Te llamo en estas noches infinitas de insomnio,
te busco con la mirada perdida entre las manchas del muro.
En  la incongruencia de los sonidos lejanos
perdidos en la soledad y el frío de la noche.
Te llamo y no respondes, solo el suspiro de tu nombre
que acude mudo a mi recuerdo, lento, pesado,
perdido  entre  la blanca niebla del pasado,
blanca y espesa niebla inexorable.
Te llamo, te grito en silencio,
te lloro albergado en el desconsuelo
de vueltas infinitas  entre sábanas tediosas.
El aire no basta para suprimir la disnea
nefasta que acelera al tedio insoportable
que causa evocar tu recuerdo inexorable,
en esta llamada vana que no obtiene respuesta.
El fastidio me hace incorporarme, sin querer
me miro en el espejo difuso entre las sombras,
me horrorizo, en este instante me siento
sin ideas, sin ganas, devastado, sórdido
y  en un segundo parezco haber envejecido.
Es terriblemente frustrante que en lugar de tu presencia
solo este zumbido persistente, de un grillo lejano, me responda.
El aire no es suficiente, en este no dormir,
me sofoco, me ahogo, me aturdo
y  algo en el gusto me seca la boca.
Sé que estoy solo, irremediablemente solo...
Y en el desconsuelo surge la  pregunta:
¿Qué será de mí... sin ti, sin tu presencia?
Porque te llamo, te grito y te invoco
En estas noches infinitas de insomnio,
aunque el recuerdo sea renuente a tu presencia.
...y me repito mirando fijamente
con los ojos irritados el absoluto de la oscuridad,
encontrando formas, sorprendiendo
fantasmas y terrores, mientras me repito:
¿Qué será de mí...sin ti, sin tu presencia?
Y en el silencio en medio de la nada...
solo tengo ganas de llorar.