Libro I - La creacion
Publicado en Mar 21, 2019
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Creación
I
¿Cuál fue el momento de mi nacimiento?, ¿Cómo fui creado?, no lo sé, no recuerdo siquiera alguna vez haber sentido el amor de ser que pudiera llamar Padres. No recuerdo si quiera cuanto paso desde que tome conciencia de mí y el momento en que el primer hombre apareció y me llamo “Dios”.
La oscuridad colma mi conciencia y dentro de ella, vacío, nada, silencio ensordecedor, aburrimiento eterno. Décadas, siglos, no sé cuánto ha pasado, pero ha sido tiempo suficiente para no ser solo consiente de mi persona sino también de un poder propio. Pequeños engranajes comienzan a crear leyes y normas de lo que ha de ser pero aún no lo es.
En la inmensidad mi conciencia da un chasquido de la nada, de la oscuridad a la luz. Los engranajes en mi conciencia comienzan a girar, el tiempo, el tiempo aparece.
Tiempo regidor de todo.
Cada parpadeo de mi conciencia algo nuevo nace, las leyes comienzan a cumplirse en la inmensidad. Pequeñas singularidades comienzan a reunir la enormidad. El comienzo, la sinfonía del nacimiento lleno mis oídos y con mi mirar cubrí todo, admirando como comenzaba a funcionar.
Un pequeño mundo en mi inmensidad me cautiva, lo miro desde su nacimiento, ubicado por las probabilidades del universo, que he creado, en el lugar perfecto, colocado en el límite de un rizo. Lo mire sobrevivir colisiones, lo observe luchar por dar cabida a otro resultado de los engranajes funcionando.
Observe en un segundo especies nacer y extinguirse. ¿Dolor?, no sé si lo sentí, después de todo solo obedecen a las normas.
Que hermoso planeta tan azul, tan puro y perfecto, atestado de vida, me enamore de él y decido hacerlo mi hogar, si acaso es posible que yo tenga uno.
Tenía todo el planeta para mí, pequeñas criaturas diferentes a las anteriores comenzaban a poblar este mundo.
Mi conciencia seguía parpadeando y el tiempo seguía su avance ante un repiqueteo pausado pero continuo hasta la inmensidad. Un chasquido y ante mí los correctos engranajes comenzaban a crear nueva vida, muy diferente a su padres ya que les di el poder de la adaptación, el intelecto.
Tal especie me cautivo desde un inicio ya que eran la representación del hogar que los albergaba, desde un inicio luchando por la supervivencia, primero desde lo alto de los arboles temerosos a bajar ante el peligro de ataques de criaturas feroces que segaran su vida, hasta que uno de ellos se aventuró bajar y con su intelecto natural logro sobre ponerse a estos peligros y sobre sus dos patas traseras dominar el horizonte. Su tenacidad me cautivo y me hizo amarle de entre todas las criaturas y por ello le prodigue toda mi atención.
Para este mundo millones de años han pasado, pero para mí ha sido menos de un parpadeo mortal, pero ha sido el parpadeo más solitario de mí existir, quizá tu hombre no puedas comprender la inmensidad de esa soledad, pero fue una soledad eterna para mí. Necesitaba un ser como yo, pero con el Don de ser un ente físico. Yo mismo acomode los engranajes para darle lo mismo que yo, conciencia de su existir. Les di la Evolución.
Que torpeza la mía que no vislumbre los resultados en los engranajes, los guie a ser a mi imagen y semejanza y por tanto podían crear pero no crearon belleza, el miedo los abrumaba, miedo a la noche, miedo a la tormenta, miedo a los ojos brillantes de los habitantes de las noches y de su miedo las pesadillas llegaron, poblando su mente y proyectándolas al mundo que les ofrecía. Crearon el terror en la oscuridad, hogar de las criaturas despiadadas que en su mente comenzaban a nacer.
Aun dándoles el conocimiento del fuego al hombre, como decido llamar a este animal, seguía temiendo y por ende más maldad en la oscuridad pululaba, entonces decidí crear vida protectora, espíritus si gustas llamarles.
Hadas, sátiros, ninfas, toda mi creación le dote de un guardián, de una luz en la oscuridad. Sirvientes y protectores del hombre.
Mire a mi amado hombre prosperar de la mano de toda mi creación, mire como tomaba lo necesario, lo mire compartir, pero entonces también note el inicio de sus males, la envidia, uno a otro robándose, asesinándose por una fruta o solo un conejo y vi que debía actuar para controlar su fallo y me di cuenta que debían existir limites, debía haber alguien superior, alguien a quien admirar y respetar. Entonces primero que nada dividí el mundo con un velo, de un lado el mundo que la casualidad en mi chasquido creo y del otro lado mi conciencia, de ese otro lado atraje a una cantidad de elegidos entre mi especie más amada y ahí me permití darles la inmortalidad y además de eso la capacidad de atravesar el velo libremente, les di un líder, Él se llamó Adán. Y su mujer era Lilith.
Que Hermosa era ella, la hice igual que su pareja, de barro de mi conciencia y un soplo de mi esencia. Desde su nacimiento fue admiración de mi creación, con sus cabellos rojo fuego y sus rizos que caían sobre sus hombros en caireles que atrapaban la vista siguiendo cada línea de su ser hasta su cintura y más allá de su delgado cuerpo desnudo de pálida tez. Amaba a toda aquella criatura que creyera tan bella como ella y Adán. La Cree para gobernar junto a él, pero ella como la creación al otro lado del manto deseaba más, no le bastaba con estar al lado de Adán, deseaba el mismo poder que el ostentaba en mi creación, para ella los dos no eran iguales y comenzó a discutir con Adán, primero en silencio y después a vista de quien estuviera presente, mire en sus ojos el refulgir del odio y el desprecio, ella no quería compartir el poder, quería el poder para ella y solo ella, no quería ser mera observadora, quería participar. Su vanidad me enfureció y en la inmensidad le maldije, mientras ella huía fuera del velo, en busca de su libertad.
-          Haz querido por decisión propia hija mía alejarte de mí cuidado, puedes remediarlo si vuelves, pero si acaso insistes en confrontarme la vida eterna que te he regalado no será más una bendición fuera de estas tierras al otro lado del velo, serás un animal de las noches y el sol te lastimara, tu vientre se secara y no podrás procrear vida y para sobrevivir tendrás que alimentarte de la sangre de tus presas –
En ese entonces no pensé la gravedad de mi maldición, ni siquiera cuando mi hija más amada me dijo.
-          No podrá mi vientre crear vida, pero mi sangre si, me creaste igual que a ti, Tú me maldices Padre, entonces yo maldeciré a tus hijos amados volviéndolos animales así como tú me has vuelto uno, los tentare a mi lado y no podrás evitarlo. –
Lilith se ocultó en la oscuridad y aleje mi mirada de ella. Que torpe fui.
II
Adán y Eva
El hombre no debería de estar solo y eso lo aprendí después de la desaparición de Lilith. Adán se opacó, caminaba triste y retraído, sentí que debía reparar eso y mientras dormía decidí tomar su costilla para crear a la pareja que en verdad lo siguiera sin cuestionar. Le di un soplo a esta costilla y Eva nació.
No era tan hermosa como la primera mujer de Adán pero logro animarlo y devolverle la vida y mi creación de los dos lados del manto comenzó a amar a esta nueva mujer de Adán. Con su cabello negro rizado y sus ojos oscuros, tan profundos que podían contener toda mi creación, coronaban su piel morena de un brillo que seducía al sol que la seguía donde andase. Ella era mi creación más infantil y bondadosa, su confianza y amor era a toda criatura por igual.
Tan maravillado estaba con la nueva mujer de Adán y su proceder que mi ser no vio a Lilith ir y venir atreves del velo y vigilar lo que acontecía. Con cada una de sus incursiones su rencor iba creciendo. Despreciaba a Adán que le había olvidado fácilmente, pero más me despreciaba a mí, si Adán tenía a alguien más, era por mi causa y comenzó a vigilar a Eva, decidiendo que su bondad e inocencia eran su peor enemigo.
A Adán le di como regalo de su nueva unión la espada más brillante, creada de un pedazo de mí, tan brillante que al sol parecía estar en llamas. Esta espada seria la muestra de mi predilección por el ante todo ser y su comunidad. Al fin pude detenerme a descansar y admire mi creación a ambos lados del manto.
