La Santa Misa Demoniaca
Publicado en Oct 29, 2015
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 Desesperado, gritas mientras intentas huir de la fría sombra que te sigue. Entre las frías piedras del pueblo, huyes sin detenerte, mientras gritas pidiendo ayuda. Nadie te oye, nadie. El sudor de tu cuerpo se pierde al caer entre rocas y tierra, tu aliento se mezcla con el de la noche, mientras el sonido agitado de tu corazón, despierta a los espectros y demonios perdidos en este mundo, buscándote sin saberlo, como cordero de su sacrificio. Tu desesperación te persigue, mientras los lamentos de tu ser, provocan la agonía de otros.
Tu mirada, observa un edificio en el centro de este olvidado mundo. Cubierta de la luz de la luna, con una campana coronándola, al puro estilo barroco, no puedes ver su color por el velo de la noche, pero sabes que es, un lugar donde nunca se cierran las puertas, ni siquiera ti, que eres un detestable ser. Corres mas rápidamente al creer que estarás seguro, los pasos de la sombra se hacen más fuertes, tu menguante ánimo se eleva al ver con tus ojos sus puertas abiertas de par en par. Volteas sin quererlo hacia atrás, donde esa sombra te seguía. Con una risa maquiavélica en ti, al ver que ya no está ahí, insensato.
¿Olvidas que la noche, es el resguardo de las sombras, espíritus y demonios?, ¿Que no pudo ocultarse a tu ser con solo esfumarse en su entorno?, pero tu estúpida seguridad humana te obliga a reír entre dientes al verte seguro, no preocupes, ella también ríe, y más que tú, ella te ha traído sin que lo vieras.
Entras al recinto con olor a flores e incienso, donde a pesar de las horas, aún hay gente dentro, todos con la mirada hacia abajo, sentados, como si esperasen a alguien. Tu mirada sigue hacia todos, esperando que alguien note tu presencia, pero es inútil, nadie te mira, nadie nota tu presencia. Intentas gritar, pero el frio y tus gritos previos te han dejado seco, mientras tu corazón vuelve en sí, tu mente se comienza a preocupar. ¿No te habías percatado de algo?, ¿No veías el cuerpo en el centro?, ¿No viste ese ser, en su traje de madera? Tragas saliva nerviosa al verlo. En el corazón del templo, hay un cadáver en reposo. La tapa aun descubierta, revelando a aquella tranquila alma. Curioso tu ser, te impulsa a mover un pie tras otro, te guía hacia aquel dichoso hombre, que yace con el creador. Te acercas, sin importar nadie de tu alrededor o nada, tu curiosidad es mayor.
Llegas a los pies de aquel que ya abrazo a la muerte, ves su tranquilos ojos cerrados, sus manos en el pecho descansando, una expresión de paz le acompaña, mientras una de horror crece en ti de manera asqueaste. Ese hombre dentro del ataúd negro, no lo puedes creer, es imposible, impensable, real. Ves sus gestos en los tuyos, sus facciones en las tuyas, su ser, en ti. Eres tú, tú eres quien yace dentro de aquel ataúd, tú y nadie más. Gritas sin emanar ningún sonido, caes de bruces en suelo, mientras intentas alejarte de tu propia aparición, sudas frio en todo tu cuerpo, mientras intentas componerte, pero no puedes, no puedes.
El grupo que te rodea se pone de pie, de manera lenta y gozosa, voltean a verte con muecas de horror e indiferencia, la piel pegada al hueso, con sonrisas amarillas y podridas, ojos vacíos, grises y blancos, algunos tiene trozos de carne y piel colgando en el hueso, las manos descarnadas y los trajes rotos, todos mirándote, aunque sin ojos, los sientes tras de tú carne.
Entre lamentos y susurros de ultratumba, rodean tu inservible cuerpo en el ataúd, algunos alzan las manos y ríen al perder más trozos de piel, mientras tú en el piso, eres levantado por otro grupo de ellos, gritando, soltando golpes y vociferando maldiciones, intentas liberarte sin lograrlo, el llanto comienza a brotar de tus ojos, exclamas piedad, ¿Eso pides a los ajusticiados?, ¿Eres estúpido?, ellos murieron por tu crimen, no escuchan tus palabras, ni siquiera la vibración les llega sus oídos. Gritas como poseído sin que nadie te escuche, ahora Dios huye de ti. Entre los fríos brazos de estos muertos sonrientes, terminas sobre tu propio cadáver, rodeado por una serie de lamentos y maldiciones, miradas y roces, podredumbre y mortandad, gimes y lloras sin detenerte, intentando levantarte, tus propias manos te lo impiden.
