Los Grotescos Cuentos de un Sándwich de Queso
Publicado en Feb 16, 2016
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I. Sangre de mi sangre
Se hablaba de las grandes hazañas de Aristóteles, de Linneo y de Darwin, incluso del bueno de Dewey Watson. No sería difícil hacer que todo impuesto por ellos cayera de un instante a otro. Sobre todo si se trataba de hacer que un mamífero tuviera características propias de un reptil.
El joven experimentador llenó su jeringuilla hasta el tope. Observó el líquido con codicia. Su sueño: Que los humanos pudieran regenerar partes faltantes de su cuerpo, tal como podía hacerlo una lagartija.
Había extraído un poco de ADN de una pequeña lagartija, y estaba seguro de su procedimiento. Observó sonriente la punta de la aguja, se vanaglorió de su gran intelecto e insertó el instrumento en la arteria de su brazo derecho. El líquido fluyó libremente dentro del cuerpo del hombre, dejando en él una sensación electrizante.
Esperó durante varios días a que la solución se estabilizara dentro de su cuerpo, pero lo único que notó fue que una hinchazón y un leve salpullido surgían de la zona del pinchazo. Sin embargo, no vaciló ni un segundo, así que, para probar su hipótesis, tomó un bisturí de trabajo, realzó en su rostro una mueca de locura y cercenó su dedo meñique en uno, dos, tres, cuatro tajos. La sangre goteaba bajo el limpio corte del hueso. ¡A esperar un dedo nuevo!
Pasaron semanas. El joven experimentador cayó en una fuerte ansiedad. Eso sí, siempre había que mantener la serenidad. De su rostro febril emanaba siempre una sonrisa llena de frescura. Toda lágrima que surgiera del rabillo de sus ojos no habría de confundirse con desesperación.
Pasaron uno, dos, tres, cuatro meses. La hinchazón en su brazo había crecido demasiado, formando un tumor púrpura que supuraba continuamente y que no hacía esperar en cuanto a comezones.
En un acto de frenesí, tomó con los cinco dedos de su otra mano el bisturí, rebanó delicadamente la membrana necrótica y exprimió con los dedos índice y pulgar el pequeño tumulto. El corte soltaba pus y sangre. Exprimió un poco más. Una especie de tejido brotó y de él tiró.
Una pequeña lagartija albina se retorcía entre sus dedos, convulsionando de cuando en cuando ante los ojos de su padre.
 
 
 
  
II. Teletransportes S.A.
-Escucha, escucha ¡No te vayas así! ¡No estoy bromeando!
-¿Ah, no? – Detengo mi paso y la observo con incredulidad. Esa mujer es una terca, aunque hay que admitirlo: su enorme sonrisa y sus ojos brillantes logran contagiarme un poco de su entusiasmo.
-Sólo... espera, aguarda un segundo
Toma su pequeño aparato. Parece más bien una planta generadora de luz que se conecta a un armazón de cuerpo completo lleno de electrodos.
-Oye, ya hablamos de esto...
-¡Sólo dame una oportunidad! ¡Observa, lo he logrado! Con este aparato he logrado que este amiguito – dijo mientras sacaba a una pequeña musaraña de su bata- pudiera atravesar las paredes. Simplemente, logré anular la fuerza electromagnética de tal modo que las moléculas pudieran seguir estables ¡Sin deshacerse! ¡Sin explotar, siquiera!
La miro con incredulidad. Levanto la ceja y lanzo un resoplido. Ella deja escapar un gesto de furia, yo diría más bien que es un berrinche ruborizado.
-Sigues sin creerme ¿Ah? Pues bien, te aseguro que con esto incluso podremos dar aplicaciones al teletransporte, así ¡Ya no más distancias!
Suelto una carcajada. Eso aviva más su ira, el rubor de sus mejillas aumenta.
-Te lo demostraré, desgraciado.
Se coloca el arnés en su torso. La sonrisa de burla desaparece de mi rostro. Me doy cuenta de su error. Intento detenerla mientras corro hacia ella, lanzando un grito con la vana ilusión de que me escuche.
Ella enciende su aparato antes de poder alcanzarla. Ríe burlonamente. De inmediato sus risas se transforman en un breve grito, su cuerpo, en una masa centelleante que se deshace hasta terminar en una suerte de materia parecida al excremento.
La muy estúpida había olvidado reajustar el nivel de energía que había utilizado en la musaraña de acuerdo a su propia masa. 
 
 
 
 
III. El Pez por su boca muere
Érase una vez un pescador muy persistente que desde niño miraba la mar y temía de ella. Un buen día escuchó la leyenda del Pez del Océano, un hermoso ictios que hacía que el mar y todo lo que había en él y por él funcionara. El pescador, quien entonces no era pescador, pero sí muy persistente, construyó una barca, tejió sus redes, aprendió a pescar y a navegar, y emprendió su viaje al mar.
Día y noche lanzaba las redes para cazar aquel mítico pez, volviéndose con cada lanzada, más habilidoso y fuerte. Sin embargo, jamás pescó con hilo y anzuelo, pues su único objetivo era conocer al Pez que al mar todo lo daba. Y pescar con el anzuelo implicaba lastimarlo.
Hubo tormentas, vientos vacíos, letargos increíbles, pero día y noche el pescador persistente lanzaba sus redes para alcanzar aquel pez.
Una gloriosa noche de luna llena, por fin algo quedó enredado entre las redes. El pescador las sacó las fibras con mucho cuidado, dejándose ver un enorme animal de aletas majestuosas y escamas brillantes, cuya pigmentación azul y plata danzaba espléndida y viva sin quedarse en un mismo lugar.
El pescador se acercó a la quilla, acomodó al pez de tal forma que aún tuviese sus branquias en el agua pero sus oídos fuera, y así habló:
-¡Oh, hermoso pez! Años y años he cruzado las aguas para encontrarte. No temas de mí, pues yo lo que quiero es agradecerte, decirte que por ti vivo y continúo. Gracias a ti puedo alimentarme, navegar sin perderme y conocer las estrellas. Pero mi único sueño es y ha sido el poder verte unos minutos para poder darle así un sentido a mi vida. ¡Oh, Pez del Océano!
Y terminando de decir esto, soltó al pez, sin darle importancia de si habría entendido sus palabras o no. Miró retozar al pez en el agua, confundiéndose luego con el azul y la plata de la luna y el mar.
Un polizón salió de su escondite. El pescador miró sorprendido al colado. El polizón sólo refunfuñó:
-Oye, ese era un buen pez ¿Por qué lo dejaste ir? Me lo hubieras dado para hacer de él un buen ceviche. 
 
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Foto del autor Erandi R.R.
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Descripción

No se sorprenda, estimado lector, si las líneas que se le presentan a continuación le provocan náuseas o hambre. Si de cualquier manera, a pesar de las advertencias, usted prefiere continuar, le recomiendo discreción, ya que cualquier parecido con la realidad no es mera coincidencia. =========================================== Estos cuentos serán publicados cada que me aburra. Depende de si hay buenas noticias en el día. Bah. Es un capricho de creación. ¿Qué Dios no gusta de consumir sacrificios?

Palabras Clave: Sandwich moraleja humor Macarena

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Humor



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