Cree mi hogar junto al pueblo de mis hijos Adán y Eva, levante una gran montaña con escaleras a sus faldas que zigzagueaban hasta su cima, a lo largo de todo el trayecto coloque árboles y flores de dulce aroma, en su cara noroeste, al centro de una concavidad, una cascada caía hacia un pequeño lago que alimentaba tres ríos que atravesaban las tierras del Edén dentro de mi manto, en la cima sobre una gran depresión, una planicie donde coloque mi Jardín y dentro de este un gran lago, que alimentaba la cascada, rodeado de árboles frondosos bajo los cuales descansar, entre estos coloque dos árboles frutales con la única intención de probar a mis hijos más cercanos si eran dignos de los dones que les prodigaba. Llame a estos árboles el árbol del conocimiento y el árbol de la vida.
Terminado mi trabajo coloque mi conciencia en Adán y lo invite a venir a mi nuevo hogar. Cuando el llego me permitió entrar y proyectar en él mi ser y pudo verme por primera vez, su rostro al mirarme fue de una complacencia total, de la satisfacción de los sentidos, estando así le hable.
-          Hijo, eres el más amado de mi creación, he prodigado protección a ti y a tu pueblo, bajo mi manto les di el conocimiento de las cosas, le di el poder de crear y te di el poder para gobernar aun al otro lado del velo y jamás a cambio te he pedido algo, hasta ahora. Estos dos árboles que vez aquí te son prohibidos, no comas de ellos, todo lo demás en mi jardín toma y come cuanto quieras. –
Confié en mis hijos, sabía que no habría de que preocuparse, sabía que Adán se mantendría alejado de estos árboles, pero me olvide de Lilith.
Décadas han pasado de que ella se fue y el momento en que hable a Adán, Décadas en las que Lilith alimento su odio, décadas donde observo y sedujo a criaturas que sus oídos y ojos en mi jardín fueron y así se enteró de la condición a mi hijo, comenzando a orquestar su venganza.
El tiempo avanzo y el pueblo de Adán y Eva próspero y avanzo tras la protección de mi manto, del otro lado el mundo avanzaba a paso lento siguiendo solo las normas que mi conciencia formo antes de que estuvieran ahí.
III
El Plan
Lilith se marchó llena de furia esperando el tiempo le diera los medios para hacer pagar a Adán y a mí.
Por décadas Lilith vivió junto a los grandes temores del hombre y escucho el desprecio de estos por mí y por esas criaturas más que Vivian a la luz. Divididos estos seres ella los unió y se convirtió en su líder.
En la oscuridad también aprendió que el miedo del hombre le daba fuerza, mientras más miedo más poder tenia ella, comenzó a disfrutar de las noches heladas en las que salía de su escondrijo acercándose a las criaturas dormidas alrededor de una fogata que calentaba ya solo las sobras de la caza del día, caminaba ligera alrededor de ellos aun desnuda con la luna reflejándose en su blanca piel. Traviesa pero sádicamente provocaba una exaltación en los adormilados seres, como disfrutaba ver sus caras de terror y más entrar en sus conciencias poblándolas de aterradoras imágenes. Criaturas tontas.
Las noches que salía a cazar disfrutaba del aroma que el viento de la noche traía de entre los árboles, el tacto del humus en el suelo, fresco y suave, la excitación del acecho, el sonido de la precipitación tormentosa, el silencio roto por un veloz movimiento y el chillido que sigue al éxito, la sensación de sus dientes perforando la piel del animal para succionar su sangre, disfrutaba sentir la sangre escurrir por las comisuras de sus labios, era una sensación electrizante sentir la tibieza acariciando su cuello ante las frías noches. El aroma a hierro impregnaba el ambiente y ella disfrutaba aspirarlo después de haber terminado a su víctima, la cual invariablemente lanzaba al suelo con desprecio.
Las noches para ella son placenteras, pero entonces el primer canto del gallo, mensajero del día que se acerca, le recuerda de su humillación y se arrastra bajo tierra junto a los demás animales rastreros, jamás dejo de odiar esos días que durmió así.
El tiempo comenzó a mostrarle una habilidad que sin yo darme cuenta le había dado en su creación,  podía proyectas su mente en todo aquello que se le rindiera y así podía ver y escuchar durante el día a pesar de estar bajo tierra. Aprovecho este nuevo conocimiento para espiar durante el día y las noches cruzaba el velo con cautela, veía a Adán dormido junto a su nueva mujer y sentía sus músculos tensarse de odio quería entrar en los sueños de Adán y seducirle, le mostraba la pasión entre ellos, poniéndolo en el predicamento de escoger entre la inocente Eva o ella Lilith, pero Adán amaba ahora a Eva, amaba su ternura con los animales, amaba su amor a su pueblo y la atención que les prodigaba a cada uno de ellos, amaba su atención a las criaturas más pequeñas a las que nunca les negó un momento, amaba la atención que ella le ponía, amaba el aroma a flores que emanaba siempre de su rizado cabello oscuro, amaba su profunda mirada inocente pero llena de amor incondicional y cada noche Adán al final de sus intentos le mostraba a Lilith tal amor.
Cada noche que entraba le hablaba a las pequeñas criaturas comenzando a controlaras. Que podían saber esas pobres alimañas si solo recordaban ella fue la primera mujer de Adán, recordaban que yo había instituido al hombre como regidor de las bestias, entonces como podría enojarme con ellos por ayudarla si yo los guie a ello.
De alguna manera haría volver a Adán a sus brazos y decidió usar una pequeña polilla para seguir a Adán, así fue como se enteró de mi petición a Adán y supo que podía usarlo para su venganza.
Como podría ella lograr que el hombre me desobedeciera, no era cualquier hombre, era Adán, tenía que ser el que me fallara, pero no era tarea fácil, él era justo y temeroso de mí.
Con ojos y oídos en mi jardín pudo ella ver como Eva prodigaba atención a toda criatura sin distinción, por más repulsiva que préciese, entonces supo que esa inocencia serviría a sus propósitos y así Adán dejo de ser el blanco de sus incursiones nocturnas concentrándose ahora en Eva.
En los sueños tomaba la forma de un reptil de cuatro patas y hablaba a Eva sin reparo, la seducía con sus palabras y así Eva despertaba todos los días recordando su sueño, pero por ahora solo eso eran, sueños, después de todo cuantos animales parlanchines hay, comenzaba a pensar Eva con los días avanzando y con los mismos también comenzó a confundirse y dudar de su realidad, comenzó a incluir en los sueños de Eva sucesos del día para confundirle aún más y así Lilith comenzó a enfermar la mente de Eva que ya no sabía cuándo soñaba y cuando no.
Fue un día como cualquier otro, Adán trajo a Eva al jardín, llevaba ella ya meses con una mirada perdida, desenfocada. La dejo bajo un árbol ante el lago y se alejó de ahí conmigo en su conciencia. Eva estaba en su momento más vulnerable y Lilith lo aprovecho mientras Adán me expresaba sus preocupaciones por Eva.
IV
Tentación y Caída
Bajo un gran roble que parecía haber crecido con el deseo de servir de descanso a algún ser que se sintiera seducido por su sombra y disfrutar de la vista que le presentaba, ahí se encontraba Eva sentada, con sus pies apenas tocando el agua cuando el viento trajo a sus oídos un susurro infantil y juguetón, “Eva”, voltea velozmente en todas direcciones sin poder saber de dónde vino ese susurro tan familiar, una polilla pasa volando junto a su oído cargando el susurro en sus aleteos, “Eva”, se levantó rápidamente, sus ojos están abiertos por completo y su corazón palpita de temor mientras su mente se retuerce entre la realidad y la fantasía, ¿es el viento el que escucha o alguien la llama?.
Su mirada divaga alrededor del tronco mirando más allá, buscando con curioso temor, pero solo ve a la distancia la silueta de Adán alejándose a paso lento, vuelve su mirada al lago y sobre una piedra a orilla del rio ve a su pequeño amigo reptil, en lo hondo siente algarabía al verlo, pero también muy en lo profundo de su difusa razón sabe que algo no está bien, nace una inquietud que no puede explicarse, vuelve a mirar hacia Adán intentado usarlo como el ancla en la realidad para después volver su mirada a donde estaba antes recostada, esperando verse ahí dormida y entonces sabría que es un sueño. Escucho de una manera más clara esa voz suave, seseante  y con una fingida inocencia sensual dirigiéndose a ella.
-          ¿Qué haces Eva tan sola y lejos de tu hombre? –
Pobre Eva, su mente tan confusa y cansada no opuso resistencia ahora y se dejó ir en la fantasía de ser un sueño, si no como es que podía escuchar a su amigo hablar.
