De los canales a Canalejas-6 (Madrid) -Diario- para futboleros y futboleras
Publicado en Aug 17, 2010
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nuestros, poemas, relatos, reflexiones y demás textos con todas aquellas personas que nos visiten. Agradecemos el que vengan a vernos y estaremos satisfechos de que sea de su agrado. Alfonso Asunción (no confundir con Alfonso Pérez) fue elegido por Malbo pero no para jugar en el Primer Equipo del Real Madrid sino para ser cedido al Getafe en donde jugó toda su vida profesional llegando a ser el capitán durante varias temporadas pero, como era un equipo de Tercera División, pasó muchos apuros económicos al final de su vida como futbolista. Fue, además, uno de los iniciadors de la AFE (Asociación de Futbolistas de España que funcionaba como un Sindicato). ¿Que habría ocurrido de haber estado yo a su lado en dichas pruebas de Malbo?. Es algo que nunca se podrá saber.

Yo, por mi parte, comencé a entrenarme físicamente en la Casa de Campo madrileña mientras jugábamos partidos amistosos en la explanada junto al Lago. Allí, en cierta ocasión en que ganamos por goleada, un rival me dijo amistosametne: ¡Eres el mejor!. Volví a guardar silencio por eso de la timidez y para evitar celos en otros jugadores y sólo le di las gracias con una sonrisa y un gesto amistoso. Seguía preparándome para ser una estrella futbolística amateur. Mi rival (lo digo por lo de la envidia) "El Padrino" estaba fracasando en el Cointra (donde le clavaron 8 goles sólo en una primera parte) y convenció a Jaime Liébana, un entrenador inexperto en las lides, que había sido jugador del Campana de La Elipa, para que le pusiese de portero titular mientras el suplente, aunque más bajito, era mucho mejor portero porque al menos se tiraba al suelo si era necesario cosa que "El padrino2 nunca hacía por no hacerse daño en su fñisico. El caso es que Liébana estuvo interesado en que participase en los partidos de prueba para fichar por Los Pinos y, aunque no fiché, sí que me sirvió para completar mi estado físico y golpear ya con mayor potencia los disparos con balón ya que me entrenaba con unas zapatillas de andar por casa en vez de botas de fútbol. Sirvió para endurecer mis pies y conseguir golpear fuete sin hacerme daño. El caso es que a la hora de la verdad, el envidoso "Padrino" no fue capaz de decirle a Liébana que me fichase pese a las sabias recomendaciones de Paco Gallardo, con quien jugué en una ocasión o dos y se dio cuenta de que era un excelente mediocampista. !Es mucho mejor que los demás! le dijo al "Padrino" pero otra vez la envidia me salvó... porque al no fichar por Los Pinos, aunque estuve de hacerlo y sólo por unos minutos Dios evitó tal cosa cuando apareció el jugador que faltaba (con lo cual conseguí seguir ocultando a la Princesa que llevaba dentro de mí) me dediqué a seguir en la Casa de Campo un poco de tiempo más; hasta que llegó una de las muchas horas de la verdad que ya había experimentado. Fue a través de un anuncio en el Diario AS donde un tal señor Rueda citaba a todos los jugadores juveniles de Madrid que estuviesen sin equipo a pasar una prueba.

Acudí a la prueba, en los campos de las tapias del Cementerio de San Isidro y bastaron una par o tres de toques de balón para, a los pocs minutos de entrenamiento, se decicidese mi fichaje. Y no sólo eso sino que en los partidos de entrenamiento, el señor Rueda, a pesar de la inconformidad de Solano, que hacía de árbitro, me nombró capitán del Estrella Olímpica que fue el nombre que se le puso al equipo con camisetas rojiblancas en bandas horizontales, pantalón blanco y medias rojiblancas a rayas circulares. Seguí convenciendo con mi fútbol, que ahora había ganado mucho en potencia además se de seguir sin olvidarme de la técnica y la resistencia, hasta que, en la última prueba de entrenamientos nos jugábamos la victoria a través de un penalty en el último minuto.

