Los artistas vienen marchando
 
Por las sendas sociales de la Capital de la Madera, como una entrañable reivindicación, los artistas sanvicentinos vienen marchando: lo hacen desde aquellos piquetes que devienen de otros siglos como aquel camino de los jesuitas; por los rumbos abiertos por los que marcaron el derrotero de la Ruta Nacional 14 a caballo del lomo de las sierras; por las picadas del fisco, de aquellos pioneros que en la década del 60 querían arañar la tierra roja, para que sangrara en plantas nuevas; por las calles abiertas por los fundadores Gabino Tejeda y Albino Ortamann; por las avenidas que peregrinara el Padre Jorge Maniak, a los son de los cantos Marianos, los ¡Viva María!; ¡Viva la Iglesia!; por los empedrados, por el asfalto que fue como una explosión de alegría cuando cubrió con su fría materia de piedra y brea la piel roja de la ruta y las avenidas; tiñendo con azabache el paisaje urbano  del progreso; por el Cruce, por las calles de los barrios lejanos; desde el centro, desde las chacras, desde el corazón del pueblo.
No tienen una sola edad son jóvenes, viejos, hombres, mujeres...Todos con una ilusión, mostrar lo que hacen. Hay quienes esculpen la madera con un lápiz de metal desde los tornos en los talleres; otros dibujan y plasman en lápiz y papel sus fantasías; hay quienes pintan cuadros hermosos de paisajes misioneros, quien no, de rostros o de naturaleza muerta. No faltan los que escriben, y cuentan anécdotas perdurables en el tiempo o aquellos que siguiendo la senda de los escritores ensayan sus poesías. Quienes no, trabajan la tela, el hilo, la cera...Hay quienes le sacan a diversos instrumentos las notas armoniosas de la música y quienes cantan. Es la expresión del pueblo que explota, como bullen las flores en primavera.
Se detienen un momento en los hitos históricos y geográficos; matean un rato en el rancho de tacuara batida de Guillermo Campos; se regodean con la belleza del salto Tarumá, retienen en sus retinas las cristalinas aguas que saltando las rocas bajan la sierra, o plasman en imágenes eterna la apacible geografía bucólica de verdes tabacales.
Estuvieron ocultos, escondidos, sin tener una ventana a la que asomarse sin poseer una puerta que golpear. Ahora sin ser una antorcha luminosa, es al menos una luz de esperanza, la apertura que le ha hecho la gestión municipal al crear la Secretaría de Cultura. En busca de ese destello, los artistas vienen marchando.
Es también la posibilidad que un Hernández, un Bécquer, un Van Goth, un Canchi Quintana, nazca de esta nueva era.
En San Vicente, los artistas vienen marchando y en pos de ellos un pueblo entero, de más 40.000 almas. ¿No escucháis el rumor de sus pasos?