Te amo
con todo mi cuerpo,
te amo
con mis manos,
con mis ojos;
te amo con todos mis huesos...
 
Pero, ¿para qué tener este cuerpo
si no logro habitarte?
 
¿Para qué tener estas manos
si no se vuelven tacto
al tibio roce de tus hombros,
de tu espalda
y de tus brazos?
¡Preferible cortarlas de un tajo!
 
¿Y para qué estos ojos
que no pueden mirarte?
 
Mas necesito mi pobre cuerpo
para olerte en el aire.
 
Necesito mis manos
para inventar un río
que nazca de tu cuello,
de tu espalda
y de tus brazos.
Y en ese río
navegar juntos
al centro mismo del universo.
 
Y necesito mis ojos,
por supuesto,
para formar en el lienzo de tu piel
los mil paisajes que traigo dentro.