De los canales a Canalejas-3 (Madrid)-Diario-solo para futboleros y futboleras.
Publicado en Aug 13, 2010
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"El Padrino" y su gente mafiosa ya era sólo un lejano recuerdo en el Instituto San Isidro de Madrid. Se decía (nunca supe si fue un mito o una realidad) que habían llegado a intentar violar a la hija del profesor Gálvez. Ahora comprendo el mal carácter de este profesor de Física. Pero la huída de "El Mazas" Emilio Álvarez había sido totalmente decisiva y fundamental para empezar ya a jugar en el primer equipo debidamente uniformado de mi larga vida de futbolista. Cuando me nombraron capitán y lider lo primero que hicimos fue ponernos el nombre identificativo. Así nació, cuando yo tenía 16 años de edad, aquel inolvidable Esparta de San Isidro. Nos gustaba la Historia de Esparta y soñar que éramos espartanos pero de Madrid. ¿Qué colores elegir para el uniforme?. Hubo una pequeña votación democrática pero, por unanimidad general, se impuso vestir los colores del Las Palmas que, por aquel entonces, era un equipo de la Primera División Profesional. No estábamos locos aunque existe la falsa teoría de que el amarillo es el color de los locos. La única locura que teníamos era poder jugar por fin contra otros equipos madrileños debidamente uniformados. Así que compramos los uniformes en El Rastro de Madrid. Camisetas amarillas, pantalón azul y medias azules. Ya estaba formándose mi cuerpo físicamente mientras que intelectualmente ya estaba los suficientemente preparado, gracias a las enseñanzas de Farelo para desarrollar "filosofía futbolística" y ponerlas en práctica. Fueron dos temporadas gloriosas gracias a que expulsamos del equipo al que se las daba de estrella y era el mejor ya que jugaba en el Atlético de Madrid. Se llamaba Rodera. No me tembló el pulso cuando propuse a mis compañeros que lo mejor era echarle del equipo, como hice con aquel Ortiz que jugaba en la Selección Juvenil de Castilla pero fallaba penaltys por hacer chulerías indebidas y que tuvo que emigrar a Cataluña para jugar en el Fabra y Coats, por dos motivos: para que pudiésemos jugar como equipo con total libertad y de manera conjunta (sin ningún divo individual que acaparase el balón sólo para él) y porque se negó acudir a los entrenamientos. !Sigue con tu Atlético de Madrid y que te vaya bien pero con nosotros no juegas! tuve que decirle a tal Rodera. Aquellas dos temporadas inolvidabes, con muchas victorias a nuestro favor, aunque a veces perdíamos algún partido que otro o sólo lográbamos el empate, tuvo un balance final extraordinario.

Ocupando mi puesto natural (el 8 como tantas veces he dicho) dirigía a mis compañeros en todas las zonas del campo. Incluso, como sabía disparar a puerta colocando el balón en vez de fusilar a los porteros contrarios, además de dar múltiples pases de gol a mis compañeros también fui uno de los máximos goleadores o quizás el máximo goleador. No importa. Sabía que para batir a un portero rival lo importante no es fusilar a lo bruto sino saber colocar el balón en los lugares exactos o batirles templando suavemente el balón. Esto hace que los porteros rivales no puedan evitar el gol haciendo paradas extraordinarias porque esperan el fusilamiento, cosa que yo nunca hacía porque para eso está la inteligencia de un futbolista. Inteligencia futobolística que fui desarrollando a pesar de las envidias del chulo del aula; un tal Pérez Balcabao que quiso imponernos su capricho de jugar en un partido con nosotros sin ser de los nuestro. Él, junto con otro chuleta que me parece que se llamaba Pérez Albert, intentaron provocar discordias cuando ya el Esparta de San Isidro era muy conocido en las barriadas de La Latina, en la pradera de San Isidro, en los campos de fútbol del Campana y en otros lugares como el campo de carbonilla del Madrileño (aquella cantera para futuros jugadores del Real Madrid a la cual había yo renunciado por completo porque sólo pensaba en triunfar para Ella).

El caso es que durante mis 16 y 17 años estuve en aquel formidable equipo de chavales que jugábamos por el puro placer de jugar mientras venciamos a la mayoría de nuestros rivales. Allí fue donde mi técnica, a pesar de los insultos de Pérez Balcabao (al cual democráticametne dijimos que no le queríamos en el equipo aunque reaccionase violentamente contra Sánchez Bote), cada vez mejoraba a pasos agigantados mientras mi cuerpo iba tomando ya forma física adeuada para ser atleta. El fondo de resistencia lo había conseguido. Aguantaba sin descanso alguno todos los minutos y horas que fuesen necesarias. No necesitaba ningún entrenador para ello. Me bastaba con las innumerables jornadas de entrenamientos a la que nos sometíamos antes de jugar partido oficiales.

