El guardin
Publicado en Feb 16, 2017
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Han pasado cien años desde que el reino se sumergió en un terror impensable. Mey, Líder de los errantes, derrocó al emperador y la Ciudad Bruna permanece envuelta en la sombra y la muerte. Desde entonces, la era de los nómadas del desierto comenzó.
Algunos valientes, encabezados por los arbores, han resistido estoicamente ante el asecho de los errantes y sus seguidores, pero están por caer, y la esperanza caerá con ellos.
Usuki, guardián del templo del Suroeste, custodia la espada de la Diosa. Desde hace décadas, el arbore,  ha luchado con cientos de guerreros con la esperanza que alguien lo venza, sin embargo, ninguno ha podido siquiera lastimarlo un poco, probando así que nadie es merecedor de la espada.
Su  misión es aguardar la llegada del héroe que surgirá para derrocar al mal. No obstante, después de todo este tiempo, su fe ha menguado y comienza a dudar de su encomienda. Para cuando el elegido llegue, no habrá quedado nada en Gea que pueda ser salvado. Todos se habrá extinguido, y ninguna esperanza quedará en pie.
Usuki pasa los días en el Bosque Escondido, en el sendero que va hacia la puerta del templo. Lo recorre día y noche, impaciente, ansioso por una nueva pelea. Descansa apenas uno minutos sentado en la escalera antes de volver a andar por el camino que se cierne bajo los árboles gigantes. Su pesado andar deja marcas en el camino, destrozando a las desafortunadas hojas que han caído de los árboles. De vez en cuando, se toma un momento para contemplar el paisaje que se puede ver sobre la colina del sendero, allá, donde se abre un claro entre los árboles. Piensa en su casa, en su hogar, en su familia que dejó atrás hace machismo tiempo. Mira al oriente donde cree que está su aldea. Sabe que son ellos los que están resistiendo el embate del mal. ¿Cuánto más habrá que esperar para ir a su encuentro?
Ese mediodía, cuando viene de regreso, ve algo frente a la puerta. Lo observa de lejos con detenimiento y se percata que es una pequeña creatura que mira con curiosidad la gran puerta del templo. Usuki corre hacia él y se coloca en frente bloqueando el paso con sus grandes brazos.
—¿Qué haces aquí intruso? —Su voz es atemorizante, profunda y poderosa— ¿Deseas la espada de la Diosa? Para eso tendrás que pasar sobre mí.
—¡Hola apreciable guerrero!  —dice con solemnidad—, soy solo un humilde vendedor de baratijas.
—¿Cómo has podido llegar hasta aquí? No te he visto pasar por el camino.
—Mi trabajo es encontrar los mejores caminos para satisfacer una necesidad. ¿Hay algo en qué desee, mi buen señor?
—No requiero nada, comerciante. Es mejor que regreses por donde viniste. Este no es un lugar adecuado para pequeñas creaturas como tú.
—Muy bien, me marcho. No quiero molestarlo, apreciable señor. Pero antes de que lo haga, ¿Puedo reposar unos minutos en este lugar? He caminado por horas sin descanso y necesito un momento para recuperar fuerzas antes de seguir —De entre sus cosas saca una pequeña maleta llena de alimento—. Solo serán un par de minutos.
Usuki acepta, pero no aparta su mirada del extraño. El pequeño hombre, de apenas un metro y medio de altura, se sienta en el piso y prepara un pequeño almuerzo de mediodía. Le ofrece algo de comida al arbore que lo observa con curiosidad, pero este lo rechaza.
Sus ropas son viejas y llenas de polvo. Lleva en la cabeza un sombrero hecho de paja y hojas. En su rostro, tiene una bufanda enredada que solo baja cuando se lleva un trozo de comida a la boca.  Usuki no había visto ninguna creatura así por esos lugares. Solo se había encontrado con guerreros fornidos y gigantes, héroes o malhechores que tenían solo una idea en mente: conseguir la espada de la Diosa.
—¿Quién eres? ¿Cómo es que llegaste a este lugar?
—Me llamo Cory —balbucea con timidez. Después levanta el rostro mirando fijamente a Usuki—. Viajo por el mundo vendiendo cosas. Son solo pequeñas baratijas y curiosidades. Llegué aquí por casualidad. En realidad estaba perdido.
