Blanca Nieves y el príncipe Conrado
Publicado en Apr 21, 2009
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Siempre creí que Blanca Nieves terminó viviendo feliz con su príncipe. Años más tarde, descubrí que su historia tomaría un giro diferente.

Conrado, se llamaba el príncipe de quien se enamoró, después de aquel beso que la salvó del hechizo de la manzana envenenada. Como toda bella heroína de todo bello cuento, Blanca Nieves, no se tomó la molestia de averiguar quién era su príncipe azul. ¿Por qué lo haría? Después de todo, su salvador era guapo y de gallarda apariencia, para una doncella que había pasado penurias, aquellas referencias eran más que suficientes.

Lo que no sabía Blanca Nieves de su apuesto joven, príncipe de tierras muy lejanas, que era un jugador empedernido, bailarín e inclinado a los placeres carnales. En el reino de Conrado, su fama de amante aventurero era bastante conocida. Todos los intentos de su padre, por hacer de él un joven responsable y de provecho, habían caído en la frustración, por lo que harto de tanto despropósito tomó una drástica decisión y le dijo: "Hijo mío, toma 50 monedas de oro y vete fuera del reino, y sólo regresa cuando te hayas convertido en un hombre sabio."  De nada le valieron las súplicas a Conrado, ni los pedidos de perdón, ni las promesas de cambio -reiteradamente incumplidas, por cierto-. Se convenció de que era irreversible la decisión de su padre, cuando la Guardia Real lo escoltó hasta una legua más allá de la frontera.

Ignorante de la verdadera persona que era su príncipe Conrado, pero enamorada hasta la espina, se fueron al castillo del difunto padre de Blanca Nieves para expulsar a la malvada madrastra y casarse como manda todo cuento infantil. Así es cómo se convirtieron en flamantes reyes de aquel país de Blanca Nieves.

Experimentado amante era Conrado, como ya les he contado. Supo mantener contenta, feliz y harto relajada a la bella Blanca Nieves. Pero la luna de miel tuvo que finalizar al cabo de un largo mes, cuando el Primer Ministro les comunicó que los asuntos de estado requerían atención urgente. Como habrán de suponer, Conrado evadió la responsabilidad excusándose de no conocer bien el reino. Blanca Nieves lo miró con ojitos de satisfacción y de buena gana se hizo cargo del gobierno.

Conrado, como perfecto libertino, volvió a sus antiguas andanzas. Cuando no organizaba lujosas fiestas, ocupaba su sobrado tiempo libre en sus muy secretas aventuras amorosas. Se cuidaba, cuando sus jóvenes amantes tenían dueño, que los burlados varones no tuvieran motivos de sospecha. Por su parte, Blanca Nieves, había sido absorbida por las responsabilidades de todo buen gobernante. Ya podrán imaginarse que la otrora candente relación marital pasó a un penoso invierno.

Un trágico día, el Primer Ministro le dio una mala noticia a Blanca Nieves, los fondos del tesoro habían descendido a niveles críticos debido a los excesivos gastos personales del rey. Esa tarde y esa noche, Blanca Nieves caviló por largo rato, y desestimó muchas opciones, incluso la de subir impuestos pues ello crearía mucho descontento. Sólo había una solución: Pedir un préstamo a los enanitos del bosque. Ella sabía, después de haber vivido con ellos, que a lo largo de los años habían acumulado una gran fortuna, producto de la mina cuyo lugar secreto estaba muy bien guardado.

Los pequeños mineros aceptaron su pedido con sólo dos condiciones: Primero, que Conrado dimitiera y, segundo, se alejara del reino. Estaban cansados de las malas noticias de su deshonrosa vida libertina y que, además, no cumpliera con Blanca Nieves ni como amante, ni como esposo, ni como rey. Sin embargo, para no desamparar a su engreída Blanca Nieves, Timoteo -uno de los enanitos- le llevaría cada mes una pequeña parte del préstamo y, el resto, tan pronto como Conrado haya puesto los dos pies fuera de los límites del reino.

