El otro día, aquí cerquita de Tirana, paseando en un bosque partido a la mitad por una calle, observé a un grupo de “ciempiés” que perseguían en fila india a su líder. Nunca había presenciado este gran espectáculo de la naturaleza, que lo dejé a la deriva de su destino porque tenía una reservación en un restaurante. Mientras me dirigía a comer, iba pensando cómo una mala decisión puede llevar a la muerte a todo un pueblo. En este caso, eran “cinco mil pies” que, seguramente, morirían aplastados por un auto. Para no tener mala conciencia, recorrí de nuevo, ahora, hacia atrás esos docientos metros con el fin de salvarlos uno por uno. Cuando estuve cerca de ellos, recordé que estos invertebrados pueden ser venenosos, así que sin tocarlos, puse como obstáculo mi bota derecha para tapar el paso lento, pero firme del que iba adelante, quien de repente se encontró con un muro que le marcó la dirección hacia el bosque. Cuando el líder quería seguir su camino sobre la carretera, mi bota interrumpía su falsa decisión. Así estuve diez minutos hasta que logré dirigir esa fila de treinta centímetros –que nunca se deshizo– hacia una alfombra de hojas secas donde el líder y sus cuarenta y nueve ¨simpatizantes¨ seguirían su camino hacia la sobrevivencia por la cual, también nosotros tenemos que luchar cada día, tratados como insectos –porque los dejamos– bajo la dirección de los políticos que han perdido su dignidad, fingiendo el compromiso con el pueblo, disfrazada en una palabra que, desgraciadamente, tampoco nosotros tenemos en nuestras cualidades: honestidad. Es que nos engañamos cuando cometemos una infracción y no la reconocemos, por eso si nos preguntan, si somos honesto, lo mejor, es quedarse callado sin una afirmación y sin una negación. En mi caso, trato de respetar a todo lo que me rodea, así como mis compromisos civiles, apegados a un concepto real: La Ley. Ella es la única que me permite hacer un juego limpio, el cual no respeta la mayoría de nuestros gobernantes, pues si me inspiro en el refrán, no es posible que un político de la derecha, del centro y de la izquierda pueda ser honesto, si se vuelven multimillonarios en solamente seis años. Sin embargo, si creo en el campesino que vive en una choza de dos cuartos con dos lamparitas y se preocupó porque no pudo pagar la cuenta de luz de dos millones de pesos; error electrónico que, seguramente, no podrá ahorrar nunca en toda esta vida de promesas: demagogía política que no ha servido al país, sino a lo que se han ensuciado los bolsillos con sus corruptelas, las cuales no debemos callar, de lo contrario seremos un cómplice más de aquellos que con arrogancia dicen que no tienen que darle cuentas al pueblo, aunque toda su vida han vivido de nosotros que ya no creemos en ellos y, ya estamos cansados de pagar tantos impuestos que nos dejan más pobres y producen nuevos millonarios en esa oligarquía dirigente, cuyos miembros, incluidos sus familias, lucen, relojes, vestidos, zapatos, bolsas y autos, cuyos precios no les permitirían pagar una comida de setenta dólares en un restaurante de Beverly Hills donde acostumbran a ir de vacaciones los hijos de estos “servidores públicos”, que en algunos años, el dinero heredado por sus padres, tendrán que ¨lavar¨, convertidos en exitosos empresarios imboliarios turísticos, constructores y banqueros, si no deciden volverse millonarios con los votos de la miseria, el analfabetismo y la omisión ignorante que dice ya no critiquemos más al Gobierno y nos pongamos a trabajar sin reflexionar que nuestro país se ha venido deteriorando cada seis años, precisamente, porque nosotros, con nuestro sufragio, hemos puesto en sus manos las decisiones de la Nación, transformadas en reformas en beneficio del Estado y de algunos “hombres de negocios”, por eso si no alzamos nuestro dedo para marcarles el camino a seguir, nos continuarán aplastando como la fila de cincuenta gusanos que, supuestamente, yo había salvado, sin embargo, por la falsa decisión de su líder cuando regresé de comer, me los encontré sobre la carretera como si hubiera abierto la piedra con un resto fósil de un Scolopendra cingulata, cuyo significado, si no lo averiguamos, nos quedaríamos sin saberlo, igual cuando nos hablan de cualquier plan gubernamental que es enviado al Congreso de la Unión, cuyos miembros –sobre todo los del partido oficial–, parecen tener más de cinco dedos, al recibir compesaciones económicas por votar a favor de ciertas leyes o la rectificación de nombramientos turbios, impuestos por el actual Presidente que nunca sabrá el nombre científico del “ciempiés” porque solamente lee los contratos que les dan sus amigos empresarios para firmarlos, por cierto, entre ellos, algunos nietos de ex secretarios de gobierno.
