La música que escucho refleja mi estado de ánimo. Constantes arpegios de guitarra artesa, que denotan las nimiedades de la vida. Generalmente se destaca el lado b de las cosas. O quizás solo fuerzo estas notas para que sepan a desánimo. Pero, ya qué, me acostumbre al fucking sabor amargo.
A veces se escuchan suaves notas de piano que reflejan el vacío, la auto reflexión impuesta en mi cabeza diariamente. Creo que ya no puedo más, el repique constante no deja de cesar. Mi reacción es automática: lagrimales en torrente por cualquier razón.
Más escondidos, se encuentran los riffs que ponen color a lo que generalmente es oscuro. Este es un pequeño viaje que disfruto, ya que una vez terminadas, vuelvo a la mediocridad auto impuesta.
Hay días en que todo fluye y cada instrumento repiquetea a la par. De fondo se escucha una compleja melodía, que destaca la capacidad de su autor. Todos se agolpan para escuchar este bello tema. El dignificado mentor se enorgullece de sus logros, pero ve que en un abrir y cerrar de ojos todos se van, aún así sigue interpretando la canción. Qué más da, intentará salir de ese hoyo en el que se metió.