La niña de las estrellas (Cuento)
Publicado en Aug 18, 2010
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Ella miraba siempre a las estrellas y tenía, por costumbre, contarlas una por una hasta completar la serie de cien. Hasta que no terminaba de contar cien estrellas no dejaba de mirar al Cielo. Cien eran los Grandes Sueños de ella. Demasiados, según el parecer del resto de la familia que la consideraban "la patita fea que no hace más que soñar". Pero ella no dejaba de sonreír con la misma sonrisa que lo hacía otro niño al otro lado del mar. "La patita fea" se enamoraba, cada noche más, de aquel otro niño al que nadie quería acariciar y al que le faltaron siempre los mimos más necesarios que todo niño necesita tener.

- Anmgelines, escucha, ¡no puedes conseguir contar cien estrellas a la vez mientras los chicos del barrio y hasta tus propios hermanos y hermanas se burlan de tus cuentos, de tus historias, de tus Sueños! -le reprimía continuamente su padre.

- Papá. No me importa lo que digan de mí ni tan siquiera me importa lo que piensen de mí... salvo un niño que también cuenta cien estrellas todas las noches desde el otro lado del mar; sabiendo Soñar y narrando historias en silencio, escribiendo en silencio para que yo pueda seguir creciendo mientras cuento las mismas cien estrellas que él, las mismas cien historias que él, los mismos cien cuentos que él, los mismos cien poemas que escribe él para mí y que yo comparto aunque se mofen por ello. Sé que es genial para mí y que él me sabe amar como ninguno de vosotros lo ha entendido ni lo ha intentado nunca. De acuerdo. Soy una ingenua, papá.... pero yo sé que puedo contar hasta cien estrellas en el cielo en una noche cualquiera como él hace desde más allá del mar.

- ¿Y quién es él?. ¿No ves que no existe?. ¿No aciertas a comprender que es sólo un espejismo de tus fantasías?.

- Si a un niño de carne, huesos, sangre y corazón le llamas fantasías sí es una fantasía pero entonces el que tendrías que ir a un hospital psiquiátrico serías tú y todos los demás menos él. Porque él es alguien... por lo menos es alguien... y no toda esta purrela de chicos que no son ni la cuarta parte de los que es él cuando se pone a soñar con los ojos abiertos.

- Niña. No me respondas así. Nadie puede soñar con los ojos abiertos.

- Desde luego ninguno de vosotros, jóvenes o adultos, no. Porque no conocéis la magia que existe en esto de contar cien estrellas mirando al Cielo. Y es que ¿os creéis que es más importante aspirar a ser un ingeniero de las matemáticas frías, un doctor en leyes cargadas de prohibiciones y de cohechos para sólo defender a los más pudientes, o quizás creéis que es mejor ser un arquitecto de catedrales rimbombantes o grandes edificios para que los banqueros tengan mayor comodidad al contar el dinero del pueblo?.

- O sea... ¿me quieres demostrar a mí que él te siente, te escucha y hasta es capaz de verte de verdad?.

- Sí. Me ve de verdad. Y no como me véis todos vosotros y vosotras.

- ¿Y cuál es esa verdad, Angelines, cuál es esa verdad?.

- Yo. Yo soy esa verdadera belleza de mujer que él está soñando y que ve continuamente mientras sigue creciendo como hombre y su alma se convierte en cada vez más infantil. Ocupados tanto en salvar la vida física de los enfermos sois incapaces de transformar la belleza física de los sanos.

- ¿Pero no te das cuenta de que todo eso que dices son imposibles?. ¿Dónde lo has aprendido?. ¿Quién te lo ha estado enseñando?.

- Ël. Sólo él me lo ha enseñado porque lo cree de verdad; porque cree en la verdad de la magia transformadora que viene desde ese Cielo dondo los dos continuamente contamos hasta cien estrellas cada noche antes de comenzar a dormir.

- Pero... ¿no comprendes que por eso todos te rechazan?.

- A mí no me importan que me rechacen todos. Sólo soy feliz porque él no sólo no me rechaza sino que cree en mí, cree que soy su Sueño, sabe que soy una Princesa más bella que todas las demás.

- ¿No te das cuenta de que si te conociese en persona él también te rechazaría porque es poeta de la belleza?.

- Todo lo contrario papá. Estoy totalmente segura de que no sólo no me rechazaría sino que me convertiría en la mujer mas bonita de todas las que ha conocido.

