El Arriero
Publicado en Jun 26, 2010
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El arriero
Caranndor
Son las cuatro de la mañana, es hora de partir, beberé un poco de agua antes de ir con el arreo hacia la cordillera. Luego de caminar un rato, llegamos al corral donde están las vacas, seremos cinco los encargados del arreo, salimos obscuros desde los corrales.
Llevamos vacas y son animales muy porfiados, ya que cada vez que ven una puerta abierta se meten en ese lugar, cuando hay un camino tiene que irse adelante uno de los señores que van con nosotros para que ellas no tomen el rumbo equivocado. Ya son como las dos de la tarde, y dicen que llegamos a la carretera, yo me quedé un momento mirando hacia abajo, pasaban mucho autos, camiones y buses, pasaban tan rápido que aunque yo corriera con toda mi velocidad no los podría alcanzar, ya habíamos pasado por pequeños pueblos, pero éste, que empezamos a cruzar, es mucho mas grande, dicen que se llama Retiro, yo lo encuentro muy feo, porque el suelo es muy duro, hay muchas piedras, y me duelen mucho las patas, no tardamos mucho en dejar atrás ese pueblo, y seguimos avanzando, la cordillera se ve cada vez mas grande, y cada vez estoy mas ronco intentando que las vacas avancen.
Por fin se puso el sol, ahora podré descansar toda la noche. Me pareció que apenas había cerrado los ojos, cuando nuevamente debimos seguir avanzando, llegamos a un lugar llamado La Balsa, ahí estaban esperándonos, estaba don Lucho, el dueño de los animales, allí tenían a todos los terneritos y potrillos chicos, como nuevamente era de noche, el caballero dijo que hiciéramos un asado de chivo, los mas viejos enterraron la carne en un palo y la siguieron dando vueltas, cuando ya estuvo lista, yo también tocaba algunos trozos de carne, los que tomaba antes que cayeran a la tierra, porque ésta hace sonar mis dientes. Luego de comer nos fuimos a dormir, y al otro día nuevamente a caminar, antes del atardecer llegamos a nuestro destino, Potrero Grande se llama el lugar, es hermoso, incluso hay nieve. Estuvimos todos juntos un par de días y luego se fueron a sus casas dejándonos solos, para que cuidásemos a todos los animales, yo miraba a Dagoberto a la cara, luego que los otros partieron, se notaba en su rostro una gran pena, pena que también me contagió, es mas recordaba la casa y la sentía cada vez mas lejana, recordaba a mi enamorada y Dagoberto a su hija que aun no caminaba. Aquella tarde nos acostamos muy temprano, inclusive me dejó dormir en la misma pieza de la casita que había en el lugar, al día siguiente, mi amigo Dagoberto metió su mano al bolsillo y sacó la billetera, la abrió y tomó una pequeña foto, era la foto de su hija, la que no tiene mas de ocho meses de edad, la volteó hacia mi para que yo también la viera, y luego me preguntó ¿Cómo estará mi Monse?, luego la llevó a su boca y le dio un tierno beso, guardándola luego en el mismo lugar, comimos algo y de nuevo sobre el caballo, teníamos que contar los animales, para ver que el puma no nos hubiera robado alguno, pero gracias a Dios estaban todos, doscientas vacas y ochenta caballos, yo tenía sed y no encontraba agua, perece que no era el único sediento, ya que mi amigo tomó un poco de nieve y se la echó a la boca, luego puso un poco en su mano y me dijo: “come Aragón”, primero solamente comí un poquito porque me dolieron los dientes, pero la sed era mas grande, Dagoberto camino hacia el caballo, saco un poco de harina tostada y la revolvimos con nieve, si bien no estaba muy dulce mataba el hambre y la sed, parece que me dio animo porque seguí corriendo en la nieve durante un rato, luego Dagoberto me tomó de las patas y me arrastraba, mi guatita se puso muy fría pero al menos durante aquella tarde fui feliz, no me acordé de mi novia y al final del día estaba tan cansado que no supe de mundo hasta el siguiente día.
Pasaron unos días cuando una noche escuché un ruido, desperté a Dagoberto quien cargó la escopeta y salimos a ver que sucedía, yo tenía bastante miedo, pero el me decía quédate tranquilo que si son ladrones, debemos estar prevenidos, en mi mente ví mil cosos, desde pumas hasta hombres con los ojos rojos, en fin cuando llegó el amanecer eran solamente zorros que llegaban a comer las tripas de los pescados que Dagoberto y yo habíamos cocinado, que fui me decía tenía miedo de esos animales que son tan chicos, bueno el miedo es cosa de nosotros los vivos.