Blanca Nieves se puso triste por lo bien engañada que estaba, "¡Soy una tonta! -Se dijo, y no le faltó razón- ¡Qué ciega estuve todos estos años! -Sentenció-."  Se sobrepuso a su pena y decidió poner fin a los desmanes del rey. Las jornadas de caza fueron suspendidas, las fiestas fueron canceladas y los pedidos de dinero para gastos personales fueron rechazados. Conrado, por supuesto, no aceptó tal situación que lo deshonraba. Su frescura iba a la par de su poca vergüenza. A cada exigencia le sobrevenían las discusiones con la reina.

Los continuos pleitos finalizaron en un mal día para Conrado, cuando éste fue llamado por la reina. Blanca Nieves se hallaba sentada en su trono, el Primer Ministro a su lado, el General de su ejército al otro y su Guardia Real en espera de sus órdenes. La escena le dio muy mala espina. Blanca Nieves, entonces, le dijo algo que le llenó de espanto: "Toma 50 monedas de oro, vete del reino y sólo regresa cuando seas un hombre sabio. Mis guardias te escoltarán hasta la frontera."  Conrado tragó saliva con dificultad y susurró "¡Dios mío, aquí vamos otra vez!"

Fuera del reino y herido en su honor, un guardia que fuera escolta de sus juergas le comunicó una noticia que agravó su desdicha: Blanca Nieves estaba embarazada y el heredero no era de él. Sumido en sus pesares caminó y caminó hasta perderse en el bosque.

Satisfechos los requerimientos de los enanitos, éstos terminaron por darle a Blanca Nieves el resto del préstamo ofrecido y la reina pudo resolver en definitiva los problemas económicos del estado. Así fue como finalizó la historia de Blanca Nieves y el príncipe Conrado.

Se preguntarán ¿qué fue del embarazo de Blanca Nieves? Pues resulta que la reina desatendida por el marido y agobiada por los problemas de su reino, acabó por buscar un amante sustituto y no encontró mejor candidato que Timoteo. El enanito era muy despistado y además mudo, garantías suficientes para que jamás se supiera nada de su secreto y pequeño amante. Muchos años después se hablará del hijo de Blanca Nieves, primer y único rey enano, pero ése es otro cuento.

Del príncipe Conrado se supo que volvió al castillo de su padre, a quien le contó sus peripecias, de la urna de cristal, de Blanca Nieves, de su corto reinado y de la infidelidad de su joven reina. "Uno se vuelve sabio al cabo de un mal matrimonio -le dijo su padre tratando de consolarle-, más aún si nos pusieron cuernos. ¡Sé bienvenido!"  Y Conrado fue acogido y se convirtió en un rey muy sabio.

Enrique Orellana
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Foto del autor Enrique Orellana
Textos Publicados: 3
Miembro desde: Apr 05, 2009
4 Comentarios 902 Lecturas Favorito 1 veces
Descripción

Siempre creí que Blanca Nieves terminó viviendo feliz con su príncipe. Años más tarde, descubrí que su historia tomaría un giro diferente.

Palabras Clave: Cuento Relato Historia Blanca Nieves Blanca Nieves Principe Conrado Madrastra Enanitos Enanos

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: Enrique Orellana


Comentarios (4)add comment
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Karina Ruiz

Enrique tu cuento va muy de acuerdo con la realidad que vivimos, pero déjame decirte que soy una romanticona incorregible y me gustaría seguir creyendo en los príncipales azules. Sin embargo, tu cuento es muy bueno y muy de acuerdo con nuestra realidad.
Responder
April 30, 2009
 

María Marta Eliggi de Cazau

Enrique:
Me encantó el relato. Gracias por compartirlo.
Saludos.
Marta
Responder
April 21, 2009
 

Mel

Me gusto mucho.. esperare por otras historias más...
Responder
April 21, 2009
 

federico barreto

¿por que figura con cinco calificaciones, si solo tiene dos lecturas? h.l.
Responder
April 21, 2009
 

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