Era el día perfecto, la hora ideal, el momento oportuno, el lugar indicado, para romperla en pedazos. Lo dije con palabras secas, no aparte mi mirada de sus ojos, por eso lo pude ver todo, vi como su mirada, la luz perdía, vi como sus ojos buscaron en mis labios concordancia con lo que escuchaba, sus manos perdieron fuerza que segundos atrás presionaban las mías. Retrocedió un paso y dejó caer sus manos, sus ilusiones y su alma, pero no su mirada, mi respiración se había detenido, la de ella también. Un silencio atravesaba ambos corazones, pero me había preparado para soportar el dolor… ella no. Por fin sus ojos me desenfocaron y su mirada cayó.
                -Entiendo- dijo, no pudo decir más. Había destruido un ángel, destruí sus fantasías, y todo lo que alguna vez soñó. Sus ojos se nublaron, de su mejía resbaló suavemente una gota, no era una lagrima, era de la lluvia que nos acompañó en ese momento, se volteó y caminó para abandonar el lugar. La vi marcharse, escuché como todo el bullicio de la lluvia regresaba, había desaparecido cuando se lo dije, pero ahora sonaba mucho más fuerte y trágica. Empecé a caminar en sentido contrario a ella, mis pasos eran lentos, ¿Qué había pasado?, no podía entender lo que ocurría, no podía recuperar la atención, dejé de marcar un rumbo, solo caminaba, mi mirada estaba perdida, no podía sacar de mi mente sus ojos, como fue que vi morir la luz en ellos, una luz que la había creado yo. No pude más, me detuve, aunque traté de sostenerme, caí de rodillas y empecé a llorar, no había nadie, nadie que pudiera verme, nadie que pudiera sostenerme y la única persona que siempre me consoló, acaba de destruirla. ¿Qué había hecho?, ¿En que estaba pensando?, ¿porque me apresuré a esto? ¿Por qué si ella era todo para mí, la había alejado para que darme sin nada?