-          Estoy soñando – dirigió a su interlocutor más como entrega que como pregunta
-          Claro que sueñas, ven acompáñame a aquel árbol, sus frutos se me antoja probar. –
El pequeño reptil en su mente señalo hacia donde se encontraban los árboles que había prohibido a Adán.
Eva hija mía al ver ahora  tu congoja de entonces me entristece, tu mente era ya débil para ese momento, pero aun algo no le parecía bien, algo para ti era extraño y volviste a mirar tras el árbol justo cuando Adán hablando conmigo se perdió tras un árbol y no le viste, tu pensamiento de nuevo susurro a tu conciencia ya etérea, “es solo un sueño”, entonces seguiste a esa criatura, en la confusión aun una parte de ti sentía algo fuera de lugar y buscaba alertarte, pero ya estabas debilitada por tantas intromisiones de Lilith dentro de tu mente que la realidad ya no era distinguible para ti.
Tu voluntad estaba totalmente sesgada, tu mente hecha añicos no escuchaba ese susurrar que intentaba devolverte a la realidad. Eras ya un ente sin voluntad, avanzabas ausente en un mundo de fantasía donde tu mente por más fuerte que fuera no era escuchada y era solo un pasajero preparándose para la inminente colisión.
-          Mira, ¿no son hermosos estos frutos?, aspira su aroma Eva –
¿Aroma?, Lilith no tenía vergüenza, si tan solo hija hubieras estado más alerta hubieses sentido solo el aroma de la hierba húmeda traída por la brisa hacia ti, pero en su lugar su juego mental solo presento ante ti un aroma dulce, suave y jugoso.
-          Vamos Eva que esperas, toma uno y come junto a mí –
-          Pero no puedo comer de este, Padre lo prohibió junto con aquel árbol –
No esperaba Lilith que aun  creyendo era un sueño y con tu mente tan débil pudieras aun hija mía prodigarme obediencia.
-          Pero esto es solo un sueño ¿recuerdas? – su voz dejo de ser sensual e inocente para volverse desesperada, pero controlo su furia y volvió a su tono conciliador – es solo un sueño, ¿Qué mal puede pasar, no es como que fuese a faltar a padre, verdad? –
Tu mente ya se encontraba deteriorada, pero buscaba como contestar, sin embargo tu voluntad se encontraba doblegada y antes de que cualquier respuesta llegase a ti, tu mano ya estaba tomando uno de esos frutos que parecían una gota de sangre sólida y brillante.
-vamos que esperas, ábrela y cómela – te apremio Lilith ya sin miedo, sabedora de que estabas ya derrotada.
Con movimientos ausentes quitaste la cascara hasta quedar con una fruta suave de color blanco opaco, la miraste un momento, tu mente luchaba aun, pero ya no podía hacer nada.
Tan vencida te encontrabas que en la vida recordarías la sensación y sabor de la fruta que habría de condenarles.
-          Toma otra niña y llévaselo a Adán, vamos que esperas- Lilith comenzaba a embriagarse con el vino de la victoria, tenía tanta confianza de su victoria, como podría Adán decir que no ala mujer que amaba, ella misma lo condenaría y el volvería con ella.
Ya sin cuestionar nada y con tu mente rendida en la ilusión arrancaste un racimo y tomándolo entre tus manos caminaste buscando a Adán. Lo encontraste parado sobre una roca a orilla del lago, mirando hacia el agua y su ondulada calma, del otro lado de donde estabas antes recostada.
Había terminado de hablarme y como cada ocasión Adán se quedó a admirar y llenarse de mi hogar entre las murallas de la montaña. Mi conciencia estaba en ese momento vagando en el resto de mi creación del otro lado de tal muralla.
Para Adán podía haber algo raro, pero su inocencia junto con la fe ciega que te tenía no lo dejo ver detrás de tu rostro estoico y sosegado la locura que nublaba tu mente, él te miro ofreciéndole ese fruto de rojiza cascara rugosa, sabía que en algún lado la había visto pero no podía recordar donde.
-          Mira lo que encontré, es muy sabrosa y jugosa, deberías de probarla – tu voz era tan monótona, sin alma y tan manipulada por Lilith.
Tomaste Adán de el racimo uno de los  fruto de sus manos y lo inspeccionaste intentando recordar donde era que lo habías visto antes, pero que importaba, tu mujer te lo estaba ofreciendo y ella nunca te habría de ofrecer algo que te hiciera daño alguno, así que con un ligero esfuerzo quebraste la cascara entre tus dedos y sacaste el fruto de color opaco de su interior, lo probaste notando un objeto duro en su centro el cual lanzaste al suelo después de haber chupado su dulce cubierta.
Una extraña sensación recorrió tu cuerpo, una incomodidad no sentida comenzó a crecer, y la visión del cuerpo desnudo de Eva te ruborizo, ¿qué pasaba contigo? Sensaciones extrañas se agolpaban en tu mente y pecho, tuviste miedo de lo extraño y un calor comenzó a bajar a tu entrepierna y con vergüenza buscaste velozmente cubrirte con unas hojas. Mientras una polilla batía su vuelo lejos del hombro de Eva cayendo muerta un instante después.
Lilith bajo tierra, a distancias de ahí, sonreía satisfecha. El tiempo al fin le dio lo que necesitaba, pero él no se detiene, siempre avanza y  por cada instante que pasa nada termina, solo comienza.
Que eran estos nuevos sentimientos que recorrían tu cuerpo y te hacían desear tomar con violencia a Eva, luchabas por controlar esos deseos, pero cada vez que recorrías su cuerpo con tu mirada y el viento te traía el aroma de sus cabellos sentías como si un animal quisiera salir desde lo más hondo de tu ser, te costaba domarlo cada vez más. Hasta que sin poder más te abalanzaste sobre Eva que ante la violencia del impacto de sus cuerpos ante el suelo salió de su letargo y desconoció tu rostro desencajado por la pasión desenfrenada que dominaba tu ser. Con fuerza salvaje sujetaste sus muñecas contra el suelo mientras con dolor sufría tus violentas mordidas a su cuello y pechos mientras lloraba de dolor ante los secos furiosos envistes  de los que era víctima, te rogo desesperadamente que te detuvieras, te rogo hasta el llanto, hasta que el mismo ahogo su suplicio y la convirtió en una muñeca sin voluntad una vez más, a la cual tomaste en tu animal sin razón.
Una vez saciada tus nuevas pasiones tu mente volvió a la claridad y miraste el mancillado cuerpo de Eva con los pequeños hilillos de sangre en las marcas de tus moradas y los moretones en sus pechos y una nueva vergüenza te invadió, ya no solo era tu desnudez, quisiste reconfortar el tembloroso cuerpo de tu mujer pero te detuviste, me buscaste con miedo temeroso de haber visto todo pero no viste más que el cielo tardo que con sus colores naranjas anunciaba la muerte del día para anunciar la proximidad de la fría noche, por primera y última  vez dormitarían al interior de mi jardín. Te sentiste sucio e indigno de compartir el espacio donde yacía tu mujer, buscaste un espacio detrás de un arbusto y volviste a cubrir  tu cuerpo con las ásperas hojas que antes habías tomado.
A pesar que dentro de los muros de mi casa el clima era agradable y el cielo estrellado era acompañado por la sinfonía tranquila de grillos y demás criaturas nocturnas el sueño te fue imposible de alcanzar, el recuerdo de tu descontrol te aterrorizaba, desconocías la persona que habías sido, buscabas en tu interior el deseo de lastimarla pero no existías y por tal razón no entendías tu violencia hacia ella. Al final el dolor y el llanto cansaron tu cuerpo y comenzó a rendirse al sueño cuando el sol comenzaba a bajar sobre el muro oeste.
Que tonto fui al plantar esos árboles, que tonto fui al querer poner a prueba a mis hijos, que gran error fue maldecir a Lilith y alejar mi vista de ella. Pero entonces era alguien totalmente diferente.
Fue Eva la primera en despertar, el sol bañaba ya el lago a orillas del cual se encontraban y los arboles les cubrían de su incandescencia. Le dolía el cuerpo y su mente era una maraña de recuerdos y dudas, no podía  recordar cómo es que estaba ahí, el ardor en las zonas de las mordidas le desconcertaba y las costras de sangre seca que tomaba entre sus dedos le inquietaban, los moretones en su pecho le dolían al tacto y en su entrepierna un dolor que le impedía caminar a gusto, pero mientras hacia esta inspección de sus dolencias se dio cuenta de su desnudez e igual que tú, busco con que cubrirse avergonzada de que el universo viera su piel.