Pasaron dos noches cuando de pronto escuchamos carreras, era seguro, el puma había llegado, el patrón nos había dicho si ven uno disparen porque si se ve acorralado se los comerá a ustedes, a mí me tiritaba pera, en cambio Dagoberto con la escopeta parecía no sentir miedo, cuando al voltear la vista pude ver sus grandes ojos brillando en medio de la noche, le avisé a Dagoberto, pero el me dijo mira Aragón, es una puma, tiene dos cachorritos, yo quería que el disparara, pero el dijo si la mato al patrón le salvare un potrillo o talvez un caballo pero si me descubren los pacos me llevan preso y paso por lo menos un año encerrado, luego de lo cual alistó el gatillo y disparó al aire, la puma se asustó tanto que no la vimos nunca mas en aquel lugar.
Había pasado mas de un mes cuando ya de noche llegó el patrón con otros dos señores, traían vino, un chivo muerto y una gallina cocida. Aquella noche comimos bastante y Dagoberto quedó tan  curado que ni siquiera supo que durante la noche pasaron unos hombres con un grupo de caballos, yo me desperté y salí a mirar, me escondí en unos arbustos pero como los caballos que llevaban no eran de los nuestros los dejé que pasaran porque según dijeron eran caballos traídos desde Argentina, por su puesto de contrabando, a la mañana siguiente reunimos los caballos, las vacas y nos fuimos mas arriba, dos días tardamos en llegar a nuestro destino, y de nuevo quedamos solos con decir que a Dagoberto mas de una lagrima se le escapó de sus ojos, en aquel lugar estuvimos tres meses cuando a mediados de marzo llegó la nieve, y para mas mala suerte un día que salimos a ver los animales nos faltaba un ternero, lo buscamos mucho pero sólo encontramos las huellas de un puma, ¡el desgraciado nos robó uno dijo Dagoberto, seguimos un rato las huellas, pero luego las perdimos en las piedras. La madre del animal perdido bramaba hacia una quebrada, fue entonces cuando me vino una corazonada, miramos hacia abajo y allí estaba, Dagoberto amarró un cordel en el pegual y empezó a bajar, a pesar que yo soy mas joven decidí mirar desde arriba.
El ternero está bien-me gritó desde abajo-lo amarro y me dijo que yo tirara de las riendas al caballo, empezamos despacito mientras subía lo mas difícil si bien el ternerito venia un poco ahorcado con el cordel pero una vez que Dagoberto lo soltó se puso en pie y salió corriendo hacia su madre, Dagoberto en cambio me sobó el pelo y me dijo eres realmente un gran acompañante, yo me dije este no querrá hacer lo mismo que hacían en la película de la montaña, pero luego me vino la calma, recordé que soy su único amigo entre las montañas.
Aquella tarde llegamos cuando el sol se había puesto, y para sorpresa nuestra en el ruco estaba don lucho, el es el patrón, pero es tan sencillo y anda tan cochino como Dagoberto.
Le mandaron un regalo de allá abajo-le dijo a Dagoberto, mientras sacaba un bolso de saco y entre unos manteles venían unas tortillas, además de una foto de su hija.
Yo miraba los ojos de Dagoberto, mientras él miraba la foto de su hija, mientras tiernamente la acariciaba, para luego llevar la foto junto a sus labios y darle un tierno beso, yo en cambio, recordaba a mi novia, pero luego ellos siguieron tomando mate con aguardiente, conversaron hasta tarde, contaban muchas historias incluso recitaron unos versos de un escritor argentino, “La leyenda del mojón” creo se llamaba, pero era tan triste que a Dagoberto le corrieron las lagrimas, lo que no se, es que las lagrimas eran por lo curado que estaba o era por el triste relato.
A la mañana siguiente nuevamente llegó la nieve, estaba muy frío, es más nevó todo el día, y nosotros en el ruco comiendo asado, ellos tomando mate, en fin haciendo mil planes, cuando a la mañana siguiente al mirar hacia fuera ví a Dagoberto con la nieve hasta la misma cintura.
