El soador de la casona (Teatro de Humor Jocoso).
Publicado en Sep 14, 2010
Prev
Next
PERSONAJES:
Juliano, el ciego farsante.
Joaquina, la pordiosera amante de Juliano.
Sabina, madre de Joaquina.
La Juja, alcahueta.
Don Alfonso, el propietario de la casona.
Fernandito, el criado de Don Alfonso.
Ana, la bellísima pastora de ovejas.
Floro, el carnicero.
Señor Yagüe, propietario de la tienda de ultramarinos.
Chuchi, chico de los recados del Señor Yagüe.
Alberto, hijo de Don Alfonso.
Miguel, hijo de Don Alfonso.
Carlitos, sobrino de Don Alfonso.
Carmencita, hermana de Carlitos.
Svensson, el sabio sueco.
Don Hernán, supuesto marqués de la Jipiloya.
Edu, el "viejo verde".
Transeúntes, vecinos y vecinas de Arganda.
Decorado:
Rincón del pueblo madrileño de Arganda, en las afueras. Allí tiene su casona Don Alfonso, viudo y millonario gracias al estraperlo y contrabando de la posguerra de la Guerra Civil, donde vive junto con sus hijos Alberto y Miguel y sus sobrinos Carlitos -el soñador- y Carmencita -la hermana del soñador-, más el criado Fernandito. En el frente de la casona hay un gran jardín completamente lleno de rosales.
Adosada a la casona existe una vivienda baja, especie de chabola, que es refugio para La Juja y en donde tiene alquilada una pieza a Juliano, Joaquina y Sabina, célebre cantadora de coplas madrileñas. A pocos metros de ella se encuentran la tienda de ultramarinos del Señor Yagüe, donde trabaja de recadero su hijo Chuchi, tan feo como pedante y pésimo estudiante de periodismo, más la carnicería de Floro, solterón empedernido y del cual se dice que está enamorado secretamente de Don Alfonso.
Hay un puente donde se refugia, por las noches, el sabio sueco Svensson y en la izquierda del decorado, hay un chalecito donde viven el viejo "verde" Edu y su hermano Don Hernán, supuesto marqués de la Jipiloya.
En primer término existe un arroyuelo a donde, todos los días, acude la bellísima pastora Ana con su rebaño de ovejas para que beban y pasten. Al fondo del decorado se vislumbra el torreón de una vieja iglesia abandonada cuyo reloj hace sonar las horas porque La Juja se encarga de ir dándole cuerda mientras que, junto a Juliano, Joaquina y Sabina, se dedican a sacar los cuartos a los transeúntes, haciéndose millonarios con sus tretas.
Es primavera y los pastos están muy verdes.
PRIMERA PARTE:
(Suenan las 9 en el reloj de la torre de la vieja iglesia abandonada)
Juliano (en voz muy alta y en el centro del escenario mientras pasean numerosos transeuntes, vecinos y vecinas de Arganda).- ¡¡Una limosna para este pobre ciego, por caridad o por lo menos por casualidad que la casualidad también me vale!!.
Joaquina (en voz muy alta, acompañando a su amante Juliano).- !!Una lismonita, por lo que sea, aunque sea cualquiera que sea, para este pobre ciego que perdió la vista en la Guerra de Cuba y que por eso ahora bebe para olvidarla!!.
(Algunos transeuntes, vecinos y vecinas de Arganda, van dejando monedas de perras gordas en el platillo)
Don Alfonso (despertando como una fiera y gritando a pleno pulmón).- ¡¡¡Cuándo se callará ese cegato que hasta me despierta al gato y no me deja pegar un ojo hasta las 10!!!. ¡¡Lo que es yo, para que se entere de una vez por todas aunque todas caigan en su trampa, no le pienso regalar ni uno sólo de mis céntimos!!. ¡¡¡Que se vaya a pedir a la capital que es donde vive la chusma!!!.
Fernandito (entrando como una exhalación en el dormitorio de Don Alfonso).- ¡¡Chusma!!. ¡¡Chusma!!. ¡¡Más que chusma!!.
Don Alfonso (colérico).- ¿Te atreves a llamarme chusma a mí, impotente?. ¡Para que dejes de serlo te impongo el castigo de regar todas las rosas!.
Fernandito (muy asustado).- No... no... mi amo y señor... no me refería a usted sino a la chusma de Madrid... de verdad. De esa que va a misa y no regresa jamás. Que no lo dije por usted... yo sólo repito siempre lo que usted dice...
Don Alfonso.- ¡Pues a ver si tienes tus propias opiniones que ya eres mayorcito para repetir como una cacatúa lo que digo yo!.
Fernandito.- Hablando de cacatúa... mi amo y señor... me está entrando ganas de hacerme caca...
Don Alfonso.- ¿Por qué serás tan flojo, pardiez?.
Fernandito.- Es que esta primavera me ponen nervioso las rosas... y yo ya no sé qué hacer con el clavel...
Don Alfonso.- ¿De qué clavel me estás hablando, diantre con diarrea?.
Fernandido.- !Arrea!.
Don Alfonso.- ¿Puedes explicarme qué significa eso del clavel?.
Fernandito.- Poca cosa... mi amo y señor... que Floro le ha vuelto a enviar un clavel y yo, que tanto estoy liado con las rosas... pues no sé qué hacer con el dichoso clavel del carnicero.
Don Alfonso.- !Haz el favor, inmediatamente, de mezclarlo con el salvado del cochino!
Fernandito (pensando para sus adentros): Menos mal que me he salvado...
Don Alfonso.- ¡¡De eso nada!!. ¡Ya sabes que tengo un oído de tísico que oigo todo lo que farfullas!. ¡¡Así que de regar todas las rosas de mi jardín no te salvas!!.
Fernandito (muy compungido).- ¿Todas?. ¿Absolutamente todas todas todas?. ¡Pero si su jardín parece un harén de rosas!.
Don Alfonso.- ¡¡No me seas haragán además de impotente!!. ¡¡A regar todas las rosas he dicho
!!. ¡Y como cuando baje yo y vea que hay alguna que otra mustia te empaqueto y te envío a La Habana, que parece que fue allí donde dice esa bruja que su ciego vocinglero perdió la vista!.
Fernandito.- ¡¡No, Don Alfonso!!. ¡No me mande a La Habana que hay muchas brujas por allí!.
Don Alfonso.- ¡Pues mejor!. ¡A ver si hacen un encantamiento contigo y transforman esa cara de sapo que tienes en una careta de payaso que, al menos, sirva para hacerme reír!.
Fernandito.- ¿Desea mi amo y señor que le traiga un espejo?.
Don Alfonso.- ¿Que insinúas?. ¿Acaso está queriendo decir que yo tengo cara de rana?.
Fernandito.- No... no se enfade otra vez conmigo... lo digo por el bigote y lo que esconde su bigote...
Don Alfonso.- ¡Qué esconde mi bigote, enterado... que eres un enterado!.
Fernandito.- ¡Por supuesto que estoy enterado!. Su bigote esconde... esconde...
Don Alfonso.- Piensa... piensa... que como premio te voy a dar de comer pienso...
Fernandito.- ¿Pienso compuesto?.
Don Alfonso.- No. ¡Nada de pienso compuesto sino pienso de salvado!.
Fernandito (para sus adentros).- Bien. Ahora sí que me he salvado.
Don Alfonso.- ¡Que te escucho, ignorante!. ¡¡No te has salvado sino que hoy comes pienso de salvado si no lo aciertas!.
Fernandito.- Es muy fácil. Su bigote oculta un rictus de envidia.
Don Alfonso (pensando para sus adentros).- Dios mío. ¿Quién se lo habrá dicho?.
Fernandito.- No me lo ha dicho nadie. Sólo basta con saber cómo mira a la pastora Ana y la envidia que le tiene.
Don Alfonso.- ¿Que yo tengo envidia de la pastora Ana?.
Fernandito.- No, de la pastora Ana no; pero sí de quien vive y bebe sus vientos. Así que cuide bien su bigote no sea que se entere.
Don Alfonso.- ¿Qué le pasa a mi bigote?.
Fernandito.- Con su permiso, amo y señor... pero no se me ofenda... su bigote está más bien hecho polvo de la cantidad de polvos que le echa usted.
Don Alfonso.- ¿Te importa a ti la cantidad de polvos que le echo yo a mi bigote?. ¡¡A La Habana!!. ¡Te envío de inmediato a La Habana para que mi primo Berzal, que es bastante berzas por cierto, te meta un puro!.
Fernandito.- ¡No!. ¡Que un castigo así debe doler muchísimo!.
Don Alfonso.- ¿Doler muchísimo el echo de cortar caña de azúcar?. ¿No eres tan goloso que aprovechas para robarme los bombones en cuanto me descuido?. ¡Allí aprenderás a saber lo que es el azúcar, so infantil!.
Fernandito.- !No, por favor, no me envíe a La Habana para que me meta un puro su primo Berzotas!.
Don Alfonso.- ¿Qué dices, desmemoriado?. ¡Se llama Berzal y no Berzotas, aunque en realidad bastante berzas sí que lo es!. ¡¡A La Habana!!. ¡¡He dicho que a La Habana!!. ¡Así que ve haciendo el equipaje y por favor no me robes ningún traje!. Por lo menos el traje de paracaidista déjamelo en paz por si alguna vez tengo que despertar de alguno de mis sueños aéreos y me tengo que lanzar con él.
Fernandito (poniéndose de rodillas ante la cama de Don Alfonso).- ¡A La Habana no, por favor, mi amo y señor paracadista!.
Don Alfonso.- ¿Qué dices, desdichado?. ¡Yo no soy seguidor fanático del Cádiz!. Yo de fútbol tengo menos idea que el portero del Palacio de la Ópera de Madrid. Yo he dicho que soy paracaidista y soy paracaidista aunque me gustaría haber sido un periodista.
Fernandito (todavía de rodillas).- Por lo menos, si hubiese sido usted periodista esa trola del paracaidismo podría ser válida como producto de la imaginación de un reportero...
Don Alfonso (muy irritado de nuevo).- ¡¡Cómo has dicho, bribón!!.
Fernandito (siguiendo de rodillas).- No... no mi amo y señor... yo del Bribón no sé nada.. nada de nada porque no sé nadar... y además a mi los barcos del Rey Juan Carlos me darían mareo.
Don Alfonso.- ¡Me estás ya mareando con tanto infantilismo irracional!. !Levántate inmediatamente de ahí y ponte en pie como los hombres!.
Fernandito (pensando para sí).- Hombre... vaya faena... ahora que tan cómodo estaba yo de rodillas...
Don Alfonso.- ¡Qué nueva murmuración estás lucubrando!.
Fernandito (poniéndose en sí pero bajando la cabeza con timidez).- Verá... mi amo y señor... sólo las que he aprendido de usted...
Don Alfonso (furioso).- ¡¡Vas de cabeza, de patas y hasta de rabo, para La Habana!!.
Fenandito (casi gimiendo).- No... mi amo y señor... siempre dijo usted que le dijera la verdad... y sólo estoy diciendo la verdad...
Don Alfonso.- Bueno... esta te la perdono porque queda sólo entre tú y yo y nadie se va a enterar... a no ser que... ¡caramba!. ¡Te fuiste de la lengua de que me gusta la pastora Ana!.
Fernandito (poniéndose otra vez de rodillas).- Perdón... mi amo y señor... fue sólo para hacerle un favor y que se les quitase eso de la cabeza a sus hijos Alberto y Miguel... de verdad que lo hice sólo por eso...
Don Alfonso.- ¿Es que Alberto y Miguel también se han fijado en ella?.
Fernandito (siguiendo de rodillas).- Si... mi señor... también Alberto y Miguel la tienen dentro de su cabeza...
Don Alfonso.- ¡¡¡Por indiscreto ya no te envió a La Habana... sino a Bahía Cochinos, que sois todos uns cohinos en esta santa casona, ya que también está en Cuba y allí tengo a otro primo llamado Gaspar Niño que desciende de marineros y le gusta mucho la marinería!!!.
Fernandito.- ¡No, mi amo y señor, no me mande a Bahía Cohinos a ser marinero!. ¡Antes me gustaba ser marinero pero ya se me pasó!. Además... ¡Qué disgusto para mi mamá si me ve de marinero por Bahía Cochinos!. ¡Mándeme si quiere al psiquiátrico de Leganés porque la verdad es que tocado de la cabeza si que estoy bastante... pero es por culpa de los primos de la primavera!.
Don Alfonso.- ¿Los primos de la primavera?.