—Esa es la mejor manera de llegar aquí… No tienes idea de qué es este lugar ¿cierto?
—No, solo vi una estructura gigante en medio del bosque y pensé que sería un buen refugio para pasar la noche —Se quita el sombrero y la bufanda, revelando así su naturaleza.
Usuki se sorprende al verlo, así que toma su espada y se levanta con premura. Bajo del sombrero se escondían unas orejas puntiagudas y un cabello rojizo. Su nariz es pequeña y sus colmillos afilados. Cory es, sin duda alguna, un errante.
—No hay nada de qué preocuparse, honorable guerrero. Sé lo que soy, pero hace tiempo que renegué de mi naturaleza.  El rey oscuro no es más mi señor.  Dejé el camino de opresión atrás. Por eso viajo, para huir de mi destino y elegir un nuevo rumbo. No siempre se tiene que seguir el camino que ha elegido la vida para uno. Creo que podemos hacer lo que queremos con nuestras vidas. La oscuridad está muy cerca y sé que un día nos alcanzará a todos. Pero antes de que suceda, quiero ser libre mientras tanto. Debería venir conmigo, honorable Guardián. ¿Cuánto lleva aquí?
—Toda la vida —dice con resignación—. No puedo abandonar mi misión. Debo esperar hasta que sea el momento que el héroe surja. Aún tengo fe… aunque es escasa.
—Puede hacer lo que quiera. Este mundo está a punto de declinar y su misión carecerá de sentido cuando eso pase.
Usuki agacha la mirada y se poner a ver los pequeños insectos que pasan entre sus pies. Su mente da vueltas y la duda se hace más presente. ¿Se puede abandonar todo?
—Nada está escrito ¿lo sabes? —insiste el errante—. Es tu decisión. Yo debo marcharme ya, necesito llegar a alguna posada antes de que caiga la noche.
Cory se marcha enseguida por el sendero del bosque, mientras Usuki lo contempla con nostalgia. ¿Cómo es que se puede extrañar a alguien que solo haz viso unos breves momentos?
¿Qué decisión tomar? ¿Es prudente abandonarlo todo? ¿Debería regresar a casa? Cuantas preguntas giran en su cabeza.
La mañana siguiente el silencio impera el en bosque perdido. La luz del sol se cuela entre las ramas haciendo estallar los colores de los vitrales del templo. Solo hay sonidos de fondo que armonizan con la solemnidad del lugar sagrado. El camino está vacío, nadie lo recorre esa mañana. La gran puerta del templo está abierta y en el pedestal sagrado no hay ninguna espada.
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Foto del autor Ral Vliz
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4 Comentarios 493 Lecturas Favorito 2 veces
Descripción

La decisin de un guardia de una espada legendaria en uns poca de terror.

Palabras Clave: fantasa bosque templo

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fantasa



Comentarios (4)add comment
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Elvia Gonzalez

un relato intenso, resaltando el valor de la responsabilidad por sobre los propios intereses, renunciando a todo por cumplir su misión, muchas veces somos demasiados tenaces y aun cuando vemos a nuestro alrededor que todo se desmorona, no tomamos nuestras propias decisiones, luchar por la vida propia, muy buen texto felicitaciones
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July 06, 2017
 

Ral Vliz

Me alegro que te haya gustado. Me encanta contar historias. Gracias por leer.
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July 06, 2017

Battaglia

Muy buen relato!!!

Me encantó... No hay enemigo pequeño. A veces pensamos que solo la grandeza es digan de admirar pero no nos detenemos a pensar que detrás de alguien pequeño uno puede encontrar un mundo de cosas nuevas, de enseñanzas y porqué no, también de encontrarnos con nosotros mismos!!

Ame tu relato y los personajes...

Saludos
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July 05, 2017
 

Ral Vliz


Gracias, me gusta escribir y si a alguien le agrada lo que hago es una buena recompensa. Saludos
Responder
July 06, 2017

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