Nena
Publicado en Nov 06, 2015
Prev
Next
Te volví a ver, y reconozco; fue una emoción fuerte. Me pilló desprevenido. Quizá te fuiste hace tanto, que no pensé encontrarte ahí, así.
En un principio y como antaño, tuve cierto recelo. Podría decir incluso que fue desagradable. Me era incómoda tu presencia. Supongo que tus limitaciones físicas y anímicas me hacían no querer lidiar contigo en ese preciso momento. Por alguna razón que no logré comprtender, y que algún espero me ayudes a hacerlo, siempre tuve esa actitud en un principio. Recuerdo haber sido lejano e impetuoso, incluso violento en mi disposición hacia ti, hace ya mucho tiempo. Afortunadamente tu vida le ganó a mi desdén, pero de eso te has de acordar...
Mientras nos acercábamos a la habitación donde estaba el niño, te adverttía muchas cosas, con enojo y molestia. Tu me respondias con molestia, pero cierta humildad, y ciertamente nada de enojo había en tí. Quizá nunca lo hubo... La mujer era sólo un testigo mudo de todo, un testigo piadoso y misericordioso, empático y tolerante. Amante, y sabio. Sin duda, ella sabía.
En ningún momento reparé en todo lo que rodeaba a la situación. Estabas ahí, frente a mi, a pesar de todo y después de tanto, tus motivaciones eran el amor y la entrega, mas yo te advertía y te reprochaba. Qué ciego estaba. Qué poco perdón y amor entregué.
La habitación era una vieja conocida. Ahí estaba él, acostado en la misma posición en la que tu estuviste hace tanto, y tan poco. En la que quizá aún estás porque, tu sabes, el tiempo no existe... Aquella misma habitación en la que dormiste, comiste, diste de comer, amaste de tantas formas, sufriste, entregaste, recibiste, cuidaste, fuiste cuidada, querida, amada, agradecida. Aquella misma habitación en la que dormiste.
En esa habitación, ahí estaba él, acostado, envuelto en un manto, con una sonrisa en la cara, con paz en su alma. Quizá conforme, quizá agradecido, quizá feliz. Mientras la mujer se acercaba por el otro lado, tu te acomodabas para acerlo por donde siempre, por tu lado. Dejaste algunas cosas en esa misma antigua silla, e intentabas girarte hacia él para, con profunda dificultad, comenzar a acercértele. Y mientras lo hacías, te vi tambalear. No fueron más que unos momentos, no fueron más que unos pequeños movimientos. Pero te conozco y tuve miedo, un tremendo y profundo miedo de que fueras a caer. Me apresuré a tu lado y te abracé el tronco, para estabilizarte. Noté en tu cara el esfuerzo que hacías para no caer, para no resbalarte, y yo mismo hice un esfuerzo muy grande por no caerme contigo, por evitar que tuvieras que pasar por ello nuevamente, por sostenerte, por ayudarte.
Mientras lo hacía, las emociones cegadas me invadieron. Esas emociones que estaban mudas por mi actitud y disposición anterior. Por mi poca paciencia ante ciertas cosas, ciertos detalles superficiales. Ciertos hechos irrelevantes frente al esfuerzo que hacías para simplemente mantenerte en pie, para dar los pasos necesarios para llegar ahí, para acercarte a él. Al fin pude ver, sentir, creer, tu amor y perdón, y entrega. Y comencé a darme cuenta de mi error, de mi estupidez y ceguera. Mi sordera frente al concierto de amor que eras tu en ese momento, que fuiste, a pesar de todo, siempre. Me dí cuenta de tu amor hacia nosotros, de tus buenos deseos e intenciones, de tu humildad y bondad, y comprendí que no podía ser de otra forma, que nunca lo fue ni lo sería. Que tu siempre serás así, siempre estarás ahí, y que lograrás dar esos pasos para acercarte a él.
Y comencé a entender todo. Comencé a darme cuenta de lo que ocurría, y el amor y la desesperación, la verdad, me invadieron.
Te abracé con todas las fuerzas que tu delicado cuerpo podía aguantar, te acaricié el cabello y el rostro. Tomé tu cara, y mirándote a esos ojos grises, te pedí perdón. Nuevamente. Mientras todo comenzaba a nublarse, te miraba profundamente agradecido de poder haberlo hecho nuevamente, y mientras lloraba y comenzaba a despertar, quería aferrarme a este sueño con toda mi alma. Mientras despertaba me daba cuenta de la fortuna que tuve al soñarte, y me decidí a no abandonar quedándome con las palabras en la boca, en el corazón. Quería decírtelas aún si ya las habías escuchado. Aún si las sabías incluso sin escucharlas.
Cerré mis ojos, los apreté como hace mucho,, y finalmente pude decir, aún mirándote; "Te amo, te amo... Y muchas gracias, por todo..."
Luego desperté, en esa misma habitación. Con paz y tranquilidad, sabiendo que, aún si no te veía, tu seguías ahí. Las lágrimas ya no eran de pena, dolor, nostalgia. Eran simplemente amor.
Aunque tu no hayas alcanzado a conocer a tu bisnieto, te juro y me aseguraré, que él si te conocerá a ti.
 
Hasta siempre, Nena.
Página 1 / 1
Foto del autor Carlo Biondi
Textos Publicados: 81
Miembro desde: Oct 29, 2008
0 Comentarios 394 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Un gusto volver a verte.

Palabras Clave: Nena abuela familia nieto bisnieto cuento sueo amor entrega perdn ver volver paz tranquilidad mujer hijo

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: Carlo Biondi

Derechos de Autor: Carlo Biondi


Comentarios (0)add comment
menos espacio | mas espacio

Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.

busy