La pelea
Publicado en Oct 01, 2009
Metro 90 y tantos. Se me echó encima como un toro, no sé como lo esquivé. Todavía no sé como lo hice. Pero el segundo golpe no pude, me llegó en plena frente, una zurda de esas que hacen pedir perdón, caí de culo al piso, la multitud encloquecía, tenía que hacer algo, aparte de esquivarlo. Salir de ahí no era de hombres, no iba a echarme atrás ahora, ni loco. Ni cagando. Así que me di una bofetada para reaccionar. Porque había estado como dormido hasta ese golpe, esquivando, escapando, burlándome de ese animal hediondo que tenia frente a mí. Gruñó, como un oso gruñó cuando se me vino encima, olvidaba que no había más reglas que no matar al contrincante, eso no incluía no lesionarlo de gravedad, así que volví a esquivar y sobre la misma le di con mi puño en pleno ojo, fue como pegarle a una roca, ni pestañó el infeliz, me paré sobre la misma, pero me agarró del pelo y me lanzó contra el piso, se me iba a tirar encima como en la lucha libre, y esos casi 200 kilos encima de mi humanidad no eran algo que me tranquilizara, pero estaba atontado, como un perro atropellado por un camión, mas encima escupía sangre de mi boca como loco, apenas lo vi volando sobre mi hice lo que pude con las pocas fuerzas que me quedaban y me salí de su camino, o de su caída libre, el porrazo sonó como bomba. El suelo retumbó y la multitud enloquecida gritaba “¡¡Dale, cabrón, mátalo, mátalo!!”. Claro, como ellos solo miraban, es re fácil opinar de algo cuando no se está en la situación, me dije, empuñando mis manos y tirándome sobre su mole caída dándole de golpes en la cabeza, de seguro no lo mataba, pero al menos ganaba tiempo. Cuando se movió un poco le di una patada derecho al oído, saltó sangre, ya no oía al público, a ese montón de idiotas, solo pensaba en matarlo luego o el me mataba a mí. A esas alturas no me importaban las reglas. Mierda que tenía rabia. Sudaba como loco, sangraba de la boca, la nariz y de la cabeza, el infeliz se paró, rabioso, se me tiró encima como un camión, no sé si pensaba ese hueón, o era una mole de músculos sin cerebro, me estaba dejando toda la ventaja, así que lo hice, mierda que sí lo hice, lo dejé pasar, y cuando su espalda descubierta pasaba por mi lado, en una fracción de segundos, golpeé su columna con una caída libre de mi codo derecho, a matar. Lo siguiente que recuerdo es a la gente quedándose callada, la mole esa en el piso, quieto como un ratón muerto, sangre en el piso que salía de su enorme boca, y la sensación de haberla cagado en serio. Estaba caído, con la espalda partida. Estaba muerto… en serio.
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klauss demon