FRENTE DE COMBATE (Cuasi Novela) Capítulo 5
Publicado en Nov 15, 2009
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CAPITULO 5
Cuando Pardo Bazán despierta se entera que hace tres días que duerme. Y ve a su madre sentada en el borde de la cama. Está en un Hospital Militar donde se huele a remedio y limpieza. Su herida no es grave pero perdió sangre abundantemente y el cansancio de las jornadas que le tocó vivir minaron sus fuerzas y la de los que le acompañaron. Su madre lo abraza y llora. Siente que ella no comprende nada de lo ocurrido, inclusive no adivina siquiera los hechos, que tuvo a su pequeño como principal protagonista. Lo abraza y llora por saberlo vivo y entre sus brazos. El no le explica nada, no habría entendido, los militares siguen siendo sus héroes preferidos. Nadie podrá sacarle esa idea y los guerrilleros unos mal paridos, bandidos y comunistas pagados e instruidos por Fidel Castro en Cuba.
Pasan tres semanas en el hospital donde se reencuentra con varios soldados de la aventura. Y finalmente es hora de salir. Suben a un rústico camión militar que los llevará hasta el cuartel. Cuando llegan hay algo extraño, la banda los recibe con dianas y marchas gloriosas. El Jefe del Regimiento, el Jefe de la Compañía; los Oficiales y sub - Oficiales vestidos de parada. Se bajan y son saludados efusivamente. Cuando llegan los suboficiales de la emboscada se rompe todo el protocolo militar y se abrazan con los soldados, se felicitan, hay muchas lágrimas, es solo por la alegría de saberse vivos. Pardo Bazán igualmente llora, los hombres verdaderos también lloran. Pero el homenaje fue breve, quince días de licencia para estar con los familiares, la efectivización de los sueldos. Pardo Bazán junto a su madre se embarcó en un colectivo y viajaron al pueblo natal...
*******
Mario corrió el ultimo tramo del cerro que dividía su pueblo con el resto de la comarca. En la cumbre miró hacia abajo: ¡que alegría ver las casas, el aserradero, la comisaría, la municipalidad! Que júbilo ver la iglesia y su alto campanario.
Le pareció ver que desde su casa salía una imagen oscura que se encaminaba hacia la iglesia del pueblo, sacudió la cabeza. ¿No sería su madre? Pero no, que va a ser su madre a esa hora de la mañana. Le quedaban unas cuatro horas aún para llegar a su pueblo y otros quince minutos para llegar a su casa. Se olvidó de los callos que tenía en los pies, de las ampollas de la larga caminata. Olvidó el hambre, el frío y arremetió con fuerza la ultima etapa.
La mujer abandonó la casa, era muy temprano, apenas amanecía. Se dirigió a la iglesia del pueblo que ya estaba abierta y frente a la imagen de Jesús crucificado rezaba:
- Dios mío, Jesús crucificado, santa María Madre de Dios. No abandones nunca a mi hijo. Yo quiero que vuelva. Yo no sé porque nos abandonó, todos los días le pongo la mesa, le tiendo la cama. Mario mío. - Solloza un rato y repite varias veces su rezo. Luego toca el agua bendita, se persigna y sale despacio rumbo a la casa. Allí tiende la cama, arregla los libros y las revistas. Le habla al lorito y a su esposo que plantado en el corredor de la casa no deja de mirar un instante el camino. Desayunan juntos, hablan del Mario y se les escapan lágrimas. Pero la vieja sigue rezando para sus adentros:
- Dios mío, Jesús Crucificado, Santa María Madre de Dios, ayudame yo se que el gurí vendrá...
El viejo se hace un enésimo cigarro de hoja de tabaco. Y le dice a su esposa:
- Vieja sabes que tengo un presentimiento. Hacé de nuevo un pan dulce, yo creo que el gurí viene.
