Caminaba por un oscuro callejón.
Con sensuales  movimientos ponía la mirada en un auto que había disminuido la velocidad.
Cargaba una falda muy corta, tacones altos, maquillaje carnavalesco y una blusa que realzaban sus senos. Único  atributo que le distinguía como hembra.
¡Si a él se le podía llamar mujer!
A unos pasos distantes una ronda policíaca franqueaba la callejuela con sus luminosas luces azules.
Otro vehículo más cercano atrajo su atención.
Era un auto nuevo y costoso donde tendía una gran cruz del espejo retrovisor.
El conductor bajó su ventanilla oscura y le hizo unas señales que sólo ellos dos lograron entender…
Era un nuevo cliente.
Se subió al auto y a partir  de esa noche ninguno ha sabido nada de la Sheila…