Mierda que se puso feo, dijeron algunos de los hombres que llegaron con don Lucho, el en cambio siempre optimista, diciendo que el sol no tardaría en aparecer y que a mas tardar a día siguiente regresarían al lugar donde estuvimos primero.
Yo me preguntaba el siguiente día ¿este viejo es brujo o conoce el tiempo acá en la montaña?, en fin pudimos empezar el viaje.
Los caminos allá arriba son muy malos, hay lugares en los cuales solamente caben las patas de los animales, cuando de pronto una de las yeguas resbaló cayendo mas de veinte metros, bajamos dificultosamente, cuando al llegar junto a ella nos dimos cuenta que tenía rota una pata y estaba tan golpeada que don Lucho tomó el cuchillo y caminó hacia la yegua, esta a medida que él se acercaba intentaba ponerse en pie, pero todo esfuerzo era en vano, luego se resigno apoyando su cabeza contra el suelo lo miraba fijamente a los ojos, el viejo primero intento consolarla, le acariciaba la tusa, y lentamente llevó su mano hasta taparle los ojos, para luego hundir el cuchillo en medio del pecho, al animal lentamente se le escapaba la vida cuando de pronto inspiró muy hondo y dio un par de patadas, quedando quieta para siempre, yo miraba a Dagoberto, él sentado sobre una roca miraba como los otros hombres se abalanzaban sobre el animal como buitres sobre la presa, unos desollando, otros quitando las herraduras, luego cortando la carne para hacer el charqui.
Cuando llegamos al lugar que teníamos por destino, los hombres mas viejos empezaron a cortar la carne y luego de salarla la tendieron sobre las rocas, yo esperaba a que se durmieran y entonces me iba hacia donde estaba tendida la carne, comía todo lo que se me daba la gana, fue entonces que Dagoberto creyó que eran los zorros quienes le robaban y decidió dejarla guardada todas las noches hasta que ya estuvo completamente seca.
Fue así como transcurrían los días, entonces Dagoberto comenzó con lo que yo llamaba una tediosa tarea, íbamos a ver los animales en la mañana y de tarde se entretenía en su trabajo, estaba construyendo un par de cucharas de palo, según el una chiquita para la Monse y la otra mas grande sería para la mama marta, que era como el le decía a su madre.
Fue así como pasaban los días, yo miraba el palo en el cual mi amigo llevaba la cuenta de los días que llevábamos en aquel lugar, yo miraba y había mas de cuarenta rayas, para mi había pasado demasiado tiempo, la comida casi se nos había acabado y no venía nadie a buscarnos. Dagoberto dijo que si no llegaban en una semana mas el se iría para su casa dejando a los animales a su suerte, ya que el acuerdo había sido que regresarían en veinte días, es mas ya iban cuarenta y no venía nadie.
Para los animales se había puesto muy difícil ya que nevaba todas las semanas, apenas en pasto quedaba al descubierto la nieve nuevamente lo cubría, aquella tarde estábamos reuniendo los caballos de los hermanos de Dagoberto para llevárnoslos cuando al llegar a la casita encontramos a don Lucho y a seis personas mas, la felicidad para ambos fue enorme, traían carne y mucha comida para el regreso al fundo Santa Lucía.
A la mañana siguiente salimos de madrugada a reunir a los animales, increíblemente no faltaba ni uno solo, salvo por la yegua que había muerto en la barranca, partimos felices, pero a poco andar llegó la lluvia, los que no eran mas que pequeños arroyos se convirtieron en pequeños ríos, debimos quedarnos tres días mas cuidando a los animales a la espera que bajara el caudal de los arroyos, cada vez que llegábamos a la orilla debíamos esperar a la mañana siguiente para poder cruzar, ya que el deshielo de el día hacía que su caudal aumentara macho siendo muy peligroso cruzarlos pasado las dos de la tarde.
Era el último riachuelo que debíamos atravesar y lo demás era camino seguro hasta la casa, los primeros en cruzar fueron los caballos, luego las vacas cuando de pronto don Manuel, uno de los arrieros cayó al cauce del agua, afírmese le gritaban, pero era como si no tuviera ganas de salvar su vida, el patrón le tiró un cordel, el que quedo al alcance de las manos de don Manuel, pero ni siquiera hizo el intento de sostenerlo, siendo llevado irremediablemente por las aguas del río, llegando a aparecer casi veinte kilómetros mas abajo, estaba completamente desnudo, el agua aparte de arrebatarle la vida lo despojó también de sus cobijas.
