TRANSPARENCIA
Publicado en Aug 31, 2015
“¡Uta!, esa ni yo me la creo. Pero por lo que me pagan, hasta me bajo los pantalones”, pensó el encargado de la Secretaría de Transparencia de la Nación cuando después de medio año de investigaciones dijo enfrente de los periodistas, que su Jefe –quien lo había puesto en esa chamba–, ni su esposa habían infrigido la Ley en la adquisición de un inmueble, valuado en ochenta millones de pesos, comprado a una inmobilaria y constructora que había recibido un contrato público de ochocientos mil millones de pesos. O sea, aproximadamente, el “diez-mo” de ese contrato, supuestamente, debería pagar La Golondrina durante nueve años por el nidito de amor donde recibía a su esposo después de un largo día de trabajo en favor de la Nación, que con un gesto en la boca de una sonrisa, no pidió, sino ofreció sus disculpas a los ciudadanos que dudaron de su honestidad. Es más, su secretario había dicho que en esa averiguación de conflicto de intereses, habían testificado un centenar de servidores públicos, quienes por escrito juraron decir la verdad y, tampoco, habían sido presionados por los de arriba para beneficiar al constructor, amigo del que fuera gobernador en un estado donde sobre su frontera pasan los inmigrantes centroamericanos que para alcanzar su Sueño Americano tienen que recorrer esa zona caliente llena de transgresiones donde la policía, como los elementos de migración son emblemas trascendantales de un vínculo de impunidad, violentando los derechos humanos de esas personas con miedo, sucias y manchadas de sudor apestoso, antes de que alcancen un tren que anda sin parar. Ahí, en cualquier lugar de esas rieles se pueden morir por algún empujón de un desconocido que no quiere más competencia en el Norte, terminando ahí el siguiente sufrimiento del futuro ilegal que no lograría evitar su pobreza, ni se enteraría que la excantante y exactriz, de acuerdo a la legislación jurídica de su país, fue exonerada de toda culpa por el amigo de su esposo ante la risa de los periodistas nacionales y extranjeros, que no le creyeron ni cuando comentó la renta mensual de doscientos mil pesos que tuvo que pagar la Primera Dama durante tres años que habitó esa casita rosita que, finalmente, no compró como ella lo había dicho en una entrevista en el canal de televisión donde protagenizó varias telenovelas, la cual le ayudó con publicidad a su novio cuando fue candidato presidencial. Ahora ella anda buscando otra casita más sencilla, mientras vive en la casa presidencial y en los fines de semana en su casa de Miami que tuvo la suerte de comprarla en un millón y medio de dólares cuando la moneda nacional todavía no la devaluaba el Banco Nacional que no se animó a comprar dólares con la utilidad del pétroleo para defenderla o, quizás, estos ahorros ya no están en las arcas de la Nación, cuya desaparición –si es que la descubren los honrados periodistas–, también tendrá que investigar el que evadió una pregunta cuando un periodista lo cuestionó, sí por ser amigo de la Pareja Presidencial no había conflicto de intereses cuando su amigo y Jefe le ordenó investigar a su esposa La Golondrina que por no ser servidora pública, ella no se preocupará por cumplir el nuevo Código de Ética en contra de conflictos de intereses, anunciado por el Gobierno Federal, o sea, por el Presidente de la República que jura y perjura, que él siempre se ha conducido con apego al orden jurídico de su país. Además no tiene participación en el otorgamiento de contratos y la adjudicación de obras públicas como lo repitió en la conferencia de prensa el que fue felicitado desde la presidencia por su gran labor por haber devuelto a los ciudadanos la confianza de las instituciones públicas donde hay esposas que vigilan a sus esposos y hermanos que vigilan a sus hermanas para que hagan su trabajo con transparencia, cuyos padres son abogados que defienden a las empresas de los parientes de los políticos que, además tienen fuero...
Página 1 / 1
|
Maritza Talavera
No es muy difícil. ubicar en este contexto a nuestros países latinoamericanos, ya que es como una plaga que contagia a los gobernantes, sus poderes, sus familias y amigos allegados.
Excelente texto. Saludos
Carlos Campos Serna
Elvia Gonzalez
Mara Vallejo D.-
Saludos
María