- Voy a hacerlo viejo, grande y con muchas frutas. Tal vez el gurí venga. Pero ya hemos hecho tanto pan dulce y nada, -dijo la vieja temblando- Lo voy a hacer viejo con mucho dulce como a él le gusta. Y siguió mascullando: "Dios mío, Jesús crucificado; Santa María Madre de Dios, díganme que el gurí vendrá"... Así millones de veces en tantos meses, en total 12; un año. Una vida... Una vida en que la tristeza entró en la casa.
- ¡Vieja, viejaaaa! ¡Vieja, Viejaaa! empezá a cortar el pan dulce, era tanta la emoción de su marido que ya lloraba a los gritos que ella solo atinó a decir:
- Dios mío, Jesús crucificado, Santa María Madre de Dios gracias, gracias...
Salió corriendo y lo vieron a tres cuadra de la casa. El padre de Mario se había convertido en un vigía sagaz y de lejos lo descubrió. Salieron ambos tambaleantes, más atrás los hijos menores... Mario vio la pareja tambaleante y ya no pudo controlar el llanto, salió corriendo y gritando:
- Viejos perdónenme... perdónenme
- ¡Hijo del alma! gritó la madre que avanzaba a tropezones.
El viejo solo atinó a darle un abrazo y decirle:
- ¿Estás vivo, sos vos? ¡Que alegría para tu madre! Así ocultó su propia emoción. Los hermanos formaron una ronda y saltaron desde ese lugar hasta la casa, era cerca de mediodía en el pueblo, el barrio se alborozó y todos supieron que Mario había vuelto. Por lo tranquilo que vino ha de ser mentira total que estaba en la guerrilla, se decía en los corrillos de la localidad. Mario vio la mesa puesta, y sintió el olor del pan dulce que se quemó. Pero no importaba mucho, se alimentaría de su propio cariño y amor. Por la tarde fueron a la misa. El intendente miro a Mario con cierto desprecio. Pero no importaba, ya no tenía tiempo para el odio, ni para el rencor. Se había liberado de sus dudas. Algún día sería intendente por el voto. No puesto a dedo como el sujeto que lo mira con desprecio...
*******
Los Pardo Bazán hicieron una pequeña fiesta para despedir al joven soldado. Poco había contado del combate. Se vistió y volvió al cuartel. Los días de permiso habían pasado rápido. Volvió al cuartel, su equipo habitual no estaba en el lugar de siempre. Preguntó al encargado de compañía que pasaba con sus cosas y este señaló con mucho respeto que no podría estar más en la compañía, porque había leído la orden del día que el Aspirante a Oficial de Reserva Juan Pardo Bazán era ascendido a Sub - Teniente (en comisión) del ejercito.
No leyó la orden del día, mi sub - teniente
- No... respondió. Algo confundido el joven.
- Vamos entonces. Se trasladaron al detall de la Compañía y allí ojearon una carpeta y señaló un papel mimeografiado. En el estaba anotado que se ascendía a Post - Morten:
A Teniente al Sub - Teniente Chotas.
A Cabos a los soldados Agripino Aquino y Rojas,  Juan Carlos
 A Sargento ayudante al Sargento Primero Velázquez... etc... etc...
Luego...
A sub - Teniente en comisión al Aspirante a Oficial de reserva Pardo Bazán.
Sonrió... El sol de febrero caía a plomo sobre el playón del cuartel. La banda tocaba tonadas regionales... Las mismas que otrora eran el marco de los tradicionales bailes de la colimba. Y sonaron lejanas las ordenes de los sub - oficiales: ¡Cuerpo a tierra!, ¡Carrera mar...!
*******
A pesar que no aceptó colocarse las insignias de sub - teniente debía obedecer y formó con los oficiales de la compañía. No se le había asignado función, entendió muy para sus adentros que la cosa seria nominal, honorífica y luego a casa. Y el proceso castrense con sus mejores galas y ritual:
- ¡Fir... mes!
El trueno de tacos para adoptar la posición militar.