Para todos nosotros aquello fue algo terrible, sin embargo dicen que el agua acabó con el tormento del hombre, pues por muchos era sabido que quería sin ser querido.
Tardamos cinco días mas en llegar a un lugar llamado La Balsa, desde cuyo lugar podíamos ver una gran cantidad de luces, Dagoberto me decía que las luces mas brillantes eran el la ciudad de linares y la torre iluminada mas alta eran las luces de la catedral de la ciudad mencionada.
Como durante aquellos días no comíamos mas que carne, ya todas las mañanas despertaba muerto de sed, les ladraba una y otra vez pero nadie me comprendía, hasta que Dagoberto de una patada rompió la escarcha dejando la dulce agua a merced mía, aquel viaje fue demasiado largo, entre buscar al difunto y arrear a los animales tardamos tres semanas en llegar a nuestro destino.
Ya era cerca del mediodía, a mi aquel camino me resultaba tan familiar, como no iba a serlo, estábamos frente al portón de nuestra casa, vamos a saludar Aragón, me dijo Dagoberto mientras abría dificultosamente la puerta, yo no pude esperar a que él la abriera por completo y pasé por en medio, luego de lo cual emprendí la carrera velozmente hacia la casa, los había echado tanto de menos, me habían echo tanta falta, pero cuando yo creí ser el primero en llegar, Dagoberto paso corriendo en el caballo, dejándome unos metros atrás, sin embargo mientras él se apeaba del caballo, yo logré adelantarlo.
Lo que mas me llamó la atención fue que una niñita caminaba a la siga de un perrito, el cual era casi igual a mí cuando era un cachorro, a la niña le lamí las manos y me fui a saludar a la mama, mi vieja, la mamá de Dagoberto, apoyada en su bastón me acariciaba tiernamente la cabeza, Dagoberto en cambio intentaba coger a la monse en brazos, pero esta se puso a llorar, los ojos de Dagoberto se pusieron muy brillosos mientras con una brazo acurrucaba a su madre, con el otro abrazaba a su esposa, estábamos los cuatro reunidos en un solo abrazo, cuando de pronto el cachorrito tan lindo que había visto al llegar se colgó de los pelos de mi cola. Y tú no saludas a tu hijo me dijo la mama.
Me sentí tan tonto no haberlo reconocido, entonces comprendí cuan triste y solitaria es la vida del arriero, Dagoberto no pudo ver cuando su hija dio los primeros pasos, así como yo tampoco pude ver cundo nació mi hijo, me hubiera gustado tanto estar a su lado cuando abriera los ojos, puchas que es triste y solitaria la vida del arriero, pero lo sería mas si no me tuviera a mí, el Aragón su fiel amigo el perro.
 
 Esta historia no es mía, pero es como debe ganarse la vida uno de mis hermanos, quien debe estar largos meses en la cordillera al cuidado de animales que no son propios, dejando de lado a su familia ya que en el sector de donde provengo es muy escaso el trabajo.
Por lo que cuento esta historia es porque hay algo muy mío en ella, el fiel compañero de mi hermano, ese que no le pierde pisada, El Aragón es mí perro.
                                                       Fin. 
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Textos Publicados: 170
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Descripción

Es la historia de uno de mis hermanos quien durante la temporada de verano debe subir hacia la soledad de las montaas a cuidar animales debido a la falta de trabajo, dejando a hijos, esposa, en fin dejando a su familia a semanas de cabalgata, debiendo vivir y sobrevivir sin mas compaa que un perro, desde quien me he enfocado para contar esta historia.

Palabras Clave: perro caballo vacas pumas nieve cordillera puma

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



Comentarios (1)add comment
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Rojoprofundo

Mira que me haz hecho leer... Muy buena historia, a mi que me gustan las historias cortas, pero con esta me enganchè. Muy bueno, saludos...
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June 26, 2010
 

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busy