Fue una noche interminable, plagada de horror y misterio.
Una desesperada sucesión de imágenes despiadadas, un instante supremo de muerte y dolor.
 Fue contradictoria, obsecuente y oscura.
No reparó en sutilezas ni desmintió justificaciones, sólo cegó las voluntades e impuso el reinado del absurdo y el desconcierto.
Que amarga historia de sufrimiento y derrota. Que pesada carga de rencor y destrucción.
La ira desencadenó la miseria del alma. Surgieron nefastos pensamientos, conciencias desvirtuadas, hechos abusivos, represión indiscriminada, violencia incontrolable, alejamientos y soledad.
Una tumba desafiante incrustada en la piel y el corazón.
Que desastrosa visión del hombre. Que tremenda terquedad para comprender y corregir los desvíos que condujeron al tunel desgarrante de la ignominia y la persecución.
Nos llevaron a conocer esa noche, esa novela que ya conocíamos, que habíamos imaginado pero que nos ruborizaba admitir verosimil.
No fue un sueño, no pareció una pesadilla.
Hay una memoria que asume las luchas y nos contagia en el fervor de las pasiones.
El dolor no se presume. La muerte no se improvisa. La vida hoy es testigo de la crueldad que la noche instauró pero el miedo nos acompaña alertando los pasos, marcando un constante sentimiento de inseguridad.
¿ Acaso es tan fácil aprender a rescatar la confianza y las creencias en lo que alguna vez fue el refugio  de nuestros mas preciados cariños?
Nos queremos quedar como lo hicimos antes y construir nuestra esperanza porque si alguna vez el respeto armonizó la convivencia, hoy sangramos ante una indiferencia fabricada para circunstancias aciagas.
Es tiempo de volver a creer aunque sea dificil conformar a todos. Si no nos permitimos esta reconstrucción de amor nos sepultará el egoismo y serán mas cruentos los enfrentamientos.
 Estamos presenciando la posibilidad de encontrar los caminos correctos, mal que les pese a los cretinos de siempre, pero no magnifiquemos este tiempo precioso que supimos conseguir.
 Abonemos en unidad una patria mejor. Luchemos ya por la felicidad de nuestros hijos. El tiempo corre demasiado rápido. Hay una generación que se siente fracasar sin haber hecho su aporte histórico.
Fue una noche dura, implacable, nos desanimó con su estilo único pero ahora es el tiempo de nuestra inauguración, de nuestro preciado proyecto, de nuestra última alternativa.
Realicemos el sueño de  los hombres que fueron bandera.
Todo un pueblo debe marchar en esta etapa contra los malos vientos.
Las noches siempre llegan, sólo es cuestión de que sepamos iluminarnos y aún a oscuras nada podrán hacer.
 
Jorge Dossi - 19-07-1984