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TUS RECUERDOS

Publicado en Aug 26, 2010

TUS RECUERDOS
El tiempo pasa revoloteando mis esperanzas inconclusas, mientras mi alma se marchita con tu ausencia infernal. Mis labios te nombran en un silencio mustio y en mi pensamiento afloras acongojando mi loco delirio. Pero tú ¿Acaso sientes el tormento de mi ausencia? ¿Acaso tu tranquilidad inmarcesible es perturbada por el tránsito de mi recuerdo sobre el oleaje diáfano de tus pensamientos? ¡No, porque quizás nunca signifiqué nada para ti! Porque jamás tuve el valor arrogante de decirte cuanto te amaba; no pude no, tu belleza me hechizaba estropeando mis palabras de amor; tu mirada paralizaba mis apasionadas intensiones y tus palabras embrujaban mi cobardía extravagante.
Te vi alejarte en silencio aquella triste mañana de invierno, acariciando mi mejilla donde estampaste el dulce beso del adiós, mientras mi corazón se despedazaba con la tormentosa despedida final.
Han pasado los años con sus días y sus meses y aun vives en mí como la primera mañana que te vi en aquel rincón de una oficina ¿Te acuerdas? ¡No que te vas acordar! Volví a verte aquella otra mañana sentada sobre la verja de la terraza cual paloma posada en rama en el horizonte infinito; tuve miedo de acercarme a ti, temía ahuyentarte y que levantaras el vuelo buscando un lugar seguro y te miré en silencio suspirándote con fervorosa pasión.
Tenía miedo, pero saque valor desde lo recóndito de mi esencia para aproximarme a ti ¿Te acuerdas? ¡Que va! Pero yo si. Me acuerdo como si fuera hoy; recuerdo la dulzura de tu mirada aturdida, tu voz palpitando entre tus rosados, frescos y jugosos labios contestando mis sosas preguntas; recuerdo cuando juntos llegamos a tomar algo que mitigara nuestra fatiga del medio día caluroso; recuerdo tu sonrisa inconfundible cuando nos despedimos, y la templanza de tus manos entre las mías.
Volví a hallarte de nuevo, cuando mi espejismo se extinguía e inflamaste el fuego de una pasión devoradora dentro de mi pecho henchido, volví a percibir entre tus labios tiernos tus cautivadas palabras que arrullaban el aire fresco de aquella mañana, volví a mirarme en el cristal de tus pupilas acarameladas y toda mi alocada efusión se colmó de orgullo cuando el destino nos ligó en una cálida amistad incondicional ¡Era eso o nada! ¿Te acuerdas? No, jamás te acordarás de aquellos ratos que compartimos juntos amándote en mi afonía, donde atendías con tu mirada serena y en un mutismo alcahueta mis súplicas de amor enardecido, sin prometerme nada pero sin negarte a escucharme.
Mi orgullo herido prefirió dejarte partir para siempre, aunque mi alma enamorada siga diluyéndose en la soledad sólo con tus recuerdos.

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