Que verdad habita en la
piedra tallada,
en la pirca ordenada
felíz horizonte.
La ambición territorio diezmando
el futuro,
sumando colonias,
convirtiendo en vacío el
gemir natural del arroyo,
la bondad vertical de
las plantas,
algo así como brotes parejos
alistando el deseo.
Que verdad atesora
el mistol seductor del viento,
la semblanza muda del
cañadon sediento donde
los jotes revolotean
locos confesos,
presos de un tiempo
atormentado.
Sobre huellas valerosas
caminamos,
murmurando,
contemplando la belleza
originaria,
absorbiendo la energía,
procurando elevar esta materia
por encima de agresiones y
diatribas aunque sordos nos ignoren
los borrachos de poder,
aunque plasmen sus negocios
por encima de los sueños
y nosotros prosigamos conspirando
por zarpazos sorpresivos
como un día de gloria.