De aquellos jugadores humildes pero valientes destaco (sin olvidarme de los demás, icluído al ya citado Sánchez Bote) al más humilde de todos, un tal Molina que, aunque solía ser suplente, me dijo un día: Eres el mejor y eres nuestra estrella. Jamás fui vanidoso ni me importaban los elogios o las críticas adversas. Lo mio era amarla y seguir jugando con ella hasta poder dominarla completamente (para eso no necesitaba yo hacer "cascaritas" ni equilibrios circenses del balón). Lo mío era otra cosa. Lo mío era ganar espacios a los rivales sin entretenerme en "figuritas" que de nada sirven a la hora de la verdad. Por eso mi mente iba siempre un poco más por delante de la de los otros y, cuando recibía la pelota, empecé a desarrollar la habilidad de tener ya pensado qué iba a hacer con ella. Era visto y no visto. Comencé a aficionarme a robar balones a los rivales a base de dos técnicas importantes: o bien amagaba con la derecha y se lo robaba limpiamente con la izquierda o bien esperaba unas décimas de segundo para, cuando el rival lanzaba el pase, interceptarlo con la pierna derecha o izquierda. Era una técnica que casi nunca me fallaba. ¿Y qué hacía cuándo robaba el balón a los rivales?.Una cosa fundamental. Pasársela inmediatametne al compañero mejor colocado porque siempre jugaba con la cabeza levantada y no bajando la vista al suelo y de esa manera veía la colocación de todos mis compañeros y todos mis rivales. Salvo algún que otro fallo o despiste, el resultado fue que más del 90 por ciento de las veces conseguía dar el pase exacto. Eso servía para ganar una distancia increible que terminaba casi siempre en gol sin tener que correr innecesariamente. Ahora bien, tampoco era lento como decían los envidiosos. ¿Correr?. !Claro que corría!. Para eso tenía yo ya preparado bien los pulmones. Pero corría con la inteligencia y no a lo loco ni sin sentido alguno. Por eso a veces estaba metiendo un gol tras haber acompañado en carrera la jugada de algún compañero, a veces estaba creando el juego en el medio campo y a veces estaba defendiendo mi portería. ¿Corría o no corría?. !Quizás fuese, en verdad, que era el que más corría de todos mis compañeros!. Pero lo hacía solamente en sentido colectivo y de equipo. Nunca corría por correr. Otras veces me quedaba quieto para hacer que corriese un compañero con algún pase en profundidad. Queda bien claro que los envidiosos de siempre decían falsedades.

Empecé a no cansarme jamás durante los largos partidos bajo cualquier temperatura o circunstancia. Daba lo mismo si hacía calor sofocante, hacia brisa primaveral, llovía, estaba el campo enfangado o incluso había nevado y había que jugar sobre placas de hielo. Nunca me asustaba ninguna circunstancia climatológica y ese mismo espíritu inculqué en aquellos inolvidables compañeros y amigos. No recuerdo el nombre de todos pero puedo citar a Sellés, Pepe Montero, Pérez Genua, Pérez Esteve, Martín (que sólo tenía un brazo) y, por supuesto, al sencillo y humilde Molina al que siempre le animaba yo. !Sigue Molina!. !Tú también puedes ser titular!. Y no lo decía por lo que había dicho de mí sino porque era el más humilde de todos y se merecía las mismas oportunidades que todos.

Fue entonces cuando "El Padrino" apareció con las ínfulas de quitarme el lugar de líder y capitán. !Está bien!, pensé yo. Te doy la oportunidad de que lo intentes. Y le dejé mi lugar en el Esparta de San Isidro con la condición de que no traicionaría jamás a mi equipo metiéndole ni un solo gol cuando tenía capacidad suficiente para hacerlo. Así que al termianr el encuentro (que ganó mi querido Esparta de San Isidro por 10-0) todos dijeron por unanimidad, dirigiéndose al "Padrino". !No queremos que seas nuestro líder, queremos que nuestro lider siga siendo él!. Yo no había participado en aquella votación y dejé que lo decidieran mis compañeros. Así fue cómo "El padrino" se largó con viento fresco a molestar a otra parte y no me la robó. La concienca la tenía yo lo suficientmente desarrollada para que no me la robase nadie. Me refiero al asunto privado de la Princesa. Y de esta manera se cumplió un periplo fundamental en mi carrera futbolística. Habñia aprendido muchas cosas técnicas, había aprendido todas las tácticas y´estaba comenzando a aplicar mis propias estrategias sin necesidad de entrenador (yo era entrenador de mí mismo). Todavía me faltaba aprender a saber driblar, a mejorar mi juego con la pierna izquierda y a ser un perfecto jugador con la cabeza (o bien metiendo goles de cabeza o bien usarla para dar pases con ella o para defender la portería). Eso lo aprendería más tarde auqnue ya comencé a ejercitarlo en aquel inolvidable Esparta de San Isidro de mis 16 y 17 años de edad. Por otro lado ya había visto bastante sobre el mundo de los adultos y había decidido, líbremente, ser una especie de Peter Pan para seguir disfrutando de la vida en vez de meterme a "juegos peligrosos". Por eso es por lo que, a pesar de todo, era un joven que había decidio seguir siendo un niño por muchos años más. Mejor. Fue mejor así. Era la mejor manera de dominarla y enamorarla. La pelota era ya un olvido. Ahora era época de balones de verdad. Y la prueba resultó un éxito. Seguiría siendo Peter Pan aunque viviese también las experiencias del mundo de los adultos.

Termino señalando algo muy importante. Nosotros no teníamos autobús privado como lo tienen los equipos de lujo, tampoco íbamos a los campos en autobús de la EMT, en Metro y muecgo menos en taxis. Nos atravesábamos Madrid de parte a parte corriendo y así fortalecí mis piernas, corazón y pulmones para ser atleta completo en cuanto a la resistencia física.
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Foto del autor José Orero De Julián
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Palabras Clave: Dario Memoria Realidad

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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