Doña Inés y "La Paca" - Capítulo 1 (Novela).
Publicado en Oct 20, 2010
La abuela Doña Rogelia está desvelada. Ha pasado una mala noche y ahora, al alba de este día abrileño de Motril, se encuertra meditando con su gato "Barrabás" en el regazo.
- Mucho está lloviendo este abril, Barrabás, mucho está lloviendo... Doña Rogelia acaricia al gato siamés que ronronea con los ojos semicerrados mientras en el reloj de pared suenan las nueve y cuarto de la mañana. - Escucha, Barrabás, este mundo se está convirtiendo en una ansiedad continua. Presiento que va a haber demasiada gente en la Feria de las Cruces y que a más de uno le vamos a ver portando su cruz por las calles, Barrabás. Pero ¿qué puedes saber tú de estas cosas humanas si perteneces al mundo de los inocentes que sólo viven para escuchar?. Menos mal que contigo se me serenan los ánimos. ¡Demasiada gente este año, Barrabás, demasiada gente!. Nada bueno puede salir de todo este ir y venir de acá para allá buscando... ¿sabes lo que te quiero contar, Barrabás?. No. Tú siempre vives en el mundo de los sueños. Para ti la vida sólo consiste en dormir,despertar y volver a dormir. Ya no tienes ni tan siquiera fuerzas necesarias para perseguir a ningún ratón. La vida está pasando demasiado deprisa, Barrabás, demasiado de prisa para los hombres mientras las mujeres, ya ves, seguimos sentadas esperando... Barrabás despierta repentinamente y se deja acariciar. Es un gato viejo y por eso sabe que no está en mejor lugar que escuchando a aquella anciana de la clase aristocrática hablando de tiempos revueltos. - Los mayores, Barrabás, visionamos la existencia de los modelos familiares como si incluyeramos a un nuevo niño o a una nueva niña cuando a la existencia humana nos referimos. Todos somos diferentes, Barrabás, pero todos parecen haber olvidado que este mes ha llovido demasiado y que a final de cuentas los ocultos secretos no son ningún secreto. Paradojas de la existencia humana, Barrabás. Vosotros los gatos no sabéis de esas cosas o, quizás, os guardéis para adentro lo que véis y no quisiérais ver. Quízás es que ese sentido de la vida que tenéis sea cierto y podéis distinguir pefectamente entre el bien y el mal. Barrabás ha puesto las orejas tiesas. Es esa siempre su señal de que está despierto y escuchando... - Como dice la canción de "Julieta Venegas": Desde que te apareciste de repente, todo parece brillar. Todas estas melodías no decían nada, y ahora dicen más, ahora dicen más. Tu llegada no importa ya. Lo que parecía difícil ya no representa dificultad. Fluye con facilidad pero me pongo a dudar. Me confundo y nos distingo si está bien o está mal. Si está bien agradezco y correspondo. Si está mal como nunca lloraré. Mientras tanto apuesto todo por saber. Me gusta encontrar que existe en la vida esta posibilidad. De que todo se de la vuelta y que porque nadie le esperaba ya no vendrá. Algo se va, Barrabás, algo se va y yo me pongo a dudar, me confundo y no distingo si está bien o está mal. Apuesto todo por saber, Barrabás, apuesto todo por saber lo que tanto saben las personas. Pero nosotros, los ancianos y ancianas de por estas tierras, sabemos cosas que sólo muy pocos aciertan a saber. ¿Vendrá o no vendrá?. Yo tengo plena confianza en que vendrá algún día para liberarnos de estas angustias. pero ¿quién es, Barrabás?... ¿quién es el que vendrá para poder dar la alegría que a mi corazón ahora le falta?. Veo y observo y no quiero entender porque me da miedo la verdad. Sobre este tema yo, que todavía