En Algn Lado
Publicado en May 29, 2010
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En algún lado está alguien que me oye y me entiende. Que sabe del privilegio de la soledad, de la belleza de las visiones únicas y de la forma en que éstas nos alejan del gran océano. Alguien que comprende que los valles solamente se pueden ver desde lo alto pero que para tener esa visión hay que subir por paredes y sortear vacíos y arriesgarse a resbalar y saber que cada titubeo debe compensarse con una marcha renovada y que cada desánimo debe degustarse como si fuera el más fresco de los vinos. Debe estar dispuesto a entender que, a cambio de elocuencia de la gran visión desde las alturas, se pierden los detalles, se confunden los sonidos y, a veces, deja de entenderse el habla humana que queda abajo, muy abajo.
              A veces se siente el aire que silba contra la cara en el ascenso. Otras se siente el frío en las mejillas que lo agradecen con un rubor que es, más bien, una declaración de gozo y rebeldía que de aceptación.Aunque en los momentos de descanso, el rubor encendido se vuelve parte de una sonrisa cálida. Pero las másde las veces la subida es ardua. Y es, como todos sabemos, casi interminable. Subir y seguir subiendo seconvierten en el pretexto y el casi único motivo. Y cuando se alcanza a ver, a lo lejos, la cumbre del monteque se alza ajeno a nuestros afanes, se intuye que uno no está ni un milímetro más cerca del punto más altoque el mismo primer día de la escalada.
        Entonces solamente queda sonreír. Guiñarle un ojo al ave que reencarnó y nos observa, atenta, desde un poco más arriba. Reconocer sus máscaras. Saber que si a veces se disfraza de mariposa, o de tortuga, o de águila o de conejo que (misteriosamente) ha llegado hasta los cuernos de la Luna, es porque prefiere seguir cautivándonos con su profundidad. Hacer conciencia de que su olor a campo y a flores solamente nos puede hechizar un poco más y hacer que caigamos (como dicen los ingleses) en amor con la vida. Que las lentejuelas que se pone por la noche (y que parecen estrellas) las viste para invitarnos a soñar y obligarnos a pensar en el ser lejano que encarna nuestros anhelos y nuestros misterios y, en ocasiones, nuestros más deseados deseos.
               Seguimos subiendo. Sin saber si la cumbre que intuimos al andar nos acerca a la cúspide o simplemente es un canto de sirena. ¿Quién sabe? Tal vez el aire de la montaña suena como la melodía de una soprano con cola de pescado que, no conforme con vivir en las profundidades, se ha transformado, transportado, transmutado y ahora, también, nos habla desde las esquinas del desfiladero en las alturas, convertida en canto.
               Seguimos soñando. Deseando que el sueño sea inacabable. Sabiendo, empero, que algún día terminará el camino y nuestros pasos dejarán de tener sentido porque, simplemente,el camino se habrá agotado. Deseamos que la arenita que pateamos (sin querer) en nuestro lento avance por la ladera, se quede quieta por un momento. Para que el caminante que sigue tras nosotros, pueda detenerse un instante y admirar la quietud y la armonía de su acomodo en los resquicios de la vereda que hemos hecho para ella. Como un tierno recién nacido que huele a vida nueva e inunda el aire de la montaña con sus olor de promesa y de suavidad y de recién estrenada melancolía. Así pensamos de nuestros primeros pasos. Así pensamos de los pasos recién dados.
               En algún lugar está esa alma que comparte mis deseos, mis sueños, mis esperanzas, mis inquietudes, mis preguntas, mi soledad, mi amor por la vida, mi irresponsable falta de temor, mi inacabable optimismo, mi irrefrenable declaración de fe. En algún lugar pensará en mí sin saber que existo; sin saber quién soy. Sin sospechar que subo la montaña y cada vez me alejo más. Pero sabiendo que, como ella, tengo un sueño que me dice que al llegar al pico voy a encontrar un espacio lleno de nada. Ahogado en la libertad de la conquista. Que en la siguiente montaña, no lejos, la veré sonriendo. Preguntándose quién es esa alma que la saluda a lo lejos. Y sabrá, conmigo, que su saludo nos acercará de súbito y podremos fundirnos en el abrazo del reconocimiento. Podremos renacer. Podremos enlazar nuestros dedos y nuestros momentos y nuestros temores y nuestras manos. Y así seguir subiendo. 
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Foto del autor Eugenio Y. Krez
Textos Publicados: 9
Miembro desde: Mar 07, 2009
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Descripción

Nuestro propsito en la vida

Palabras Clave: Vivir subida misterio

Categoría: Poesa

Subcategoría: Filosfica


Derechos de Autor: Eugenio Y Krez


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