Camino por el infinito de las calles,
solitario y sin sentido,
como llevado de la mano del éter,
caminando, flotando, cavilando entristecido.
Ahogado en el blanco subjetivo,
en la fría y difusa
pantalla de mi mente.
Ella aparece danzando
entre gritos enmudecidos.
Vuela serena en medio de las luces de la luna
como una bruja en aquelarre.
Arrullada por los bordes plateados
de las nubes a su alrededor,
en medio de una noche clara.
De pronto cae de picada hacia la tierra
invocada por mi pensamiento.
Abro los ojos inertes, para mirarla como se mira
en medio del espanto a un fantasma.
Ella camina entre las calles
desiertas de la imaginación
estéril e infructuosa.
Camina entre ángeles caídos
y avisados demonios redimidos.
Entre muecas de desesperación,
de seres derrumbados sin nombre
por vapores de alcohol
y nubes de alcaloides esclavistas y enloquecedores.
En medio del desierto existencial
ella apenas es un espectro,
un estrobo que alude a su existencia
intermitente en medio de mi ufana vida.
Despertar, despertar del sueño cruel,
volar con alas rotas
la lastimera trayectoria que me ha de llevar a su encuentro.
Sujetar la idílica visión de su ser
persiguiendo como un loco
su efímera huella.
Camino por el infinito de las calles
solitario y sin sentido,
muy lento.
Apenas percibo mis latidos
cuando sobre la dureza del asfalto gris
logro aprisionar su ser con la punta de los dedos.
Tiene una forma, un rostro...
su naturaleza es etérea como la vida,
aún así es un catalizador del ritmo de mi tiempo,
de mis latidos agitados,
de la nausea que me mata en instantes
cuando logro aprisionarla
entre momentos fugaces.
Ella tiene un nombre
y una esperanza envuelta
adentro de mi ser.
Ella es el amor...