De los canales a Canaletas (12) Madrid - Sólo para futboleros y futboleras. (Diario).
Publicado en Sep 16, 2010
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Y entonces sucedió algo sorprendente, algo maravilloso, algo que podríamos llamar hasta milagroso. Yo, ya con el apodo deportivo de Diesel bien conocido, armé un equipo al que puse de nombre Deportivo Letras (recordando siempre a mi querido Deportivo Olímpico), busqué un equipo rival al que denominé Atlético Ciencias y nos comprometimos a enfrentarnos durante ¡2 largas temporadas completas de 11 meses cada una!. Fueron dos temporadas inolvidables en las que el mejor Diesel salió a relucir. Lo milagroso fue el rércord digno de estar en el Libro Ginnes: ¡Durante las 2 larguísimas temporadas de 11 meses cumplidos -descontando el mes de agosto que tomábamos vacaciones y un mes en el que estuve por primera vez lesionado de importancia por la rotura del tobillo izquierdo que luego cuento cómo sucedió- estuvimos completamente imbatidos. ¡Nada de derrotas!. ¡Ni tan siqueira nada de empates!. ¡Todo fueron absolutas victorias del Deportivo Letras!.
Los del Atlético Ciencias no pudieron ni tan siquera empatar un partido mientras yo estuve en el campo de juego. ¡Todos, absolutamente todos los partidos los ganamos aunque ellos trajeran, de vez en cuando, a jugadores de equipos de Regional de Madrid o incluso de Tercera División tal vez, como fue el caso del hermano del famoso jugador del Real Madrid profesional llamado Fermín y otros de similar calidad!. !Nada de nada!. !Luis Miguel, el capitán del Atlético Ciencias, se desesperaba cuando veía que no me podía nunca quitar el balón!. Fue tan grande nuestra superioridad en aquel duro campo de la Casa de Campo madrileña, que hasta Eduardo, uno de los mejores jugadores del equipo rival, cuando quería ganar un partido se cambiaba de equipo y se venía con otros. Así fue cómo Eduardo consigui´´o dos o tres veces obtener la victoria viniéndose con nosotros. Él lo confesó públicamente: "Es la única manera de poder decir que he ganado algún partido".
Durante aquellos encuentros, sea cual fuese la climatología, llovise, hiciese calor, bajo el frío helado, embarrado el campo o duro y seco como las piedras o con orugas que picaban por todo el cuerpo, que eran tan maratónicos que empezaban a eso de las 7 u 8 de la mañana y se alargaban, sin descanso alguno, hasta casi las 2 de la tarde en que dejábamos de jugar porque llegaba la hora de volver a casa para comer (yo vivía entonces en Juan Duque número 16 sólo con mi padre y con mi madre, ya que la casa la había comprado, a "toca teja" y sin pedir préstamo alguno, mi madre gracias a los sueldos de mi padre y del mío y de nadie más) el mejor Diesel, el pequeño Di Stéfano de los amateurs o aficionados, sin cobrar ni una sola peseta por ello, se convirtió ya en jugador totalmente completo: que hacía de todo, desde sensacional portero hasta incluso uno de los máximos goleadores y el que más pase de gol le regalaba a sus compañeros... pero que seguía siendo solamente el número 8 que se corría el campo en todas las direcciones a lo largo y a lo ancho de éste.
¡21 meses completos imbatidos, domingo tras domingo, y sin emaptar ni perder jamás!. ¡Un verdadero récord gracias a mi forma de jugar, de dirigir al equipo y de hacer que se moviesen cada uno de los que lo componían!. ¡Hasta conseguí que Sabino, un jugador que al principio daba patadas al aire en vez de darlas al balón, aprendiese a jugar y hasta marcase un gol!. Sabino consiguió su sueño: ¡marcar un gol cuando apenas sabía jugar al fútbol y lo celebró invitándome a una cerveza en la cafetería de Paseo de la Virgen del Puerto, donde le batí al juego de los dados tantas veces como jugamos por lo que no le importó perder ni tener que pagar porque su sueño se había cumplido!. Aquel Sabino era amigo íntimo de otro gran compañero del Deportivo Letras llamado Pedro y que era madrileño pero nacido en el pueblo cordobés de Pozoblanco si mal no recuerdo.