Con su piel cubierta Eva se sintió inundada de una marejada de sentimientos, de temores y  desconfianzas, sentía su pecho vacío pero con golpes violentos del corazón como si cayera en caída libre en la nada y la semilla de la locura en su mente, que seguía ahí y nunca se iría, tejía sus telarañas en su mente acrecentando todos estos nuevos sentimientos que su cuerpo desconocía y no sabía cómo manejar. Buscaba en su ansiedad a Adán, el podría reconfortarla, pero entonces recordó la noche anterior y su rostro, la duda entre el sueño y la verdad la hundió en el ensimismamiento hasta que un chasquido de la cordura que se desvanecía en su mente la saco de este letargo encontrándote recostado detrás de los arbustos que habías elegido como protección.
Se acercó a ti y busco despertarte con cautela, pero su nueva naturaleza te hizo despertar con terror y con violencia la empujaste, provocando sorpresa en su rostro, al mirarla ante ti buscaste alejarte y pusiste distancia entre los dos mientras te levantabas, veías su cuerpo apenas cubierto por unas cuantas hojas que de forma burda había unido velozmente y sentías de nuevo ese animal queriendo salir, pero lo conocías ahora y aunque lo temías y sabias sin conocerle le dominaste, apretaste tus puños a tu costado y buscaste control, mirando a Eva con terror, ¿porque te provocaba esto?, pero mientras reaccionabas así, ella veía tu rostro con tu mirada llena de terror y se sintió dolida sin saber por qué, recordó su sensación de desnudes comenzando a ser consciente de su propio cuerpo pensó que algo no te gustaba acrecentando su vergüenza, se tiro al suelo llorando sin tu saber que hacer mientras te gritaba en llanto.
-          Ya no me mires, aléjate de aquí, no te quiero cerca –
Las palabras desgarraron tu corazón sumando ese nuevo dolor a tu miedo por perder el control, ahora esos labios que horas antes le profesan palabras cargadas de amor le hablaba con rencor y reproche.
Entonces hijo la desconociste, ¿Quién era esa mujer?, no podía ser Eva, ella no te provocaba estas congojas ni miedos, ella era calma para ti era todo sinónimo de paz en el universo que te rodeaba. Y el tono de voz de esta mujer te convencía que no podía ser ella, jamás te hablaría de esa manera y en ese tono, tomaste sus exigencias decidido a poner distancia entre tú y esta extraña mujer, dejándola ahí sola, vulnerable y destrozada.
La distancia física que pusiste entre ustedes no fue nada comparado con el abismo que entre sus esencias aparecía, eran ahora unos desconocidos que tendrían el tiempo en su contra ahora para reencontrarse.
Miraste hija mía a Adán darte la espalda y alejarse sin siquiera volver la mirada atrás preocupado por ti y mientras lo hacías te preguntabas quien era este hombre ante ti, no podía ser tu pareja, como podía ser tu pareja si no te hacía sentir segura ni protegida, si te provocaba temor el solo mirarlo o siquiera el ser tocada por él te provocaba un sentimiento de aversión nunca antes experimentado
Mientras tanto Adán seguía caminando sin percatarse de su dirección, ensimismado en la duda, sabia esa mujer era Eva pero entonces por que la sentía tan extraña, tan distante, sin nada que les uniera. Caminaba sin rumbo hasta que topo con el árbol del Conocimiento al cual le dirigió una mirada que lo hizo recordar la fruta que Eva le había dado un día antes, vio los racimos colgando de el y como una burla del destino el viento llevo a tu nariz el aroma de estas, el cual hizo que tu boca recordara el sabor y tu mente la orden dada por mí, entonces fallaron tus rodillas y sollozaste con el rostro entre tus manos.
V
Sentencia
Cuando la tarde estaba en sus inicios fuera de mi jardín, viaje mi conciencia entre la brisa que jugueteaba con el pasto y entre los arboles cantaba en susurro de armonía. Mientras apreciaba mi jardín busque a Adán y no lo encontré, su mente estaba cerrada. Al no encontrar a mis hijos me percate del silencio que abrumaba mi jardín, parecía muerto, a excepción de la brisa traviesa que no conoce de malos días.
-          ¿Por qué te escondes hijo mío?, ¿Dónde te encuentras? Te siento alejado de mí, siento tu temor y vergüenza, ¿pero vergüenza de qué?, ¿Quién te ha enseñado este sentimiento? –
Mientras te buscaba observaste la brisa acariciar la hierba y supiste estaba ahí, temiste y cerraste tu ser a mí, ¿Qué me dirías? te preguntabas, acaso aceptaría un, “esta mujer me lo ofreció y comí, no sabía”, me gustaría poder decirte que hoy te perdonaría, pero entonces pensaba y era muy diferente al ahora.
Al no encontrarte me hice escuchar a través de la brisa.
-          ¿Por qué te escondes hijo mío, que mal temes de mí? Muéstrate y háblame –
Tímidamente saliste detrás de un árbol y temeroso me permitiste entrar en tu ser.
En cuanto te vi note tus ropas y entendí todo, no podía haber otra razón.
-          ¿Por qué te has cubierto? – exclame en un trueno
-          Perdona Padre, es solo me avergüenza mi presencia – me respondiste con la mirada baja y tus manos entrelazadas como un niño, por primera vez conocías el terror, la vergüenza y el arrepentimiento.
-          ¿Cómo te has dado cuenta de tu desnudez? – en otro trueno que cimbro tierra y alma te interpele.
-          La mujer que me diste – comenzaste a señalar con desprecio sin saber – me ofreció de tu árbol y comí.
Pobre de ti hija que en la labor de mejorar tu ropa estabas cuando en una ventisca te llame a mi presencia.
-          ¿Por qué has tomado del árbol que te prohibí y además ofreciste a Adán? –
Con mi furia sobre ti caíste de rodillas abrumada, ¿Por qué tenía que pasarte esto a ti si amabas a Adán y me respetabas?
-          Perdóname Padre, pensaba era todo un sueño, mi amiga me lo dijo, es un sueño, y me ofreció, perdóname Padre – tu voz dulce temblaba ante la súplica en tu voz.
Mi furia era acompañada por la repentina tormenta que azotaba mi jardín y entre las violentas corrientes de aire que golpeaban y doblaban la vegetación los maldije, me hice escuchar en todo Edén.
-          Solo una cosa pedí a Adán mientras les prodigaba mi protección de este lado del manto y fue que no comieran del árbol del conocimiento y de el de la vida, confié en su Señor y el me traiciono con su mujer y por ello ahora ustedes también pagaran -  y con el actuar de mi conciencia, les di la vergüenza, el miedo y la pasión desenfrenada. Volviendo mi mirada a Adán en la tormenta exclame – tú y tu pueblo están desterrados, ahora vivirán lejos de mi protección, tendrás que pelear con la tierra por tus alimentos, haz demostrado no ser digno de mi confianza – Volviendo mi conciencia a Eva aun en el suelo de rodillas y llorando de vergüenza la maldije – Tu que te dejaste engañas y condenaste a tu hombre y a tu pueblo, maldigo tu vientre, tu descendencia te causara dolor y el hombre te mirara con desdén y te dominara.-
Pero aun no terminaba, terrible fue mi proceder a con mis hijos, pero mi furia era contenida, había alguien más en todo esto, Lilith.
Bajo tierra ella era ajena a las nubes que sobre ella se iban cerniendo, oscureciendo todo, el viento comenzó a soplar con tal violencia que arboles cayeron al suelo en un estruendo que se perdía entre la violencia del viento entre los troncos que resistían y el atronador resonar de los truenos, con todo mi poder concentrado en ella ordene a la tierra la aprisionara, sentías tu ser sofocar y llenarse de tierra tu interior, buscaste con violenta rapidez salir de tu escondrijo para ser recibida por una bofetada del helado viento que arrancaba todo a su paso.
-          ¡¡¡¡LILITH!!!! – la furia de mi voz te aterrorizo mientras escupías tierra y fuiste lanzada, golpeando bruscamente una piedra, temías no solo mi furia si no el Sol que sabias sobre mi furia se escondía - ¿ cómo has hozado abusar de la bondad de Eva?. Jugaste con ella sin remordimientos, te aprovechaste de su inocencia y por ello sus hijos serán tu perdición, no habrá donde te escondas que no puedan encontrarte y atravesar tu corazón –
Sentías mi furia y mi maldición, pero a pesar de tu temo pudiste responderme sin titubear.
