Estas palabras no hacen más que confirmar que  haciendo uso de las más caras tradiciones literarias, quien escribe se debe permitir efectuar algunas consideraciones sobre el contenido, objeto y alcance de su obra.
     Debo reconocer con absoluta sinceridad que muchos de los libros que alguna vez compré o me obsequiaron, no fueron leídos de inmediato para saborear la novedad, por el contrario, algunos apenas se hojearon, y otros, en el peor de los casos, aterrizaron en algún estante de la biblioteca a la espera de una elección salvadora.
     En cierta oportunidad, para mi suerte, esa elección recayó en el libro de José Pablo Feinnman, "El Mito del Eterno Fracaso" y su lectura me animó a reflexionar sobre algunos temas que mis convicciones siempre habían abrazado y que ya no soportaban cruzarse en polémicas verbales condenadas a la intrascendencia. La posta generacional comenzaba a constituir una obsesión.
     Estas reflexiones que componen "Ida y Vuelta" fueron escritas entre los años 1987 y 1989. Originariamente comprendieron diez pequeños ensayos, pero en la Argentina, la realidad es mas fuerte que cualquier ensayo que se imponga abarcarla, por ello creí necesario incorporar dos nuevos trabajos que a manera de actualización reflexiva de la crisis permitieran situar al lector en esa realidad junto a los cambios que en acelerado ritmo se iban produciendo.
    "Ida y Vuelta", también constituye una particular visión de mi generación, principal destinataria de estas reflexiones que nacieron al calor de la eterna polémica sobre la pasión por el país, el destino de la patria, la identidad, el futuro de los argentinos y un abanico de cuestiones que se reconocerán en su lectura, sin olvidar las ausencias y omisiones que un humilde aporte puede darse el lujo de ostentar.
        Así he concebido la "ida" como un impulso por descubrir el inquietante universo del pensamiento crítico, como un camino de búsqueda y compromiso.
        La "vuelta" se encuentra emparentada con el retorno de las gloriosas epopeyas y también con la insatisfacción y el fracaso que ocasionan los quiebres emocionales.
        La frustración de un proyecto político o cultural muchas veces termina por acobardar a sus impulsores y los devuelve al puesto de espectadores introvertidos que resignan las luchas y el fervor por las causas justas.
    Mientras escribía estas páginas imaginaba el efecto que provocaría en la crítica y los lectores, la carencia de una metodología que ordenara en forma precisa las fechas, capítulos, títulos y frases, pero luego advertí que no tenía mucho sentido ejercitar una prolija cirugía literaria que atentara contra la frescura que había experimentado al escribirlas.
    En el fondo de mis convicciones no encontraba el motivo de alterar la naturalidad que estas reflexiones procuraban expresar.
    Por otra parte, las referencias al peronismo no se han explicitado en profundidad pues no he perseguido un fundamento doctrinario que reduzca el análisis desde una visión político-partidaria. Por consiguiente, esas referencias son el resultado de mis impresiones desde una posición política que no disculpo ni reniego pero que al abrazar el compromiso de una generación no podían estar ausentes.
    Finalmente, lo que aquí se ha escrito es lo que dice o piensa mucha gente en las calles, en los bares y en las polémicas intelectuales. Por ello es tan vital no retroceder en el ejercicio crítico de la memoria y rendir tributo a la conversación, al respeto por la vida y por el hombre y fundamentalmente a la esperanza.
    Rescatar estos aspectos es la mayor contribución y apoyo que pretenden brindar y recibir estas reflexiones.
                              
                                        JORGE DOSSI/Marzo 1990