- Al señor Comandante de la Brigada ¡Vista dere... cha!
Todos giramos la cabeza hacia donde estaba el alto jefe militar General de Brigada, seguido del Gobernador de la Provincia y el jefe de Regimiento.
La banda arrecia con lo de siempre pero esta ves más solemne. Comienza la revista. Es norma que el jefe salude solo a los oficiales de cada compañía. Al pasar frente a la Compañía "C" donde están los valientes saluda todo el tiempo. Comprenden que es un honor especial que les hace el General. Pardo Bazán anota en su diario:
"Un locutor lee la orden del día, me llaman. Me cuesta ir al paso, siempre como soldado anduve al trote. Me entregan las insignias y la medalla, un diploma y un abrazo. Luego el turno a la madre de Rojas y los padres de Aquino que sollozan, tratan de ser fuertes pero no pueden entender por que la patria les da un poco de oro y una leyenda: "La patria al  valor en combate"...
¿Cómo le dan un pedazo de oro frío si ellos entregaron a su retoño para que haga "la colimba" y jure la bandera? El padre de Aquino devuelve la medalla. Se quiebra el viejo. Era el único hijo, termina la ceremonia. Los padres de Rojas no asistieron al acto, el Jefe de la Compañía la recibe junto a las insignias del ascenso y el diploma. Algo hace sentirme incomodo los soldados de la compañía me saludan como sub - teniente y adivino sus risas disimuladas, me quito la insignia, guardo la medalla, abrazo a mi madre y me encamino hacia el casino... de soldados, por supuesto, recién allí siento otra vez libre el alma.
*******
"El comandante Pedro, guerrillero, alto jerarca de la reacción revolucionaria pasa a la clandestinidad". Mario lee el diario y toma la decisión. Por la tarde viaja a la casa de los padres de Pantaleón, viven en un pueblo de la provincia vecina, tras cuatrocientos kilómetros baja en la terminal de ómnibus. Luego toma un colectivo que lo lleva al interior del campo, saluda al chofer que le había indicado el procedimiento, llegar hasta el almacén donde podría conseguir un carro tirado por caballos que le llevaría a la casa de los Saucedo. Al trotecito el sulqui acorta distancias en el campo, Mario se ensimisma en sus recuerdos. Piensa en Lucía, le dijo que vivía en la  principal ciudad balnearia del país, algún día reuniría el dinero suficiente para intentar visitarla como ahora a los padres de Pantaleón, o mejor dicho Carlos Luis Saucedo. El tintineo del atalaje lo adormeció. No escuchaba casi al conductor del carro que le contaba de las grandes lluviaradas, la inundación y las perdidas de ganado. Solo cuando le dijo:
- Allá pasando aquella aguada es la casa de los Saucedo.
Llegaron. Lo que era la casa de Pantaleón, un rancho de tierra, con techo de pajas, perros flacos, y un patio bien barrido. En la puerta un cuero de vaca era el único obstáculo para que el viento no se cuele.
Golpeó las manos.
Salió una mujer de unos treinta y cinco años, avejentada, limpia, pero con la ropa raída, casi sin dientes, alegre salió a recibir la visita, venía del fondo de donde lavaba una cantidad considerable de ropas, y el tendal estaba lleno.
- Guen día señó... dijo extendiendo la mano.
- Buen día señora dijo Mario Rodas, quedando anudado en la voz y con algunas lagrimas en los ojos.
- ¿Busca al patrón?, anda juntando el ganado con los gurises. Viene al mediodía, si gusta un mate para esperar.
Se acercó un niño de unos siete años.
- Saludá al señó, dijo la madre imperante.
El niño extendió las dos manos juntas, pidiendo la bendición al visitante.
Mario lo saludó e invito unas pastillas de menta que tenía en los bolsillos. No tuvo mayor tiempo para hablar, la mujer le dijo al hijo que buscara a sus hermanos que estaban lavando ropa en la laguna y arregló el fuego en el suelo bajo el techo de ramas de pindó.