La única lesión de cierta importancia (hubo otras pero que no me impedían jugar aunque estuviese algo lesionado) fue aquella rotura de tobillo. El caso sucedió de la siguiente manera: yo, que sabía saltar para controlar el balón con la cabeza o dirigirlo a un compañero, salté... y un rival me empujó cuando estaba en el aire; así que todo mi cuerpo cayó hacia la pierna izquierda y oí el chasquido. Se me había roto el tobillo izquierdo. Total. No fue nada más que un mes con escayola, seguido de un par de días donde yo mismo hice que el pie volviese a funcionar haciendo la recuperación del pie en mi cama... ¡y me funcionó tan bien la pierna izquierda que, lo único que me faltaba, que era jugar o disparar a gol al igual con ambas piernas lo logré conseguir!. Nunca mejor jugué con la pierna izquierda que después de aquella lesión que había sido una falta de, por lo menos, cartulina roja. Pero no sucedió ningún enfado ni bronca por mi parte. Al reaparecer en el campo de juego lo primero que hizo el rival fue venir a pedirme disculpas: "Lo siento Diesel, perdona, fue sin querer". "No te procupes, son gajes del oficio y a todos les pasa alguna vez en la vida de un futbolista" pensé yo. Y como no sé guardar rencor contra nadie le acepté la mano y nos las estrechamos como amigos aunque rivales en el terreno de juego. Yo seguía jugando mejor que nunca y hasta Martín Hernández Román, que algunas veces tenía envidia, lo dijo en voz alta cuando me vio controlar un balón con el tacón derecho que venía rebotado de un árbol; porque había que sortear también el obstáculo no sólo de los rivales sino también de los árboles: "!!Qué buen jugador es!!". No dije nada porque tenía que terminar la jugada que no me acuerdo si fue gol mío, fue gol de algún compañero o no fue gol pero fue de verdad una jugada de gol.
Si tenemos en cuenta que 21 meses completos viene a suponer, digamos, unos 90 partidos de fútbol, el récord fue de, aproximadamente, 90 victorias consecutivas (sin empates ni derrotas). Este récord no lo tiene ningún equipo de profesionales porque según mi investigación el equipo profesional que más victorias consecutivas ha logrado es, según datos publicados en Internet: Benfica de Portugal (29), y luego le siguen Dínamo de Zagreb (28), Celtic Glasgow (22), PSV Eindhoven de los Países Bajos (22), Besiktas de Turquía (18), Internazionale de Milán (17) Real Madrid de España (15), Bayern Munich de Alemania (15), Barcelona de España (14) y Bordeaux de Francia (14). Eso, al menos, hasta hace un año. Y en cuanto a Selecciones de Fútbol Profesional el récord lo ostenta actualmente España con 15 victorias consecutivas.
No sé con total exactitud si nuestro récord Guinness es de 90 victorias exactas pero aproximadamente son 90. ¡O sea, todo un abismo de diferencia con los mejores equipos profesionales del mundo!. En cuanto a las veces que me tocaba jugar de portero hasta los rivales lo publicaron: "!Es como Iríbar, pero en aficionados!".