tengo tan fresca y lozana mi memoria, recuerdo lo que dijo el escritor mexicano Juan José Arreola: "El hombre recurre a la verdad sólo cuando está escaso de mentiras". Pero da la casualidad de que este mes de abril abundan mucho las mentiras. Así que no sé si vendrá para decirnos cual es la verdad de los asuntos entre los hombres y las mujeres. A veces estoy segura de que sí, de que será una especie de liberación para mi bella hija Inés. A veces pienso que no; que es un casi imposible... aunque, amigo Barrabás, el casi imposible todavía es una esperanza. - Buenos días, Rogelia. ¿Puedo pasar?. - Pasar es sólo dar un paso al frente, Rufina. Solamente eso. Así que sí... da un paso al frente y pasa... Entra Doña Rufina, la madre del cura Ramón, llevando un ramo de flores blancas en la mano mientras "Barrabás" se lanza de la falda de Rogelia y se marcha hacia su lugar predilecto cuando no desea estar en presencia de personas ajenas a la familia. Es un pequeño rincón de la azotea de la casa. Allí se queda mirando al horizonte mientras, nuevamente, dormita. ¿Quizás, para sus adentros haya comprendido lo que hablaba Doña Rogelia...?. - Toma, Rogelia, hoy las ha preferido blancas. - Sí. Ya veo que son blancos rosados jacintos. - ¿Avisamos entonces a la policía para acabar de una vez con este jueguecito?. - ¡No!. ¡Ni hablar de eso, Rufina!. Son asuntos de Inés y es ella quien debe tomar la determinación final!. Por cierto, es hora de que vaya a despertarla. Son ya las diez y media de la mañana y, como siempre, Antonio estará en su penúltimo sueño después de la borrachera con la que vino anoche a casa. - ¿Es que no duermen juntos?. - Inés decidió que era lo mejor. Espera. Voy a subir a despertarla. La abuelita Rogelia sube las escaleras hasta el primer piso. Está ya muy cansada pero puede todavía con aquellos dichosos escalones de ladrillo. En cada peldaño existe una nueva sorpresa para ella que se da cuenta de que la vida sigue a pesar de todo teniendo una fe por delante y una meta por cumplir. llega, por último, a la alcoba de Doña Inés y golpea suavemente la puerta. - Inés... ¿puedo entrar?. - Gracias por despertarme mamá. Se me estaba haciendo tarde. - Después de comer necesito hablar contigo de algo muy importante... pero mira... hoy ha elegido jacintos blancos rosados. - ¿Qué pone en la tarjeta, mamá?. - Sólo lo de siempre; una S... simplemente una S dentro de un corazón pintado con un rotulador rojo... - Bien, mamá. Déjala junto a las demás, en la terraza, y sal un momento porque tengo que hacer una llamada importante. Rogelia cumple con la voluntad de su hija y, sin decir nada más, deja los jacintos junto a los demás ramos que ya ocupan un buen lugar en la terraza. Después sale despacio y cierra la puerta lentamente mientras Doña Inés hace una misteriosa llamada. - Hola, buen día. ¿Quén eres?. - Hola Andrés, soy Inés. Te llamo para decirte que me ha enviado otro ramo de flores. Esta vez son blancos rosados jacintos. Necesito saber si vas a coger el caso o no lo vas a coger. - Sabes que soy el mejor detective de toda Andalucía y que por eso mis honorarios son muy altos. - No me importa lo que cueste la investigación. Pagará Antonio lo que sea por descubrirle. - Lo que sea no, Inés. Sólo te cobraré lo justo y equitativo que se merece el mejor detective privado de Andalucía. ¿De acuerdo?. - ¿A cuánto sube la suma de tus servicios?. - Por ser tú sólo te cobraré dos mil euros. A cualquier otra persona le cobraría cinco mil euros por un asunto similar. ¿Estás