SIN MIRAR
Publicado en Apr 20, 2023
SIN MIRAR
Motas de polvo se acumulan/ de los sagrados días acumulados/ sobre los ángeles alados tallados a mano por Nuestro Señor/ que custodian imperecederos e impertérritos desde lo alto/ al altar de la Catedral hecha a martillos y a escuadras/ Igual que la ciudad./ A los frescos en la pared del presbiterio/ les está entrando humedad./ Los ángeles custodios que custodian han tomado nota/ que dejan entre las páginas del cuadernillo de los muertos/ pero que el señor cura las pasa por alto/ sin mirar./ Los feligreses observan domingo a domingo/ como la cara de Cristo y de su madre desaparecen bajo una mancha gris devoradora/ y el señor cura sigue con su homilía/ sin mirar./ Una mañana oscura de invierno/ durante la primera eucaristía del día/ con escaso público asistente aún/ hastiado de tanta indolencia insolente de parte del señor cura/ El mismísimo Jesús en primera persona se desclavó de su propia antigua cruz/ bajó de su pedestal enrejado de hierro forjado,/ se acomodó púdicamente su arrugenciado pañal/ caminó lentamente como venciendo de apoco un dolor/ por el medio una Via Appia apática de la nave flotante central/ arrastrando en su mente los recuerdos de su último Via Crucis/ -¿Cómo poder olvidarlo?-/ pensó./ Se le vio caminar con dificultad/ presumiblemente a causa del frío, los músculos agarrotados de las piernas y las articulaciones de las rodillas atrofiadas/ de tanto estar de pie semiflectado por los siglos de los siglos./ Subió lentamente los dos peldaños de mármol gélido que daban al altar/ como si hubiese sido un hombre fatigado de la tercera edad/ y no uno de treintra y tres prácticamente recién cumplidos./ Llegó a la tarima/ tomó la Biblia abierta en el atril y la cerró de par en par suavemente con parsimonia/ La levantó entre sus manos como si de una dulce flor se tratase/ y con piadosa delicadeza por el alma del señor cura/ la azotó con fuerza sobrehumana contra su cabeza./ El señor cura incrédulo cayó derribado de espaldas sorprendido./ Jesús se le quedó mirando con los ojos achinados por unos segundos/ que debieron ser eternos y perfectos en su escala divina de valores precisos./ Sin perder la compostura ni la caballerosidad/ le tendió la mano al señor cura/ y sin decir palabras/ ante la mirada atónita de los pocos hombres y mujeres ahí presentes/ volvió a su cruz también polvorienta./ Desde donde/ cuentan las malas lenguas/ mira hacia el altar/ con una ligera sonrisa esbozada al ver expertos repintando científicamente su mural.// 18.04.2022
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