Fernandito.- Si, mi amor y señor, son dos primos que siempre vienen a pasar la primavera a casa de mi mamá y se llaman Diegorum y Luisorum Garcialorum, porque les gustan mucho las películas de romanos y vivir del cuento.
Don Alfonso.- Está bien. Levántate ya... ¡¡Pero quiero que de inmediato te pongas a regar a todas las rosas y he dicho a todas las rosas por completo, sin dejarte ni una sola y como vea a alguna mustia o un poco desmejorada te la cargas!!... !Te la cargas a cuestas hasta el Cementerio de la Almudena y allí la entierras para que aprendas la próxima vez a saber cuidarlas!!.
Fernandito (poniéndose por fin otra vez de pie).- Pero me dará usted para un taxi, ¿verdad?.
Don Alfonso (barruntando como un ogro).- ¡¡Para el taxi de San Fernando, una vez a pie y otra andando!!. !Así que andando!.
(Fernandito huye despavorido hacia el jardín para cumplir con la orden de regar a todas las rosas mientras va canturreando "mi mamá me mima mucho yo mimo mucho a mi mama"... "mi mamá me mima mucho, yo mimo mucho a mi mamá")
Don Alfonso (irritado de nuevo).- ¡Déjate ya de tanto mimar y de tantos mimos que pareces una mimosa y en mi jardín no quiero a ninguna mimosa!... ¿me has entendido?. ¡Las mimosas para esa tal Juja la alcahueta del lugar!.
(Fernandito se pone a su labor ya completamente callado y rojo como una amapola).
Es en esos momentos cuando aparece la jovencita y bellísima pastora Ana con su rebaño de ovejas y se detiene junto al agua para que beban y pasten. Rápidamente, Alberto y Miguel, así como el soñador Carlitos, ponen en alerta todos sus sentidos.
Alberto (echándose todo un tarro de colonia en el pelo y canturreando).-
Hoy es el día de los enamorados
hoy es el día de los enamorados.
Hoy es el día de los enamorados,
con ansias y esperanzas de un querer
por eso, teniéndote a mi lado
tu amor en este día lograré.
Hoy es el día de los enamorados,
juntemos tu sonrisa y mi canción
que al unirse por un beso nuestros labios con amor
tendrás por siempre mi corazón.
San Valentín, yo no te olvido
porque su amor, en esta fiesta he conseguido.
Hoy es el día de los enamorados,
y sólo lo que importa es el querer
y por eso he de pedir que siempre vele por los dos
y nos proteja San Valentín.
Hoy es el día de los enamorados,
con ansias y esperanzas de un querer
por eso, teniéndote a mi lado
tu amor en este día lograré.
Hoy es el día de los enamorados,
juntemos tu sonrisa y mi canción
que al unirse por un beso nuestros labios con amor
tendrás por siempre mi corazón.
San Valentín, yo no te olvido
porque su amor, en esta fiesta he conseguido.
Y por eso he de pedir que siempre vele por los dos
y nos proteja San Valentín.
Hoy es el día de los enamorados
y felices tú y yo, viviremos siempre así
porque sabemos que nos protege San Valentín.
Miguel, a su vez, se llena todo el cuerpo de desodorante y, para batir a Alberto, empieza a canturrear la canción de Yo soy aquél
Miguel.-
Yo soy aquél que cada noche te persigue
Yo soy aquél que por quererte ya no vive
El que te espera, el que te sueña
El que quisiera ser dueño de tu amor
de tu amor
Yo soy aquél que por tenerte da la vida
Yo soy aquél que estando lejos no te olvida
El que te espera, el que te sueña
Aquél que reza cada noche por tu amor
Y estoy aquí, aquí para quererte
estoy aquí, aquí para adorarte
Yo estoy aquí, aquí para decirte que como yo nadie te amó
Yo soy aquél que por tenerte da la vida
Yo soy aquél que estando lejos no te olvida
El que te espera, el que te sueña
Aquél que reza cada noche por tu amor
Y estoy aquí, aquí para quererte
estoy aquí, aquí para adorarte
yo estoy aquí, aquí para decirte
Amor, amor, amor, amor
Alberto y Miguel salen atropellándose el uno con el otro al exterior de la casona y se acercan pero guardando mucho las distancias pues saben que a la pastora Ana no le gusta que nadie se le acerque demasiado. Ambos caen al suelo haciéndose un lío mental tremendo.
Alberto.- ¿Qué haces Miguel?. !Vaya peste de desodorante que echas!. !Echate a un lado para que me pueda levantar!.
Miguel.- ¡Pues anda que tú vaya peste que echas de colonia comprada en las rebajas del Rastro... que estás echando un rastro que hasta un zorro viejo te daría fácilmente alcance de tanta peste que estás echando... y haz el favor de echarte tú para el otro lado que yo también me quiero poner de pie!.
La pastora Ana (dirigiéndose a ambos).- ¿Qué les sucede, queridos adolescentes?. ¿Adolecen ustedes de cordura o hay que echarles una cuerda para que puedan ponerse en pie?... porque si necesitan una cuerda pidánsela a su papaíto que tanto les quiere.
Alberto y Miguel están tendidos en el suelo sin atreverse a levantarse mientras el soñador Carlitos está asomado a la ventana, soñando como siempre con aquella joven y bellísima pastora.
Carlitos (hablando en voz baja).- Nunca digas jamás. Es por ti por quien aguanto tanto tiempo al millonario Don Alfonso, a su criado Fernandito, al carnicero Floro, a sus hijitos Alberto y Miguel, al de los ultramarinos Señor Yagüe, al mayordomo, a toda esa tropa formada por la bruja y alcahueta Juja, la pordiosera Joaquina, el falso ciego Juliano y la que se las da de cantadora de coplas, una tal Sabina que me tienen ya hasta las narices de tanto y tanto de tanto... y por supuesto a todos estos transeuntes que ni saben lo que hacen ni saben lo que dicen ni saben lo que piensan...
Mientras la joven y bellísima pastora Ana mira disimuladamente hacia la ventana donde está Carlitos, el soñador de la casona, Alberto y Miguel, una vez puestos por fin en pie, y avergonzados por el ridículo que están haciendo, se acercan al puente donde se encuentra el sabio sueco Svensson.
Alberto (mirando disimuladamente a la joven y bellísima pastora).- !Buenos días, Señor Svensson!. !Parece que este año la primavera a todos la sangre altera!.
Svensson (sonriendo).- NO se dice buenos días, Alberto... porque no vivimos de dos en dos ni de tres en tres sino que se dice buen día si Dios quiere...
Miguel (aprovechando la ocasión para quedar por encima de Alberto).- Buen día si Dios quiere, Señor Svensson.
Svensson.- No. Tampoco se dice así. O se dice de corazón o se calla uno para siempre.
Alberto (para derrotar a Miguel ante los ojos de la joven y bellísima pastora Ana y en voz alta para que ésta le escuche).- !El cielo es azul como tus ojos de tul!.
Miguel (haciendo lo mismo que Alberto e intentando derrotarle a este).- !El cielo es azul como tu cuerpo es de abedul!.
Svensson.- ¿Podéis, por favor, dejar de hacer tanto el ridículo?.
En esos momentos llega Floro, mira lánguidamente hacia la casona pensando en Don Antonio, y abre el cierre de su carnicería con un ruido estrepitoso.
Don Antonio (gritando a pleno pulmón).- ¡¡¡Pero ésto qué es!!!. ¿Es que ni a las nueve y media de la mañana se puede dormir aquí aunque uno quiera?.
Fernandito (Desde el jardín de las rosas).- !!!Es su querido Floro aunque usted no quiera!!!.
Don Antonio.- !!Sube inmediatamente aquí, Fernandito, que te voy a recortar las orejas si la pastorcita Ana lo permite y me presta sus tijeras de esquilar a sus lindas ovejas!!.
La joven y bellísima pastora Ana sólo sonríe mientras sigue mirando disimuladamente a la ventana donde está soñando con ella Carlitos y no dice nada.
Alberto.- !!!Que se te nota mucho, papa!!!.
Miguel.- !!!A ver si disimulas mejor, papa!!!.
Don Antonio (ya serenado el ánimo).- Papa... papa... estoy hasta la coronilla del obispo de la Almudena de Madrid de tanto papa por aquí y tanto papa por allá.
Ahora el que llega es el Señor Yagüe siempre son su hijo, el recadero Chuchi, agarrado de su mano, dispuesto a abrir la tienda de ulramarinos.
Señor Yagüe.- !Que te he dicho ya más de mil veces, Chuchi, que no me agarres de la mano cuando nos esté viendo la pastora!.
Chuchi.- !Es que me da miedo que se enfade!
Señor Yagüe.- Que se enfade... ¿quién?...
Chuchi.- Don Antonio, papá, Don Antonio.
Señor Yagüe.- !Nada de llamarme papá delante de ella!. !Delante de ella me llamas Señor Yagüe y yo te llamo recadero!.
Chuchi.- Perdón papá... digo... perdón Señor Yagüe... es que me pongo muy nervioso...
Señor Yagüe.- Más nervioso estoy yo... que no sé dónde he dejado la llave... ni sé dónde tengo la cabeza...
Chuchi (voceando para dejar en ridículo a su padre delante de la joven y bellísima pastora).- ¡¡La llave no sé dónde la tendrá usted, Señor Yagüe, pero la cabeza yo si sé donde la tiene o por lo menos lo que está pensando su cabeza!!.
Señor Yagüe (muy molesto).- ¿Qué dices de mi cabeza, recadero?.
Chuchi.- !!Que sé muy bien donde están sus pensamientos!!.
Señor Yagüe (dudando).- ¿Mis pensamientos?. Pero ¿es que yo tengo pensamientos en mi tienda?. Pero tú eres tonto o qué, recadero, mi tienda no es una floristería sino una tienda de ultramarinos.
Chuchi.- No me estoy refiriendo a las flores de los pensamientos sino a los pensamientos que tiene en su cabeza que de buena gana se los regalaria como si fuesen flores.
El Señor Yagüe, todo rojo de vergüenza, consigue por fin encontrar la llave y abrir la tienda con otro ruido estrepitoso.
Don Antonio (volviendo a gritar desaforadamente).- !!!Ya está bien de tanto jaleo y jaleo y jaleo que parece como si estuviera cantando Eva la Yerbabuena!!!.
Floro (cantando a pleno pulmón desde el interior de su carnicería la canción "Esa es mi niña").-   
Andando por la calle
por primera vez la ví.
Tenia un bonito rostro
y una cara muy feliz.
Su color de piel morena
sus ojos medios pintaos.
Y con lo bonita que era
creo que me he enamorado.
Y yo le digo, le digo, le digo
y a la gente y a mis amigos:
que me he enamorado
y ellos no se lo creen.
Penita a mi me dio
cuando su novio se alejó
Y fuerte le dije a ella,
y fuerte le dije a ella...
(estribillo)
Esa es mi niña
la que va andando
la que mueve las caderas,
cuando va caminando.
Yo quiero tenerla
aqui junto a mi lado
Y ponerme de rodillas
y decirle: me he enamorado.
Y quitarte la camiseta,
para que no le puedas ver
y darle mil rosas
y un beso loco de amor
que sepa lo que le quiero y
que todo es un farol
y quitarme la camiseta
para que ella me pueda ver
y que vea que soy su chico
una y otra vez.
Pero el dia que todo esto pase
no lo olvidaré
por que tengo ya esta historia
escrita en un papel..
Vete de mi lado sabiendo que ella lo pueda ver....
y que vea que soy su chico una y otra vez....
(estribillo)
Esa es mi niña
la que va andando
la que mueve las caderas,
cuando va caminando.
Yo quiero tenerla
aqui junto a mi lado
Y ponerme de rodillas
y decirle: me he enamorado.
Y quitarte la camiseta,
para que no le puedas ver
y darle mil rosas
y un beso loco de amor
que sepa lo que le quiero y
que todo es un farol
y quitarme la camiseta
para que ella me pueda ver
y que vea que soy su chico
una y otra vez.
 