de acuerdo?. - Totalmente de acuerdo. - ¿Qué pista puedes darme para comenzar a ponerme en serio a buscarle o buscarla?... porque no se debe olvidar que hasta pueda ser una mujer. - Mi pensamiento no llega hasta eso. - Pero la vida es la vida, Inés. Puede ser hasta una mujer aunque te de timidez el reconocerlo... así que... ¿qué pista me puedes dar?. - Sólo que las deja junto a mi puerta con una tarjeta en la que sólo dibuja un corazón con tinta rojo y una S. - ¡Esa es la clave, Inés!. O es alguien cuyo nombre empieza por S o es alguien cuyo apellido empieza por S. Así que me pondré a trabajar completamente serio en ese sentido. - Bien, Andrés, gracias. Y para que veas que soy honesta te pagaré los cinco mil euros y no los dos mil que me pides. Es lo honesto. Si a los demás les cobras cinco mil a mí también. - Pero tú eres diferente, Inés... - Según se mire Andrés. Y en este asunto quiero que me mires y me midas con el mismo rasero que a los demás sean hombres o mujeres. - Okey, preciosa. Me gusta mucho tu honradez. Además como va a pagar Don Antonio no hay ningún problema... Inés soltó una limpia carcajada y cortó la comunicación... mientras Rogelia ya estaba de nuevo sentada en su sofá preferido. Al frente de se encontraba la desconsolada Rufina. - Rogelia, por amor de Dios, como que soy tu mejor vecina y amiga te digo que estoy preocupada. Mi hijo el cura Ramón quiere ver rápidamente a Inés. - Pero sabes que Inés se niega en rotundo a recibirle. - Pero ¿por qué no haces tú un esfuerzo para que Ramón se quede contento?. - ¿Tú crees que mi hija va a consentir que tu hijo, por muy cura que sea, se quede contento con ella?. - ¡Pero si sólo consiste en hablar un ratito!. - Mira, Rufina, tú y yo ya somos dos mujeres bien adultas. Tú eres mucho más mayor de edad que yo... así que ya deberías saber... - Saber qué, Rogelia. -Que los curas son hombres. Y como hombres hay que tratarles en ciertos asuntos. ¿O no estás enterada de que existe "La Paca"?. - ¿Ý qué tiene que ver "La Paca" con el asunto de que tu Inés se confiese con mi Ramón. - Nada. Sólo algo muy importante y sus razones habrá. Mi Inés no desea ver a tu Ramón. Sobran los hombres y mujeres que la ven como para meterse en el embrollo de la Iglesia. No, Rufina, no insistas, porque Inés tiene mucho de dulce y ella lo sabe. Por eso pone los límites precisos. Ya sabes lo que dice el refrán: "No está echa la miel para la boca del asno". - No entiendo bien lo que me estás diciendo. ¿Mi Ramón, mi querido hijo cura Ramón, es como un asno?. - No digo ni que sí ni que no... sólo digo que los refranes populares tienen su base en la verdad de la vida y no en los libros de filosofía. - Teología, amiga Rogelia, mi hijo estudia libros de teología. - Está bien. Se puede ser teólogo o teóloga si quieres... pero "cuando el río suena es que piedras trae". - Dejemos el asunto para mañana a ver si estoy más lúcida para entenderte. Hasta mañana, Rogelia, está visto que hoy no podemos entendernos. Mientras tanto, en la Plaza de San Rafael, están sentados en un banco el joven Pepe Luis y su Maestro. - Escucha, Pepe Luis, te agradezco mucho por haberme dado cobijo en tu casa pero ya ha llegado la hora de marcharme. - No, Maestro. Yo no he hecho nada del otro mundo sabiendo que, a cambio de un lugar donde dormir, usted me ha enseñado tantísimo de la vida. ¡Por favor no se vaya ahora!. - No es posible Pepe Luis. Ya sabes que en la vida, sobre todo cuando del amor se trata, no vale para nada el dinero. Aunque me