¿Comprendes acaso tu verdadera situación?, Creo que no lo entiendes, hasta que ellos se le abren paso a un ser con una larga túnica, color purpura, pero luminosa, las luces se apagan y cirios negros son encendidos, uno a uno. Temblando, solo, abrazado por tus propios brazos muertos, te das cuenta de que ahora estas solo en el ataúd. En silencio, todos comienzan a murmurar y dar gemidos, gemidos lastimeros que te ponen los pelos erizados, excitan tus lágrimas y te orillan a la locura. El encapuchado, toma lugar a tus pies, sin mostrar sur otro, sin habla siquiera, dirige a los demás a tu alrededor, donde sus nauseabundas palabras y espeluznantes confesiones, provocan que cada esperanza tuya, caiga del borde del suicidio y las lágrimas más temidas, se liberten sin dudarlo dos veces.
 Entre escalofríos casi perpetuos, sin pronunciar tan siquiera una plegaria a tu Dios muerto, intentas recobrar la razón, mala idea, ahora eso es imposible. El encapuchado toma en sus manos, un cráneo oculto entre sus ropajes. Escupiendo sobre él, lo llena con sangre de un voluntario, una viscosa sangre, negra, con un olor fétido y asqueroso, evitas vomitar, pero con riendas tomadas, el misterioso ser, te baña en ella, soltándola sobre de ti. Risas malévolas se escuchan en tu alrededor, entre carcajadas sardónicas recuperas la conciencia, solo para verla morir de nuevo al verte rodeado por manos huesudas y lágrimas de piedra, el olor del incienso desaparece, ahora hueles dulce carne humana quemándose, sin percatarte de la vela que está bajo tu mano.
Acurrucándote, hasta que el dolor, recuerda tu humanidad, la jala de golpe y te obliga a chillar una vez más entre muecas de dolor insufrible e impensable. Ves tus miembros quemados, sangrando y humeando, intentas huir de nuevo, pero eres jalado al perpetuo abismo del dolor y el horror, alégrate, el fin está cerca. El manejador de tu sufrimiento, ríe de manera casi impulsiva al verte llorar como un perro asustado. Levanta la mano y sus diabólicos seguidores, toman lugares, uno sujeta tu brazo, el otro y las piernas, mientras los demás sacan pequeños cuchillos de sus manos descarnadas. Suplicas una última vez, es inútil te he dicho. Con movimientos toscos, bruscos y lentos, acuchillan tu carne sin pensarlo, mientras gritas desesperado, arrancan uno a uno tus miembros. Al jalarlos rompiendo tus huesos, hilos de carne y sangre caen de bruces mientras comienzan a devorar con alegría tu carne y beber tu sangre.
Sin pronunciar nada más que gritos, intentas pedir por última vez piedad. ¿Que no entiendes enserio?
¿Eres acaso estúpido realmente?
En el festín queda tu carne y tu sangre, te convulsiones mientras el lúgubre recinto se oscurece lentamente, entre tus ultimas lastimeras suplicas e inútiles forcejeo, ya sin miembros, la sangre que pierdes, no vuelve jamás, tus lagrimas se comienzan a secar, tu conciencia a delirar y tu alma se aleja lentamente. Un susurro arrulla tu ser, intentas descansar del dolor, pero es imposible. Un agudo chillido liberas, mientras algo perfora tu pecho y suelta tus últimos chorros de sangre espesa. Incrédulo ves una mano que ha atravesado tu ser, entre sus dedos, palpita todavía tu corazón, con unos hilos de carne y sangre, que aunque delgados, lo unen a ti todavía. Sonríes al ver que el fin ha comenzado, sientes el dolor desaparecer, pero el miedo crecer. ¿Estás listo para el otro mundo?, ¿No cargas pecados acaso?, ¿El infierno te espera?. Tus ojos se agrandan una última vez al ver al demonio con la capucha, lamer tu corazón y sonreír con su enzimas enfermas, mientras los demás, en un éxtasis cubiertos de carne y sangre tuya, se abalanzan sobre ti
Buenas noches, la misa ha concluido
 
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Foto del autor Mr. Lucifogo
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Descripción

Un cuento de dulces sueos y mas dulces pesadillas

Palabras Clave: Terror Demonios Muerte

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Terror & Misterio



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