Intento mantenerme en pie con la cabeza erguida y encontrar razones para no gritar
Mirarme en el espejo con la esperanza de poder reconocerme
Y encontrar en mis ojos  tan solo un indicio del niño que fui.
 
En esta etapa de mi vida donde los sueños son cómplices malditos
Que se unen sin reparo alguno para burlarse abiertamente de mí
Y los recuerdos son imágenes borrosas diluidas en formol.
 
Treinta  y tantos años, madurez impuesta; anquilosada,
asignada por la vida o que se yo,
madurez de hierro que se oxida , oxidando a su vez este cuerpo mortal.
 
Sabrá dios quien ganara la batalla
Si los barbitúricos que intentan consolarme sin abrazos
O la depresión que me cercena sin puñal.
 
Si las frases positivas que repito mentalmente
 en una autismo sin sentido cada noche
o la angustia asfixiante en que me hundo cada mañana al despertar.