-          Tú me orillaste a ello, me maldices a las noches a alimentarme de sangre mientras a Adán y los otros los protegías, ¿qué esperabas al maldecirme?
-          ¡¡TONTA E INFANTIL CRIATURA!! – ya no era solo mi furia lo que te oprimía si no también mi desprecio, hoy me avergüenzo de ello – te maldije, pero pudiste hacer el bien, pudiste ser luz en la oscuridad para los hombres de este lado, pero en cambio estas aquí rodeada de los males que le aquejan, tu haz sido tu propio verdugo –
Mientras mi conciencia se alejaba de ella también lo hacia la tormenta y las nubes que la resguardaban del sol, con rapidez se escurrió bajo tierra entre miedo y desprecio. Hubiera sido mejor que se inmolara.
Ordene a las criaturas que antes resguardaban a mi pueblo elegido a que los escoltaran fuera de mi protección, le arrebate a Adán la espada que con amor había forjado para él y era símbolo de su dominio sobre toda mi creación, la coloque en el límite de mi conciencia y este mundo alejado de mí, les arrebate la vida eterna, pero les concedí la longevidad, mantuvieron el entendimiento de los engranajes en el mundo, pensé les serían necesarios para sobrevivir sin mi protección.
Cuando Adán, Eva y su pueblo se encontraron del otro lado del velo estaba ya más calmado, pero mantuve mi decisión.
-          No son más bienvenidos a mi lado, me fallaron pero aun así les envió aquí a demostrar si son acaso dignos de mi perdón, sus cuerpos perecerán pero su escancia nunca lo hará, reencarnaran cuantas veces necesiten para ganarse su retorno. Ahora aléjense de aquí y comiencen a andar en el tiempo. –
Pobre de mi pueblo que observo el velo desvanecerse ante ellos, sin saber que hacer se quedaron ahí parados por un instante hasta que uno llamado Laimargia hablo.
-          Yo no se ustedes hermanos pero mi mujer y yo nos separamos de ustedes, no pienso seguir a quienes no han maldecido –
-          Lo siento Eva, pero estoy de acuerdo con mi hombre, no solo le fallaron a nuestro Dios si no también a su pueblo, nosotros – hablo una mujer con pesar en su mirada, su nombre era Lagneia.
Adán mira a su pueblo suspirando lleno de tristeza y culpa.
-          Muy bien hermano, tu decisión es respetada al igual de todo aquel que desee seguirlos o ir a buscar por su cuenta una vida en este mundo –
Cinco más del pueblo de Adán expresaron el mismo deseo, estos fueron un hombre de cuerpo ancho y marcado de nombre Filargyria, una pareja conformada por Fhymos, que era un hombre de cabello rubio y rizado, su mujer de nombre Tempelia con su cabello negro y liso que caía a su espalda y una última pareja conformada por el hombre Zilevo de mirada felina y profunda y su mujer Perifania.
Les miraste marcharse en direcciones diferentes, acompañados de otros tantos que decidieron unírseles al igual que una que otra criatura que decidió quedarse a su lado para continuar protegiéndolos.
Esperaste a ver si alguien mas decidia igual pero el resto de los que no habían partido te miraban inquisitivos.
-          ¿Qué haremos ahora Adán, a donde iremos? –
Escuchabas te preguntaban, sin siquiera responder volteaste tu mirada, veías a la distancia un rio y sin decir nada caminaste hacia el seguido por Eva y el resto de tu pueblo.
VI
EN EL EXILIO
El tiempo era ahora parte de su ser en el exilio, Adán y Eva tuvieron que volver a empezar, a conocerse, a reencontrarse, pero aun el tiempo con su gran fuerza no puede tocar los caminos del destino y tal como mis hijos más amados estaban atados en este, volvieron a estar juntos, el tiempo y el destino juntos les dieron a sus primeros hijos, el mayor se llama Caín y al menor lo llamaron Abel. Los primeros hijos de la Casa de Adán, ubicados entre el rio y el mar. Su pueblo que de a poco se levantaba recibió con júbilo a cada uno de estos sus nuevos príncipes y en cada ocasión, como acostumbraban hacer ahora por agradecimiento hacia, me ofrecieron un cordero.
La matanza de mi creación me asqueaba pero era rápidamente contrarrestada por la buena voluntad de su acto sin malicia, solo buscando agradarme, porque de apoco el tiempo hizo que dejaran de escucharme en el mundo y de verme en sus bellezas, pero aun recordaban mi existencia.
Al pasar de los años los hombres que cree fuera de mi manto fueron acercándose al pueblo de Adán, no tenían más porque vagar buscando comida, estos hombres parecían crearla de la tierra y los animales parecían obedecerles.
El pueblo de Adán miro a estos seres perdidos, faltos del conocimiento y entendimiento de las cosas.
Con los días se dieron cuenta que estos seres carecían de mi don de la creación, el pueblo de Adán podía crear o sanar con solo visualizar los engranajes en su mente y ordenarlos, pero estos seres no contaban con ello, asi que con el entendimiento de su lado comenzaron a explicarles de las plantas y sus funciones de acuerdo a su manipulación, comenzaron a crear herramientas para ayudarles y les hablaron de mí y de lo que había del otro lado del velo. Observe como se mezclaban con estos seres, vi a Adán volverse el dirigente de este su nuevo pueblo, gobernante justo y sin vanidades, que los lujos y pleitesías no dominaban su ser. Fue respetado por ser uno más de ellos, nunca se negó al trabajo de la tierra, por conciliar con sabiduría las diferencias.
Me enorgullecí de ellos y de sus obras, parecía que pronto podrían demostrarse dignos de volver bajo mi protección.
El tiempo paso en el pueblo de Adán y Eva, así como en sus hijos que crecieron para ser jóvenes alegres y de físico brioso fruto en uno de su trabajo en el campo, en el otro gracias a su trabajo con el ganado, Caín dominaba por su físico labrado bajo el arduo sol y la fuerza para domar la tierra, mientras Abel a pesar de su fuerte físico, fruto del dominio de las bestias, era más bajo y de piel mas clara.
Desde pequeños aprendieron a adorarme y temerme, pero con la madurez llega la rebeldía y Cain comenzó a detestar tener que dejar su trabajo y ofrecerme en inmolación sus mejores frutos y semillas. Mientras Abel creció amándome realmente, ofreciéndome no solo su arduo trabajo, sino también las vísceras y huesos de su mejor animal envueltas en su grasa. Podría parecer una ofensa a mi persona que solo me diera restos de su mejor animal, pero su voluntad y deseo me bastaban para sentirme satisfecho de tal sacrificio y por ello di mi protección a sus animales, Caín podía ver como estos mejoraban con los años enfureciéndolo.
Como dese poder ser escuchado Cain para calmarte, pero como podrías escucharme si tus ascendientes ya no podían hacerlo.
Todo esto pasaba mientras alguien observaba en las sombras.
VII
Orgullo
La furia de Lilith aumentaba ante la nueva maldición que caía sobre ella, para ella el castigo que le di al pueblo de Adán y a el mismo no le parecía suficiente, ¿Dónde estaba el sufrimiento que yo le había impuesto a ella?, ¿por qué seguían su vida en la luz y junto al resto de los seres, mientras ella estaba presa bajo tierra y condenada a vivir junto a los seres más despreciables de mi creación, odiaba la idea del poder de la descendencia de Eva, no podía permitir que esos imberbes pudieran acabar con ella, para ella mi maldición final sobre ella era la declaración de guerra que ella necesitaba para dedicar su existencia a terminar con la casa de Adán.
Si acaso se calmó su ira fue solo durante los primeras décadas fuera del velo, mientras Eva y Adán mantenían una relación fría y distante, dándole una esperanza de poder tener a Adán a su lado, pero también fue testigo de cómo la bondad de Eva fue ganando a Adán y como la caballerosidad de Adán fue ganando a Eva de nuevo hasta que sus corazón volvieron a latir uno junto al otro y sus manos buscaban entrelazadas crear las raíces que se volvieron sus primeros hijos, en los que los vio poner todos sus deseos y sueños por ser mejores y agradarme a mi junto a estas sus crías. El tiempo que supo de esos embarazos fueron punzadas en su inmóvil corazón, jama conocería el placer de crear vida de su carne, algo que le arrebate salvajemente y acrecentó su rencor.