- Hija mía. Si eso es cierto, sólo puedo decir que yo soy el loco pero como yo soy lo suficientemente cuerdo como para distinguir entre una simple faringitis y un cáncer de garganta, el loco es él y la que está enloqueciendo eres tú.

- Te equivocas totalmente tú que me tratas como la "patita fea" de todas mis hermanas y como piensan también todos los demás que no saben ver más allá de cien metros de distancia. Sé que él sabe ver a más de cien metros de distancia usando la Imaginación y por eso me ha visto tantas veces y cada vez más hermosa, bonita y bella. Ya hasta me ve la más sexy. Y el caso es que yo sé que es verdad lo que se imagina; pero vostros estáis tan ocupados en ver lo aparente que no sois capaces de ver la Belleza que él adivina con el alma.

- Él no podrá saber jamás cómo eres porque vive allá, al otro lado del mar, muy lejos, tan lejos que nunca podrá venir hasta aquí.

- ¿Por qué?. ¿Tú crees que sólo tú y todos los ricos amigos que tienes podéis viajar al otro lado del mar?. ¿Crees de verdad que es tan pobre que no tiene para tan siquiera un billete de avión aunque sea en clase turista?. Eso es falso. Mira al Cielo y cuenta cien estrellas precisamente para orientarse y descubrir dónde verdadermente estoy viviendo. Pero como eso sólo le pertenece a su ensoñacíón, todos vosotros, los de la materia científica, nunca lo podréis comprender ni adivinar. ¡Por supuesto que me está viendo de vez en cuando y por supuesto qeu sólo está esperando a saber dónde vivo en realidad para comprar el billete y venir a por mí!. No es tan pobre como tú te estás creyendo. Lo que pasa es que le han dejado solo. Pero viajando solo sabe viajar mejor que los demás.

- ¿Quiénes son los demás?.

- Su familia que, en realidad, son los que no saben viajar más allá de las cuatro o cinco calles que se conocen y que repiten continuamente. Él es capaz, sin embargo, de conocer todas las calles del mundo.

- Hija mía; si eso es cierto, estás enamorada sólo de un nuevo Don Quijote sin más futuro que luchar siempre contra molinos de viento. ¡No podrá saber jamás cómo eres en verdad!. Si localizase dónde vives y viniera a concerte se iría defraudado por el mismo camino por donde vino.

- Qué equivocado estás papá... tú y todos los demás. Sí. Hacéis hasta canciones muy bonitas para halagarme por ser la soñadora de la familia; pero las suyas, las canciones suyas, no son para halarme. No sé si serán más lindas o menos lindas que las que hacéis para tenerme contenta, pero son canciones más verdaderas porque no están hechas de un cerebro para otro cerebro sino que las hace desde un corazón para otro corazón.

- Pero... ¿y si resulta que conoce multitud de mujeres más guapas que tú?.

Angelines sólo sonrió pero dijo con toda firmeza.

- Él sabe que soy la más bonita de la Tierra.

- ¡Jajaja!. ¿Tú la chica más bonita de la Tierra cuando eres la más fea de mis cinco hijas?.

Per ella no lloraba. Ella seguía sonriendo y mirando al Cielo hasta contar cien estrellas como estaba haciendo él.

- !Hija mía!. Tienes multitud de admiradores que darían mucho dinero por casarse contigo. ¿No te das cuenta de que si conoce tantas mujeres bellas ya estará casado con alguna de ellas?.

- Mi corazón dice que no. Mi corazón dice que me ha elegido a mí desde que sólo tenia siete años de edad. Lo que le sucede es que me está buscando y, aunque no lo creas, me ha visto varias veces ya y sabe que soy bella, verdadermaetne muy bella en todos los sentidos externos e internos. ¡Vosotros no sabéis que él y yo no tenemos cinco sentidos sino hasta ocho!. Por eso el 8 es su número y el mío cuando nos ponemos a jugar.

-!Cualquiera de tus hermanas sería, para él, más bonita que tú!.

- No me importan vuestros rechazos. Él sabe mi Verdad y todos vosotros no. Por eso cuando venga me elegirá a mi sin dudarlo apenas.

- Me apuesto la vida a que elegirá a cualquiera menos a tí.

- No hagas esa clase de apuesta papá. ¡Ten mucho cuidado!. Dios nunca le equivoca y él está dirigido directamente por Dios. Te repito otra vez y te lo repetiré cuantas veces sean necesarias que me ha vista ya en varias ocasiones. Y no con la Imaginación precisamente sino con sus ocho sentidos corporales.

- Bien. Yo no me retracto nunca.