Don Antonio (totalmente enojado).- !A este Floro un día de estos lo desfloro!...
Alberto y Miguel, desde el suelo, siguen peleando por conseguir que la joben y bellísima pastora Ana les dirija tan siquiera una sola mirada.
Alberto (dirigiéndose a Miguel).- ¿Por qué no te va a Estambul ya que te gusta tanto el cuerpo de abedul?.
Miguel (dirigiénodse a Alberto).- ¿Y tú por qué no te vas a la Cochinchina a ver si ligas con una china?.
Alberto (dirigiéndose a Miguel).- El chinazo va a ser el que voy a arrear yo a ti como no desparezcas arreando lejos de mi vista.
Miguel (dirigiéndose a Alberto).- ¡Eso, eso, poco seso!. ¡Arréglate la vista y vete a la entrevista que tienes en el barrio de Buenavista!.
Alberto (dándose cuenta).- !Ay va!. !Es verdad!. !Tengo que ir a la entrevista!... ¡Y tú cosuélate con mirar una revista!.
Miguel (dándose cuenta).- ¡Pues es verdad!. ¡Me marcho a ver si encuentro un Semana!.
Alberto.- Eso. Y a ver si no vuelves por aquí en una semana.
Miguel.- Y tú a ver si te completas de una vez por todas que vas más retrasado que el Tren de Villatobas.
Ambos se levantan y salen corriendo del escenario cada uno por un lado opuesto al del otro, mientras que Carmencita se ha levantado y está haciendo su cama.
Carmencita.- ¡Ay, Virgencita del Carmen!.
Don Antonio (ya levantado y con el pijama todavía puesto, oliendo a sudor por todas partes de lo gordo que está, se asoma a la habitación de Carmencita porque ha escuchado la expresión de ésta).- ¿Y a ti qué te sucede si es que puedo saberlo?.
Carmencita.- Nada, Don Antonio, que no me pasa nada... ¡y vaya peste que echa usted!.
Don Antonio (poniéndo más rojo que un tomate dee vergüenza).- Si... estoy un poco pasado...
Carmencita.- Pasado y pesado. Está usted un poco pasado de peso y pesado de años.
Don Antonio.- ¿No será al revés?. ¿No será que estoy un poco pesado de peso y pasado de años?.
Carmencita.- No señor... que yo me sé muy bien lo que me digo.
Don Antonio.- ¿Esntonces por qué te quejas tanto con eso es Ay, Virgencita del Carmen?
Carmencita.- Es que estoy haciendo teatro.
Don Antonio (apuntándola con el dedo).- ¿Desde cuándo te gusta a ti el teatro si no sabes ni lo que es un apuntador?.
Carmencita.- !No me apunte usted tanto a mi que tengo suficiente memoria y le conozco muy bien!. !Haga el favor de apuntar a otras!. !Ostras!.
Don Antonio (dejando de apuntarla con el dedo).- No sabía yo que te gustaba a ti tanto el teatro.
Carmencita.- Pues sí, ya ve lo que son las cosas. Me gusta tanto el teatro como a usted las rosas.
Don Antonio (otra vez rojo de vergüenza).- !Deslenguada!.
Carmencita.- !Y usted es más viejo que un lenguado con tatarapeces!.
Don Antonio se marcha muy enfadado y Carmencita termina de arreglar el cuarto
Carmencita.- !Que Dios nos pille a todos confesados!.
Don Antonio se vuelve nuevamente hacia la habitación de ella.
Don Antonio.- ¿Qué es eso de que Dios nos pille a todos confesados?. ¿Tengo yo la culpa de que todavía estés soltera?.
Carmencita.- Es usted un poco hortera.
Don Antonio.- ¿Que soy yo un poco sordera?.
Carmentia.- !También!. !También está usted bastante sordo!. !Que más que gavilán parce usted un tordo!. Escuche. !Escuche cómo le canto ya que le gusto tanto!.
Carmencita empieza a cantar "Gavilán o paloma".
Carmencita (cantando).-
 
