El frío invernal caló profundo en su pecho, aunque su atención no estaba puesta en la temperatura. Hacia el poniente, el cielo lucía matices violetas, naranjos y púrpuras. Los árboles sin hojas oscilaban emitiendo un sonido de cascabel. En sentido contrario, pedaleaba un hombre sobre un triciclo y golpeaba con un palo de escoba las manillas de un cilindro de gas. En la vereda, un quiltro intentaba quitarse las pulgas del trasero con el hocico. Todos aquellos detalles que antaño le producían sensaciones gratas, hoy son un recordatorio de que, sin la María, ya nada era como alguna vez fue.