Pobre Luisito!
Publicado en Sep 23, 2009
Prev
Next
 


Esta mañana, volví de hacer las compras cargada de bolsas. En la puerta de casa, al buscar mis llaves en el bolsillo de la campera, comprobé que no estaban. Un nefasto descosido, permitió que se cayeran sin que me diera cuenta. Me puse a zapatear muy nerviosa.  Al ver que no conseguía nada  con esa actitud, opté por pensar la forma de solucionar el problema. En ese momento, Luisito, un niño de unos nueve años, salió de su casa, cercana a la mía. Lo veo todas las mañanas mientras espera el transporte que lo lleva a la escuela, es algo tímido y retraído pero muy educado y servicial. 
 Le expliqué la situación y lo que esperaba de él. Es ágil y despierto y no tuve que repetírselo, eso sí, antes, pidió permiso a su abuela, que es con quien vive. Superado el trámite, subió por la verja, se encaramó al techo y después de cruzarlo bajó por la escalera que da a los  fondos de mi vivienda. Entró por la puerta corrediza  de la galería, de allí a la cocina, tomó, del lugar que le indiqué,  el manojo de llaves de repuesto, abrió el postigón del garage  y me las alcanzó. Agradecida puse un billete en el bolsillo de su camisa sin escuchar sus protestas ni las de su abuela y les  agradecí efusivamente a ambos.
 Satisfecha de haber zafado, sin mayores inconvenientes, acomodé todo y  continué mis labores. Como casi todos los sábados,  esta vez con el pensamiento en un destinatario especial, preparé bizcochuelo.
A la tarde, llego hasta su casa. La abuela sale a recibirme.
 –Para que lo comparta con su nieto y  lo dejo, aún tibio, en sus manos. ¡Es un buen chico!
 –Sí, muchas gracias, contesta, ahora no está, fue a visitar a su mamá.
-Ah, respondo, como vive con usted, pensé que era huérfano.
-No, tiene madre y padre. Se separaron cuando él era un bebé.  Cada uno vive con su nueva pareja, pero como tienen otros hijos, lo dejaron para que me hiciera cargo y se olvidaron del chico.
-¡Pobre Luis! ¡Qué difícil situación para un niño sensible, como él!
-¡Realmente!. Mi difunto marido fue el único padre que conoció. Era carpintero. Esa cuna, el caballito, la hamaca, la sillita, los rompecabezas, todo lo hizo para él. Quería de algún modo, compensar su carencia. ¡Sufrió tanto la indiferencia y el abandono del que fue víctima su nieto!. Me hizo jurar, antes de morir, prohibirle la entrada de esta casa a Matilde, la mamá  de Luis y nuestra única hija. Al comprender que estaba próximo su fin, no quiso verla, ni siquiera la perdonó.
¡Era la niña de sus ojos, sin embargo la maldijo! ¡Ahora ella sabe bien lo que significa eso! ¡Jamás podrá  tener tranquilidad ni ser feliz!
La confesión de la anciana, me sacude, no se qué decir para consolarla, el rostro curtido,   se humedece de amargas y contenidas lágrimas.
-Es difícil comprender los motivos que llevan a las personas a desconocer sus obligaciones.
Estoy convencida de que la falta de responsabilidad es la causa y el mayor de los males que sufrimos. Si cada uno se hiciera cargo de lo que le corresponde, todo cambiaría para bien.
-También yo lo creo, responde,  pero desgraciadamente no es así, por eso hay tantos pobres chicos abandonados, olvidados y resentidos. Siempre lo hablábamos con mi marido.
-Quería lo mejor para el nieto, puso sus ahorros, esta casa, la carpintería y dos propiedades más, a su nombre. Él no lo sabe, pero tiene su futuro asegurado, podrá estudiar, cuando llegue el momento la carrera que elija, sin apremios ni preocupaciones. Eso en el aspecto económico, el afectivo lejos está de resolverse, tratamos de darle amor y comprensión, pero no es sencillo ni suficiente reemplazar  el cariño y la contención que debió recibir de sus padres.
Termino el café que me ofreció y me levanto para despedirme. La señora está más serena. Luisito viene hacia  nosotras por el pasillo, los ojos gratamente sorprendidos al verme en su casa. Pregunta con cierta picardía: - ¿Perdió de nuevo las llaves?
-Una vez, pase, Luisito... contesto sonriendo.
Su olfato detecta el bizcochuelo y  se precipita tomando una generosa porción  que cortó su abuela. La devora y se sirve otra.
- ¡Estás hambriento! ¿No almorzaste en lo de tu mamá?
 El rostro del niño se contrae, se enturbia su mirada. Sin poderlo evitar, ahoga un sollozo.
-¡No voy a volver allá, abuela, no quiero ir más!.
-Pero querido, ¿qué pasó? ¡Toda la semana pensando en ir a visitarlos!
-¡Esta mañana saliste tan contento! ¿Qué es lo que pasó?
-Nada abuela, nada....
-Bueno, digo, los dejo para que hablen tranquilos.
-¡Quédese, señora, quédese!, me ruega el niño.
-Está bien, me quedo, pero ¿qué ha sucedido para ponerte así?
-Cuando llegué, ya habían terminado de comer, aunque era temprano. En la mesa había una fuente con milanesas  y algo de puré.
Me senté, mamá me acercó un plato y cuando fue a buscar los cubiertos, su marido levantó la fuente y se la dio al perro. Ella dejó caer  el tenedor y el cuchillo, se puso blanca, como el papel, pero no dijo nada, después que el perro terminó de comer, él se llevó a los chicos en el auto, sin despedirse.
Mamá se puso a llorar, me pidió que no vaya más. Dijo que él se enfurece de sólo verme y que soy el causante de su desdicha.
Estuve caminando por cualquier lado, sin saber a dónde iba, con un dolor muy fuerte acá, dice poniendo su mano sobre el corazón.
La abuela, conmovida, no encuentra palabras para darle consuelo, lo envuelve en un abrazo protector.
Trato de fingir despreocupación, aunque estoy lejos de sentirla.
-¡Luisito, eres una dulzura, jamás podrías ser la desdicha de nadie, todo lo contrario!
 ¡Se me ocurre una idea! ¡Mañana van a ser mis invitados! A ver ¿Qué les gusta más carne asada ó pasta? Les advierto que nadie prepara la lasaña como yo. Bueno, lasaña con salsa de estofado ¿Y de postre helado de vainilla y chocolate? ¿Está bien?
Después podemos ir al cine  ó si está lindo como hoy, al parque. ¡Hay unos espectáculos fabulosos, títeres, música, teatro al aire libre y el Super Park.!
¡Mañana en mi casa, a la una, después decidimos cómo disfrutar el domingo!
 
