Eterna Condena
Publicado en Nov 24, 2015
Pedro arrastra ese miedo desde hace mucho. Tiene un nudo en la garganta. Miles de Pedro sufren a la par de él.
Hubo y habrá momentos de felicidad. Todo discurre en armonía hasta que la copa rompe el silencio y se hace añicos. La previa a ese momento se vive con angustia, noches de insomnio, buscando, en el presente, las armas para combatir el futuro. Las noticias contradictorias fluyen por doquier. Es como el juego de la mancha venenosa. Esta semana no se sabe bien la cantidad. Si de esta te salvas habrá una próxima vez. La espada amenaza y se cierne sobre las cabezas. Con el devenir de los años se torna más insoportable la situación. Presentir desgracias nos fuerza a ser más buenos, nos aferra el afán de salvarnos. Todos se sienten mártires de un destino fatídico. Se respira aliviado cuando la mano ha salido de la cueva sin haberte elegido. Las espaldas están agobiadas por el miedo y el paso del tiempo. No hay fórmulas mágicas, tampoco milagros, la impotencia circula por las venas, los puños cerrados de ira la contienen, la incertidumbre despabila. Pedro ha sido nominado, el teléfono de su oficina sonó por última vez, invitándolo a la oficina de Personal. Lleva 25 años al servicio de …….. Entró a la empresa, muy joven, como cadete. Con una mochila de ilusiones, su temperamento nunca fue competitivo. No trepó a gerente, ni subió a jefe ni escaló a supervisor. Su meta era educar a sus hijos y mantener a su familia. Cuando ingreso a la empresa le vendieron el slogan “relación de dependencia = seguridad”. Nunca comprendió mucha esa frase. No podía evitar el sudor frío cuando el radio pasillo chimentaba sobre despidos, quiebra o la situación del país. Pedro sale a la calle, sabe que debe compartir lo sucedido con su familia. La cadena se rompió, el miedo no se ha ido. Dejó de “pertenecer a”. Se despojo de la rutina. Su agobio es porque participó del juego pero no pudo elegir. Respira hondamente para darse coraje. Enciende un cigarrillo, mira el humo, suspira y anhela, que la próxima vez, que se barajen las cartas, reciba el comodín.
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