Soy y no soy parte de este sistema,
soy miembro obligado,
de una organización,
que me registra con barras de supermercado.
Soy nada y un voto en las próximas elecciones.
Soy todo para las acciones de un banco.
 
Sin embargo,
soy libre como la hoja despedida en el otoño,
por eso no llevo documento,
ni certificado, ni garantía
y cuando debo registrar mi firma para seguir viviendo,
o,
sobreviviendo,
rubrico  poeta.
 
Poeta de puño y letra.
Poeta que lleva tinta en vez de sangre en las arterias
y versos en vez de una categórica lengua.
 
Poeta al fin y al cabo.
Poeta triste y amarga,
dulce y violenta.
 
Talvez,
mi rima no suene buena.
Talvez,
muero en una lira,
que solo yo siento,
desgarrarse en vida dentro mío,
como me desgarran los sonetos de Espronceda,
los versos dolientes de Becquer,
de Garcilaso, de Neruda, de Borges...
 
Llevo con orgullo,
mi sello de bohemia,
de lunas dormidas,
de lluvia eternas,
de blues y tangos.
 
Soy parte de un sistema,
que no confía en poetas,
por designarlos volátiles,
inseguros, inconstantes,
soñadores, incrédulos,
utópicos, sufridos.
Malditos estos sabios intelectuales,
que dicen semejantes verdades.
 
Y aún así,
a pesar de la fuerte tormenta,
que me dobla como el junco del río,
 
rubrico
(con una leve sonrisa en los labios)
 
poeta...