Vivimos en un planeta extraordinario, único, especial, hecho con mucho amor por Dios donde la Naturaleza se manifiesta en muchas formas, dándonos tantos beneficios y maravillas que en realidad la podemos considerar como nuestra mejor amiga, nuestra aliada estratégica y hasta “madre” de todos nosotros. Es interesante ponerse a pensar acerca de lo vital que es conservar esa fuente de vida y de inspiración llamada Madre Natura.  
A ella le tomó miles de millones de años en llegar a su estado actual tan evolucionado. Pero resulta que esos miles de millones de años se han visto, desde hace tiempo, seriamente amenazados por hechos como la contaminación ambiental, la deforestación de los bosques, la destrucción de la capa de ozono y el recalentamiento del planeta. Según estudios que se han hecho en torno a la problemática, se dice que de continuar el acelerado y despiadado ritmo de destrucción de los bosques y áreas de importancia en cuanto a la biodiversidad, ya para el año 2040 o quizás mucho antes, no queden extensas áreas verdes, los llamados pulmones de la Tierra, lo cual sería catastrófico y muy difícil de revertir. Estaríamos ante lo que podría ser el fin de este planeta que conocemos.
Desde que se produjo la Revolución Industrial (segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX), se ha avanzado mucho en cuanto a producción de bienes y servicios para abastecer y satisfacer las necesidades de las grandes masas de los centros urbanos, pero también ha ocurrido un considerable y peligroso aumento en la atmósfera del nivel del CO2, el dióxido de carbono. Esto es grave porque puede generar y, de hecho está generando, el recalentamiento del planeta. Lo anterior es la causa de desajustes en el sistema de regulación de temperatura de la Tierra. Y una cosa lleva a la otra, ese aumento de la temperatura del planeta está haciendo que se derrita el hielo de los polos, y con eso aumente el nivel del mar, lo cual significa que muchas islas y países que hoy conocemos podrían desaparecer de la Tierra, "ahogados" por las aguas que van “ganando terreno”.
Entonces ante la problemática actual, es justo empezar a tomar cartas en el asunto. ¿Pero en qué forma? Antes que cualquier otra cosa, lo más conveniente es impartir a los niños y jóvenes una auténtica educación ambiental, que “toque” y “mueva” las fibras de la conciencia, que haga que cada persona se dé cuenta, valore y entienda, a plenitud, que conservar los recursos naturales y el planeta es garantizar y respaldar la vida. También es importante que en esa educación ambiental se resalte el papel que tiene cada ser vivo, cada forma de vida y su comunicación con las otras partes del engranaje de la vida, de modo que se logre construir lo que tanta falta nos hace en estos tiempos, la conciencia ecológica, la conciencia verde, la conciencia del mañana. Además, cada niño, cada joven, debería tener la oportunidad de plantar un árbol, de manera que sea un aporte para su medio ambiente. Aunado a esto, en todos los países del mundo debería tenerse conciencia de la importancia del reciclaje, la importancia de clasificar la basura según el tipo de materiales que contenga.Y los países desarrollados, primeramente, deberían cumplir con la reducción en la emisión de los gases contaminantes de la atmósfera, cumplir a cabalidad con esas metas trazadas. Eso, entre otras medidas. Está claro que se han tomado acciones hasta ahora, pero nunca es suficiente cuando se trata de conservar el planeta para las generaciones futuras, para que ellas también tengan la oportunidad de vivir una vida plena en esta Tierra.
Sólo así venceremos y lograremos darle un vuelco a la creciente destrucción y así también evitaremos que se implante una marca mundial negativa que es la siguiente: la destrucción y el aniquilamiento, en apenas unos cientos de años, o en algunas décadas, de todo lo que a la Naturaleza le tomó millones de años en construir y formar y de lo cual hemos disfrutado.
 
 
CONCIENCIA VERDE -
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Ibrahim Fajardo Muñoz