Pues al final de la noche, ingenua,temerosa,
rendida ante tanta pasión, aquella, su alma
cayó de rodillas al dominio de unos labios presurosos
de latidos incesantes, de manos nobles y macizas
acariciando la fragilidad oculta de su corazón distraído.
 
Y cuenta la leyenda, tambien,
que secuestró sus fragancias, sin recompensa alguna,
y la depositó en el dejo del aroma de la lluvia 
cuando apenas humedece la tierra,
y se adueñó de su figura, tan sin apuros
pues el tiempo no limitaría el deseo de poseerla
Levantantó su espada alabando su piel
que lo elevaba hacia lo incierto,
aquello que  los mortales llamamos infinito.
 
Y los recibieron querubines reposando entre las nubes
con cigarros en las manos, embriagados de placer,
mirándolos agradecidos, por llevar al paraíso
la lujuria de aquel amor, tan lejano del pecado
y a la vez tan cercano a lo prohibido, allí,
adonde sus deseos los llevaron esa noche...