia. - Por el dinero no te preocupes. Mi padre siempre me da lo que necesito. ¿Acaso te he fallado alguna vez?. - Entonces, venga, la pasta por delante. - ¿Cuánto es?. - Un billete de los grandes. - Está bien. Miguelito sacó un billete de 100 euros de su bolsillo del pantalón. - Y un diez por ciento de riesgo. - ¡Eres un verdadero hampón por no decirte otra cosa!. Pero está bien. Aquí tienes los 10 euros de riesgo. Miguelito le entregó otro billete de a diez. - ¿Me quieres ya decir que es lo nuevo que me estás ofreciendo?. - Pero cuidado con cargarme a mí el marrón si te pilla la pasma. - Nadie me va a descubrir. - Bien. Mira. Se le llama Sustancia Des y está siendo prevista lanzarla al mercado en el año 2013, pero ya hay algunas muestras carísimas en el mercado negro de los Estados Unidos. Fíate de mí. Es de los alucinógenos más potentes que existen. No olvides que pertenece a la serie de los "research chemical". Te vuelve paranoico perdido. Y te advierto que hoy te cobro 100 euros solamente pero cuando quieras chutarte de nuevo el precio medio es de 500 euros. - Cada vez eres más repugnante, colega. - Venga... alegra esa cara... toma y corre. Chútate en algún lugar seguro. Y deja de ir tanto a las vías del tren. Me da la sensación de que los polis están dándose cuenta. Tenemos que buscar otro sitio más seguro. En tu finca o en mi chabola es totalmente impensable pero conozco un lugar escondido en los Montes de Almachada. Total, sólo está a dos kilometros de aquí. - Y tú, amigo del alma, ¿no me puedes decir quién te la proporciona a ti?. - Eso es un tema tabú, colega. Un tema tabú. Y ya sabes lo que es un tema tabú o quieres que te refresque la memoria. - Sé que quiere decir "totalmente prohibido hablar de ello" pero yo pensaba que tú eras mi mejor amigo. - Y claro que lo soy. ¡Venga!.¡Tirando para el monte que podemos estar siendo observados!. Y ya sabes que si te vas de la lengua eres hombre muerto o mejor digo chaval muerto... jajaja... gracioso es... ¿no crees?. - Ni pizca de gracia, "Barbas", ni pizca de gracia tiene este asunto. Mi padre no se entera de nada pero mi madre yo creo que está enterada de algo. - ¿De poco o de mucho?. - No sé. De algo. - !Venga!. ¡Vámonos al monte!. - Tengo un poco de miedo. Sé que estoy totalmente enganchado a la droga pero lo que me produce miedo es que Don Alipio descubra todo. - ¿Don Alipio Sánchez?. ¡Pero si es un pobre medicucho de cabecera casi ciego y nada más!. A él le sacas de las aspirinas, el optalidón y los jarabes para la tos y está más perdido que un mono despachando en el Departamento de Ventas para mujeres del Mercadona de la Urbanización de El Coto. - Pues a mí no me hace gracia que te rías de Don Alipio Sánchez. Será todo lo viejo y medio ciego que tú le quieras llamar pero es un buen hombre. - ¿Tú crees que en este mundo existen todavía los buenos hombres?. ¡Mujeres que están muy buenas sí que hay!... pero ¿hombres que sean buenos?. Díme. ´¿A cuántos hombres buenos conoces tú con el ejemplo de padre que tienes?. - ¡No vuelvas a citar a mi padre o te rajo de arriba abajo!. Miguelito había sacado su siempre compañera navaja de doble filo. - !Mira chaval, guárdate esa tontería en donde te quepa porque no te quiero romper la cara de un tortazo!. ¡Tú sólo concéntrate en "La Quina" que esa sí que está tan buena como para acostarse dos veces por día con ella!. Miguelito volvió a meterse la navaja en el bolsillo trasero de la derecha de su pantalón. - Yo, al menos, tengo una causa para estar en esto. Precisamente por culpa de mi padre... pero tú...