- Porque eres tan machista como mis hermanos y todos los demás. Porque no sabéis usar vuestros cinco sentidos más que la mitad de todos ellos; mientras él usa sus ocho sentidos al cien por cien.

- Eso son locuras. Sigo con mi apuesta. !Estoy deseando que te localize, venga a buscarte y elija entre las cinco... ¡verás cómo es en la última que se fija si es que acaso se fija en ti!.

- No apuestes tu vida en eso, papá. Te repito que sabe cómo soy.

- Pues sigo con la puesta. Ojalá venga pronto y te demostraré lo que es la verdad de la vida. Luego no te pongas a llorar como una niña malcriada.

Angelines no dijo ya nada más. Salió al jardín, miró al Cielo y comenzó a contar hasta cien estrellas justas.

Y pasó el tiempo. El tiempo necesario en que ella le ayudó aún más yendo hasta donde estaba él pero esta vez diciéndole quien era y no como las demás ocasiones en que había hecho lo mismo. Y se regresó y esperó a ver qué sucedía.

Casi un año después él llegó por fin a donde ella vivía y llamó a la puerta. Salió a recibirle la mamá.

- ¿Quien es usted, joven?.

- Vengo a casarme con su hija.

- ¿Con cuál de ellas?.

- ¿Es que hay más de una?.

- Espere. Mejor hable con mi esposo.

La madre de la niña de las estrellas hizo pasar al joven al interior de la casa y le presentó al padre.

- Buenos días, señor, vengo a casarme con su hija.

- !Hola!. !Le estaba esperando!. ¡Siéntese un momento en ese sofá y hablemos cara a cara!.

- Para eso he venido hasta aquí, señor.

- ¿Ha conocido usted a muchas mujeres bellas?.

- Si. A muchas. Por dentro y por fuera. Bellas por dentro y por fuera. Por eso vengo a casarme con su hija.

- ¿Qué quiere decir eso?.

- Que la conozco. Que la he visto muchas veces más de las que usted cree y que resulta que es la más bella por dentro y por fuera de todas las centenas o millares que he conocido.

- ¿Sabe usted a quién se está refiriendo?. ¡Tengo cinco hijas!.

- Claro que sé a quien me estoy refiriendo...

- Entonces hagamos los siguiente. Yo tengo mi vida ya apostada y si me equivoco moriré sin remedio dentro de unos años más... porque estoy seguro que elegirá a una y no será precisamente a la que ella cree que va usted a elegir.

- Por mì no hay problema. Le digo que he conocido miles de mujeres bellas por dentro y por fuera y ella es la que voy a elegir.

- Espere... espere... no hable antes de tiempo...

- Espero todo lo que sea necesario... porque el tiempo no me interesa para nada; absolutamente para nada, porque creo en la Eternidad.

El padre de las cinco hijas, entre ella la niña de las estrellas, se quedó momentáneamente sin saber qué decir antes de dar la orden de que bajasen a la sala sus cinco hijas.

- ¿Qué le sucede?. ¿No sabe usted lo que es la Eternidad o le da miedo esa palabra?. Si vengo a por ella es para estar con ella toda la Eternidad. El tiempo, le repito, no me sirve para nada importante. Es sólo una relatividad de las muchas que existen en la vida. Pero la Eternidad es lo absoluto y no tengo miedo a vivir con ella toda la Eternidad. ¿Me comprende?. ¿Sabe por qué se lo digo?. Porque creo en lo Absoluto de la Promesa de Dios.

- No lo puedo creer.

- No me importa si me cree usted o no me cree usted ni nadie. Le digo que la he conocido muchas más veces de lo que usted cree.

- !Está bien!. !No hablemos más!. !Pero le va a partir el corazón cuando no la elija a la aque yo sólo sé!.

- ¿Usted ha apostado su vida en que elegiré a la que usted cree y no a la que yo sueño?.

- Por supuesto que sí. Y no me voy a equivocar. Así que ahora mismo siéntese cómodamente. Tómese lo que quiera mientras ellas bajan y se colocan en círculo. !Verá usted cómo va a elegir a una de las que yo estoy pensando!.

- ¿Es usted Dios, señor?.

- No. Yo sólo soy un hombre que ayuda a traer niños y niñas a este mundo.

- Y si se dedica a ese oficio ¿cómo no ha sabido lo que yo sé de ella?.

Otra vez el padre de la niña de las estrellas volvió a quedarse sin habla por un momento.

- Oiga... ¿qué le sucede?... ¿duda ya de su apuesta?... puede que yo sea el equivocado porque yo tampoco soy Dios... pero hay algo que usted desconoce de mí...

