LA LECTURA EN EL BAO
Publicado en Oct 06, 2009
En los tiempos que corren los lectores ensayan nuevas formas de buscar "el tiempo de sus lecturas". Quienes suelen jactarse de pertenecer a la privilegiada raza de los observadores los han visto sumergirse en sus libros con inusitada pasión. Colectivos y trenes son fieles testigos de la aventura y en estos trayectos se desanda el camino hacia la intrigante página siguiente. Es notable como se relacionan los estilos literarios con los medios de transporte y el tiempo que insumen los viajes. Supongamos un viaje corto desde Belgrano hasta el Centro:. Los medios de transporte suelen ser mas condescendientes con los lectores de poesía o cuentos cortos que con aquellos devotos de las novelas. Pero no es la intención circunscribir la lectura a los referidos medios y al tiempo pues para ello tendríamos que encuestar a los lectores, trazar algunos itinerarios y así establecer comparaciones. En otra oportunidad se volverá sobre esta modalidad. También se ha observado desde antiguo, la lectura en los bares y se coincide con otros estudiosos del fenómeno que en dichos ámbitos el acto de internarse en la obra encuentra a los lectores mucho más tranquilos y concentrados para abordarla. En esta modalidad el tiempo puede extenderse con mayores resultados positivos sin revestir los inconvenientes propios de la anterior en la que trenes o colectivos atestados de pasajeros o un típico cráter porteño que el chofer no alcanza a esquivar, se tornan obstáculos insalvables para proseguir la lectura. Supongamos el fatídico destino que nos aguarda si llegando al final de un cuento que nos ha costado las uñas, sube una mujer embarazada o con un pequeño en brazos distrayendo nuestra extasiosa simbiosis obligándonos por mandato moral y social a cederle el asiento. Aunque a fuerza de ser sinceros, el libro constituye un refugio ideal para ignorar la presencia de embarazadas. Distinto es el caso de mujeres -aunque los hay del otro sexo también- sin vergüenza o sinvergüenzas que cargan en su brazos algunos especímenes con pelos en las piernas y todavía gesticulan buscando compasión o una voz anónima que señale al lector para recriminarle su actitud. Podríamos enumerar otras modalidades y sus tiempos como el de la cola en el banco, el día de pago a jubilados, suficiente para devorar "Ana Karenina" y debatirlo con amigos, o el tiempo libre del almuerzo en la placita que nos puede permitir avanzar hacia el ansiado objetivo. Haciéndonos eco de variados reclamos de lectores hartos de no poder compatibilizar el tiempo, la tranquilidad y la concentración de sus lecturas, es que apoyamos esta corriente de pensamiento que se rebela contra la tiranía del reloj y su malsana influencia, y por ello, consideramos de provechosa utilidad sugerir la lectura en el baño. Se nos preguntará con razón qué beneficios podemos obtener en tan inapropiado lugar. Responderemos con resabios utilitaristas y en tanto personas que aún conservan intacto su hedonismo, es decir, nos movemos por tendencias al placer, por consiguiente, el placer de la lectura que el tiempo nos roba tan ingratamente podemos prolongarlo y disfrutarlo en ese lugar. Es prudente aclarar -por si quedasen dudas-.que no se propicia el ingreso al baño con la pura y exclusiva finalidad de leer sino que se apela al criterio funcional que nos reportan algunas necesidades fisiológicas para una vez, inmersos en ellas, aprovechar ese acto solitario en la placentera compania de un libro. Habrá quienes nos tildarán de puercos o desubicados pero eso no tiene que hacernos flaquear. Nuestros olores son nuestros y cada uno sabrá asumir los riesgos que ello implica. Otros dirán que el libro es una categoría sagrada y no puede familiarizarse con un lugar sólo reservado para revistas del corazón o palabras cruzadas. En ese caso convendrá meditar las opciones y elegir la que mas nos plazca. Todo este discurrir que venimos ejercitando comenzó con la búsqueda del "tiempo" de las lecturas. Fue entonces que se nos ocurrió sugerir por convicción más que por deseo, ese espacio donde la soledad se asocia a un instante privadísimo de libertad. Soledad para pensar, para meditar decisiones trascendentes, rupturas sentimentales, exámenes y porque no, el final de un cuento, un poema, o el comienzo de una novela, y todo esto aunque todavía se levanten voces inquisidoras censurando esta vecindad de la literatura con los malos olores. Nosotros a fuerza de obstinados seguiremos apostando a la libertad de los lectores.
Página 1 / 1
|
inocencio rex
maldito posmodernismo.. sacando internet, poco y nada
Jorge Dossi
Un abrazo
Jorge
Jorge Dossi
Con mi afecto
Jorge
inocencio rex
buenísimo
Sachy
SACHY
Jorge Dossi