Me acompañan hasta la puerta, la abuela, sonríe entre lágrimas y Luisito, ¡mi pobre Luisito!, me abraza fuerte y me deja un beso húmedo en la mejilla.
 
Sábado, 29 de Septiembre de 2007
Página 1 / 1
Foto del autor haydee
Textos Publicados: 714
Miembro desde: Aug 13, 2009
3 Comentarios 477 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

La irresponsabilidad de los mayores y sus nefastas consecuencias

Palabras Clave: Llaves

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



Comentarios (3)add comment
menos espacio | mas espacio

leticia salazar alba

Me uno a laopinión de Cándido, Lety excelente texto
Responder
May 16, 2010
 

haydee

Gracias, querida Lety, por leerlo y comentar.
Responder
May 18, 2010

candido

Debe ser real la historia de Luisito y si es creada mayor merito, en cualquiera de los casos sentimos la pena por el chiquillo, la rabia contra su madre, el desconsuelo de la abuela, la generosidad de quien relata la historia y la admiración por quien la ha escrito.
Saludos.
Responder
October 25, 2009
 

haydee

Es real, absolutamente. La abuela falleció el 19 de XII del año pasado. Luisito vive actualmente con su padre.
Gracias por leerlo.
SALUDOS
Responder
May 18, 2010

Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.

busy