- Ya me lo han dicho. Que sabe usar 8 sentidos.

-Exacto. Sé usar 8 sentidos. ¿Es usted un científico y no sabe discernir eso?. Pero bueno... si usted las ha traído a este mundo... adelante... usted las debe conocer mejor que yo... pero permítame que lo dude.

- ¿Está diciendo que no sé cómo son mis propias hijas?.

- Eso exactametne estoy diciendo sí señor. Pero le doy la ventaja de que usted las trajo a este mundo y ha estado mcuhos más años que yo junto a ella.

- ¿A cuál de ellas se refiere usted?.

- A la más bonita de todas.

El padre de la niña de las estrellas sonrió.

- !Jajaja!. !Lo sabía!. !Sabía que usted iba a elegir a la que yo pienso que va a elegir!.

- Entonces ¿por qué duda tanto en hacerlas bajar?...

- Por una sola razón. Si usted ha conocido a miles de mujeres dudo completamente que usted esté soltero.

- Le voy a sacar de dudas. Mi palabra es mi palabra como dijo Jeuscristo. Mi sí es un sí y mi no es un no. Si quiere, usted que es doctor ginecólogo, puede comprobar por sí mismo que soy virgen.

El padre de las cinco hijas se quedó copletamente mudo.

- ¿Le asusta también oír eso?.

- Es que...

- ¿Es que cree que no se puede ser virgen siendo un verdadero hombre que ha conocido a miles de mujeres bellas por dentro y por fuera?.

- Eso, hoy en día, sería un milagro.

- ¿Usted cree en los milagros o no cree en los milagros?.

- Yo... no sé... soy creyente... pero... ¿creer en ese milagro perdone que lo dude?.

- Pues siga dudando todo lo que quiera. Y le tengo algo que decir... si tanto lo duda ¿por qué se arriesgó a apostarse la vida?.

- Porque sé que no me voy a equivocar.

- Pues entonces... ¿por qué duda?.

El doctor ginecólogo que había traído a este mundo a tantos niños y niñas, incluídas sus cinco hijas, no supo qué responder. Hasta que se le ocurrió una locura.

- Oiga. Le pago el billete de avión de vuelta si dejamos las cosas así y no las conoce usted.

- ¿Y usted se cree que yo soy un loco que no sabe lo que piensa, lo que dice y lo que sueña y que además no tengo dinero para pagarme yo mi propio billete?. Si me equivoco yo mismo me pagaré mi propio billete de vuelta y me volveré a mi patria para seguir buscándola... ¿con quien cree, con todos mis respetos, que está usted hablando?. ¿Cree que porque soy soltero y virgen no sé nada de mujeres?. Sé de mujeres muchisimo más que muchísimos casados o donjuanes de la vida.

- Entonces... ¿no es usted uno más de los donjuanes que las rondan a las cinco?.

- Me parece que usted no sabe absolutamente nada de mí. Desde que tengo uso de razón he rechazado al donjuanismo... ¿me cree o no me cree?.

- ¿Me va a decir que usted también cuenta hasta cien estrellas mirando al Cielo antes de irse a dormir?.

- Piense lo que quiera, pero sí... y vuelvo a decir que ha cometido usted una necedad al apostar su vida porque no me voy a equivocar. Vengo a casarme con ella para toda la Eternidad.

- ¿Usted elegirá de verdad a la más bonita de las cino sin mentirme?.

- No sólo es la más bonita de las cinco sino la más bonita de la Tierra.

- De verdad lo está diciendo en serio.

- Tan en serio como que la he visto muchísimas veces más de las que usted cree.

- Venga. No hablemos más. Usdted es el joven más osado y atrevido que he conocido yo de todos los que rondan a mis cinco hijas. Pero yo sé que elegirá a la que estoy pensando.
´
El extranjero sólo dijo:

- Ya.

Entonces el padre, a cuyo lado estaban la madre, la abuela y los tres hijos varones, mandó bajar a sus cino hijas y las puso en semicírculo.

Al joven extranjero no le importó el lugar en que había colocado, hábilmente el padre, a las cinco hija y, haciendo caso sólo de la brújula de su corazón, dio unos pasos hacia ellas y besó en la boca, precisamente, a la niña de las estrellas; a la que contaba, todas las noches, hasta cien estrellas antes de irse a dormir; lo mismo que hacía él desde que tenía siete años de edad.
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Foto del autor José Orero De Julián
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Descripción

Cuento

Palabras Clave: Literatura Cuento Realidad Verdad Cristianismo

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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