pagases algo por todo lo que te he enseñado que, por supuesto no te lo voy a cobrar, mp podrías hacer que cambiara de opinión. Eres muy joven Pepe Luis y los jóvenes tienen que descubrirse a sí mismos. Los maestros sólo estamos para enseñar los diversos caminos de la vida y haceros comprender lo que decía Antonio Machado: "Caminante no hay camino, se hace camino al andar". - Pero yo no sé casi nada de lo que usted me puede seguir enseñándome. ¡Quédese dos meses más en Mijas conmigo!. Le prometo que no le faltará nunca ni de comer ni de dormir. El Maestro sólo sonrió ante la ingenuidad de Pepe Luis. - Escucha Pepe Luis. Tú tienes muchas cosas que aprender que yo no he aprendido nunca. Yo tengo muchas cosas aprendidas que tú no aprenderás jamás. ¿Ves como, en el fondo, somos iguales de inacabados?. - Por cierto. Ahora que hablamos de inacabados. ¿Es verdad que la mujer más guapa de Andalucía es Doña Inés, la dama que vive en ese hermoso chalé tan aristocrático de La Arrieta de Campanales?. - Sí. Estoy de acuerdo con eso. Es la mujer más guapa de Andalucía pero la mujer más guapa del mundo es mi esposa. - ¿Su esposa?. ¿Jamás imaginé que estuviera usted casado?. - Que no hable de ello no quiere decir que no esté casado con la mujer más guapa del mundo. Y no sólo eso. También es cierto que estoy locamente enamorado de ella. - ¿Y cómo se llama esa maravilla de mujer?. - Dí sólo LCR. - ¿LCR?. ¿Qué significa LCR?. - Lindo Corazón Rojo. - Parece nombre de Princesa india. El Maestro volvió a sonreir. - No lo parece. Lo es. - Y usted nunca me ha dicho cómo se llama. - ¿Yo?. ¿Acaso tengo yo alguna importancia en este asunto de los saberes?. - !Muchísima más de la que usted se piensa!. - Escucha Pepe Luis, llámame Zeta Zeta. - Pero ese nombre es raro, muy raro. - Lo raro no es el nombre sino que raro es pensar que es raro. - ¡No entiendo nada!. - Te voy a dar mi último consejo antes de despedirme definitivamente de Mijas. Recuérdame siempre, cuando tengas problemas en la vida del tema que sean, cómo Zeta Zeta. Porque tienes que saber que la Z es la última palabra de nuestro vocabulario. Es el final del vocabulario. Nuestras vidas son como los vocabularios y, ten muy presente, que te digo que me recuerdes como Zeta Zeta porque todos los humanos tenemos dos finales en la vida: uno que es el que deseamos y otro que es el que desea Dios. Algunas veces ambos finales son idénticos porque Dios lo quiere así... pero otras veces son diferentes porque Dios lo quiere así. Cosas de Dios, Pepe Juan, cosas de Dios. - Pero ¿cómo voy a descifrar tantas complejidades que existen en el mundo para quienes todavía somos jòvenes?. - Tú tienes una gran ventaja. - Ya. Pero ahora usted se va. - No me refiero a mí. Cuando tengas algún problema pregúntale a Dios. - ¿Y cómo puedo hacer eso?. - Tienes a "Estrella". Cuando tuviste la enorme accióm amorosa de recogerla de la calle y llevártela a tu hogar, Dios te aplaudió ese gesto humano. Así que cuando estés triste porque no resuelves algún problema, fíjate bien en tu perrita "Estrella", sobre todo cuando llegue la noche y estés sentado, junto a ella, en esta misma Plaza. Observa cómo te mira y observa como no te abandona. Entonces acuérdate de Dios porque Dios te estará mirando a través de los ojos de ella y nunca te abandonará. Sea cual sea el problema que tienes haz eso. Verás cómo Dios siempre te responderá. Adiós Pepe Luis. Que consigas esa felicidad que observo en tu mirada.
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