No dejabas de mirar estabas sola
completamente bella y sensual,
algo me arrastró hacia ti como una ola
y fui y te dije hola, que tal...
Esa noche entre tus brazos cai en la trampa
cazaste al aprendiz de seductor
y me diste de comer sobre tu palma
haciéndome tu humilde servidor.
Amiga,
hay que ver cómo es el amor
que envuelve a quien lo toma
gavilán o paloma.
Pobre tonto
ingenuo charlatán,
que fui paloma
por querer ser gavilán.
Amiga,
hay que ver cómo es el amor
que envuelve a quien lo toma
gavilán o paloma.
Fui bajando lentamente tu vestido
y tú no me dejaste ni hablar,
solamente suspirabas te necesito,
abrázame más fuerte, más...
al mirarte me sentí desengañado
sólo me dio frío tu calor
lentamente te solté de entre mis brazos
y dije estate quieta por favor.
Amiga...
 
Don Antonio.- Pero ¿quién te has creido que eres tu comparada con ella, mocosa?.
Carmencita.- ¿Quién es ella?. ¿Acaso esa paella que tanto le gusta comer día tras día junto con un buen trozo de sandía?.
Don Antonio termina pòr salir más avergonzado que antes.
Carmencita (hablando en voz alta para que le oiga).- !Y que sepa usted que digo !Que Dios nos pille a todos confesados! porque es el título de la obra que estrenamos la semana que viene así que si usted se viene verá cómo se entretiene!.
Los transeuntes, vecinos y vecinas de Arganda se quedan tan embelesados con la joven y bellísima pastora Ana que, en realidad es un milagro de Dios que esté allí, que se les olvida seguir echando monedas de perras gordas en el platillo que hay en el suelo y que ha sido ya renovado un buen puñado de veces de tanta calderila que han conseguido reunir durante la mañana. Para volver a recuperar la atención de todos ellos y ellas la Sabina se arranca, rápidamente, con una de sus improvisadas coplas madrileñas.
Sabina (cantando).-
Dicen que existe un niño
soñando un caballo de cartón.
Es un niño hecho hombre
y su caballo es marrón.
Teien abiertos los ojos
y se ha convertido en Colón
haciédnose marinero
en busca del soñado Japón.
Como el ilustre Cristóbal
ese hombre ya llegó
a las Indias de Occidente
son al fin se enamoró.
Ahora ese niño nos canta
una preciosa canción
de cómo llegó a su alma
la Princesa de su corazón.
Todos la han escuchado atentamente, han vuelto a echar unos buenos puñados de calderilla, pero inmediatametne después siguen absortos ante la gran belleza de la pastora Ana.
La Juja (dirigiéndose a Sabina).- !Se acabó la inspiración, Sabina!. ¡No hagamos más el ridículo!. Aquí ya no tenemos nada que hacer ni Juliano, ni Joaquina, ni tú ni yo. ¡Se nos acabó el chollo porque se acabó el repollo!. Y no hay más leña que arde y aquí va arder esta tarde mucha leña. Vámonos de aquí para siempre. ¡Juliano no es ni la mitad de hombre para poder mirarla de frente a los ojos y por eso es incapaza de quitarse las gafas negras con las que no la puede ver y además todos se están dando cuenta de que se está haciendo el ciego!.
Juliano (haciendo un último esfuerzo para seguir ganando calderilla).- !!!Una pequeña limosnita para este pobre que ni tan siquiera puede llamarse hombre de lo ciego que está que sólo puede caminar desde su casa a la fuente y desde la fuente a su casa y que quedó herido de las orejas y los ojos por defender a España con los últimos de Filipinas y que ya no puede soñar ni con las catalinas!!!.
La Juja.- !Deja de hacer el ridículo, Juliano que se han dado cuenta!. !Que ya saben todos qué estás buscando tú por aquí además de desplumarles de sus perras gordas!. !Que no, Juliano, que no, que a esa pastora no la engañas como a las tontas de Carabaña!. Que ella es más lista que tú, que tu Joaquina, que tu Sabina y que yo misma todos juntos. ¡Vámonos para nuestro pueblo, Sabina y amén!. ¡En un santiamén!. 
Sabina.- ¿Pero es que mi Juliano es un incapaz?.
La Juja.- Mira, Sabina, escucha bien... pero que muy bien... lo que te digo y que no se te encoja el ombligo de la sorpresa... que te pareces a la Teresa de Calcuta ya que hablamos de ruta... bueno... me callo esto porque no quiero que me apedreen... pero tengo que decirte que para montar a ciertas yeguas hay que ser muy caballero... pero que muy caballero... por lo menos un caballero diez... ¡pardiez!. ¡Qué paletos somos los cuatro!.
Sabina.- ¿Es verdad o es teatro?.
La Juja.- ¡Nada de teatro!. Estos es más verdad que el anfiteatro donde se sienta su Majestad!.
Sabina.- ¿Pero de qué me hablas, alcahueta?.
La Juja.- !Sabina, Sabina, ten la lengua quieta!. Que me conozco y no me conozco...
Sabina.- Pues sí... !es la más guapa que he conocido jamás!... ¿pero vamos a arrojar la toalla porque Juliano no de la talla?.
La Juja.- La toalla, la esponja y hasta el patito de goma... que está muy cabreado el pueblo y nos van a dar un baño en el río que me río yo de aquello del que se cayó entre Pinto y Valdemoro.
Sabina.- O sea... ¿que nos vamos definitivamente al pueblo?.
La JUua.- Arreando que es gerundio... allí... a vivir a costa del tio Abundio... porque a costa de los madrileños sólo terminaremos hechos leños... que te digo que aquí arde Troya con toda nuestra tramoya descubierta...
Sabina.- Entonces... !todos puerta!... Echando leches para el pueblo... y a trabajar con la espuerta... que ya decía yo que esto acababa mal y hay que sembrar el patatal... que a partir de ahora o comemos las patatas del tío Abundio o se nos viena abajo el mundo.
La Juja (dirigiénodse a la pareja de farsantes a voz en grito).- !!!Juliano!!!. !!!Joaquina!!!. !!Preparad el carromato y todos para Despeñaperros que si nos quedamos nos sueltan los perros!!. !!Y tú, Juliano querido, quítate ya esas gafas negras y no te desmayes tanto que ya se pasó mayo!. !!Llena el saco y échatelo a cuestas que hay que subir muchas cuestas antes de llegar a la Sierra Morena!!. !Todos para Málaga que no hay quien pueda con la nena y tú pareces un polluelo chueco recién salido del huevo... así que deja de hacerte el carahuevo!!.
Aprovechando la confusión y mientras los transeuntes, vecinos y vecinas de Arganda, siguen quedando extasiados ante la belleza de la pastora, Juliano va metiendo toda la calderilla que han conseguido en el saco mientras su amante pordiosera le espera a que termine.
Joauqina.- !Date más prisa zanganazo no sea que nos den con el mazo!. Que ya veo yo asomar a algunos con bastones y nos van a salir chichones hasta en los riñones!.
Juliano (que no se ha quitado las gafas y mientras recoge a toda prisa, y tanteando por la yerba, toda la calderilla que, con los nervios, se le ha desparramado por el céped!.
Joaquina.- ¡Pero mira que eres inútil hasta para ser útil!.
Don Antonio (asomándose a la ventana y descubriendo la farsa del ciego y sus compañeras).- !!!Perro, que es usted sólo un perro!!!. ¡¡Ahora resulta que usted sólo era un farsante!!. ¡¡Como baje  yo ahí te pego una somanta de palos que te vas deslomado hasta Palos!!. !Sí!. !!Hasta Palos de la Frontera me estoy refiriendo, truhán!!. !!!Anda ya... coge el primer ferrocarril que pase que me parece que es el de las tres!!!. !Iros en el ferrocarril de las tres y a ver si no volvís más por aquí!.
La Juja (enfrentándose, como alcahueta que es, a Don Antonio el roñoso millonario).- !!!No se dice volvís, analfabeto, que se dice volvéis, que es usted muy rico pero de nada sabéis!!!.
Don Antonio (gritando más fuerte todavía que La Juja).- ¿Así que ciego, verdad?. !!!Será de la cantidad de vino que ha ganado robando a cada vecino!!!.
Los transeuntes, vecinos y vecinas de Arganda, están contemplando la escena completamente absortos. No creen lo que ven porque es más bella todavía de lo que se imaginaban... ni lo que escuchan porque el follón que se ha liado entre La Juja y Don Antonio es de Juzgado de Guardia.
La Juja.- !!!Y usted también es otro farsante, so tunante!!!. !!!Tío roñoso, que sólo es un raposo con más caspa en las hombreras que mi vecino Contreras!!!.
Don Antonio.- ¿Que yo soy un contreras?. !!!Como llame a la Guardia Civil verás cómo te enteras!!!.
La Juja (sigue completamente deslenguada).- !!!Muy millonario si será pero es usted mas moroso que un moro en reposo!!!. !!!Que saben todos los del barrio que debe usted hasta al boticario!!!.
Don Antonio.- !!!Alcahueta!!!. ¡¡¡Que no puede usted nunca dejar su lengua quieta!!!.
La Juja.- !!!Eso lo será tu floripondio Floro que es como un floripondio loro!!!.
Don Antonio (sumamente enfadado).- !!!Espera un momento que ahora bajo a darte un escobazo!!!. ¡¡¡Que solo te falta la escoba para ser una bruja completa!!!.
La Juja.- ¡¡¡Y usted, que aparenta ser tan hombre, es un hombre más incompleto que mi tataranieto que todavía no ha nacido!!!. ¡¡¡Así que figúrese lo infantil que es, so borracho que hasta le huele a vino el mostacho!!!.
Don Antonio (sin moverse de la ventana de su habitación).- ¡¡¡Espera, espera un momento que te voy a contar un cuento!!!.
Sabina (llegándole de nuevo la inspiración coplera pero esta vez no de manera original sino copiando como casi siemrpe).- !Perdone que me introduzca!.
Don Antonio.- ¡Introduzcáse usted el mango de la sartén, vieja bruja!.
Sabina.- !Escuche!.!Escuche como le canto!.
Sabina (cantando la canción Pongamos que hablo de Madrid, pero copiando a Porretas):
Allá donde se cruzan los caminos
Donde el mar no se puede concebir
Donde regresa siempre el fugitivo
Pongamos que hablo de Madrid, de Madrid
Donde el deseo viaja en ascensores
Un agujero queda para mi
Que me dejo la vida en sus rincones
Pongamos que hablo de Madrid, de Madrid
Las niñas ya no quieren ser princesas
Y a los niños les da por perseguir
El mar dentro de un vaso de ginebra
Pongamos que hablo de Madrid, de Madrid
Los pajaros visitan al psiquiatra
las estrellas se olvidan de salir
la muerte viaja en ambulancias blancas
pongamos que hablo de Madrid, de Madrid
El sol es una estufa de butano
la vida un metro a punto de partir
hay una jeringuilla en el lavabo
pongamos que hablo de Madrid, de Madrid
Cuando la muerte venga a visitarme
no me despiertes dejame dormir
aqui he vivido aqui quiero quedarme
pongamos que hablo de Madrid, de Madrid, de Madrid
Todos los transeuntes, vecinos y vecinas de Arganda continúan estupefactos al ver cómo va subiendo la discusión de tono; pero no reaccionan en ningún sentido porque están embelesados admirando al belleza de la joven pastora Ana.
La Juja.- ¡¡¡Si se atreve usted a bajar se enteran hasta en Bolonia la porquería de marca que usa usted como colonia!!!.
Don Antonio.- ¿Está usted insinuando que yo uso colonia que huele a peste?.
La Juja.- ¡¡¡Yo no insinúo nada como usted dice tan pomposamente, so pomposo perezoso, que perece usted un oso cuando habla... que se parece a Camilo José Cela sobre todo cuando usa palabras de su diccionario secreto que ya todo el mundo conoce y que no son más que cochinadas!!!. ¡¡¡Yo lo que digo, y no insinúo como hace suted, y afirmo además, que su colonia echa tanta peste que la huele hasta un tal Yeste que vive en Bilbao!!!.
Don Antonio (superenojado).- ¿Se está usted refiriendo a la capital de Vizcaya?.
La Juja.- ¡¡¡Vaya vaya con el se´ñor de Vizcaya!!!. ¡¡¡Yo soy exagerada pero ni tanto ni tan calvo como usted que tiene una pelambrera que parece que viene usted de la era... si... de la era del Paleoítico Inferior!!!. ¡¡¡Y què patillas!!!. ¡¡¡Pero si parecen natillas!!!. !!!Yo lo que que afirmo, señorazo que parece haber nacido en marzo, es que me estoy refiriendo al barrio madrileño de Bilbao... ya sabe usted... que la huele hasta en la boca del Metro de Bilbao de Madrid un tal Yeste de tanto que echa peste!!!.
Don Antonio (ya irritado del todo).- ¡¡¡Váyase usted al carajo, so escarabajo!!!. ¡¡¡Que es usted más fea que Escipión el Emiliano!!!.
La Juja.- ¡¡¡So villano!!!.
Don Antonio.- ¡¡¡Yo no soy sevillano y usted sólo es una bruja granuja y además gitanuza!!!.
La Juja.- ¡¡¡Prefiero ser gitanuza antes que tan roñoso y avariento como es usted que sigue usando hojas de afeitar La Sevillana y sólo una vez a la semana!!!.
Don Antonio.- ¡¡¡Yo no tengo nada con ninguna sevillana, so alcahueta!!!.
La Juja.- ¡¡¡Cómo va a ligar usted con una sevillana si parece usted una huertana por lo menos por la mañana!!!.
Los transeuntes, vecinos y vecinas de Arganda, siguen estupefactos ante la trifulca que están armando La Juja y Don Antonio, pero no hacen nada por evitarlo porque están absortos contemplando la tremenda belleza de la joven pastora Ana que, a su vez, sigue mirando a la ventana donde se encuentra el soñador Carlitos.
Don Antonio (ya muy nervioso).- Por cierto... ¡dónde está mi tarro de colonia que no la encuentro por ninguna parte que parece esto de muy mala arte!. ¡Y precisamente ahora que ha llegado mi hora!.
Fernandito (que ha vuelto ya de regar todas las rosas del jardín de la casona y entra, rápidamente, en la habitación de su amo y señor Don Antonio).- No... mi amo y señor... no busque más su colonia.
Don Antonio (dirigiéndose airadamente a Fernandito).- ¿Ya has vuelto a robarme el tarro, so truhán?.
Fernandito (asustado).- No... mi amo y señor... ha sido su hijo el donjuan...
Don Antonio (totalmente desesperado, violento y descolgando un espadón de su abuelo que tiene en prendido en la pared y con el cual apunta al cuello de Fernandito).- ¡Dime inmediatamente quien ha sido de los dos o te hago ahora mismo un descosido que te vas a arrepentir de haber nacido!. ¡¡Te abro el melón en dos mitades!.
Ferandito (arrodillándose).- ¡No por favor!. No me abra el melón en dos mitades porque entonces... ¿qué va a ser en de mis futuras edades?.
Don Antonio.- ¿Pero no ligas tú tanto en La Florida?.
Fernandito (más asustado que nunca).- ¡Pero si yo no he estado nunca en la Florida y se lo juro por mi vida!.
Don Antonio.- Entonces... ¿de qué Florida hablas tanto?. ¡A lo mejor te lo crees tanto que piensas que eres de los Siglos de Oro de la Litratura Española cuando sólo sabes escribr !mamá...mamá... mama! y poco más!.
Fernandito.- Bueno, don Antonio, ¿quiere usted mi confesión?.
Don Antonio.- De inmediato... so felón...
Fernandito.- ¡Pegotes!. ¡Puros pegotes!. Soy más virgen que la Virgen de los Remedios lo que pasa es que no tengo remedios de cómo superar mi trauma?.
Don Antonio.- ¿Se puede saber de que trauma estás hablando?.
Fernandito.- Mi psiquiatra me dice que se llama complejo del hipo.
Don Antonio.- ¡Será complejo de Edipo!.
Fernandito.- Eso... eso... eso quiero decir... menos mal que está usted para corregir...
Don Antonio.- Pero... ¿tú me has visto cara de matrona?. ¿Cómo voy a corregir tanto complejo de maroma?. ¡Es cierto o no es cierto que estuviste en La Florida con una  tal Florinda... chico!.
Fernandito.- ¡Qué cisco!. ¡Estpo parece el circo!. No. No es cierto. Yo me refiero a que vivo en la madrileña calle de La Florida junto al estanco..
Don Antonio.- !Yo la cabeza te arranco!.
Fernandito.- ¡No!. ¡Que me atasco!.
Don Antonio (dejando es espadón sobre la mesa).- !Levántate so haragán que te dan las diez de la mañana y no bajas ni a por el pan!. Que haces levantarse a todos a la seis de la mañana y luego no bajas porque no te la gana.
Fernandito.- Es que ¿jugar al fútbol un domingo tan temprano?.
Don Antonio.- Hacer lo que hacías sólo era propio de un marrano. Dime de inmediato quien de los dos quitarme la colonia ha osado o te convierto en cochinillo adobado.
Fernandito (poniéndose de pie).- ¡No, mi amo y señor!. ¡No quiero convertirme en cochinillo!. Por lo que yo con mi mente pillo sólo se que los dos se han ido echando pestes y hablando no se qué de una entrevista y de una revista.
Don Antonio (en plan paternalista).- Esta vez si te creo pero de verdad que te veo y no te veo. No sé qué hacer contigo porque eres como Judas el Macabeo.
Fernandito (ya más tranquuilo).- Perdón, mi amo y señor, no soy como Judas el Macabeo sino como Judas Iscariote.
Don Antonio (otra vez enfadado). ¡No me corrijas, que pareces a Sancho con Don Quijote. Me da lo mismo que seas como el Macabeo o como el Iscariote!. ¡Dime si se han ido hacia el Este o hacia el Oeste!.
Fernandito (temblando de miedo otra vez y hablando atropelladamente).- ¡No, mi amo y señor!... le juro que uno o se ha ido hacia el norte y el otro se ha ido hacia el sur!.
Don Antonio, toalmente agotado, se tumba en el sofá que cruje debido a su enorme volumen corporal, mientras Fernandito corre a esconderse en el armario. Mientras tanto Juliano, su amante Joaquina, la madre Sabina y la Juja, se marchan a toda velocidad del escenario camino de su pueblo de la Serranía de Ronda. Juliano lleva, a sus espaldas, el saco lleno de perras gordas. Y Carmencita entra, en esos instantes, en el salón donde Carlitos sigue soñando asomado a la ventana...
Carmelita.- ¿Qué pasa contigo hermanito?.
Carlitos.- Nada de nada, Carmencita. Conmigo no pasa nada de nada. Sólo estoy asomado a la ventana que está buena... la mañana...
Carmelita.- Pues algo pasa contigo.
Carlitos.- Mira, Carmencita... acude ya a tu cita y no me hagas hablar... que silencio prefiero guardar.
Carmencita.- Hasta que no me digas algo no me voy de aquí.
Carlitos.- ¡Déjame ya tranquilo y seguir soñando como Esquilo!.
Carmencita.- ¿Es que te gusta el teatro?.
Carlitos.- Si te refieres a ir al teatro me encanta mucho ver teatro; pero si te refieres a hacer teatro como siempre lo haces tú, minetras yo, cuando lo he hechoo, ha sido siempre de verdad y no con tanta falsedad para que te vea la gente sea cual sea tu edad. Que te gusta hacer teatro porque existe el anfiteatro. Y que en cuestión de actuar jamás yo supe falsear.
Carmencita.- ¿Me estás llamando falsa?.
Carlitos.- ¡Sí!. ¡Ya sé lo que pasa!. ¡Todo esto es una farsa!.
Carmencita (a punto de llorar).- Perdona. Es cierto. He sido tan falsa que ahora me arrepiento.
Carlito.- ¿Perdón?. ¿Quien soy yo para dar perdones a nadie?. Ni me importa que nadie me pida perdón ni os tengo nada que perdonar. Que os perdone Dios que para eso está. Yo sólo quiero soñar a mi manera que el que espera no se desespera y ya llegó la primavera.
Carmencita.- ¡Ya está!. ¡Algo de amor estás tramando!
Casrlito.- Yo tramar no tramo nada porque ni sé nadar ni sé nada. Pero puede ser... puede ser... sí que puede ser... que muchos milagros he de ver.
Carmencita (acercándos a la ventana y poneiendo su cabeza sobre el hombro izquierdo de Carlitos).- No sigas disimulando que ya sé lo que está pasando. Perdona. No te quise hacer problemas.
Carlitos.- Deja ya esos temas. No temas. A mí no me importa si te quemas
Casitos saca un cigarrillo de su cajetilla de tabaco y lo enciende con un encededor que suelta una llama tan altísima que está a punto de chamuscar el pelo de Carmencita.
Carmencita.- ¡Cuidado!. ¡Que casi me has dado!. ¿Que estás mirando por la ventana?. ¿A la pastora Ana?.
Carlitos.- No te lo voy a decir porque quizás sólo sean sueños de Esquilo... pero ya ves... estoy tranquilo...
La joven y bellísima pastora Ana esta esquilando a sus ovejas.
Carmencita.- ¿Te estás refiriendo a "Las suplicantes"?
Carlitos.- Eso era antes.
Carmencita.- Entonces ¿será "Prometeo encadenado"?.
Carlitos.- A lo mejor has acertado...
Carmencita.- ¿Sabías lo de la herencia?.
Carlitos.- Desde su principio hasta su final. Lo que pasa que guardo silencio porque mi silencio no tiene precio; que es como el verdadero amor sí señor: ni se compra ni se vende... sólo se comprende o no se comprende.
Carmencita (intentando asomarse a la ventana).- ¿A ver?. ¿A ver?.
Carlitos.- Si es que tanto te interesa no estoy interesado en Teresa... pero como nada oculto mira si es tu gusto.
Carmencita (Asomándose a la ventana mientras Carlitos esconde medio cuerpo detrás de la cortina).- ¡Es cierto!. ¡Se parece a Pastora Imperio!.
Carlitos.- Tú estás mal de la vista. Es, en realidad, un imperio de pastora.
Carmencita.- Escucha Carlitos... llegó por fin tu hora... Sí que es verdad, sí... es muchisimo más bonita que todas nosotras juntas... y está más buena que todas nosotras juntas o comparada una por una.
Carlitos.-  ¿Cómo pasa el viento volando?. Son más de la una y nostros todavía hablando. Silencio . Silencio que todo llega provenga de donde provenga.
En efecto, en esos momentos el reloj de la torre de la vieja iglesia dan las tres de la tarde y mientras la joven y bellísima pastora Ana levanta la vista y la fija directamente en el rostro de Carlitos, se va bajando lentamente el telón.
FIN DE LA PRIMERA PARTE.