Odiaba a esos niños que ahora eran la representación física del amor de mis hijos, observando el amor que se tenían y el amor de los padres por ellos, solo pudo pensar que si yo no les hacía sufrir, entonces tendría que ser ella la que los hiciera sufrir por siempre en estas tierras lejos de mi cuidado. Pero no podía hacer lo mismo que hizo con Eva, tenía que pensar una manera de usar a ambos para lastimarlos. Mientras pensaba en esto recordó mi furia asfixiante que la oprimió contra el muro, sintió terror como ese día, pero no se dejó llevar por el, ahora tenía un nuevo propósito y uso ese miedo para fortalecerse.
Así como el tiempo le dio su primera venganza, así como el tiempo curo las heridas en la mente y corazón de Eva, así como el tiempo le dio hijos a Adán y su mujer, el tiempo mismo volvió a darle a Lilith un plan.
Los desplantes de Caín no eran ningún secreto entre su pueblo y su casa, pero también era sabido el gran amor que se tenían él y su hermano, después de todo que tanto puede estar molesto uno con los de su propia sangre. Pero para Lilith esta momentánea debilidad era suficiente, esta vez no proyectaría imágenes, no volvería loco a Caín, al menos no como lo hizo con su madre.
 
IX
Canis
La noche del veintitresavo día del sexto mes en el año en curso, los hermanos se preparaban para ofrendarme su trabajo.
Dos antorchas clavadas en el suelo, ayudadas por la brillante luz de la luna, les alumbraban mientras preparaban cada uno su montículo de piedra, en el cielo ni una nube, solo estrellas y la luna. A unos veinte metros de ellos se encontraba un pequeño pero espeso bosque, desde donde los ojos de un animal reflejaban la fría luz en el cielo, era Lilith observando sus acciones desarrollarse, confiaba que Caín la escucho todas esas noches, tenía su corazón y eso era más fuerte que la razón.
La noche comenzaba ya a refrescar y una ligera corriente de aire comenzaba a soplar cuando estaban terminando los túmulos, Abel saco de su morral la piel del cordero que me ofrecía y se cubrió con ella, mirando a su hermano tratando de controlar sus temblores saco la piel de un gran lobo negro, tan negro como la noche sin la luz que los coronaba en el cielo. Había Abel matado este animal en sus primeras incursiones a los bosques, este se había llevado un cordero y como buen pastor este fue tras de el dejando al resto del rebaño tras de él.
Encontró a la fiera en una cornisa de las montañas del valle entre el rio y el mar, era un animal de un tamaño superior al de los lobos de las tierras más abajo, su pelaje era corto y brillante, podía verse la musculatura del animal entre su pelaje. Este al ver al pastor le gruño mostrando sus colmillos, pero esto no amedrento al joven pastor, tomo una piedra y su honda lanzando esta justo entre los ojos del feroz carnívoro que se desvaneció, velozmente Abel escalo los metros que los separaban, sacando su cuchillo asesto un golpe rápido al corazón del Lobo, la sangre que bañaba su puño le desagrado así como su aroma, detesto sentir el cuerpo aflojarse bajo si del animal, detesto tener que haber arrebatádole la vida, pero tenía que salvar a su cordero y a el mismo.
Caín se calzo la piel sobre sus hombros, el calor que le provoco viajo por su cuerpo en un escalofrió, aunque pesada la piel, era muy reconfortante.
Comenzaron ambos a acomodar sus ofrendas, uno sus semillas y el otro su acostumbrado fajo de visceras y huesos, sobre sus camas de ramas y hojas secas.
El viento soplaba entre el árbol de los bosques y llevo hasta Caín el aroma de la mujer que se le entrego todas estas noches, con el primer aroma cae en el recuerdo que le provoca devorar salvajemente el aire a su alrededor con su aspiración mientras elevaban la oración que sus padres les enseñaron. Este aroma despertó las pasiones nocturnas, su sangre comenzó a hervir, intento concentrare como hombre justo en las palabras que salían de sus labios, sabía que las imágenes en su mente ensuciaban su ofrenda, pero aire embriagaba su sentidos con el aroma de Lilith.
Una vez terminada la oración Abel se acercó a Caín logrando distraerlo un momento de su lucha interna.
-          Me gustaría hermano fueras el primero en inmolar tu ofrenda – lo miraste Caín como sacaba las piedras de su morral y en su rostro viste condescendencia.
Lilith tenía razón su hermano menor le tenía lastima, lo veía como uno menos que él, no necesitaba de el para agradar al creador ni mucho menos necesitaba ser el primero por lastima. Pero a pesar de sus pasiones que hervían la sangre logro calmar sus instintos, su mente pudo razonar sobre el amor de hermanos, Abel nunca buscaría humillarlo ni lo ve menos que un igual en el mundo que ocupan.
Tomo las piedras entre sus manos y procedió a encender la fogata, pero estas piedras no producían chispa alguna, con cada intento en sus golpes su frustración crecía provocando que golpeara en cada ocasión con más furia las piedras entre sus manos, con cada golpe mi pobre hijo solo llenaba su mente de las noches con Lilith, pero no la pasión, no, ella no estaba ante el para saciar ese deseo, su mente se fue a las pláticas durante esas noches donde ella enveneno tu mente contra mí, quizá tenia razón, no eras mi favorito y despreciaba tus intentos por agradarme, quizá era mi culpa que no encendiera, me burlaba de ti y de lo desagradable de tu ofrenda que no era más que objetos que salían de la tierra, quizá tenia razón y prefería la suculenta ofrenda de Abel, quien podría despreciar una buena grasa y visceras de un animal bien cebado, aunque estas fueran sobras. La furia que lo llenaba ahora provoco que perdiera la conciencia en el ahora y sus manos provocaran lastimara sus pulgar soltando la piedra que fue acompañado su seco golpe por un grito de furia ciega en Caín.
Ante su dolor velozmente te acercaste para poder ayudarle, pero este alimentaba ahora el rencor en su mente alejando violentamente la mano de la tuya. Miraste a tu hermano que te devolvía la mirada con furia, pero tú decidiste tomar las piedras en tus manos y acercarte a encender la pira.
Solo basto un suave chasquido de las piedras para con unas pocas chipas encender las hojas en la pira, mis manos no estuvieron en ese suceso, pero no importo, tu sangre hervía Caín y necesitabas descargar todo ese vapor en ti, volviste a recordar las palabras de Lilith y ahora estabas más que seguro que no te amaba y solo me burlaba de ti prestándose Abel a esto. Tu razón se nublo ante el frio que comenzaba a emanar de tu corazón, en tu rostro los músculos temblaban de ira, hasta que Abel volteo a mirarte sonriente y no pudiste más, todo el rencor salió disparado a través de tus manos que empujaron con furia a tu hermano.
-          Deja de burlarte de mí, estoy harto de que me humillen tú y el Dios de nuestros padres -
-          De que hablas hermano – intento Abel tranquilizarte, espantado del ser ante él, te veía como una bestia – nunca haría tal cosa, ni aunque nuestro Dios me lo pidiera –
-          Mentiras, eres su predilecto, mis cosechas apenas y sobreviven mientras tus animales se ceban mejor cada temporada, mi trabajo no es más que tierra y polvo, suciedad, le desagrado, te odio, todos ven al buen Abel pero yo se la verdad, eres vanidoso, todo solo por agradar, nada porque lo sientas, a mí me tienes lastima no amor, Súcubo tenía razón, tú y tu Dios son el uno para el otro, nos desprecian… -
-          ¿Súcubo, quien es Súcubo? De que hablas, no te desprecio Hermano, te amo, lamento tus cosechas no se hayan dado, pero tienes que confiar en nuestro Dios, Padre siempre lo…-
No querías oír mas, solo estaban las palabras de Lilith en tu razón y volviste a empujar a tu hermano con furia con tal de callarlo, pero esta vez perdió el equilibrio, cayendo con fuerza y golpeándose con una piedra en el terreno, quedo inerte mientras la sangre llenaba la tierra bajo tus pies.
El brillo de la luna en la sangre de tu hermano te saca de tu furia ciega Caín, diste unos pasos atrás incapaz de poder comprender en ese instante que había pasado, miraste a la luna que con su brillante luz parecía estar dispuesta no cubrir tu crimen, miraste el cuerpo de tu hermano, incapaz de creer que pudiera estar muerto, quizá estaba inconsciente pensaste, dentro de ti sabias que esa no era la realidad, atrasabas cada uno de tus siguientes pasos como si cada uno reafirmara tu temor. Miraste a los ojos a tu hermano que te devolvió una mirada gris y vacía.
