APRENDIENDO INGLS Y ESPAOL
Publicado en May 18, 2015
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"Mexicanization" no significa que somos mexicanos, sino que estamos jodidos de tanto político mentiroso, corrupto y ladrón, que vive en su burbuja de "Disneyland Policy", y no acepta la terrible situación social que estamos padeciendo...
"Disneyland Policy" es donde viven los susodichos con los impuestos que no llegan a los ciudadanos. Por eso, si no le tenemos confianza, no hay que votar por ellos, y que en inglés sería: "Hopefully we are in time to avoid Mexicanization."
“Who gave this son of a bitch his green card?" significa que Alejandro González Iñárritu y Sean Peen son grandes cuates...
"All men are created equal" Esto es el sueño de un negro. Esta utopía, todavía, sigo esperando.
" Through our pain we will make them see their injustice, and it will hurt as all fighting hurts" Esta es la Ley pacifista de un indú...
¨Good bye¨ en realidad les digo adiós porque soy muy tonto aprendiendo idiomas, por eso mejor les voy a contar un poquito de mi vida en el extranjero con el fin de mejorar mi ortografía en español:  
 
 Hace veinticinco años cuando llegué a Alemania, todavía por ahí, atrás de las ventanas de sus casas, estaba escondida una de las generaciones más crueles de la humanidad; naturalmente, disfrazados de unos ancianitos que decían que nunca supieron que su líder y sus secuaces fueron causantes de un infame e incomprendible holocausto donde murieron, según estadísticas oficiales, seis millones de judíos –ahora pareciera que ellos se están vengando con el pueblo palastino–, algunos discapacitados fisícamente o mentalmente, homosexuales y negros, cuyo color de piel heredé de mi abuela Dorotea, a quien las madres de la Barra de Coyuca le decían: “gracias, doña Tea” cuando la curandera del pueblo iba a sanar a sus casas a uno de sus hijos del mal de ojo, mismo que en Alemania me echaban esos nazis de caras arrugadas. Uno de esos rostros, en la estación de ferrocarriles, me gritó que me regresara a África a comer plátano con mis hermanos los monos. Quizás, en eso de los hermanos tenía razón porque mi cara no me ayuda. Pero, comer plátano, era imposible, estaban muy caros. Era un producto de exportación que andaba de moda en las recetas dietéticas, sin embargo, yo, sin permiso de trabajo porque todavía no estaba casado con la madre de mi hija que, para colmo, tenía que adoptarla, no iba a gastar un marco alemán por dos platanitos. Todavía tenía presente que en el mercado de la Merced de la ciudad de México con el mismo dinero podía comprar en oferta hasta dos kilos que, con los huevos, frijoles y tortillas, fueron mi dieta diaria en mi tiempo universitario: pancita que bajé paseando en Bremen a mi hija por todo lo largo de un río donde me encontraba con el estadio de fútbol, ahí tampoco podía ver un partido de fútbol, que costaba, si mal no recuerdo, treinta marcos los cuales dos meses después obtendrían los otros alemanes invadidos y separados con un muro frío por la Unión Soviética, cuyo yugo comunista fue vencido por una sola voz que decía “Wir sind das Volk” –muchos de los mexicanos, todavía no han entendido que son el pueblo–, mientras yo me metía el chupón de mi hija en la boca para que no se cayera en la calle sucia donde una vez más, otra cara arrugada me gritó que si Hitler existiera nunca hubiera nacido mi hija. En ese entonces, no hablaba alemán, por lo tanto, no pude contestar que ella ya pertenecía a la nueva generación que los iba a borrar para siempre de Alemania, así que en español sólo le menté –seguramente el viejito no me entendió- su ¨nazísima madre¨ y me regresé al departamento, limpiándome las lágrimas y los mocos con la manga larga de mi camisa. Me preguntaba: ¿Qué hago en este pinche país? Algunos segundos después, el llanto de mi hija me contestaba y, tranquilo como todo un amo de casa, al otro día, iba con ella en su carreola a la lavandería a limpiar su ropita llena de leche añejada, mis