SEGUNDA PARTE:
Una vez huídos el Juliano, la Joaquina, la Sabina y La Juja hacia su pueblo natal, allá en las perdidas regiones malagueñas de la Serranía de Ronda, es como si el cielo se hubiera abierto para el millonario roñoso y avaricioso Don Antonio, Hernán el marqués de la Jipyloya, Chuchi el hijo del Señor Yagüe y recadero de su tienda de ultramarinos y el carnicero Floro... que buscan ligar con la joven y bellíisima pastora Ana, la cual está comiendo ahora un bocadillo de chorizo de Pamplona porque ya es su hora de almorzar. Aprovechan todos ellos para sentarse a su alrededor, formando un círculo completo pero a una prudencial distancia porque saben que ella no consiente que nadie se le acerque demasiado.
Carmencita (desde la ventana del salón de la casona).- ¡Mira, mira Carlitos!. ¡Tu sueño se acaba de venir abajo!.
Carlitos ya no responde, pero sigue soñando en silencio...
Floro (lanzando la primera propuesta para ganar la delantera a todos).- ¿Quiere usted. joven y bellísima pastora, casarse conmigo?.
Ana (sonriendo).- ¿Qué harás por las noches?.
Floro.- ¡Dormir y callar!. ¡Dormir y callar!.
Ana (que sigue sin mirar a nadie porque no hace caso a nadie; pero sin dejar de observar la mirada del soñador Carlitos que está todavía medio oculto tras la cortina de la ventana del salón).- ¡Pues contigo no me he de casar!.
Floro (mirando a Don Antonio mientras lanza un suspiro melancólocio).- ¡Ay, Don Antonio, si usted quisiera!.
Don Antonio (que ha bajado con el pijama todavía puesto).- ¡Carnicero!. ¿Que si yo quisiera el qué?.
Floro.- (intentando disimular su fracaso).- No sé...
Don Antonio.- Entonces ¿para qué hablas estupideces y toda clase de sandeces?.
Floro (más corrido que un mono).- No... que yo digo... que si usted la quisiera amar...
Don Antonio (furioso).- ¡¡Yo amo!!, ¡¡tú amas!!, ¡¡él ama!!, ¡¡nosotros amamos!!, ¡¡vosotros amáis!!, ¡¡y ellos aman!!.
Las risotadas de Hernán, el marqués de la Jipyloya, se escuchan hasta dos kilómetros a la redonda. Ya no hay ningún transeunte, vecinos y vecinas de Arganda, paseando por el escenario.
Don Antonio (intentando fulminar con la mirada a Hernán).- ¡¡Señor marqués de la Jipyloya me va usted a tocar!!...
Floro.- ¡¡Por favor, mi querido Don Antonio, tenga usted cuidado con la lengua!!.
Don Antonio.- ¡Iba a decir simplemente la chirimoya!. Sí. Que tengo yo hoy la cabeza más tonta que una chirimoya en un campo de nabos. Y ahora, dejémonos de atar cabos, que para están los sargentos, que tengo cosas más interesantes en qué pensar que no en tantos catetos.
Hernán (dirigiéndose a la pastora).- ¡Joven y bellísima pastora Ana!... ¿no le interesaría ser una marquesa de las de verdad, como eran las de antes?.
Ana (sonriendo pero mirando siempre hacia la ventana del salón de la casona).- ¿Como las de antes?. ¿Cómo eran antes las marquesas?.
Hernán (ya envalentonado).- ¡Como las francesas!. ¡Siempre con sabor a fresas!. ¡O sea, como gatas montesas!. Que tengo yo una finca en la Jipyloya que es la...
Floro (otra vez asustado).- ¡Señor marqués, tenga usted cuidado con la lengua!.
Hernán (más envalentonado todavía).- ¡Iba a decir la Joya!. ¡Sí, como la Joya de la Casa de Saboya!.
Don Antonio (entrando al ataque).- ¿Come usted cebolla?.
Hernán (a la defensiva).- Como pan con cebolla, sí... Don purasangre... que es más pura mi sangre...
Don Antonio (aceptando el reto).- Es que echa usted una peste a ajo que tira a cualquiera abajo.
Hernán (en plena guerra dialéctica).- Para abajo tiene usted el badajo... de la campanilla de la puerta de su casona.
Don Antonio (sin amilanarse).- Usted se las da de marqués pero no es ni persona.
Hernán (sigue atacando).- Y usted es como los de Barcelona: "la vida es bona si la bolsa sona".
Don Antonio (sigue atacando también).- ¿Será por eso por lo que se gasta usted tanto con la mona de La Ramona?.
Hernán (un poco "tocado" y metiendo a fondo la pata).- No es La Ramona que es La Rabona.
Don Antonio (creyéndose vencedor).- ¡Parece usted un escritor de La Codorniz!.
Hernán (poníéndose de pie).- ¡Deje de marear a la `perdiz o le rompo la nariz!.
Floro (a punto de sufrir un soponcio).- ¡Por favor, caballeros, que están ustedes ante una dama!.
Hernán vuelve a sentarse pero está superenfadado consigo mismo.
Don Antonio (gritanto fuerte y sintiéndose el vencedor por fuera de combate).- ¡¡¡Fernandito!!!. ¡¡¡Fernandito, baja inmediatametne maldito!!!.
Fernandito sale del armario de la habitación de Don Antonio y llega todo jadeante hasta el grupo pero permanece de pie haciendo un genuflexión a la joven y bellísima pastora Ana que se está intentando, desde hace rato, aguantar la risa y que se tiene que tapar la boca para no soltar la risotada ante aquel ridículo saludo.
Fernandito (bastante asustado).- ¿Qué desea ahora mi amo y señor?.
Don Antonio.- !Anda, primavera en flor!. ¡Sube rápidamente a mi despacho, abre la caja fuerte, y me traes de inmediato todas las joyas que están allí guardadas en un cofre!.
Hernán (rencoroso y envidioso de la fortuna de Don Antonio).- !So cafre!.
Don Antonio (mirándole frente a frente).- ¡He dicho cofre y no cafre que para cafre usted, que duerme en un catre!.
Fernandito.- Pero... ¿si no sé la combinación?.
Floro (mirando a Don Antonio con cara de embeleso).- ¿Combinación?. ¿Duerme usted con combinación?. ¡Me encantan las combinaciones!.
La risotada de Hernán, el marqués de la Jipyloya, se vuelve a oír a dos kilómetros a la redonda.
Don Antonio (sin hacer caso a Floro ni a Hernán).- ¡¡Rápido Fernandito!. !un dos tres un dos tres un dos tres!.
Fernandito.- ¿Eso que es?. ¿Está usted recordando el servicio militar obligatorio acaso?.
Don Antonio.- ¿Hazme de inmediato caso?.
Fernandito.- Si me da usted la ocasión.
Don Antonio.- ¡¡Idiota, es el número de la combinación!!.
Flor.- ¿Qué decepción?.
Don Antonio.- ¡Rápido Fernandito o te convierto en un conejo frito!.
Chuchi (que ve llegada su oportunidad ante el desconcierto general).- Hablando de conejos, joven y bellísima pastora Ana, aquí traigo en esta cesta un conejo entero de parte de mi padre el Señor Yagüe!.
Hernán.- ¡Esto qué es!. ¿El cuento de Doña Inés?.
Don Antonio.- No es usted más inculto porque no puede nacer dos veces. ¡Es el cuento de Cascanueces!.
Flor (amanerando la voz).- ¡Dios mío cuanta incultura!. !Esto es una locura!.
Chuchi.- No es el Cuento de Caperucita si lo dicen por la cesta. Es en realidad un conejo de verdad.
Flor.- ¿De verdad, de verdad, de verdad?.
Chuchi.- De verdad, de verdad, de verdad.
Hernán (nervioso).- Pero...
Don Antonio (más nervioso todavía).- Ni peros ni peras. Fernandito... ¿a qué esperas?.
Fernandito (totalmente atontado y todavía en pie sin moverse de su sitio).- ¿Que quiere usted que le traiga también dos peras?.
Don Antonio (muy enfadado).- ¡¡Además de tonto estás loco, so tontiloco!!. ¡¡Que te ordeno que de inmediato me bajes aquí el cofre con todas mis joyas!!. ¡¡Que hoy estoy en plan de conseguir por fin mi plan!!.
Chuchi (despistado).- ¿Un plan?. ¿Tiene usted un plan con Floro?.
Don Antonio (muy enfadado con Chuchi).- ¡Cállate cara de loro!. ¡Que pareces en vez de cristiano un moro!.
Chuchi (sin hacer caso a Don Antonio).- Entonces, bellísisma pastora... ¿acepta o no acepta el conejo de mi padre Yagüe?.
Ana (sonriendo).- ¡A mí no me gusta ningún pellejo!.
Chuchi.- Si es necesario le digo a  mi padre el Señor Yagüe que lo despelleje...
Floro (totalmente esquizofrénico).- ¿Despellejarme a mí?. ¡Ay, Dios mío, Don Antonio, que me quiere despellejar vivo el señor de los ultramarinos!.
Don Antonio.- !Floro!. !No te enfades conmigo pero no seré nunca tu íntimo amigo!.
Carmencita (desde la ventana y dirigiéndose a Carlitos el soñador).- ¡Baja ya!. ¡Venga, atrévete a bajar y deja ya de soñar!.
Carlitos.- Si, voy a bajar a hablar con el señor Svensson.
Carmencita.- No te hagas el sueco.
Carlitos.- No. Si lo que pasa es que lo quiero dejar seco.
Carmencita.- Espera, No te vayas todavía, no te vayas por favor, que hasta la guitarra mía...
Carlitos.- ¿Puedes dejar de decir tanta majadería que pareces al Bisbal y su Ave María?.
Csrmencita (intentando retenerle).- ¿Te preparo una zarzaparrilla?.
Carlitos.- Prefiero una parrillada pero no te llames a engaño para no sufrir desengaño. Si Dios reparte suerte no me vas a ver el pelo por esta casona nunca jamás.
Carmencita.- ¡Pues yo no abandono!. ¡Haré la parrillada por que sé que volverás!.
Carlitos.- Espérame bien sentada no vayas a quedarte cansada. ¡Aquí no vuelvo ni aunque me lo pida la hada!.
Carmencita.- ¿De qué hada estás hablando que ya ni te siento?.
Carlitos.- El hada madrina de todo tu cuento.
Carmencita.- Yo te seguiré esperando. ¿Te vas a perder algo tan bueno?.
Carlitos.- Mejor será lo que gano.
Carmencita.- ¿Mejor qué?.
Carlitos.- Mejor que todo tu engaño.
Carmencita.- ¿Yo te he engañado?.
Carlitos.- Mejor no me hagas ni caso, hermanita, que yo desde luego no me meto a carmelita.
Carmencita.- ¿Pero sabes lo que estás diciendo?. ¿Qué es eso de que no te vas a meter a carmelita?.
Carlitos.- Lo que bien estás escuchando. Que no. Que no me meto a carmelita ni que lo pidas de rodillas, que mejor estoy con Svensson charlando... ciertas cosas de honrillas.
Mientras esto está sucediendo dentro de la casona, en el exterior sigue la batalla a cuatro bandas. 
Chuchi.- Entonces yo me retiro...
Don Antonio.- ¡Si, Chuchi, vete a dar una vuelta por el Retiro. Por ejemplo por La Chopera que es tanto la pera que alguien alli te espera!.
Chuchi.- ¡Se va a acordar de mí, Don Antonio!. ¡Se lo pienso decir a mi padre y verá cuando venga a por usted!.
Don Antonio.- ¿A por mí el señor Yagüe?. ¿Es que no tengo bastante con este loro de Floro?.
Chuchi.- ¡Ya verá quien vence, Don Antonio, ya verá quien vence y convence!.
Don Antonio.- A mi tu padre Yagüe sólo me parece una yegua despotricando.
Chuchi.- ¡A ve si se lo dice en persona!.
Don Antonio.- ¡Se lo digo hasta cantando!.
Hernán (aprovechando la discusión entre Don Antonio y el Chuchi, ve la ocasión de ganar otra vez terreno, y se pone a cantar "La vida es una tómbola", imitando la voz de Marisol, para ver si le gusta a la joven  y bellísima pastora Ana y así se apunta el tanto definitivo):
 
