Aún no se me han caido todas mis hojas
a hurracanes y a tormentas he sobrevivido
con la fuerza que Dios solo me ha dado
y a la ave cantora que ha hecho sobre mi su nido.
Soy la sombra de miles de amigos
que se refugian del resplandeciente sol dorado
y en el frio invierno soy el caliente resguardo
de seres diminutos que se alimentan con mi fruto.
En mi pecho llevo un corazón tatuado
de un joven soldado, valiente y enamorado
que encontro consuelo, abrigo y cobijo
en el lecho de amarillas hojas que yo he dejado.
Soy el espiritu del bosque
el alma de los seres encantados
que pululan en las primaverales noches
pintando de colores mis cansados brazos.
Hoy el hacha asesina hiere mi cuerpo
con la saña del verdugo ensangrentado
y mis pobres compañeros me han abandonado
cuando el leñador con alegria ha dicho:
¡Fuera Abajo!