camisas manchadas, la ropa de mi novia y hacer compras de alimentos –naturalmente, sin plátanos– para esperar a su mamá con una comida caliente cuando regresara del trabajo, el cual luego de una estancia de un año y medio en Alemania, me permitió, ya con un estado civil de casado, conocer en varios países de Latinoamérica y Asia el neoliberalismo que, solamente, produce riqueza para algunos; y el otro: el ciudadano común, siempre pagará las consecuencias de ese Sistema que, de alguna manera, tiene que llevar a algunas empresas estatales como la bancaria, telecomunicación, aeronáutica, minera, eléctrica y petrolera a números rojos para privatizarlas, cuyos dueños con ayuda de los políticos no permitieron la libre competencia empresarial, en consecuencia, el alza del precio de esos servicios y productos, hicieron que hasta los diplomáticos, por miedo a la delincuencia y por no poder ahorrar, huyeran de esos países, mientras en Acapulco se empezaba a sentir los primeros pasos delictivos de los Zetas que, en compañía con la autoridad han corrido al turista extranjero, he hicieron al puerto inseguro en esos catorce años, de los cuales residí en Argentina, India y de nuevo en Alemania.
 Regresé a México en un tiempo donde los políticos seguían sudando la gota gorda porque como siempre, andaban ¨perreando¨el voto en las colonias populares y en la montaña para ganarse la simpatía de esos ciudadanos que, organizados e invitados con una torta y agua de jamaica por los paleros de cada partido, agitan la banderita ya sea tricolor, azul o amarilla y no les queda otra que aplaudir o hacer una comida, además gratis, para que el ganador les ¨dé¨ una callecita, un parquecito, una canchita o unos cuantos bultos de cemento con sus respectivas láminas de cartón con dinero ajeno. Y es que los políticos no entienden que ellos no nos dan, pues cuando se da, se entrega algo propio. Sin embargo, como los dejamos apropiarse de todas nuestras contribuciones tributarias, ellos siguen ¨apendejados¨de poder, aprovechándose así de la pobreza. Y no hablo de la económica, sino de la educativa, la cual entre los presidentes y el sindicato de educación la habían hecho trizas...Y hasta la fecha no han "dado" ninguna solución –bueno,en este caso está bien utilizado el verbo dar con todo y negación– a este problema que, por alguna razón, algunos ex gobernadores tratan de arreglarlo con escuelas privadas, cuyos propietarios son ellos mismos o sus hijas, donde en una de ellas inscribí a mi hija porque, hasta yo, que fui en una escuela pública la cual fue, no solamente, ejemplo en el país, sino en Centroamérica, ya no creía en esa institución. Además empecé a buscar trabajo porque durante ese tiempo en el extranjero que crié a mi hija, anduve ¨Sin Presencia de Arquitecto¨: título del primer libro que escribí después de seis años de estar en el México que abandoné para vivir en Lima, Perú donde me convertí en un escritor desconocido, que hasta la fecha, cada año, ha escrito siete libros sin la compañía de su hija que se fue a estudiar a Alemania, donde instruirla sale más barato que en una escuela privada del Distrito Federal. Además, por alguna razón ilógica, los plátanos que ella mezcla cada mañana con la avena antes de irse a la universidad ya casi tienen el mismo precio que en el Mercado de la Merced, con la diferencia que el ciudadano mexicano gana muchoooo menos que la nueva generación alemana que poco a poco ha ido perdiendo esa raíz racista de una historia oscura; no parecida a la de Mexico, pero al fin oscura: la Narcopolítica.
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Foto del autor Carlos Campos Serna
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Descripción

aprendiendo ingls y un poquito de mi vida en el extranjero

Palabras Clave: idiomas humanidad razas religin

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: Carlos Campos Serna

Derechos de Autor: Carlos CAmpos Serna


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