La vida es una tómbola tom tom tómbola
La vida es una tómbola tom tom tómbola
de luz y de color
de luz y de color
Y todos en la tómbola tom tom tómbola
y todos en la tómbola tom tom tómbola
Encuentran un amor
Tómbola!
En la tómbola del mundo,
yo he tenido mucha suerte.
Por que todo mi cariño,
a tu número jugué.
Yo soñaba con tu nombre,
esperaba conocerte.
Y la tómbola del mundo,
me premió con tu querer.
Por que la vida es una tómbola tom tom tómbola
La vida es una tómbola tom tom tómbola.
De luz y de color,
de luz y de color.
Y el ritmo de la tómbola tom tom tómbola,
y el ritmo de la tómbola tom tom tómbola.
Me lleva con tu amor,
me lleva con tu amor.
Tombola!
(oooh)
(tom tom tómbola)(tom tom tómbola)
Tombola!
En la tómbola del mundo,
yo he tenido mucha suerte.
Por que todo mi cariño,
a tu numero jugué.
Yo soñaba con tu nombre,
esperaba conocerte.
Y la tómbola del mundo,
me premió con tu querer.
Porque la vida es una tómbola tom tom tómbola,
la vida es una tómbola tom tom tómbola.
De luz y de color,
de luz y de color.
Y el ritmo de la tombola tom tom tómbola,
y el ritmo de la tómbola tom tom tómbola.
Me lleva con tu amor,
me lleva con tu amor.
Tómbola,tómbola,tómbola...
Tombola,tómbola,tómbola...
Cantando,cantando,cantando...
Mi corazón.
Tómbola!
 
La joven y bellísima pastora Ana no le hace ni caso mientras sigue comiendo su bocadillo de chorizo y mirando, ahora sin disimulo alguno, a la ventana del salón de la casona.
Carmencita.- ¡¡Vaya calabazas que le ha dado, Carlitos!!. ¡¡Va a tener pipas de marisol, perdón quise decir girasol, por los menos por diez siglos enteros contando los bisiestos febreros!!.
Pero Carlitos ya no está allí. Se ha despedido, para siemrpe, de la casona y ahora está hablando con el señor Svensson.
Carlitos.- Señor Svensson... como usted lo sabe todo... ¿qué es todo lo que sabe si es que se puede saber?.
Svensson (un poco inquieto).- Sólo sé que sé algo pero en estos momentos no me acuerdo.
Carlitos.- ¿Se lo recuerdo?.
Svensson.- De acuerdo.
Carlitos.- Recuerde... recuerde... señor Svensson... que el amor va en ello.
Svensson (asutado).- Yo me voy.
Carlitos.- ¿Se va por qué está cansado?.
Sevensson.- Es que he viajado mucho volando.
Carlitos.- Yo, sin embargo, lo he hecho andando.
Svensson (ahora ya nervioso).- Me voy... me voy...
Carlitos.- Pero no hoy. Usted no se va hoy porque para eso yo aquí estoy. Es muy bonito volar pero es mucho más duro andar. ¿Sabe la diferencia?.
Svensson.- ¿Una circunferencia?.
Carlitos.- Eso es. Una circunferencia al revés.
Svensson.- No entiendo el acertijo.
Carlitos.- Pues que no soy yo para un cortijo.
Svesson.- ¿Cortijo malagueño acaso?.
Carlitos.- Por eso no hice caso.
Svensson.- ¿Y eso qué tiene que ver con el revés de una circunferencia?.
Carlitos.- Que entre ambas hay mucha diferencia.
Svensson (muy nervioso ahora).- ¿Cuál es la razón?
Carñlitos.- Sólo cosas del corazón. Pero yo no sé de la razón sino que sé de la verdad.
Svensson (un poco más tranquilo).- ¿La verdad?. ¿Qué verdad?.
Carlitos.- La verdad de quien todo lo sabe... ¿o no sabe que la verdad siempre se sabe?.
Svensson.- Tanta verdad no me cabe.
Carlitos.- No se preocupe. Dios sí lo sabe.
Svensson guarda un inquietante silencio.
Carlitos.- Está usted muy serio, señor Svensson, está usted muy serio por lo que veo.
Svensson (intentando cambiar de tema).- ¿Jugamos al veo veo?.
Carlitos.- Venga, vamos. ¿Qué ve usted?.
Svesson.- Veo veo...
Carlitos.- ¿Se arranca de una vez o yo digo yo?...
Svensson.- Yo... yo... eso me suena a algo...
Carlitos.- Algo algo bien poco que valgo.
El sueco Svesson hace intención de levantarse.
Carlitos.- ¡Que no se vaya usted ahora que a todos toca su hora y que quiero preguntarle algo sobre la vía! 
 
Svensson (más animado).- !Pregunta!. !Pregunta y la respuesta apunta!.
Carlitos.- Apuntar he apuntado muchas cosas mientras caminaba por esta vía.
Svensson.- ¿Querrás decir esta vida?.
Carlitoa.- No. No he dicho vida sino vía.
Svensson.- ¿Y qué significa la vía?.
Carlitos.- Que no es lo mismo un duro tren que un blando tranvía.
Svensson (otra vez nervioso).- ¿Cambiamos otra vez de tema?.
Carlitos.- Cambiemos. Pero no tema.
Svensson.- Elije tú un consejo.
Carlitos.- Acepto y no lo dejo. ¿Cuántos ovejos hay entre todas esas ovejas?.
La joven y bellísima pastora Ana ha localizado otra vez al soñador Carlitos y le está mirando fijamente, con todos los aspirantes a conquistarla completamente callados.   
Svensson.- Fijándome bien cuento cuatro ovejos que, más uno que ya se ha ido, cinco ovejos son.
Carlitos.- ¡Buen don!. ¡Buen don de interpretación!. Pero... ¿están muy cerca o muy lejos?.
Svensson.- Muy lejos... muy lejos están los ovejos... ¡y esperemos que llegue el viejo!.
Carlitos.- ¿El viejo?. Si. Desde luego qué vendrá el viejo con su cancionero añejo.
Svensson.- ¡Tienes muy buenos reflejos!.
Carlitos.- Entonces... ¿puedo o no puedo?
Svesson.- ¡Poder puedes!.
Carlitos.- Entonces quiero hablarle de algo sobre un asunto del que no salgo... de asombro. 
Svensson.- ¿Algo que ver con mi hombro?.
Carlitos.- Si. Cambie su postura pues la que tiene es ya muy dura.
Svensson, que estaba recostado sobre el lado izquierdo se recuesta sobre su derecha y se relaja corporalmente.
Carlitos.- ¿Qué tenía usted en la mente?.
Svensson.- Que no le sirve mi simiente.
Carlitos.- Quien dice la verdad nunca miente. ¿La siente?.
Svensson.- Si. Estoy muy caliente.
Carlitos.- Estonces abra, por favor, la sombrilla.
Svensson abre la sombrilla.
Carlitos.- ¡Olvídela pero sin olvidarla!.
Svensson.- Deseo acabar esta charla.
Carlitos.- Sólo un último tema que el marinero que rema nunca se queda indeciso.
Svensson.- ¿Puedes ser más remiso?.
Carlitos.- Es que remar siempre es preciso. ¡Vamos allá!.
Svensson.- ¡No!. ¡Yo a ese círculo no me arrimo!.
Carlitos.- Entonces se lo digo aquí mismo.
Svensson queda completamente nervioso y en silencio.
Carlitos.- ¿Se cumplen o no se cumplen las promesas?.
Svensson.. Se cumple siempre lo dicho en las mesas.
Carlitos.- Pues para cumplirlas hay que saber asumirlas. Y puede mirarla cuanto quiera que por sólo mirarla que nadie se muera...
Svensson (rojo de vergüenza mientras mira a la joven y bellísima pastora Ana).- !Cumpliré la promesa!.¡Eso ya es cosa hecha!.
Carlitos.- Pue lo ha hecho usted al revés.
Svensson.- Es que sufría de estrés.
Carlitos (levantándose para dirigirse hacia el círculo que rodea a la bellisima Ana).- ¿Sabe lo que le digo?. ¿Quiere venir conmigo?.
Svensson.- No, mi buen amigo... ¡pero cumpliré como le digo!.
Carlitos.- !Haga lo que quiera, señor Svensson, y busque bien en las concordancias a ver si concuerda lo que se dice con lo que se hace que yo ya saldré adelante con Jesucristo delante!.
Svensson (cuando Carlitos ya ha llegado al círculo que está con Ana).- ¡¡La promesa es la promesa y como la hice sobre la mesa le enviaré la remesa!!.
Pero Carlitos ya está soñando de nuevo porque ella le está mirando una vez que ha terminado de comerse el bocadillo con chorizo... y no le importa nada en absoluto salvo saber qué hay de oculto en aquella mirada divina. El mundo ya no existe para él.
Carlitos (sentándose frente a ella).- Buena tarde.
Don Antonio (muy enfadado).- ¡¡Buena tarde!!.
Carlitos.- !No soy sordo caballero, que parece usted un camellero!. No sé si esta noche será buena pero esta tarde está que arde así que es una tarde que truena.
Hernán (tragando saliva).- Yo veo que está muy buena.
Fernandito.- Don Antonio... ¡tengo ganas!.
Don Antonio (todavía muy  enfadado).- ¡¡Desaparece de mi vista y a ver si vas al oculista!!.
Fernandito.- ¡Pero si lo que estoy diciendo es que caca me estoy haciendo!.
Don Antonio.- !Date prisa, Fernandito, no te vayan a pescar y te quedes frito!.
Fernandito.- ¿Pescarme a mí?. ¡Nones!. ¡No quiero saber de limones!.
Fernandito se levanta y huye a toda velocidad hacia la casona.
Fernandito.- A ver si me da tiempo... a ver si me da tiempo...
Otra vez la risotada de Hernán, el marqués de la Jipyloya, se escucha a dos kilómetros a la redonda. Mientras acude ahora el Señor Yagüe.
Señor Yagüe.- !Deje tanto de reír, marqués de la Jipylolla, que me está zumbando la olla!. 
Hernán.- Eso pasa por dejar freir tanto la cebolla.
Carlitos.- Hay que decir algo más hondo. ¡Escuchen todos como canto hondo a ver si aprenden algo que no sea mariposear alrededor de los limones!. ¿A pares o a nones?. 
Señor Yagüe.- !Limones!. !Ahora recuerdo que tengo limones en mi tienda de ultramarinos!. ¡¡¡Chuchi!!!. ¡¡¡Chuchi!!!. ¡¡¡Trae inmediatamente un par de limones o es que no tienes...!!!
Floro.- ¡Tenga usted, caballero, cuidado con el lenguaje y no se llene de perdigones el traje!.
Señor Yagüe.- ¿Pero si yo iba a decir cañamones?... porque mi Chuchi es como un periquito y usted es sólo un lorito!. O sea, los dos hablan más de la cuenta según lo que el pueblo menta.
Chuchi (desde el interior de la tienda).- ¡¡¡Papi... esto... perdón... señor Yagüe... no puedo!!!.
Señor Yagüe.- !Pero ostias!. ¿Es que no puedes de verdad?.
Chuchi.- ¡¡¡Pues no!!!. !!!No puedo ni darle una ostia a Floro que ya es decir!!!.
Floro (tragando saliva).- ¿Una ostia a mí?. ¿Por qué una ostia a mí?.
Señor Yagüe.- !!!Chuchi!!!. !!!Sal inmediatamente a cumplir!!!.
Chuchi.- ¡¡¡No puedo no puedo y no puedo!!!. ¡¡¡No quiero quedar estrangulado que ya bastante me han dado!!!.  
Señor Yagüe.- ¿Pero no decías que querías?.
Chuchi.- ¡¡¡He dicho muchas tonterías!!!.
Señor Yagüe.- ¡¡¡Lo prometido es lo prometido!!!. ¡¡¡En menudo lío te has metido!!!.
Chuchi.- ¡¡¡No. Yo ya estoy prometido y he prometido no decir más bobadas que termino como las hadas!!!....
Señor Yagüe.- ¿Pero no eras tan fuerte?.
Chuchi.- ¡¡¡Es que estaba demente!!!.
Carlitos.- Dejen ya de decir cosas esdrújulas que parecen dos brújulas... con la orientación más perdida que dos mariposas sin vida. Escuchen. Escuchen como canto yo el cante hondo:
   