!"!Si eres el capitán y, además, líder nato, tú debes ser el encargado de tomar la responsabilidad de lanzar el penalty!". Era el primer penalty que iba a lanzar en mi vida de futbolista pero yo había visto cómo los metían Puskas y, sobre todo, mi gran ídolo madridista Alfredo Di Stéfano Lahule, así que preferí no tomar mucha distancia del balón para no fallar como a muchos les ocurre ni tampoco lanzar un cañonazo a lo Puskas que hubiese ido a parar fuera de la portería. Elegí la inteligencia de Di Stéfano. Tomé sólo una pequeña distancia y, sobre todo le puse mucha fe en el lanzamiento: esta fe consitió en mirar el punto exacto donde quería colocar la pelota y lanzar ésta con temple pero con firmeza. Nada de dudas. Mirar al objetivo y olvidarme de mirar al portero. Éste ni se movió de tan sorprendido que le pilló el disparo que se metió dentro con mucho temple, casi a nivel del suelo y directo al hiero posterior que sujeta las malla, a mi derecha y a la izquierda del portero. Lo lancé con la derecha y con la cabeza totalmente fría, sin pensar ahora en nada más que en el penalty. Ya estaba decidido que ¡yo sería para la Temporada (el Primer Trofeo Juvenil AS que no sé por qué extraña causa no cuenta como tal en las Estadísticas del Torneo pero que fue anterior al que figura como el Primero). No señor. El Primer Trofeo AS fue aquel y lo demuestran las crónicas, resultados, clasificaciones tanto de Liga como de Copa y fotografías de los equipos que iba publicando Solano que había dejado el arbitraje para meterse a cronista. En las hemerotecas se pueden encontrar fácilmente. Tenía yo entonces 17 años de edad cuando comenzó el Trofeo.

De pronto sucedió algo que rompió la armonía del conjunto. Como éramos un número muy alto de jugadores y al señor Rueda le entró canguelo a la hora de los descartes, decidió fichar a un entrenador y formar dos equipos bajo su dirección técnica: el Estrella Olímpica donde yo era capitán y el Rayo Vacesa con algunos jugadores traídos de Vallecas. Esa decisión de formar dos equipos con un sólo entrenador no nos satisfizo a algunos que nos levantamos como disidentes y le dijimos al señor Rueda que no, que no estábamos dispuestos a entrenar con un hombre que ni nos conocía ni sabía cómo jugábamos. Entre los disidentes pudimos formar un equipo completo al que pusimos de nombre Deportivo Olímpico mientra la idea del Rayo Vacesa desapareció y no hubo un equipo con ese nombre. Así que dejé el Estrella Olímpica donde ya nos habían hecho multitud de fotografías para las fichas y otras cosas como recuerdos y otras zarandajas o para repartirlas entre las chavalas guapas (en blanco y negro pero también en color) y pasé a ser el líder natural (siempre por la zona del número 8 fuese cual fuese el número que llevase en la espalda) aunque el capitán fue nombrado Cabello, un extremo izquierda que ni pinchaba ni contaba a la hora de la verdad por su falta de carácter para ser capitán.

Bueno. A mi no me importaba llevar el brazalete de capitán. Yo seguía jugando por los espacios que consideraba oportuno y trazando las técnicas y aprendiendo a hacer los gestos oportunos y las señales estratégicas a mis compañeros. Por eso no necesitábamos un entrenador. Yo estaba ejercitando las labores de entrenador-jugador dentro del campo de juego (como había visto hacer a César, un ex futbolista de la Leonesa y del Barcelona que ahora jugaba en el Elche precisamente como jugador-entrenador en profesionales de la Primera División). Esa era la función que estaba yo dispuesto a realizar en el Deportivo Olímpico.