-          Que hice – con la realidad en tus hombros caíste de rodillas entre el charco de sangre de tu hermano – oh Dios no, Abel por favor perdóname, levántate hermano, – tomaste su mano sin sentir respuesta alguna – perdóname – susurraste mientras las lágrimas comenzaban a llenar tus ojos, las cuales caían entre el charco de tu hermano, su sangre rehuía de tus lagrimas como el agua del aceite [el aceite del agua].
No creí que fueras capaz de derramar la sangre de tu propia casa en las tierras de tus padres, podía escuchar esta ser sorbida por la tierra, como clamando por su asesino en al aire de la noche, el cual arrastro el aroma hasta Lilith que lo devoro en sus pulmones extasiada, se embriago con la imagen del lamento de Eva ante la muerte de su hijo a manos de su propio hermano, se dejó llevar en los placeres de la victoria. Al fin Adán y Eva sufrirían en estas tierras como merecían, no habría lugar donde voltearan que no les recordara este gran dolor.
Mientras llorabas sentías el aire enfriare y los cielos retumbar, repentinamente el viento soplo con tanta fuerza que tu pira se apagó, el tronar de las ramas en el bosque a tus espaldas te comenzó a poner temeroso, sentías que alguien te había visto, buscaste entre las ramas pero no veías a nadie, el viento lo sentías golpear la piel que tu hermano te había dado y en su viaje podías jurar que escuchabas “asesino” en susurros que venían desde la luna en el cielo, no podías entender estas sensaciones llevadas por la tormenta, pero Lilith al otro lado escondida podía escuchar mi furia, mi decepción y mi condena [hacia ti].
-          Oh Caín, Caín, con la sangre de tu hermano has marcado tu andar y con la luna como testigo de tu crimen atroz, la hago tu verdugo en tu condena, te devolveré la vida eterna hijo de Adán, pero cada noche tal como está, ella te recordara de tu bestial salvajismo y la voz se correrá hasta el último rincón de mi creación, para que ninguna puerta te sea abierta. –
Mi voz te siguió en tu carrera a través de los arboles intentando huir del sentimiento de culpa, no reparaste en Lilith que solo se contrajo en si para perderse en las sombras de los arbustos, ella me sintió pasar veloz junto a ella sin prestarle atención de igual manera.
El cielo era una gran mole negra sobre tu cabeza, las espesas nubes de tormenta retumbaban en salvajes rugidos que se metían hasta lo hondo de tu ser, el viento se colaba violento entre los árboles y sentías la temperatura tan elevada que podías ver tu respiración acelerada, escuchabas tras de ti pasos acusadores, tenías que ocultarte, tu mente era una confusión de pensamientos que no podías poner en orden, podías sentir el aroma de la tierra y las hierbas siendo cargado por el viento en la helada humedad, podías sentir en tus manos cada fibra en las duras cortezas de los árboles en que te apoyabas, sentías el dolor en tus extremidades crecer y ardor en tus huesos, querías descansar, tratabas de recordar los terrenos en los que estabas, pero si alguien los conocía era Abel, que podía saber si nunca habías salido más allá de tus sembradíos.
Un relámpago en el cielo te mostro por un segundo una cueva al fin a pocos metros de ti, te escabulliste dentro de la fría oscuridad, pero esto era más cálido que el frio en el exterior donde escuchabas el chiflido del viento y algo más, podías jurar que escuchabas cada hoja de cada árbol, cada fibra siendo forzada a soportar, de cada animal dentro de estos árboles temblando. El dolor en tu cuerpo no te dejaba moverte, querías calor y la piel de tu hermano no te la daba, estabas empapado totalmente, no podías ver madera por ningún lado, ver, te sorprendió cuando te diste cuenta que la oscuridad de la cueva no lo era tal para ti, no era una visión perfecta pero podías detectar el mínimo rebote de luz dentro de tu espacio, esta sorpresa fue suficiente para hacerte olvidar tus molestias y el frio. Algo te saco de tu emoción, que no lo sabias, no habías escuchado nada, o quizá si, algo dentro de ti te hacía sentir ansioso, sabias era provocado por algo aparte de los acontecimientos en ti, sentiste tus poros contraerse erizando cada bello de tu cuerpo, había algo en la boca de la cueva, el aire traía un aroma a muerte, el ruido del exterior en tus sentidos desapareció, todos estos nuevos descubrimientos ahora los sentías rebuscando en el abismo de la entrada.
-          Dime Caín, ¿Cómo se siente la sangre de tu hermano en tus manos? –
Reconocías la voz, pero cuando al fin se dejó ver la presencia no pudiste identificarla, iba desnuda de pies a cabeza, su melena de delgados cabellos era escasa, su cuerpo raquítico casi putrefacto estaba cubierto de tierra y de sus labios escurrían manchas que olían a ocre.
-          ¿Sú-sú-Súcubo? – titubeaste con la sensación recorriendo tu cuerpo urgiéndote a huir primero, pero de lo más hondo algo apretaba tu puño listo para actuar - ¿de qué hablas?, yo no tengo sangre en mis manos – respondiste tiritando de frio – además que te paso, porque apestas a muerte y que le paso a tu hermosa cabellera de ocaso –
-          Son demasiado divertidos – la escuchaste decir después de una larga risa que resonó fríamente a tus espaldas – me refiero a tu madre y a ti, son demasiado fáciles de manipular, una fantasía aquí, otra allá y son todo míos –
De nuevo tus sentidos se dispersaron, perdiste el aroma de Lilith, el exterior te inundaba mientras un rayo alumbro con un brillo animal los ojos de la mujer que caminaba hacia ti. Tu ser tan atiborrado no podía centrar tu mente en entender las palabras de Lilith.
-          Veo que no puedes entenderlo, pobre de ti, Padre te maldijo y ni siquiera pudiste decir algo por que no escuchaste – de nuevo la risa de esta mujer inundo la cueva y reforzó tu sentimiento de huida – pobrecito, nuestro Padre desprecia tus tributos, pobrecito, su hermano da más que él, oh pobre de el, mírenlo, nadie valora sus sacrificios bajo el arduo sol, nadie comprende su cansancio en el manejo de las bestias.-
La escuchabas, pero no sonaba como las otras noches, ahora sonaba burlona y en esta proyección de su verdadero ser tu mente desperdigada en el infinito de los sentimientos pudo concentrarse en algo que era la total verdad.
-          ¡FUISTE TU!, tú me envenenaste contra mi sangre, esas son tus palabras y las deje crecer en mí, ¡ES TU CULPA MI HERMANO ESTE MUERTO! –
 
Tu grito creció a un lamento salvaje, mientras en tu carne la piel que tu hermano te dio terminaba de incrustarse hasta los músculos, tus huesos crujían debajo mientras estos [Los musculos] en metamorfosis se henchían con un dolor que se mesclaban en tu furia. De manos y pies garras como dagas nacieron mientras los gruñidos de dolor terminaron en un aullido largo y seco que hizo sentir a Lilith un terror que solo yo le había provocado, dio un pequeño paso hacia atrás, pero la sorpresa la convirtió en valor, ¿Qué acababa de pasa?, ¿Qué era esta criatura?, ¿Cómo era esto posible?
La bestia frente a ella era una criatura humanoide con la cara de un canido rabioso con un pelaje tan negro como la profundidad de la cueva que los cubría. En un centelleo la miro y eso basto para que la sangre de Eva en el fuera una con sus instintos, en un centello Lilith supo que ahora era muerte por muerte y que como tal tendría que luchar o entregarse a su final.
Te tomo por sorpresa el zarpazo en tu rostro con tal fuerza que caíste al suelo con la mejilla ardiendo y la sensación de humedad escurriendo, sabias era sangre, podías olerla en el frio aire de la cueva, en ese momento sentiste terror una vez más, apenas y podías ver pero la criatura no te daría descanso, rodaste a un lado para incorporarte, apenas esquivando un mordisco directo a tu cuello, con la misma agilidad presente en ti viste a Cain volverse a ti en un salto listo a lanzarte otro zarpazo que por instinto cubriste con tu brazo, el cual pudiste sentir ser lacerado y tus huesos quebrados, el dolor era enorme pero tu miedo a morir era mayor, tenías que huir y odiabas ese pensamiento. Pero las ideas no las podías mantener ante los salvajes ataques que recibías, pudiste al fin esquivar uno de sus avances y sin pensarlo  golpeaste el pecho de Cain con tus uñas, sentiste el empuje, al igual que los huesos en tus dedos romperse, pero el lamento que lanzo ante este ataque te devolvió al momento, alejándote de las ideas de huida y del miedo, estando en el te diste cuenta que tu rostro ya no ardía y que el golpe lo habías dado con la mano lacerada hace un momento pero ya no lo estaba, tan solo tus dedos quebrados que viste sanar con cierto dolor. Ya no estabas en la cueva, la pelea te había obligado a salir de ese espacio estrecho y durante ella dejaste de sentir la lluvia que empapaba tu cabellera, así como el viento que soplaba con furia entre los árboles, lo sentías entrar en tus pulmones, tus labios se permitieron sonreír con una ligera confianza, podías enfrentarlo, quizá hasta ganar.