A la sombra de la luna
los carros avanzan
y se lanzan
a la ventura
guiados todos
por un farol.
El río riela
por los olivares
y sus cantares
son de charol
acompañados
de palmas,
jaleares
y un candor.
Están cenando
los gitanillos
zaranganillos
con coliflor.
¿Quién es la niña
que baila tanto?.
Es la amante
que está sin amor.
Algún tunante
le da dolor.
El taranto
ya se desgrana
en la voz amarga
del cantaor.
Junto al ferrocarril...
rueda la escena
bajo un candil.
Toda la tribu
baila que baila
y taconean
con frenesí.
Los churumbeles
duermen su sueño
pues es abril
y el tiempo fresco
hace dormir.
Los ojos rasgados
de una morena
el corazón desangra
de un asistente
que vive y muere
en el aguardiente
para olvidarla
hasta la muerte.
La noche palpita
con las estrellas
que vistas de abajo
son mil doncellas...
!y los gitanos enamorados
de las más bellas!...
Tierras leonesas
son las que pisan.
Por eso bailan
con tanta prisa
y el cierzo sopla
junto a la brisa.
Son los gitanos
seres humanos
y cuando cantan
se hacen hermanos
de la madrugada...
y juntas las manos
dan vueltas y vueltas
entre los carros...
la manada
que va al mercado
todos los días
hoy no se duerme
en la alquería.
Bajo el cielo
azul turquesa
un cante jondo
sobre la mesa.
Hay flores rojas
y un jarro hondo.
Jacas negras
con los gitanos
y luna llena
sobre geranios.
Sigue la fiesta
de los gitanos.
De caminar vienen
mas no están cansados.
Estos seres vivos
son muy humanos.
Un caballo
da breves brincos
como un enano
y lanza relinchos.
Cantan sus penas
mas no se odian;
solo que a veces
ellos parodian.
La niña que baila
rompe en un llanto
pero nadie sabe
su triste canto.
Entonces resurge
junto a la nena
un gitanillo
que ve su pena
y toma la mano
bella y morena.
Y en medio
de aquella noche
la besa en los labios
y la transforma...
!Es chica nueva
con feliz promesa
de que este verano
la hará su esposa!. 
 
Ana.- ¿Como lo llamas?.
Carlitos.- Sorpresa gitana.
Ana.- ¿Sabes algún cante hondo más?.
Csrlitos.- Bastantes más. Pero prefiero dedicarte un poema. ¿Te gustan los poemas?.
Ana.- Me encantan los poetas...
Carlitos.- Entonces ahí va esto... por ver si soy poeta o alguien que no llega a la meta...
Vino y sentimiento...
!dadme una guitarra y un poema
para hacer patria cantando los olvidos!.
¿De dónde salen las palabras milenarias?.
De los sones...
!De los sones de la prima y el bordón!.
Dadme vino y sentimiento,
una guitarra, un poema y una luna
saliendo del fondo de los sueños.
Cante...
!Cante que grita de la garganta sin fin!.
Dadme un sueño ancho
para hollar los fulgores del alba
y una mañana como materia prima
para terminar de existir como poeta.
Dadme unos pájaros fugitivos
que queden abrigados en las cuerdas
de la guitarra
y entonces ya no os pediré más
que un vuelo de gorrión entre mis manos.
Ana.- ¿Cómo lo llamas?.
Carlitos.- Ancho Sueño.
Ella guarda un total silencio que aprovecha Don Antonio creyendo que el triunfo es suyo.
Don Antonio (recibiendo el cofre con las joyas que le ha traído su criado Fernandito y enseñándolo a la bellísima Ana).- Si usted quisiera...
Ana.- ¿Cuántas tiene usted?. ¿Más de una?.
Don Antonio.- ¡¡Bastante más de dos!!.
Ana.- Me parece que estamos hablando de objetos diferentes. ¡Usted no tiene ni tan  siquiera una!.
Don Antonio.- ¡Espere a que llegue la luna!.
Ana (riendo).- ¡Usted bajo la luna tiene menos que una!.
Don Antonio.- ¿Se puede saber de qué cosas estamos hablando?.
Ana.- De lo que está usted hablando yo no sé nada. Yo sólo hablo de poesías de hada.
La risotada de Hernán se escucha a dos kilómetros a la redonda.
Don Antonio.- !Mire, señor marqués!. !Si le meto un viaje le convierto en maltés dentro de un garaje!.
Hernán (en plan irónio).- Pero ¿maltés de Malta?.
Don Antonio.- Si. De malta en polvo. O sea, en grano de café molido ya vé.
Hernán (asustado).- No, por favor, Don Antonio... ya no vuelvo a reírme más.
Don Antonio.- ¿Así que es usted un marqués de verdad?.
Hernán (completamente asustado).- Es que... yo... esto... antes...
Don Antonio (furioso).- ¡¡Ni antes ni después!!. ¡¡Usted no ha sido nunca un marqués!!. Así que métase en una caja para que le embalen como naranja. ¿No le gustaban tanto las naranjas?. ¿Y ahora?. ¿Qué es lo que le gusta ahora y qué es usted en esta hora?.
Hernán (levántandose asustado).- Me voy. Ya ha sonado mi hora. Me espera una larga siesta.
En efecto, están sonando las tres de la tarde en el reloj de la torre de la abandonada iglesia.
Don Antonio.- !Corra!. !Corra usted Hernán!. !Y no se olvide comprarse una gorra!. ¡Váyase a su pueblo a vivir de gorra que ella ya le borra!. ¿Se ha enterado, marqués interesado?. ¡A chulearse con los de la baja clase!.
Hernán (desde lejos y a punto de salir del escenario).- ¡Pues usted se cree de una clase de mucha alquería y sólo tiene clase de guardería!. ¡So infantil!. ¡A la cocina con el mandil!. ¡Para que aprenda a no ser machista y sepa lo que es ser taxista!.
Don Antonio.- ¡Aquí nadie chista!. ¡Y menos tú, so marxista!.
Carlitos.- Ni soy marxista ni soy no marxista... usted sin embargo es mejor que no exista... porque su ideología es sólo egoísta... ¿me ha entendido o se lo digo en la pista?.
Don Antonio (asustadísismo).- No... si no lo decia por usted... perdón... en la pista bailo tan mal que parezco un autoestopista... yo lo decía por Floro... que le veo como rojo loro...
Carlitos.- Pero es mejor dejar bien claro quién es honesto y quién es más bien raro. Siga su discurso, Don Antonio, siga su discurso que se parece a Patronio...
Don Antonio.- ¿Quién es Patronio?.
Floro (interviniendo a pesar del susto que tiene).- Era... mi amo y señor... era... Petronio era...
Don Antonio.- ¿Pero qué era?.
Floro.- Lo contrario que usted según la Historia. El Rey de la Elegancia. Y deje de robar tanto libro histórico que no le pertenecen a usted... ¿de acuerdo, so lerdo?. Que la caja de libros de Historia o aparece o voy a la Policía a ver qué le parece.
Don Antonio (de rodillas ante su enemigo Floro).- ¡No, por favor, Floro!. ¡Que si se entera la Policia me encarcelan por robo!.
Floro.- Y también por bobo. ¡Que deje de embobarse con ella que yo sé hacer mejor la paella!. ¡Cómo se entere su señora va a saber usted soñar de verdad en realidad pero del sartenazo que le va a dar!.
Fernandito (que ya ha vuelto de hacer su visita al water).- Mi amo y señor... tiene usted bastante sucio al señor Roca.
Don Antonio.- ¿Señor Roca?. ¿Quién es el señor Roca?.
Fernandito.- Ese que siempre sale en sus chistes por la boca.
Don Antonio.- !Mira, Fernandito, no me canses más con tus patochadas que te hundo toda la fachada!.
Fernandito (otra vez asustado sin saber muy bien por qué).- Amo y señor... Don Antonio...¿me puedo ir?... es que me está esperando una cita com mi amigo íntimo Alfonsito "El Paracaidista".
Don Antonio.- ¿Todo un barbilampiño enrollado con esa gentuza?.
Fernandito (intentado mirar a la bellísima pastora pero no osando hacerlo).- Es que el hambre me azuza.
Don Antonio.- ¿Tines amistad con Alfonsito "El Paracaidista" y toda esa gentuza que se las dan de artistas?.
Fernandito.- No. Es que hemos quedado a ver si ligamos a dos floristas.
Don Alfonso (mientras observa que Ana ya mira descaradamente a los ojos de Carlitos el soñador que está como en otro mundo... e intentando que le haga caso a él).- ¿Así que también cojea tu amiguito Alfonsito?.
Fernandito.- Cojea tanto que nunca se sabe si cojea con la derecha o cojea con la izquierda. Le gustan mucho los caballitos y vamos a la feria por ver si ligamos unos callitos.
Don Antonio.- ¡Pues hala!. ¡Uno menos!. Que la carne de burro no es transparente y cuantos menos seamos habrá menos gente!.
Floro.- Eso de gente lo será usted con perdón.
Don Antonio.- Yo al menos tengo Don.
Floro.- Si... pero de pura invención... que para ser Don tiene que tener Bachillerato al menos y que yo sepa...
Don Antonio (poniéndose de pie con toda su masa corporal hinchada).- ¿Me estás llamando trepa?.
Floro (asustado).- ¿Me puedo yo ir también, cojidito de la mano, con Fernandito a la feria del mes de mayo?.
Don Antonio.- ¿A la verbena?.
Floro (mirando de reojo a la bellisima Amna que sigue atenta sólo a Carlitos quien sigue soñando como si estuviera en otro mundo).- Como dice Fernandito que es el capricho de las nenas a lo mejor conocemos a un par de buenas.
Don Alfonso (sentándose otra vez junto al cofre).- ¿!Sí!. ¡¡Vete con ellos y así hacéis un triplete mejor que Laguardia, Lacalle y Lapuente!!.
Alfonsito.- ¿Quiénes son esos si no es una pregunta indiscreta?.
Don Antonio.- ¡Tres artistas!.
Carlitos (volviendo en esos momento de sus mundos ensoñadores).- No. Eran tres futbolistas.
Don Antonio se muerde la lengua pues tiene ganas de soltar un buen taco ante el ridículo que acaba de hacer ante ella.
Floro.- ¿Quénes eran esos futbolsitas?.
Don Antonio (totalmente enfurecido por la presencia tan "sospechosa" de Fernandito y Floro).- Cuestión de pelotas... ¡o no sabéis que al fútbol se juega con pelotas?.
Fernandito.- Hombre... yo.. jugar... lo que es jugar... juego un poco...
Don Antonio.- ¡Tú tienes de futbolista como yo de loco!.
Fernandito.- Poco a poco... mi amo y señor... poco a poco...
Don Antonio (levantándose de nuevo y amenazando con el puño derecho cerrado).- !!Vete ya o te parto el coco!!.
Fernandito toma de la mano a Floro y ambos salen corriendo de la mano voceando.
Floro.- ¡Suéltame de la mano, enano!.
Fernandito.- ¡Pero hermano... si ir de la mano es muy sano!...
Don Antonio (gritando como un energúmeno).- ¡¡¡Os recomiendo que cojáis el ferrocarril de las diez!!!. !!!El que sale con el número tres!!!.
Salen definitivamente de la escena y Don Antonio, a pesar de que Hernán le ha cantado las cuarenta en bastos diciendo la verdad, intenta volver a la carga. Ahora sólo está allí Carlitos el soñador y seguro que no es rival... así que se concentra solamente en la bellísima pastora...
Aparece ya la luna en el cielo y las primeras estrellas...
Don Antonio.- Si usted quisiera...
Ana.- Pero... ¿no está usted casado?.
Don Antonio.- No. Lo que quiso decir el marqués es que yo estoy muy cansado... y es que estando tan gordo es tan lógico como que usted está más buena que un plato de maicena.
Ana.- Me aburren los chistes sin inteligencia...
Don Antonio.- Pero... ¿verdad que tengo ciencia?.
Ana.- Si. Ciencia escasa. Más bien para andar por casa.
Como ella no ha reaccionado ante sus burdos chistes machistas ahora ve la ocasión de poder deslumbrarla. ¡Ya está!. Aquella joven bellísima no podrá decir que no.
Don Antonio (sacando poco poco todas sus joyas) y poniéndolas delante de ella).- !Todo esto y mucho más!. !Tengo todo esto y mucho más!. ¿Quiere ser usted una Reina con doncellas que la peinan?.
Ana.- ¿No tiene algo más interesante que ofrecerme?.
Don Antonio.- ¡Sí!. !Tengo algo que a cualquier mujer la duerme!.
Ana.- Ya veo... ya veo... que mira usted muy fijamente a los ojos... ¿Se cree que me ha está hipnotizando?... ¡Pues se está equivocando!.
En esos momentos aparece, Edu, "el viejo verde" de la barriada, hermano del fracasado Hernán, el falso marqués de la Jipyloya, y que se las da de cantautor de moda universal.
Edu (sentándose en el lugar que antes ocupaba Hernán y cantando dirigiéndose a Don Antonio):
No sabes el dilema que me crea
pasar de todo y no decir ni mu,
por eso estoy aquí, maldita sea,
plantando cara como harías tú.
Lo que sucede es que me he enamorado,
como el perfecto estúpido que soy,
de la mujer que tienes a tu lado...
encájame el directo que te doy.
Una de dos,
o me llevo a esa mujer
o entre los tres nos organizamos,
si puede ser.
No creas que te estoy hablando en broma
aunque es encantador verte reír
porque estas cosas hay quien se las toma
a navajazos o como un faquir.
Que aquí no hay ni Desdémonas ni Otelos
ni dramas mexicanos de Buñuel,
recuerda que ese rollo de los celos
llevó a Caín a aquello con Abel.
De qué me sirve andarme con rodeos,
a ti no puedo hacerte luz de gas,
esas maneras son para los feos
de espíritu y algunas cosas más.
Que esa mujer me quiera no es tan raro
si piensas que a ti te quiere también,
lo más terrible es que lo ve muy claro,
pretende no perderse ningún tren.
Una de dos,
o me llevo a esa mujer
o te la cambio por dos de quince,
si puede ser.
Ana.- ¡Está usted acaso borracho o se ha drogado como un mamarracho!.
Edu (poniéndose más verde todavía).- Me pica... Me pica... la curiosidad... heroína... sí... heroína... ¿cuál es su edad, preciosa y femenina?.
Ana.- Quinceañera no soy que tengo ya dieciséis... y que repito que los drogatas que ciertas canciones cantan sólo me dan asco... me parece que es usted un fiasco... ¿eso canta a la juventud?...
Edu (totalmente cortado).- Yo... creía que era lo mejor...
Ana.- ¿Lo mejor del amor?.
Edu.- ¡El amor libre, bellísima pastora!. ¡Es lo que se lleva ahora!.
Ana.- Pues se ha equivocado de hora. Se ha quedado usted varado en el antiguo pasado.
Edu.- Pero... ¿entonces qué es el amor?.
Ana.- Lo noble. Lo que es más fuerte que el roble. Quizás lo tenga a su lado y no se haya enterado.
Don Antonio (creyéndose que lo dice por él).- ¡Aire Edu, aire!. ¡Vete a cantar a Bonaire!.
Edu.- ¡Tan lejos me lo ponéis!.
Don Antonio.- ¡Tan lejos como deséis!. ¡Y sed famoso cantante que ella tiene bastante!.
Edu.- ¡Es la chavala... mas bella de toda la playa!.
Don Antonio.- Pues vaya... vaya... que en Madrid no hay playa...
Edu.- ¿Me voy, Ana?.
Ana.- Y no vuelva ninguna noche, tarde o mañana.
Edu se levanta todo avergonzado porque sabe que sí, que canta sólo para gastárselo en alcohol, drogas, mujeres, sexo indicriminado y cualquier otro vicio que lo tiene tan ajado. Y mientras el soñador Carlitos mira el rostro de Ana... Don Antonio cree que ya a todos les ha dominado y vuelve a la carga...
Don Antonio.- ¿De verdad no quiere ser Reina?.
Ana.- Prefiero ser la Princesa de alguien que me llena de poemas bajo la luna plena.
 