¿porqué un hombre de ya 18 años de edad está metido en estos asuntos?. - Si te parece poco ser hijo de un padre desconocido y una prostituta que me abandonó miserablemente, nada más nacer, en las puertas del Convento de Santa María de la Encarnaciòn y que por lo tanto tampoco la conozco... ¿tú cres que la vida en un hospicio de carmelitas descaldos hasta que tuve la edad de los 16 años resulta agradable para alguien que no tiene dónde ir ni dónde encontrar trabajo porque me tiraron del convento como se tira a una colilla?. Escucha chaval... lo tuyo no tiene ni comparación con lo mío y es por eso por lo que me dedico sólo a hacer negocio para pronto enriquecerme y poder ser concejal de Marbella por lo menos. - Bien. Pero en cuánto a "La Quina" te la regalo toda entera. - ¡Ah, de eso nada chaval!. ¡Tu cargas con tus muertas que yo cargo con las mías!. ¿Entiendes?. Si te tiene embrujado peor para ti. - Un día de estos me ahorco, ya lo verás. - Por mí como si te quieres abrir las venas con ese cuchillo de macarra que llevas. Total, no pienso ir ni a tu entierro. Sonó el teléfono del despacho del teniente de policía Silvestre y éste dio un respingo pues se encontraba en pleno sopor, dormitando en su afelpada silla del escritorio. Descolgó de mala gana el teléfono. - ¡Aquí el teniente de policía Silvestre, quién es usted y qué desea!. - Silvestre, soy yo, Andrés. - ¿Caramba!. ¿Y cómo me llamas ahora si hace tanto tiempo que no te veo ni el pelo?. - Tengo un asunto entre manos y te propongo una cuestión. - Siempre que no sea saltándose la ley... - Es todo lo contrario. - Entonces desembucha. - Mira. Yo te necesito a ti y tú me necesitas a mí. ¿Podemos unir nuestras fuerzas?. - ¡A qué te estás refiriendo!. - A que yo intento descubrir quien es el personaje de esta ciudad que le está molestando a Doña Inés. - ¡Qué clase de molestias!. - No te lo puedo decir porque es mejor que nadie se entere. Sólo necesito que me ayudes dándome la relación de todos los que, en esta barriada, tienen un nombre o un apellido que empiece por S. - Eso es muy fácil. ¿Para cuándo quieres la lista?. - Si puede ser ahora, mucho mejor, yo a cambio te ayudo para que puedas descubrir quien es el que está infectando la ciudad de drogas cada vez más duras. - Hecho. Pero tienes que esperar hasta mañana para que te dé la imformación que requieres. Por cierto... ¿no estarás investigándome a mi, verdad?. - Tu nombre es Silvestre. Perdona pero no te puedo eliminar de la lista así como así. Es necesario investigar a todos. Aunque seamos amigos también somos rivales. Escucha, tengo una idea brillante, ¿cuál es el lugar dónde más información podemos reunir sin estar nosotros presentes?. - Eso es imposible. - No. No lo creas. Es muy posible. ¿Díme sólo el lugar?. - Sin duda alguna el Bar "Dulcinea". - Entonces esta es mi proposición. Yo soy de los que siempre opinan que todos los seres humano somos lo suficientemente inteligentes como para ser valiosos en alguna medida. Yo introduzco a Ciriaco, el loco, y tú introduces a Ruano, el tonto del barrio. Puden sernos de impotancia absoluta. Mientras nosotros no tenemos por qué entrar allí, salvo dejándonos aparecer como por casualidad, ellos pueden ser nuestros respectivos confidentes. ¿Hecho el trato?. - Hecho. Mañana tienes el nombre de todos los que se llaman o se apellidan, en este barrio, con la lettra S. Pero nada de cruzarnos en nuestros asuntos. Tú sólo me informas lo que sepas y yo hago lo mismo contigo pero cada uno respeta el área del otro, ¿de acuerdo, Andrés?. Nada de utilizar a mis propios contactos. - Totalmente de acuerdo, Silvestre. - De acuerdo.
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