El mate era fuerte y con mucha azúcar.
Al rato llegaron los que venían de la laguna con la hermana mayor, de unos dieciséis años, era el vivo retrato de Pantaleón, lo que emociono más aún a Mario; y con ella otras tres gurisas y dos niños además del que fuera a buscarlos.
- Zulmira, vení a ayudarme a cocinar que hoy tenemos visita.
Todos, incluso Zulmira saludaron de la misma manera que el primer niño, con las manos juntas pidiendo la bendición. Los ojos de Zulmira se clavaron en los de Mario.
- Señora, yo vengo de parte de su hijo.
- ¿Mi hijo se sobresaltó la mujer?, ¿mi hijo? , ¿en serio que vení de parte de mi hijo?, ¿y como anda el mocoso por allá, la ciudad?, con gesto alegre interrogaba a Mario.
El ex- guerrillero quedó sumamente impactado y decidió no decirle nada a la mujer. Sino que buscaría la ocasión para contarle al padre cuando volviera.
Y así estuvo entretenido mirando a los chicos y especialmente a Zulmira, mirando fotos de Pantaleón, escuchando historias contadas por sus hermanos. Que le preguntaban una u otro cosa.
Al mediodía escuchó el trote de los caballos y una charla alegre y entretenida, venía el padre de Pantaleón con dos hermanos más de aquel que le ayudaban en las faenas del campo.
- Buenos días... dijo recio cuando vio al extraño rodeado de sus hijos y Zulmira. Enseguida vio que por algún motivo había fiesta. La mesa estaba tendida con mantel.
- Viejo, este joven es amigo de nuestro hijo, Luis y quiere hablar con vos, dijo con cierta alegría la mujer.
El viejo, canoso, con bigotes patriarcales, bombacha bataraza raída, alpargatas y polainas, se acerca al joven con una sonrisa amplia.
- ¿Cómo te va chamigo?, los amigos de mi hijo son mis amigos. Bienvenido.
Mario sintió esa mano fuerte y áspera, por donde las aristas del tiempo  y el trabajo dejaron sus huellas.
- Bien señor. - Sintió un tremendo nudo en la garganta.
- ¿Que cuenta de lindo?, pero pase, pase a la mesa.
Mario comió en silencio y solo respondía a las preguntas del viejo, ya había decidido no contarles nada.
- ¿Que hace el Luis?
- Estudia, don. Ya va a terminar el primer año del magisterio.
- Mira vo, el Luis de maestro.
De tanto en tanto Mario miraba a Zulmira, y hasta sintió que le gustó más que Lucía.
Comieron riendo, llegó la noche e invitaron a Mario a dormir.
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Foto del autor Diego Luján Sartori
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Descripción

Cuando Pardo Bazán despierta se entera que hace tres días que duerme. Y ve a su madre sentada en el borde de la cama. Está en un Hospital Militar donde se huele a remedio y limpieza. Su herida no es grave pero perdió sangre abundantemente y el cansancio de las jornadas que le tocó vivir minaron sus fuerzas y la de los que le acompañaron. Su madre lo abraza y llora. Siente que ella no comprende nada de lo ocurrido, inclusive no adivina siquiera los hechos, que tuvo a su pequeño como principal protagonista. Lo abraza y llora por saberlo vivo y entre sus brazos. El no le explica nada, no habría entendido, los militares siguen siendo sus héroes preferidos. Nadie podrá sacarle esa idea y los guerrilleros unos mal paridos, bandidos y comunistas pagados e instruidos por Fidel Castro en Cuba.

Palabras Clave: Vuelta a cada de un gerrillero arrentido vuelta a casa del soldado concripto reflexiones de ambos bandos gerrilla ejército

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Derechos de Autor: Diego Luján Sartori

Enlace: dielusa@hotmail.com


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