Bien. Mi paso había sido muy corto pero muy fructífero en el Estrella Olímpica y además me había servido para autoconfirmar mi personalidad fuera de los campos de juego con las chavalas guapas de la Academia Cima. Como no quiero salirme de lo estrictametne futbolistico no cuento cómo me fue en Cima ni en otros deportes (¡que también tienen sus propias historias!). Los campos del fútbol del Estrella Olímpica y del Deportivo Olímpico en aquel t
Trofeo (del cual recuerdo equipos como el San Federico, el Numancia, el Betancunia, el Mingorrubio... y, sopbre todo, el que pasó a ser nuestro máximo rival (esos que se llaman partido de los derbys) que era aquel Estella Olímpica) eran los mismos cercanos a las tapias del Cementerio de San Isidro. De ser el jugador más querido por el señor Rueda pasé a ser el jugador más odiado del señor Rueda. Pero esto tiene su causa. La contaré en el próximo capítulo. Éramos, aproximadametne, 16 equipos más o menos, todos de Madrid y de los pueblos cercanos a Madrid. Nosotros instalamos nuestra sede de reuniones en los bajos de una cafetería cerca de la Plaza de la Cebada y del Teatro de La Latina donde triunfaba y estaba en pleno auge la gran artista Lina Morgan, pero esto ya sale del contexto del artículo y sólo lo señalo como referencia. El nombre de la cafetería lo tengo olvidado pero pongamos, por ejemplo, que era la Cafetería Jamaica de la calle Toledo, 52 o una muy cercana a ella. De allí tengo también algunas fotografías que nos hacíamos mientras gastábamos bromas y mi espiritu comenzó a dejar de ser taciturno y, aunque nunca se me perdió la sonrisa bohemia ahora aprendí a reir con muchas más ganas. Algunas sorpresas vinieron más tarde. Unas muy agradables y de gran compañerismo y otras muy desagradables por los clásicos traidores y envidiosos no sólo de mi manera de jugar sino que se notaba que estaba enamorado. ¿De quién estaba yo enamorado ya a los 17 años?. De alguien a quien amaba desde los 7 años de edad aunque nadie lo supiese y parezca mentira pero es vrdad y eso era lo que enfermaba de celos al "Padrino". Una de las causas por las que decidí marcharme del Estrella Olímpica a pesar de que me habían nombrado líder y capitán fue la presencia de algún que otro "esbirro" del "Padrino" como el lamado Pedrito que quería descubrir quien era aquella chavala que estaba dentro de mi corazón. "El Padrino" quería sacarme información pero yo era bastante más inteligente pues él, pues creyendo que yo le iba a comentar mis secretos, me comentaba sus historias de donjuan conquistador y castigador de chavalas sin darse cuenta de que toda aquella información yo la guardaba en silencio para hacer la labor completamente contraria a la de él. Ya había jurado no ser cómo él nunca jamás y jamás le dije quien era mi Princesa ni cuáles eran mis chavalas preferidas. Las que más me guistaban no se lo decía absolutamente a nadie. Ni a mis postriores dos grandses amigos: Luis y Carlos. Esto tampoco es futbolístico y ya no lo volveré a citar más en esta serie de crónicas futboleras. Sólo lo cito para dedir que jamás la traicioné ni la traicionaré jamás aunque tuviese que luchar por rescatar a muchas chavalas guapas "destruidas" y "desmoralizadas" por culpa del "Padrino" y su scompinches "donjuanes" (pesonaje de la vida al cual siempre he rechazdo porque el el mayor símbolo del impotente machismo español) a las cuales tenía yo que ayudar sin olvidarme jamás de amarla sólo a Ella. Alfonso Asunción (no confundir con Alfonso Pérez) fue elegido por Malbo pero no para jugar en el Primer Equipo del Real Madrid sino para ser cedido al Getafe en donde jugó toda su vida profesional llegando a ser el capitán durante varias temporadas pero, como era un equipo de Tercera División, pasó muchos apuros económicos al final de su vida como futbolista. Fue, además, uno de los iniciadors de la AFE (Asociación de Futbolistas de España que funcionaba como un Sindicato). ¿Que habría ocurrido de haber estado yo a su lado en dichas pruebas de Malbo?. Es algo que nunca se podrá saber.

Yo, por mi parte, comencé a entrenarme físicamente en la Casa de Campo madrileña mientras jugábamos partidos amistosos en la explanada junto al Lago. Allí, en cierta ocasión en que ganamos por goleada, un rival me dijo amistosametne: ¡Eres el mejor!. Volví a guardar silencio por eso de la timidez y para evitar celos en otros jugadores y sólo le di las gracias con una sonrisa y un gesto amistoso. Seguía preparándome para ser una estrella futbolística amateur. Mi rival (lo digo por lo de la envidia) "El Padrino" estaba fracasando en el Cointra (donde le clavaron 8 goles sólo en una primera parte) y convenció a Jaime Liébana, un entrenador inexperto en las lides, que había sido jugador del Campana de La Elipa, para que le pusiese de portero titular mientras el suplente, aunque más bajito, era mucho mejor portero porque al menos se tiraba al suelo si era necesario cosa que "El padrino2 nunca hacía por no hacerse daño en su fñisico. El caso es que Liébana estuvo interesado en que participase en los partidos de prueba para fichar por Los Pinos y, aunque no fiché, sí que me sirvió para completar mi estado físico y golpear ya con mayor potencia los disparos con balón ya que me entrenaba con unas zapatillas de andar por casa en vez de botas de fútbol. Sirvió para endurecer mis pies y conseguir golpear fuete sin hacerme daño. El caso es que a la hora de la verdad, el envidoso "Padrino" no fue capaz de decirle a Liébana que me fichase pese a las sabias recomendaciones de Paco Gallardo, con quien jugué en una ocasión o dos y se dio cuenta de que era un excelente mediocampista. !Es mucho mejor que los demás! le dijo al "Padrino" pero otra vez la envidia me salvó... porque al no fichar por Los Pinos, aunque estuve de hacerlo y sólo por unos minutos Dios evitó tal cosa cuando apareció el jugador que faltaba (con lo cual conseguí seguir ocultando a la Princesa que llevaba dentro de mí) me dediqué a seguir en la Casa de Campo un poco de tiempo más; hasta que llegó una de las muchas horas de la verdad que ya había experimentado. Fue a través de un anuncio en el Diario AS donde un tal señor Rueda citaba a todos los jugadores juveniles de Madrid que estuviesen sin equipo a pasar una prueba.