Caín se escondió entre las sombras, podías escuchar como el viento ululaba al chocar con su cuerpo, no podías escuchar sus pasos, era capaz de ser tan ligero que el suelo parecía no reaccionar a su andar, podías oler tu sangre en sus garras, pero no lo podías ver, la confianza ganada comenzaba a flaquear ante la duda de donde saldría, seguiste rebuscando en el espacio para ubicarlo pero no lo sabias con certeza.
-          ¡No seré quien muera esta noche Hijo de Eva! – gritaste con el valor que te quedaba para alimentar tu furia – no será así, serás Tú, me escuchas, ¡¡eres su ultimo vástago, tu no atravesaras mi pecho ni aplastaras mi corazón entre tus manos, ese placer será mío Hijo de Eva cuando atraviese tu pecho!! –
Los bellos de tu nuca sintieron un cambio en la presión del aire, no te detuviste a pensar que lo provocaba simplemente te hiciste a un lado mientras sentías el olor de la piel de Caín frente a ti, al caer ya sabias que haría y en el camino hacia ti le devolviste el zarpazo del inicio, lo viste dar una vuelta en el aire y su hocico con cuatro surcos carmesí, su mirada no dejaba de ser salvaje y la batalla no parecía tener fin ante lo incansable de tu rival, tu nueva confianza se enfrentaba a la esta mina en tu ser, la sentías menguar, te era cada vez más difícil responder con fuerza o atacar con la misma, en uno de esos tantos ataques, tropezaste con un tronco que el viento salvaje arrastro en el espacio, Caín aprovecho este momento para apresarte en el sueño con todo su peso, sus garras te perforaban la carne con gran dolor, y su hocico lo tenías a pocos centímetro de tu cara, con tus manos apoyadas en sus clavículas  luchabas por evitar esas dentelladas, de nuevo el terror se dibujaba en tu rostro, ibas a morir a manos del hijo de Eva, serias la única causante te dabas cuenta en ese momento, lo que era el ahora, la fuerza y salvajismo de este ser no eran más que mi maldición y mi marca al hijo de Adán, pero esa fue una reacción a su acción. No había nada que podía hacer, pensaste que rendirte sería mejor, quizá fuera rápido, de consuelo llevabas la imagen del asesinato de Abel, de repente la opresión desapareció mientras la criatura se lanzaba hacia atrás con rapidez, alcanzaste a girar sobre la tierra sintiendo las piedras y ramas lastimar tu carne, por poco un árbol carcomido, vencido por la fuerza del viento, les aplastaba provocando su final, en este momento viste la oportunidad de huir, odiabas ir bajo tierra, pero no había otro lugar a donde escapar.
Caín esperaba el momento en que te incorporaras, pero este no paso, de un salto cubrió el espacio entre su posición y donde estabas, pudiste escuchar sobre ti el golpe seco de su cuerpo al caer, sentiste el peso de la criatura comprimiendo la tierra sobre ti, podías escuchar como entraba el aire con fuerza a través de su nariz. Te buscaba en el aire, te percibía en el lugar pero no te veía, pero entonces miro al suelo y todo su olfato se concentró en donde estaba parado, pudo percibir entre el aroma a tierra el olor de la sangre seca sobre la piel de ese demonio nocturno, de un golpe seco atravesaste la tierra bajo ti hasta alcanzar sus cabellos los que apresaste entre tus manos para sacarla con violencia de su escondrijo, como quien saca una hierba mala de su jardín, su cuerpo viajo por el aire unos metros hasta golpear con violencia un tronco donde una de sus ramas te perforo con dolor el costado, no tenías escapatoria, ya no había esperanza para ti mientras sentías a Caín acercarse a ti amenazadoramente, parecía disfrutar tu dolor, parecía entender lo que estaba haciendo y eso te provocaba más terror.
Te habías entregado por completo, pero el animal dentro de ti aún no estaba listo a rendirse aun cuando el vehículo estuviera sin fuerzas, el no permitiría que perecieras, el tomaría las riendas y te salvaría, solo tenías que dejarte llevar por tu instinto. Cuando sentías que este sería el último zarpazo estiraste tu brazo como si lanzaras algo, de bajo tus pies las piedras atrapadas entre las raíces del árbol que te aprisionaban salieron volando contra tu atacante que recibió cada uno de los golpes secos frenando su carrera. No tenías tiempo que perder, tus manos tocaron el tronco y la rama que te perforo se redujo hasta ser un brote nuevamente.
Tu cuerpo corría tan rápido como podía, no pensabas en esquivar ramas, mientras sentías en el viento que golpeaba tu cara las hojas y ramas que aire levantaba. Podías sentir a la criatura tras de ti corriendo frenéticamente, comenzabas a sentir ardor en tus piernas, tu pecho te ardía,  tu ser estaba cansado de la pelea y las regeneraciones, mientras tu ser no se rendía tu mente comenzaba de nuevo a entregarse al fatídico final que se le presentaba, no veía razón a que siguieras corriendo, termina con todo eso, no hay lugar donde estar a salvo, con este pensamiento comenzaste a recordar el Edén y su jardín, recordaste el velo que dividía ese lugar con este mundo de miserias, como deseabas poder estar detrás de ese velo, esconderte lejos de su alcance, pero Padre la había cerrado no podías ni siquiera percibir este velo, no había esperanza.
La descomunal bestia preparo todos sus músculos para su golpe final, era hora de terminar esta pelea, sin detener su carrera se preparó para con todo su peso derribar a Lilith y destrozarla en el suelo. Arremetió contra ella, pero se fue hasta frenar abruptamente, había desapareció la mujer, no había nada más en el ambiente que el polvo de su carrera y el viento salvaje.
Cuando Caín despertó a la mañana siguiente, se encontró de vuelta en la cueva donde había visto a Lilith por última vez, en su mente la confusión reinaba, los recuerdos eran como sueños que no podía recordar bien, se tocó la mejilla ante una leve molestia y sintió tres relieves en ella, con la luz que se colaba en su cueva miro su cuerpo desnudo que estaba cubierto de cicatrices. Solo estaba junto a ti la piel que tu hermano te había dado la noche anterior, te cubriste con ella para salir de tu cueva. En el oriente el sol despuntaba iluminando los árboles que se mantenían de pie después de la tormenta.
Por un momento meditaste en volver con tus padres y explicarte, pero sentiste pesar al imaginar el rostro de tus padres y preferiste huir de esa tortura dirigiéndote hacia el poniente, hasta donde mis pies me lleven, pensaste, que equivocado hijo mío, seria hasta donde tu destino te lleve. Las piezas se alejan al parecer distantes, pero sus caminos están más unidos de lo que yo mismo pude imaginar en aquella época.
La noticia llego junto con el cuerpo a Adán y Eva, su pesar fue grande ante la desfiguración que sufrió su hijo, una vez más la lastimada mente de Eva cayó en la locura y su hogar se volvió gris, vivió sus días entre buenos y malos, donde su locura la hacía ver a sus hijos llegando y donde la realidad la aceptaba con congoja, en uno de esos días buenos, engendraron a su ultimo hijo Seth. Siete años después de la desaparición de Caín y el asesinato de Abel, el sería el primero en ser mi voz entre los hombres.
Cincuenta y siete años habían pasado desde que mis hijos abandonaron el otro lado del velo, veintitrés años desde el nacimiento de Caín y Lilith aún no disminuía su odio hacia mis hijos, aún faltaba sufrieran más, se esfumo de las tierras de Adán para ir en busca de los que se separaron, con ellos de su lado tomaría las tierras que yo le había dado a mi hijo y su venganza seria total, le arrancaría lo último que le quedaba como muestra de mi amor.

  
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Descripción

adelanto de el borrador los primeros 5 capitulos de el primer libro de una Saga *Actualizacin de dos captulos 9/04/17

Palabras Clave: Vampiro Adan Eva Hombre Lobo romance ciencia lilith tamaulipas mexico mante tinus junge hasen

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fantasa


Creditos: Junge Hasen

Derechos de Autor: Tinus Junge Hase


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