Don Antonio.- ¡Estoy seguro de que lo que voy a enseñarle ahora la convencerá definitivamente!. ¿Aparte de Princesa desea usted ser Condesa?.
Ana.- Sí. Eso es. Nunca una Reina sino una Princesa y Condesa de verdad.
Don Antonio.- ¡Pues ahora usted verá!.
Don Antonio busca alocadamente entre las joyas una que es muy especial pero no la encuentra. Vacía todo el contenido del cofre.
Don Antonio (olvidándose ya de Ana y de todo el mundo de tan avaricioso que es).- !!!Mi anillo... dónde está mi anillo!!!.
Ana.- Parece usted un chiquillo buscando tanto un anillo... por un momento pensé que era usted un hombre... no sé... quizás un poco cortés... y lo digo por el famoso conquistador Hernán y no el marqués de pacotilla que se comporta como una chiquilla.
Don Antonio (enloqueciendo).- ¡¡¡Mi anillo!!!. ¡¡¡Dónde está mi anillo!!!. ¡¡¡Quiero mi anillo!!!. ¡¡¡Amo mi anillo!!!.
Sus gritos han hecho que baje Carmencita...
Carmencita.- ¿De qué anillo está usted hablando?.
Don Antonio.- ¿Así que has sido tú compinchada con Fernando?.
Carmencita.- Pero ¿qué está diciendo viejo obeso que no hay quien le de un beso porque su barriga impide lo que su mirada pide?.
Don Antonio (sólo pensando en la joya perdida, poniéndose de pie enfrentándose a Carmencita).- ¡¡¡El Anillo del Conde!!!. ¡¡¡Devolvédme de inmediato El Anillo del Conde o aquí os mato!!!.
En esos momentos el soñador Carlitos, que tiene dieciocho años y es un atleta completo, le sujeta del brazo al gordo Don Antonio que ya iba a descargar un puñetazo en el rostro de Carmencita, le voltea en el aire con un giro aprendido en el gimnasio de judo y Don Antonio termina lagrimeando en el suelo.
Carlitos.- ¡Y no le estrangulo de verdad porque tengo hecho un juramento... que es no matar nunca a un asno, burro o jumento!...
Don Antonio (intentando zafarse del estrangulamiento de judo).- ¡¡¡Mi anillo!!!. ¡¡¡Mi Anillo del Conde!!!.
Carmencita.- ¿Por qué la verdad esconde?.
Don Antonio.- Sé que de verdad es conde... pero... ¿quién me lo rabado?.
Carmencita.- ¿Usted se cree que a alguien ha engañado?.
Don Antonio.- ¡¡¡Mi Anillo!!!. ¡¡¡Mi Anillo adorado!!!.
Carmencita.- Diga ya la verdad... ¡¡¡El Anillo que usted ha robado!!!.
A Don Antonio es como si le hubiesen golpeado con un mazo en la cabeza, cuando por fin queda libre del estrangulamiento del judoca. 
Don Antonio.- ¿Quién ha sido Carmencita, quien ha sido?.
Carmencita.- Alguien a quien usted nunca ha vencido.
Don Antonio está aturdido y comienza a recoger, con ayuda de Carmencita, todas las joyas repartidas por el césped.
Don Antonio.- ¡¡No te olvides de ninguna, por favor, que no falte ni una!!.
Al final, con todas las joyas recogidas y encerradas de nuevo en el cofre, Don Antonio y  Carmencita se van hacia la casona y quedan solos, y en profundo silencio, la joven y bellísima pastora Ana y el joven y apuesto atleta Carlitos el soñador. Ella tiene diecséis años de edad pero es un moumento de mujer. Él tan sólo dieciocho pero con todas las cualidades viriles que puede tener cualquier hombre de verdad hombre.
Ana (rompiendo el silencio).- ¿No tienes nada que decirme?.
Carlitos.- ¿Quién?. ¿Yo?. ¿Qué puedo decir yo, un simple poeta a una mujer como tú, que eres para muchos su meta?.
Ana.- ¿Me consideras un objeto?.
Carlitos.- No. Te considero un acierto... de Dios...
Ana.- Nunca me dijeron algo tan hermoso jamás en mi vida. ¿No tiene que decirme nada más?.
Carlitos.- No.
Ana empieza a llorar y él se levanta, se acerca a ella, la levanta del suelo y le limpia el rostro que, con las lágrimas es más hermso todavía.
Carlitos.- Lo que te estoy diciendo es que no tengo nada más que decirte porque te estoy pidiendo que vengas conmigo.
Ana.- ¿Con promesa de boda incluída?.
Carlitos.- Con problema de boda incluída mas una sola condición.
Ana.- ¿Vas a cantarme otra canción?.
En esos momentos el soñador Carlitos, totalmente despierto, le toma la mano derecha y con la suya saca el Anillo del Conde del bolsillo de su pantalón.
Ana.- ¿Eres tú el que lo has robado?.
Carlitos.- ¿Tengo o no tengo pantalones?.
Ana.- ¡Como los verdaderos varones!
Carlitos.- Es el que me habían quitado.
Ana.- Entonces... ¿qué condición me propones?.
Carlitos.- Si no te opones... que además de ser mi soñada Princesa seas también mi real Condesa.
Ana.- Si quiero.
Carlitos le pone el Anillo del Conde del Oro.
Carlitos.- ¡Ya eres la Condesa del Oro!. Y tienes libertad para venir conmigo o con el otro...
Ana.- ¿No te das cuenta de que no hay ningún otro en mi pensamiento?.
Carlitos.- Creí que, por un momento, todo mi esfuerzo era vano.
Ana.- No. !Nunca me gustó el Juliano!. Y ahora... ¿adónde me llevas?.
Carlitos.- A esperar juntos al alba... para coger el tren de Arganda y llevarte a la Gran Ciudad.
Ana.- ¿Y una ves allí?.
Carlitos.- ¡Libres para amar noblemente como ama la buena gente!.
Ana.- Si quiero.
Carlitos.- ¿Lo dices con libertad?.
Ana.- Lo está gritando mi alma...
Carlitos.- Entonces vayamos..., que ya llega el alba.
Ana.- Por el camino tengo miles de historias para decirte.
Carlitos.- Y yo miles de sueños para contarte.
Van saliendo, abrazados por la cintura, del escenario... mientras cae lentamente el telón.
FIN.
Página 1 / 1
Foto del autor Jos Orero De Julin
Textos Publicados: 7132
Miembro desde: Jun 29, 2009
1 Comentarios 1103 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Teatro.

Palabras Clave: Literatura Gnero Teatro Humor Jocoso Conocimiento Arte Inspiracin Ficcin Realidades

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fanfictions



Comentarios (1)add comment
menos espacio | mas espacio

luisa luque

lo voy a leer me va a llevar tiempo pero algo que me apasiona son las obras de teatro...

después comentaré n.n
un beso!
Responder
September 14, 2010
 

Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.

busy