Acudí a la prueba, en los campos de las tapias del Cementerio de San Isidro y bastaron una par o tres de toques de balón para, a los pocs minutos de entrenamiento, se decicidese mi fichaje. Y no sólo eso sino que en los partidos de entrenamiento, el señor Rueda, a pesar de la inconformidad de Solano, que hacía de árbitro, me nombró capitán del Estrella Olímpica que fue el nombre que se le puso al equipo con camisetas rojiblancas en bandas horizontales, pantalón blanco y medias rojiblancas a rayas circulares. Seguí convenciendo con mi fútbol, que ahora había ganado mucho en potencia además se de seguir sin olvidarme de la técnica y la resistencia, hasta que, en la última prueba de entrenamientos nos jugábamos la victoria a través de un penalty en el último minuto.

!"!Si eres el capitán y, además, líder nato, tú debes ser el encargado de tomar la responsabilidad de lanzar el penalty!". Era el primer penalty que iba a lanzar en mi vida de futbolista pero yo había visto cómo los metían Puskas y, sobre todo, mi gran ídolo madridista Alfredo Di Stéfano Lahule, así que preferí no tomar mucha distancia del balón para no fallar como a muchos les ocurre ni tampoco lanzar un cañonazo a lo Puskas que hubiese ido a parar fuera de la portería. Elegí la inteligencia de Di Stéfano. Tomé sólo una pequeña distancia y, sobre todo le puse mucha fe en el lanzamiento: esta fe consitió en mirar el punto exacto donde quería colocar la pelota y lanzar ésta con temple pero con firmeza. Nada de dudas. Mirar al objetivo y olvidarme de mirar al portero. Éste ni se movió de tan sorprendido que le pilló el disparo que se metió dentro con mucho temple, casi a nivel del suelo y directo al hiero posterior que sujeta las malla, a mi derecha y a la izquierda del portero. Lo lancé con la derecha y con la cabeza totalmente fría, sin pensar ahora en nada más que en el penalty. Ya estaba decidido que ¡yo sería para la Temporada (el Primer Trofeo Juvenil AS que no sé por qué extraña causa no cuenta como tal en las Estadísticas del Torneo pero que fue anterior al que figura como el Primero). No señor. El Primer Trofeo AS fue aquel y lo demuestran las crónicas, resultados, clasificaciones tanto de Liga como de Copa y fotografías de los equipos que iba publicando Solano que había dejado el arbitraje para meterse a cronista. En las hemerotecas se pueden encontrar fácilmente. Tenía yo entonces 17 años de edad cuando comenzó el Trofeo.

De pronto sucedió algo que rompió la armonía del conjunto. Como éramos un número muy alto de jugadores y al señor Rueda le entró canguelo a la hora de los descartes, decidió fichar a un entrenador y formar dos equipos bajo su dirección técnica: el Estrella Olímpica donde yo era capitán y el Rayo Vacesa con algunos jugadores traídos de Vallecas. Esa decisión de formar dos equipos con un sólo entrenador no nos satisfizo a algunos que nos levantamos como disidentes y le dijimos al señor Rueda que no, que no estábamos dispuestos a entrenar con un hombre que ni nos conocía ni sabía cómo jugábamos. Entre los disidentes pudimos formar un equipo completo al que pusimos de nombre Deportivo Olímpico mientra la idea del Rayo Vacesa desapareció y no hubo un equipo con ese nombre. Así que dejé el Estrella Olímpica donde ya nos habían hecho multitud de fotografías para las fichas y otras cosas como recuerdos y otras zarandajas o para repartirlas entre las chavalas guapas (en blanco y negro pero también en color) y pasé a ser el líder natural (siempre por la zona del número 8 fuese cual fuese el número que llevase en la espalda) aunque el capitán fue nombrado Cabello, un extremo izquierda que ni pinchaba ni contaba a la hora de la verdad por su falta de carácter para ser capitán.