Como anécdotas curiosas cito que en la segunda temporada, en la época de Navidad, tuvimos entre ambos equipos la idea de celebrar, después del partido, una fiesta llevando cada jugador, al menos una botella de alcohol. Hubo quien trajo hasta dos botellas y hasta tres. Al finalizar el partido, con nuestra enésima victoria ya, sólo los más valientes compañeros y rivales cumplimos lo pactado. El resto dejaron las botellas y se marcharon a sus casas. Nos bebimos absolutamente todas... hasta el punto de que todos, compañeros y rivales, terminaron borrachos y tendidos en el suelo. Sólo Mariano Garijo y yo permanecimos serenos y nos dedicamos a la humanitaria labor de ir llevándolos hasta la Sidrería Casa Mingo, de la Avenida Florida de Madrid, para dejarlos recostados contra la pared y en tal lamentable estado físico que el dueño del local, apiadado, les iba sirviendo cafés con sal para que vomitasen en bolsas de plástico que bajó alguna vecina o vecino mientras llamaba a las casas de cada uno de ellos para que vinieran a llevárselos. Pero hay algo también importante de contar. Que Mariano Garijo llegó a su casa y se tuvo que meter en la cama porque estaba mareado mientras yo, y no es pedantería ni vanidad sino sólo verdad, llegué a la casa donde vivía con mis padres, comí y salí de nuevo a seguir festejando con mis amigos Carlos y Luis. Regresé a altas horas de la noche, después de haber seguido bebiendo algunos cubalibres con alcohol, y en mi cuerpo no hubo ninguna señal de alcoholismo. Nada. Absolutamente nada. Cené. Me fui a dormir tranquilamente y a las 7 de la mañana me levanté totalmente fresco para ir a trabjar al Banco Hispano Americano. Otra anécdota es que al domingo siguiente no todos los rivales estaban en condiciones de jugar así que se reforzaron con varios ciclistas que sabían jugar al fútbol y, a pesar de que eran ciclistas y estaban capacitados para los esfuerzos de larga duración, !les volvimos a ganar! y no pudieron aguantar mi resistencia física. Y es que en aquellos maratónicos partidos yo, cuando más avanzaban las horas, más velocidad y resistencia física, sin olvidar la técnica, seguía desarrollando ante el asombro de los espectadores y alguna que otra chavala guapa que se paraba a mirar. Otra anécdota es que un domingo vimos junto al campo de juego, el cuerpo de un joven suicida que se había colgado de una encina. Miramos al suicida y decidimos jugar sin darle mayor importancia. Es más, una vez se fue el balón hasta los pies del sucicida (alguien que no me acuerdo si fui yo o fue otro jugador) se acercó, cogió el balón con las manos y regresó al campo de juego. Seguimos jugando aunque la Guardia Civil llegó y descolgó el cuerpo del suicida. Aquello era fútbol y nada más que fútbol. Y yo me olvidaba de cualquier circunstancia personal, fuese la que fuese, asunto de chavalas guapas o cualquier otro asunto, y me entregaba de lleno a pensar únicamente en el fútbol.
Siempre recordaré a jugadores como Sabino, Pedro, Luis Miguel, Eduardo, Marculeta (compañero de clase en la Facultad de Periodismo de la Universidad Complutense de Madrid), Juan Manuel (el chico de Lavapiés que me había puesto el apodo de Diesel), un tal "Cabeza Buque" (que le llamé así para darle el corte porque se había atrevido a llamarme comunista cuando yo jamás he sido comunista ni de ninguna clase de ideología), Martín, Manolo (al que le tuve que dar otro corte porque me dijo "Que la velocidad no está reñida con la inteligencia" y le contesté "Eso te digo yo a ti", mi amigo Andrés Castillo, etcétera, etcétera, etcétera.
De aquello hubo tantos testigos que hasta uno de ellos fue mi propio perro setter irlandés cuando era sólo un cachorrillo divertido y juguetón y al cual, después de morir envenenado por algún asesino de perros, le dediqué mi cuento titulado
"Chester, color canela" que se lo envié a París a mi Princesa (ya estábamos verdaderamente comprometidos y en plan de novios) y ella se lo enseñó al Señor Vitez de la Academia de Artes de París, quien lo tradujo al francés, lo leyó en público en algún lugar cultural y le dijo a ella lo siguiente: "Dile a tu novio de mi parte que le doy mi enhorabuena, es un extraordinario cuento y él es un sensacional escritor".
Y todo esto no son imaginaciones sino sucesos reales que ocurrieron en la Casa de Campo de Madrid (capital de España) y en París (capital de Francia).
Buenas noches a todos mis lectores y lectoras.
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Foto del autor José Orero De Julián
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