Bueno. A mi no me importaba llevar el brazalete de capitán. Yo seguía jugando por los espacios que consideraba oportuno y trazando las técnicas y aprendiendo a hacer los gestos oportunos y las señales estratégicas a mis compañeros. Por eso no necesitábamos un entrenador. Yo estaba ejercitando las labores de entrenador-jugador dentro del campo de juego (como había visto hacer a César, un ex futbolista de la Leonesa y del Barcelona que ahora jugaba en el Elche precisamente como jugador-entrenador en profesionales de la Primera División). Esa era la función que estaba yo dispuesto a realizar en el Deportivo Olímpico.

Bien. Mi paso había sido muy corto pero muy fructífero en el Estrella Olímpica y además me había servido para autoconfirmar mi personalidad fuera de los campos de juego con las chavalas guapas de la Academia Cima. Como no quiero salirme de lo estrictametne futbolistico no cuento cómo me fue en Cima ni en otros deportes (¡que también tienen sus propias historias!). Los campos del fútbol del Estrella Olímpica y del Deportivo Olímpico en aquel t
Trofeo (del cual recuerdo equipos como el San Federico, el Numancia, el Betancunia, el Mingorrubio... y, sopbre todo, el que pasó a ser nuestro máximo rival (esos que se llaman partido de los derbys) que era aquel Estella Olímpica) eran los mismos cercanos a las tapias del Cementerio de San Isidro. De ser el jugador más querido por el señor Rueda pasé a ser el jugador más odiado del señor Rueda. Pero esto tiene su causa. La contaré en el próximo capítulo. Éramos, aproximadametne, 16 equipos más o menos, todos de Madrid y de los pueblos cercanos a Madrid. Nosotros instalamos nuestra sede de reuniones en los bajos de una cafetería cerca de la Plaza de la Cebada y del Teatro de La Latina donde triunfaba y estaba en pleno auge la gran artista Lina Morgan, pero esto ya sale del contexto del artículo y sólo lo señalo como referencia. El nombre de la cafetería lo tengo olvidado pero pongamos, por ejemplo, que era la Cafetería Jamaica de la calle Toledo, 52 o una muy cercana a ella. De allí tengo también algunas fotografías que nos hacíamos mientras gastábamos bromas y mi espiritu comenzó a dejar de ser taciturno y, aunque nunca se me perdió la sonrisa bohemia ahora aprendí a reir con muchas más ganas. Algunas sorpresas vinieron más tarde. Unas muy agradables y de gran compañerismo y otras muy desagradables por los clásicos traidores y envidiosos no sólo de mi manera de jugar sino que se notaba que estaba enamorado. ¿De quién estaba yo enamorado ya a los 17 años?. De alguien a quien amaba desde los 7 años de edad aunque nadie lo supiese y parezca mentira pero es vrdad y eso era lo que enfermaba de celos al "Padrino". Una de las causas por las que decidí marcharme del Estrella Olímpica a pesar de que me habían nombrado líder y capitán fue la presencia de algún que otro "esbirro" del "Padrino" como el lamado Pedrito que quería descubrir quien era aquella chavala que estaba dentro de mi corazón. "El Padrino" quería sacarme información pero yo era bastante más inteligente pues él, pues creyendo que yo le iba a comentar mis secretos, me comentaba sus historias de donjuan conquistador y castigador de chavalas sin darse cuenta de que toda aquella información yo la guardaba en silencio para hacer la labor completamente contraria a la de él. Ya había jurado no ser cómo él nunca jamás y jamás le dije quien era mi Princesa ni cuáles eran mis chavalas preferidas. Las que más me guistaban no se lo decía absolutamente a nadie. Ni a mis postriores dos grandses amigos: Luis y Carlos. Esto tampoco es futbolístico y ya no lo volveré a citar más en esta serie de crónicas futboleras. Sólo lo cito para dedir que jamás la traicioné ni la traicionaré jamás aunque tuviese que luchar por rescatar a muchas chavalas guapas "destruidas" y "desmoralizadas" por culpa del "Padrino" y su scompinches "donjuanes" (pesonaje de la vida al cual siempre he rechazdo porque el el mayor símbolo del impotente machismo español) a las cuales tenía yo que ayudar sin olvidarme jamás de amarla sólo a Ella.
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Foto del autor José Orero De Julián
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Descripción

Página de Diario pesonal.

Palabras Clave: Diario Memoria Realidad Verdad

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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